sábado

(REINVENCIÓN DE UN ROMANCE JUVENIL DE JUAN CARLOS ONETTI) - NIÑO CON LA ÑATA APOYADA EN EL SEXO DE LA DIOS

EPISODIO 5: CARTAS                                            


Gemelos

-Eso que te pasó con Alsinita parece un cuento del propio Onetti -se puso en guardia el Pibe, con una sonrisa helada.

-El petiso es un pobre infeliz con berretines de novelista y no va a dejar de ser un cagatintas de carteleras cinematográficas -chistó Maneco, contemplando con hambre las yemas que le hinchaban disneicamente la blusa a María Esther. -Y ahora anda diciendo que las 250 páginas de Tierra de nadie son pura carrocería de relleno que le agregó al motor de El pozo para poder concursar.

-Lo que no pudo fue aguantar que el novelón ganara un premio en Losada, aunque me parece que esta vez la envidia viene por otro lado -hizo retroceder un largo puño de su camisa aporteñada Maggi. -Lo enloqueciste, flaca.

-Y lo que me da más lástima es que nos haya estado espiando a lo Bogart mientras fingía leer Marcha -se ensañó Flores Mora. -Es un petiso mental.

-¿Y por qué te da lástima?

-Porque todo eso que dijo del país de la juventud y los hombres deshechos y de que Linacero no es digno de besarte los vestidos es como estar oyendo a Onetti. Lo imita hasta en la cursilería tremendista.

-Pero el enamoramiento que lo hizo regalarme el pimpollo era de él -hizo un gesto fastidiado para cubrirse los pequeños pechos con las solapas del chaquetón la muchacha.

-Mirá que si vos pensás que armamos este rendez-vous por adulonería yo lo llamo inmediatamente al genio a Reuter y listo el pollo -se acodó con las manos estiradas sobre la mesa Maggi, ostentando los gemelos de oro 18 que le había regalado la novia el día anterior.

-De ninguna manera. Pero tampoco vayan a creerse que esta es una aventura inventada por ustedes. Porque me la busqué yo.

-¿Y Alsinita te comentó que Onetti piensa que El pozo es un mamarracho hecho a las patadas porque le apareció una chance para publicar algo? -se crispó el futuro político que sería capaz de llegar a batirse a duelo sintiéndose un Errol Flynn defensor de la honestidad batllista.

-Bueno, por algo yo les comenté que me parecía una porquería maravillosa.

-Y c’est vrai, caramelo. Porque la belleza invisible de la que hablaba Anatole France sólo existe a través de una comunicación brutal, sucia y espesa -se floreó el Pibe, recitando una de las primeras lecciones que les había gruñido el pope sanmariano entre aquella humareda infestada de sabiondos y suicidas donde lo único que aprendieron de verdad fue a quererse a sí mismos.
                           

Altar

El rendez-vous estaba pactado para las siete, pero aquella tarde Onetti salió más temprano de la Reuter y al bajarse del tranvía volvió a bajar por Tapes en sentido contrario al caserón con rejas constructivas de la calle Abayubá.

Acababa de despacharle una carta a Payró fingiendo una indiferencia demasiado excitada sobre el posible affaire folletinesco: Nada tentador de mi vida privada para contarle, salvo algo regodeante en prólogo que no sé si sigue, si acaba bien o mal. Una niñita leyó libros de Onetti y jorobó a los compañeros de estudios para que le presentaran a Onetti hasta conseguir alguno más bondadoso o que la quiere mal en secreto y que se ha puesto en campaña para unirnos. Hasta hora, nada más que teléfono (yo tengo que escribir mil palabras por día). Muy inteligente, absurda: Y TIENE DIEZ Y SEIS AÑOS Y USA BOINA Y LEE NOVELAS ANDANDO POR LA CALLE. Bueno, confieso que las mayúsculas son retóricas, para darle a usted una adecuada sensación de deslumbramiento que yo no tengo.

Y al pararse frente al templo necesitó torcer el perfil con el cigarrillo todavía apagado hacia al baldío esquinero de Jujuy y la automática irrupción de un graznido más hímnico que el del pajarerío lo hizo suspirar hondo:

-Mientras recorres la vida / tú nunca solo estás / contigo por el camino / Santa María va.

Entonces el hombre de melancolía caballuna contempló el resplandor del santuario y gruñó:

-Gracias, madre.

-Vení -le gritó de repente la novia que se escondía en la higuera, asomando una sonrisa botticelliana. -¿Querés jugar a casarte?

-Yo preferiría que siguieras cantando -prendió el cigarrillo mientras cruzaba el empedrado el novelista que casi no dormía pero que ahora arrastraba los pies más por felicidad que por cansancio.

-Bueno. Pero antes me tenés que bajar en brazos como un novio.                                      

-¿Cómo te llamás?

-Andrea. Y me paso escribiendo poesías. ¿No podrás tirar ese cigarrillo, por el amor de Dios?

Y después que Onetti atravesó el alambrado para abrir dulcemente los brazos ella fue recogiéndose los remolinos de las puntillas y antes de saltar dijo:

-¿No te enseñaron en la escuela que los hombres no lloran?


