jueves

ALBERTO METHOL FERRÉ - PUEBLA / PROCESO Y TENSIONES (1979)

SEGUNDA ENTREGA

I. EN CAMINO.                                                      

2. LA PREPARACION COMO CONTENIDO (1)

Los procedimientos con que se organiza algo, integran siempre el contenido de ese algo. Los procedimientos nunca son puramente formales, indiferentes al contenido, sino que hacen parte importante de aquel. Todo procedimiento es un contenido. Por eso, la Conferencia de Puebla ha comenzado a realizar sus contenidos, sus significaciones, a partir de las modalidades mismas con que se ha puesto en marcha el proceso de su gestación. La preparación de Puebla ya comienza a determinar el contenido de Puebla. Más aún: la preparación de Puebla ya constituye un contenido de extraordinaria novedad en la historia de la Iglesia católica (y me atrevería a decir de las otras iglesias cristianas). Es una novedad sin precedentes eclesiales.
Recapitulemos brevemente esa preparación, para darnos cuenta de su lógica profunda.
Parece que las primeras sugerencias acerca de la conveniencia de una nueva Conferencia General Episcopal surgieron a mediados del año 76 en una Reunión de la Presidencia del CELAM con una quincena de Obispos de actuación destacada a nivel latinoamericano y en el mismo CELAM, desde su fundación. Fue una reunión informal con Obispos de experiencia y consejo. Se efectuaron luego diversas consultas y se llegó a la Santa Sede. En Diciembre de 1976, el Papa Pablo VI manifestó a la Asamblea Ordinaria del CELAM su voluntad de convocar la III Conferencia, a los 10 años de Medellín, y encomendó al CELAM su preparación. En Febrero de 1977, en la Reunión general de coordinación del CELAM -unos 60 Obispos latinoamericanos-, se realizaron estudios sobre la probable temática, poco después, el Papa la determinaba definitivamente: “La evangelización en el presente y en el futuro de América Latina”.
Aparte de otros detalles innumerables, el CELAM fue trazando el plan de preparación que debía calcularse hasta la fecha misma de iniciación de la Conferencia, en Octubre de 1978. En el mes de Julio de 1977 se puso en marcha la preparación efectiva. O sea, se contaba con un plazo de 15 meses para la gestación. Debía hacerse un uso óptimo del tiempo, por cierto escaso. Con tiempo dilatado se pierde tensión; con tiempo comprimido se puede ganar en intensidad. Se comenzó con cuatro reuniones episcopales regionales que abarcaron a toda América Latina. Se reunieron más de 60 Obispos y se recogieron las preocupaciones principales existentes en el clima de las diversas Conferencias Episcopales de los países. Un poco una “lluvia de ideas”, de inquietudes y sugerencias. Así se inició la “movilización” para Puebla. Y esto de un modo literal: moviendo a la gente. No se quiso hacer consultas por escrito y por separado a cada país; se prefirieron reuniones conjuntas, para que hubiera desde el principio un diálogo viviente, que impulsara las interacciones más allá del horizonte habitual de cada Obispo. Una Conferencia Episcopal General Latinoamericana no podía ser sólo una suma de experiencias diocesanas ni siquiera nacionales. Debía incluirlas, pero tenía que ser, “existencialmente”, también de visión y vivencia directa latinoamericana. Para eso se debía mover desde el principio a los Obispos de sus sedes, para abrirlos efectivamente a un horizonte latinoamericano. Debía irse produciendo una paulatina pero real “latinoamericanización” episcopal y eso implicaba “desarraigar” provisoriamente, generar una dinámica de encuentros, más allá de sus diócesis y países. Había que comenzar confrontando experiencias, rompiendo todo ensimismamiento.
En el mismo mes de Julio, se realizó en Buenos Aires el II Encuentro Latinoamericano de Movimientos Laicos, propiciado por el CELAM. Estuvieron presentes todos los Movimientos que tienen un Secretariado a escala latinoamericana. Allí cada Movimiento hizo una evaluación del proceso posterior a Medellín y se propusieron algunas primeras inquietudes en vista a Puebla. Se discutió un plan de movilización que realizarían los Movimientos por sí mismos y se redactó una primera aproximación en común a la perspectiva global de la problemática que conviene tratar en Puebla, quedando, claro está, cada Movimiento en libertad de dar el desarrollo y las precisiones que quisiera desde su ángulo, a aquella perspectiva. De tal modo, desde el principio, también los laicos fueron convocados a escala latinoamericana. Lo que siguiera dependería exclusivamente de la capacidad propia de movilización y de la intención que les animara.
