viernes

NICOLÁS MAQUIAVELO - EL PRÍNCIPE (17)


INTRODUCCIÓN

El segundo ejemplo más inmediato a nuestros tiempos es el de Oiverot de Fermo. Después de haber estado, durante su niñez, en poder de su tío materno, Juan Fogliani, fue colocado por este en la tropa del capitán Paulo Viteli, a fin de llegar allí bajo un semejante maestro a algún grado elevado en las armas. Habiendo muerto después Paulo, y sucediéndole su hermano Viteloro en el mando, peleó bajo sus órdenes Oliverot; y como él tenía talento, siendo por otra parte robusto de cuerpo y sumamente valeroso, llegó a ser en breve tiempo el primer hombre de su tropa. Juzgando entonces que era cosa servil el permanecer confundido entre el vulgo de los capitanes, concibió el proyecto de apoderarse de Fermo, con la ayuda de Viteloro, y de algunos ciudadanos de aquella ciudad que tenían más amor a la esclavitud que a la libertad de su patria. En su consecuencia escribió, desde luego, a su tío Juan Fogliani, que era cosa natural que, después de una tan dilatada ausencia, quisiera volver él para abrazarle, ver su patria, reconocer en algún modo su patrimonio, y que iba a volver a Fermo; más que para adquirir algún honor, y queriendo mostrar a sus conciudadanos que él no había malogrado el tiempo bajo este aspecto, creía deber presentarse de un modo honroso, acompañado de cien soldados de a caballo, amigos suyos, y de algunos servidores. Le rogó, en su consecuencia, que hiciera de modo que le recibieran los ciudadanos de Fermo con distinción, que no habiéndose fatigado durante tan larga ausencia “en atención a que, le decía, un semejante recibimiento le honraría no sólo a él mismo, sino que también redundaría en gloria de su tío, supuesto que él era su discípulo”. Juan no dejó de hacerle los favores que él solicitaba, y a los que parecía ser acreedor su sobrino. Hizo que le recibieran los habitantes de Fermo con honor, y le hospedó en su palacio. Oliverot, después de haberlo dispuesto todo para la maldad que él estaba premeditando, dio en él una espléndida comida a la que convidó a Juan Fogliani y todas las personas más visibles de Fermo. Al fin de la comida, y cuando, según el estilo, no se hacía más que conversar sobre cosas de que se habla comúnmente en la mesa, hizo recaer Oliverot diestramente la conversación sobre la grandeza de Alejandro VI y de su hijo César, como también sobre sus empresas. Mientras que él respondía a los discursos de los otros, y que los otros replicaban a los suyos, se levantó de repente diciendo que era una materia de que no podía hablarse más que en el más oculto lugar, y se retiró a un cuarto particular, al que Fogliani y todos los demás ciudadanos visibles lo siguieron. Apenas se hubieran sentado allí, cuando, por salidas ignoradas de ellos, entraron diversos soldados que los degollaron a todos, sin perdonar a Fogliani. Después de esta matanza, Oliverot montó a caballo, recorrió la ciudad, fue a sitiar en su propio palacio al principal magistrado, tan bien que poseídos del temor todos los habitantes se vieron obligados a obedecerle y formar un nuevo gobierno cuyo soberano se hizo él.

Librado Oliverot por este medio de todos aquellos hombres cuyo descontento podía serle temible, fortificó su autoridad con nuevos estatutos civiles y militares, de modo que en el espacio de un año que él poseyó la soberanía no solamente estuvo seguro en la ciudad de Fermo, sino que también se hizo formidable a todos sus vecinos, y hubiera sido tan inexpugnable como Agatocles si no se hubiera dejado engañar de César Borgia cuando, en Sinigaglia, sorprendió este, como lo llevo dicho, a los Ursinos y Vitelios. Habiendo sido cogido Oliverot mismo en esta ocasión, un año después de su parricidio, le dieron garrote con Vitellozo, que había sido su maestro de valor y maldad.

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Google+