con el apoyo de S.U.A.T.
EL PRIMER POEMARIO DE SANTIAGO BARCELLOS
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FEDERICO RODRIGO
FEDERICO RODRIGO
PAGO
Todos la creían la mudita. Pero sus palabras estaban hechas de silencio. Cuando esperaba: esperaba silencio. Si sonriera: sonreiría silencio. Cuando la golpeaba: sufría silencio.
Anoche, había tanto alcohol en el aire del padre que un fósforo podría volar de raíz la enrejada casa (ruina moribunda de hogar). El fósforo fue la temperatura de la comida: el estruendoso vómito de violencia fue sólido y aterrador. Mamá soñaba su muerte pero la muerte no se quería.
Los alcohólicos puños derribaron los pómulos de su infancia iniciando de nariz cascada en dolor bordó. Casi ahogada, su primer silencio cobró sonido: perdonado.
El caos se propuso una pausa.
Sus labios perplejos se desorbitaron y por allí se filtró el silencio: tanto silencio. Es que ya estaba incómodo en un alma tan pequeñita. Ahora se aloja cómodamente junto a ese hígado deshecho: vecino de la culpa y de la desalojada impunidad.
Y calla: calla tan profundo que ni la muerte oye para venirlo a matar.
IVONNE DÍAZ
OTRA BATALLA
1939. Isabel y yo íbamos casi todas las tardes a tomar mate al prado, pero ese 17 de Diciembre tomamos un tranvía para ir al puerto. Montevideo estaba conmocionada por las noticias que daba la radio de la batalla ocurrida entre el Graff Spee y los cruceros ingleses Ajax, Achilles y Exeter. El acorazado alemán, con muchas averías, estaba en el puerto. Ya habían desembarcado a los heridos y sepultado a los muertos. El gobierno uruguayo no permitió que el buque permaneciera allí y dio el ultimátum: debía partir ese día.
Un rato antes de la hora fijada estábamos en la escollera, entre una multitud de personas, para ver como el Graff Spee encendía sus motores y partía. Todos permanecimos en silencio. A lo lejos se divisaban las naves inglesas. Después de unos minutos el acorazado se detuvo y pequeños puntos negros se alejaron de su borda. Eran algunos botes salvavidas, cargados con los últimos hombres que permanecían a bordo. De pronto la tierra se estremeció y el río pareció sacudirse desde su lecho. Una atronadora explosión provocó mil ecos encontrados, que resonaron una y otra vez y el barco comenzó a hundirse.
Un grupo de 48 suboficiales y marineros estuvieron internados en el Hospital Militar y luego fueron trasladados a una casa alquilada por la legación alemana en la calle Timote 4600. Justo enfrente de la casa de mi amiga Isabel.
La radio y los diarios hablaban de ellos como bestias salvajes, capaces de cualquier crimen. Pero nosotras sólo veíamos muchachos jóvenes, que hacían arreglos en la casa, cuidaban los parrales y a la tardecita nos miraban pasar y nos sonreían tímidamente. Aprendieron de sus guardias las primeras palabras en español, a jugar al truco y hasta a hacer asado.
Vos eras uno de ellos. Aprendiste a decir bonita con un extraño acento y me guiñabas al pasar. Yo estaba irremediablemente loca por vos. No me importó tu origen. No me importó la guerra, ni lo que decían que eras, ni cómo debe comportarse una señorita. Cada minuto que pasaba estábamos más cerca. Comenzamos a hablarnos, a desearnos, a unirnos.
La noche nos llevó a tu cuarto y allí nos amamos intensamente, sin pausa sin mundo exterior sin guerra. Tu cuerpo entró en el mío, revolucionó mi sangre y mi carne se incendió en una hoguera que nunca se apagaría.
Al terminar la guerra ya no volví a verte, no tuve noticias tuyas, tu cuerpo no volvió a trenzarse con el mío.
1989. Otra vez diciembre trajo el calor de una batalla. El 20 fue el último día fijado para ratificar las firmas. Durante horas estuvimos con Isabel en la Ciudad Vieja, esperando a los que llegaban para decir "sí, yo firmé, yo quiero justicia".
Al llegar a la meta buscada con tanto esfuerzo, todos salimos eufóricos a celebrar en 18 de Julio. La alegría era enorme, la emoción también. Entonces descubrí tu cara entre la multitud.
Tus ojos me recorren otra vez, hay lágrimas en tu sonrisa, nos abrazamos tan fuerte que siento tu corazón palpitando apresurado. Cuando nos besamos alcancé a ver las caras sorprendidas de tus amigos.
A partir de allí no paramos de besarnos, tu lengua tibia insistiendo en enredar la mía. Ni siquiera sé como llegamos a casa. Allí nos amamos intensamente, sin pausa sin mundo exterior sin guerra. Tu cuerpo entró en el mío, revolucionó mi sangre y mi carne se incendió en una hoguera que nunca se apagaría, por eso estaré esperando los años que sean necesarios para que el calor de diciembre nos traiga otra batalla y vuelva a verte y tu mirada me recorra y haya lágrimas en tu sonrisa.
JOSÉ LUIS MACHADO
5 HAIKUS
1
Tu ternura es
La libertad del cielo
Sobre las nubes.
2
A mí alrededor
Tu piel y el aguacero
Olor a tierra.
3
Las manos rotas
De las caricias sin piel
No tienen cura.
4
Los labios lumbre
Volando se despiden
Desde los besos.
5
Cuando ando sin ti
Descubro mil soledades
En cada esquina.
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