viernes

LAUTRÉAMONT (3) - GASTON BACHELARD


I. AGRESIÓN Y POESÍA NERVIOSA

III

Nos hace falta, pues, establecer ahora que la poesía de Lautréamont es una poesía de la excitación, de la impulsión muscular, y que en particular no es para nada nada una poesía visual de formas y de colores.

Allí están mal dibujadas las formas animales. De hecho no son reproducidas; son verdaderamente producidas. Están inducidas por las acciones. Una acción crea su forma, como un buen obrero crea su útil. Se engañaría uno, entonces, si en la vida de Isidore Ducasse imaginara un período contemplativo en que se hubiera distraído con los mil juegos de los seres vivos, y lo que nos dice uno de sus condiscípulos sobre su interés por la historia natural, sobre su profunda contemplación de una cetonia adormecida en el corazón de las rosas, no designa verdaderamente el eje del lautréamonismo. Desde el interior capta la animalidad, en su gesto atroz, irrectificable, surgido  de una voluntad pura. Así, en el momento en que se pueda crear una poesía de la violencia pura, una poesía que se maravilla con las libertades totales de la voluntad, deberá leerse a Lautréamont como un precursor.

Esta violencia pura no es humana; darle formas humanas sería frenarla, retardarla, razonarla. Poner una idea, una venganza, un odio en la base de su violencia, sería perder su ebriedad inmediata, indiscutida, su grito.

Entonces el verbo perdería ese valor original que da a los Cantos de Maldoror su tonalidad profunda, certeza musical, “concretización artística y literaria casi impecable” como dice Edmond Jaloux.

Esta violencia inmediatamente realizada en la certeza de gesto animalizado es pues, según creemos, el  secreto de la poesía activa, de la poesía ardiente. El ardor es un tiempo, no un calor. Nunca ardor tal había sido tan brutal antes del de los Cantos de Maldoror. Jean Cassou ha reconocido muy bien el parentesco de la expresión del Conde Lautréamont y la expresión del Marqués de Sade. Pero en el Marqués de Sade la violencia sigue siendo humana, continúa preocupada por su objeto. De allí, en Sade, como lo dice Pierre Klossowski, (3) “un retardarse ante el objeto” que la movilidad ducassiana no aceptaría. En la Lettre d’un lycanthrope, Casanova tampoco llega a franquear la frontera humana. Para él, “el útero pensante”, vagamente animalizado, sólo traduce una concuspicencia común y monótona. Todos sus ardores son humanos; se expresan como metáforas sin concretar nunca metamorfosis.

Por el contrario, vamos a mostrar que en Lautréamont los gestos son bastante coherentes y lo suficientemente vigorosos para sobrepasar las fronteras humanas y para tomar posesión de nuevos psiquismos.

Notas
Pierre Klossowski, “Temps et agressivité”, en Recherches Philosophiques, V, p. 104. El estudio de Kossowski aporta un precioso ejemplo de la estructura temporal especial de una obra original.

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