Confesión

Cuando se hicieron las ocho y media el Pibe y Maneco ya no podían disimular el miedo de que el pope los dejara plantados, y la muchacha trató de tranquilizarlos con una displicencia que le había estudiado aplicadamente a Rita Hayword:

-Bueno, tengo que confesarles que hoy me puse loquita y llamé a Onetti a Reuter.

-Opa -cabeceó Maggi, con la desilusión de quien ve retrasarse irrecuperablemente a una potranca favorita. -Mirá que si se dio cuenta que tenés menos de 17 estamos fritos, porque en eso no transa.

-Sí. Fue una gaffe, mijita -no pudo retener un paternalismo baboso Flores Mora aunque cuando se animó a rozarle la melena ella se lo sacó de arriba como a un vampiro.

-Pues no tienen razón, plumíferos de poca fe. Porque le canté 16 y después me animé a decirle que me muero por leer lo que está escribiendo contra el fascismo y Onetti me contestó que esa novela iba a ser un cínico intento de liberación habiendo tanta gente que pelea de verdad mientras nosotros jugamos a arreglar el mundo en los boliches.

-Pero mirá que saliste careta -se le espejaron los gemelos en la mirada innatamente oportunista al Pibe. -¿No querés hacer algún reportaje para Apex? Todavía no podemos pagarte las notas, pero agarrarías oficio. Hacele uno al Viejo Torres, por ejemplo.

-¿Y vos te pensás que yo nací para ser una periodista perseguidora de ídolos?

-Es que ese es justo el tema que le pela los cables a Linacero -hizo memoria fruncidamente Maneco. -Recién ahora me doy cuenta de lo que quiso decir el otro día cuando le vino el ataque de piedad y se puso a aconsejar a la Fabi como si fuera el Príncipe Idiota. ¿Te acordás?

-Lo que pasa es que necesita encontrar un final milagroso para que el pobre personaje bolche recupere la primitiva pureza y la fe y tiene miedo de mancarse unos metros antes del disco.

-¿Pero no te das cuenta que si no le cierra la historia es capaz de no aguantar más su pozo y suicidarse? -se paró para recoger el tapado y ponerse los guantes María Esther.

-¿Sabés que sos brillante, caramelo?                                                    

-Sí. Brillo pero pincho. Ta. Hoy ya no va a venir. Pobrecito.                          

-¿Tan jodido lo ves?

-No me digas que les tengo que explicar a dos literatos que el verdadero infierno es la incapacidad de amar. ¿No acaban de nombrar al Príncipe Idiota, incordios? Bueno, ahora armá otro rendez-vous para dentro de unos días porque me juego entera a que la segunda vez viene.


Estratósfera

Onetti llegó a la casa de los Torres cuando el maestro no había terminado su jornada pictórica y encontró a Manolita y a su hija divertidísimas con la relectura de una carta que les acababa de mandar Olimpia desde Barcelona.

-No sé si usted recuerda que tenemos un nieto de tres años -explicó la mujer de muchachez perenne.

-Si, el que se llama Demian -midió con un respeto de monje las curvas de Ifigenia el hombre que parecía aureolado por la felicidad.

-¿Un cafecito? -sonrió la muchacha.

-Claro. Y como les gusta a ustedes: Caliente, Amargo, Fuerte y Escaso.

-Pues parece que este Demian se ha criado en una escasez de posguerra donde los niños se volvieron fatales tratando de colaborar pícaramente con la familia en los expendios de pan y de sopa. Y ahora Olimpia me cuenta que fueron a visitar a Miró y el pobre hombre les estaba mostrando una cerámica sin cocer y mi nieto le arrancó el asa y salió corriendo -se atoró con el humo Manolita. -Y entonces Joan lo perseguía para matarlo y Yepes perseguía a Joan y dieron no sé cuántas vueltas por el salón hasta que pudieron pegarle el asa a la jarra y nadie mató a nadie. ¿No es divertido?

-¿Sabe que cuando entro a esta casa tengo la sensación de trasladarme a una especie de estrastósfera donde Dios se olvidó de inventar la desgracia?

-Y no se olvide que durante dos años no supimos ni siquiera si mi hermana y el marido estaban vivos -trajo el pocillo Ifigenia, que había perdido al novio al principio de la Guerra Civil.

-Pido disculpas por entrometerme -le acercó el yesquero Onetti a la pequeña mujer muy parpadeante y ya un poco gibosa. -¿Pero a ellos no les convendría emigrar?

-Es que Olimpia está encinta. Tal vez luego que nazca el otro crío. Yo ya se lo he propuesto, aunque hay que reconocer que Torres y Yepes nunca hicieron buenas migas. Fíjese que en el 34 los obligó a viajar con nosotros nada más que para verlos casarse en familia.

-Eso no lo sabía.

-Pues así son los hombres que usted llama extraordinarios -se le puso casi sórdido el rictus de desencanto a Ifigenia.

Entonces Manolita volvió a carcajear hasta atorarse y hubo que terminar golpeándole la espalda mientras ella repetía con lágrimas de euforia:

-Es que esa maratón detrás del niño que le robó el asa a la cerámica no es capaz de inventarla ni Chaplin. ¿No le parece, Onetti?

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