En el mes de agosto se realiza la Reunión de Coordinación de los Directivos del CELAM, donde se ordena y sistematiza en lo posible el material recogido en los Encuentros regionales. Se hace una agrupación de ideas en cinco o seis grandes centros de interés resultantes. Esas bases pasan en Octubre a una Comisión de Redacción interdisciplinaria, compuesta en buena parte por Miembros del Equipo de Reflexión Teológico-Pastoral del CELAM. La etapa final de sus trabajos fue presidida por cuatro Obispos que habían participado en las Reuniones regionales. Colaboran también los Secretarios de los diversos Departamentos y Secciones del CELAM. A fines de Noviembre, la Directiva del CELAM se reúne nuevamente, examina, corrige y organiza el trabajo realizado para que sirva como instrumento provisional de consulta y, en tal calidad, es recibido por los Obispos latinoamericanos a fines de diciembre. Se trata del Documento de Consulta, el conocido “libro verde”. La primera etapa de la preparación ya estaba cumplida, en los plazos señalados.
La segunda etapa arranca con el año 78 y llega hasta Junio, cuando los Episcopados envían al CELAM sus aportes sobre Puebla. Hay, así, un período de cinco meses en que el “libro verde” está a la consideración pública de la Iglesia. El Documento de Consulta, se puntualiza en su portada, es un instrumento auxiliar, un material para suscitar la reflexión y está orientado a recoger los aportes de los Episcopados. Las Conferencias Episcopales pueden tomarlo como base de sus respuestas; modificarlo, total o parcialmente; hacerle ajustes, supresiones, etc. La libertad es completa. Sólo se propone un punto de partida común, hijo ya de una primera y provisoria elaboración colectiva, para facilitar el diálogo en toda América Latina. Imposible un diálogo fructífero sin algunas referencias tan concretas como comunes, así fueran éstas para ser rotas.
Pero es asunto todavía más amplio. El propio CELAM sugiere “la consulta que las Conferencias quieran realizar en los distintos sectores eclesiales, Consejos presbiterales, Consejos pastorales, Conferencias de Religiosos, Comunidades Eclesiales de Base, etc., con miras a un mayor enriquecimiento de la contribución que brindarán las Asambleas”. Se envía a la Confederación Latinoamericana de Religiosos –CLAR-, a los Movimientos laicos de escala latinoamericana, a los Dicasterios vaticanos, a los Nuncios, etc. Es un Documento público, para una consulta pública, que se quiere lo más ampliamente participada posible. Puede ser reeditado por quien quiera. Se incluye en el mismo Documento un resumen de cada parte, para facilitar la difusión máxima en las bases, si cualquier Conferencia Episcopal quisiera así hacerlo. El CELAM es un organismo de servicio; sugiere pero no manda. En cada país, la autoridad suprema es la Conferencia Episcopal y el Obispo diocesano. Ellos son los únicos que deciden. A pesar de los costos, miles de libros y folletos de síntesis recorren la extensión de América Latina. En unos países más en otros menos. Eso depende de la circunstancia concreta de cada país y de cada Episcopado, incluso de cada Obispo.
Por supuesto, es muy difícil llegar a la inmensa variedad de los pueblos, pero sí es posible alcanzar los vastos, pero más restringidos, “cuadros” eclesiales, de presbíteros, religiosos y religiosas, laicos, etc. La “militancia” eclesial de América Latina, podemos decir fue, en su conjunto, informada y puesta al tanto, convocada para pensar y proponer. Imposible llegar a más, sólo que fuera en un proceso de años, lo que no es el caso. Todo esto implicó desde el Río Bravo a Tierra del Fuego una movilización sin precedentes de toda la Iglesia latinoamericana. Ninguna otra institución existente podría realizar esto en tan grande escala.

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