domingo

LAS VOCES DEL DESIERTO - MARLO MORGAN


CUADRAGESIMOQUINTA ENTREGA

30.

¿FINAL FELIZ? (4)

Con el aliento y apoyo de mis hijos y amigos más íntimos, empecé a redactar mis experiencias en el Outback y también a dar charlas allá donde me invitaran, en organizaciones cívicas, prisiones, iglesias, escuelas, y otros lugares. Las reacciones fueron encontradas. El Ku Klux Klan me declaró enemiga; otro grupo de Idaho adepto a la supremacía blanca colocó mensajes racistas en todos los coches del aparcamiento en el lugar de mi charla. Unos cristianos ultraconservadores respondieron a mis palabras afirmando que ellos creían que la nación del Outback era pagana y estaba condenada al infierno. Cuatro reporteros de un programa de investigación de la televisión australiana se presentaron en Estados Unidos, se escondieron en un armario durante una de mis conferencias e intentaron desmentir todo lo que yo decía. Tenían la absoluta certeza de que ningún aborigen había escapado al censo para seguir viviendo en el desierto. Me llamaron impostora. Pero también se produjo un maravilloso equilibrio de fuerzas. Por cada comentario despectivo hubo otra persona ansiosa por saber más sobre telepatía, sobre el modo de reemplazar las armas por ilusiones y por conocer más detalladamente los valores y técnicas que utilizan los Auténticos en su estilo de vida.

Hay gente que me pregunta hasta qué punto ha cambiado mi vida tras esta experiencia, Mi respuesta es: profundamente. Mi padre falleció cuando regresé a Estados Unidos. Yo estuve junto a él, sosteniéndole la mano, amándole y apoyándole en su viaje. El día después del funeral le pedí a mi madrastra un recuerdo de mi padre, un gemelo de camisa, una corbata, un viejo sombrero, cualquier cosa. Ella se negó. “No hay nada para ti” me dijo. En lugar de reaccionar con acritud, como tal vez hubiera hecho en otro tiempo, respondí bendiciendo mentalmente el alma querida de mi padre y abandonando la casa de mis padres por última vez, orgullosa de mi propia existencia; miré el cielo despejado y le guiñé un ojo a mi padre.

Ahora creo que no hubiera aprendido nada si mi madrastra me hubiera respondido afectuosamente: “Por supuesto. Esta casa está llena de las cosas de tus padres, coge algo que te sirva como recuerdo de tu padre.” Eso era lo que yo esperaba. Mi evolución se produjo cuando me negaron lo que era mío por derecho y yo reconocí la dualidad. Los Auténticos me dijeron que el único modo de superar una prueba es realizarla. Ahora estoy en un momento de mi vida en el que soy capaz de hallar una oportunidad para superar una prueba espiritual aunque la situación parezca muy negativa. He aprendido la diferencia entre observar lo que ocurre y juzgarlo. He aprendido que todo es una oportunidad para el enriquecimiento espiritual.

Recientemente alguien que había oído una de mis conferencias quiso presentarme a un hombre de Hollywood. Era enero, en Missouri, una fría noche de nieve. Cenamos juntos y me pasé horas hablando mientras Roger y los demás invitados permanecían sentados comiendo y bebiéndose el café. A la mañana siguiente el hombre llamó para discutir la posibilidad de hacer una película.

-¿Adónde se fue anoche? -preguntó-. Estábamos pagando la cuenta, recogiendo los abrigos y despidiéndonos, cuando alguien señaló que usted había desaparecido. Miramos fuera, pero se había desvanecido. Ni siquiera había huellas en la nieve.

-Sí -repliqué. La respuesta se formó en mi mente como una idea escrita en cemento húmedo-. Tengo la intención de hacer uso durante el resto de mi vida de los conocimientos que adquirí en el Outback. ¡De todo! ¡Incluso la magia de la ilusión!


* * *

Yo, Burnam Burnam, aborigen australiano de la tribu wurundjeri, declaro por la presente que he leído todas y cada una de las palabras de Las voces del desierto.

Este es el primer libro en toda mi experiencia vital que he leído de un tirón. Lo he hecho con gran emoción y respeto. Es un clásico y no viola la confianza depositada en la autora por nosotros, los Auténticos. Retrata en cambio nuestro sistema de valores e ideas esotéricas de modo que me hacen sentir extremadamente orgulloso de mi herencia.

Al contarle al mundo sus experiencias la autora ha rectificad un error histórico. En el sglo XVI, el explorador hlandés William Dampler escribió de nosotros que éramos “el pueblo más primitivo y despreciable sobre la faz de la Tierra”. Las voces del desierto nos eleva a un plano más alto de la conciencia y nos convierte en los seres regios y majestuosos que en realidad somos.

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