domingo

LA ENTREVISTA A JULIO HERRERA Y REISSIG QUE PUBLICÓ CARAS Y CARETAS EN 1907



LOS MARTIRIOS DE UN POETA ARISTÓCRATA


por Juan José Soiza Reilly

La famosa entrevista publicada en Caras y Caretas en enero de 1907, y que aquí transcribimos textualmente, había sido preparada por una carta que el poeta enviara meses antes al periodista -de donde éste toma fragmentos literales escritos por el poeta- y por una visita en persona que ocurrió en la primavera de 1906, cuando José Adami tomó las famosas fotografías. El poeta sugirió que se tomase la foto en la que supuestamente se inyecta morfina -hábito que realmente tenía-, aunque en ella no se está inyectando realmente morfina. (Tomado de www.herrerayreissig,org)

(Publicado en el Boletín Nº 62 de la Asociación de Profesores de Literatura del Uruguay / agosto 2010)


Venga usted á verme. Estoy siempre en la torre. Ya nadie me visita. Venga…


* * *

Fui… Verdad. Ya nadie lo visita. ¡Ese abandono será un presagio de laureles futuros! ¡Quién sabe! Tal vez, sí. Quizá, no, Sin embargo, Verlaine nunca tuvo, en América, un hermano mejor, Baudelaire no ha podido dejar hijo más semejante. El diablo, -pero el Satanás artístico de Bols,- tiene en Herrera un devoto sincero. El niño Jesús, puede hallar en él a un rey mago ferviente. Ya véis… Entre tanto, el poeta más raro, el lirico más triste, el pecador más esteta, el jilguero de sangre más azul, el loco más radiante, más fogoso, más bueno y más encantador que haya tenido el Plata, vive, solo, en su torre, allá, en Montevideo… Después de tanto ruido, vive solo. Muy solo. Más solo todavía que los muertos. Por eso, sobre la tumba, -petrificada de silencio y de olvido, -sobre la tumba donde su nombre duerme, ya cadáver, -vibra, -hermosamente porque suena á responso, -el amable latín de los elogios fraternales. Elogios que serán solitarios y que harán reír, con lástimas inútiles, á los calvos sacerdotes de la literatura alcanforada… Es criminalmente alevoso que los perros de la envidia profanen con sus dientes el dulce corazón de este pobre corderito ciego que se muere por exceso de vida, y que vive, en perpetuo pecado, por desprecio a la muerte… ¿Queréis verlo? ¿Queréis oír su voz? Queréis saber lo que dice, lo que piensa, lo que sufre, lo que goza? Bueno. Es fácil. Subid conmigo. Trepemos por la vieja escalera del antiguo palacio. Subid, sin descansar. Por estas escaleras pasaron, hace tiempo, muchas rojas aristocracias fallecidas; muchas razas neuróticas ya extintas. De ellas proviene el extraño poeta que vais a conocer. Subid. Ya llegamos. Es aquí. Es esta la famosa Torre de los Panoramas. Entremos. Ved, ahora cómo el poeta, en una ingenua explosión de bondad, nos recibe. Parece un niño enfermo. Al vernos, vibra todo entero cual una campana que tuviera nervios. Está en la cama. Pocas veces se levanta. Así vive feliz, aunque sufre. Nos habla… Habla de sus versos, de su prosa, de su vida. Y, por fin, nos habla de lo que deseamos que nos hable; del opio, del éter, de la morfina, de sus paraísos artificiales…

-“Yo no soy un vicioso. Cuando tengo que escribir algún poema en el que necesito volcar todo mi ser, toda mi sangre, toda mi alma, fumo opio, bebo éter y me doy inyecciones de morfina. Pero eso lo hago cuando tengo que trabajar. Nada más… Se ha formado entorno mío una leyenda bárbara. No. Yo no soy un vicioso. No soy un fanático. Los paraísos artificiales son para mí un oasis. Una fuente de inspiración… Además, la morfina y el opio me producen un sueño tan encantador, tan plácido, tan celestial y tan divino, que bien vale ese sueño un trozo de mi carne; de mi carne burguesa que conserva aún el asqueroso vicio de comer!... Me dirán que las agonías de Quincy, de Baudelaire y de tantos otros maestros, son buenos ejemplos para no abusar de los placeres del nirvana; pero á mí ¡qué pueden importarme los consejos de la gente normal que pesa las palabras, que mide las virtudes y que metodiza los espasmos de la médula!”.

Y yo creo que Herrera y Reissig tiene razón. ¡Qué puede importarle al artista la vida geométrica del que no es artista! He dicho artista. Y, en verdad, os repito, que lo es. Sus poesías, -misteriosas como fantasmas, -sus poesías, obscuras como tormentas, se iluminan de repente por resplandores de relámpago y por luces de rayos. Sus elogios son joyas. Su primera composición fue publicada en “La Razón”, de Montevideo, por Carlos María Ramírez. Escuchad:

-“Por esa poesía cordilleresca, titulada Miraje”, se me llamó “genio”. “imaginación hugoniana” y otros desatinos igualmente agradables. ¡Qué infamia! Eso me dio fama de gran poeta. En 1890 fundé esta Torre de los Panoramas, émula de las torres de Babel, de Alejandría, de Piza, de Babilonia, de Eiffel. Por aquí pasaron todas las personalidades del país y muchas del extranjero. Yo era el Bautista. Mi gloria mayor consiste en haber revelado á Montevideo los refinamientos literarios de París. Tuve popularidad de poeta exquisito. Fui un poeta de la aristocracia encajado en pleno campamento charrúa. ¡Esto no dejaba de ser un hermoso espectáculo!... “Revue des revues”, ha publicado varios trabajos míos. Aún no soy diputado. Ni siquiera cónsul… Vivo en plena lujosa miseria, comiéndome mis títulos aristocráticos. El progreso no existe para los artistas en esta ciudad colonial, jesuítica, mongólica por excelencia. Así, ¡para qué escribir! El país, literalmente, es sordo-mudo. ¡Oh, paradoja de la literatura, en un cementerio de almas!...”

Y la voz del poeta, suave, melodiosa como la de un niño ó como el rugido de un león que está muy viejo, prosigue destrozando ídolos, estatuas, fetiches… Es un aristócrata. Sangre de reyes españoles circula por sus venas. Adivinase que también los moros tuvieron algo que ver con su abolengo. Pero él dice:

-“Soy un bohemio. Por eso, todos los días, converso un cuarto de hora con la muerte…”.

Después, enmudece. No dice nada más, porque es innecesario.

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