lunes

ENCUENTRO CON LA SOMBRA (El poder del lado oscuro de la naturaleza humana)


Carl G. Jung / Joseph Campbell / Marie-Louise von Franz / Robert Bly / Ken Wilber / Nathaiel Branden / Sam Keen / Larry Dossey / Rollo May / M. Scott Peck / James Hillman / John Bradshaw y otros

Edición a cargo de Connie Zweig y Jeremiah Abrams

VIGESIMOPRIMERA ENTREGA

PRIMERA PARTE: ¿QUÉ ES LA SOMBRA?


4. EL DR. JEKYLL Y MR. HYDE (3)


John A. Sanford

Aquí reside la clave para intentar resolver el problema de la sombra. Jekyll cometió el error de querer escapar de la tensión de los opuestos. Si queremos que nuestro propio drama con la sombra concluya felizmente debemos ser capaces de sostener la tensión que Jekyll no pudo soportar. Tanto la represión de la sombra como la identificación con ella constituyen intentos infructuosos de huir de la tensión de los opuestos, meras tentativas de “aflojar las ataduras” que mantienen unidos los aspectos luminosos y los aspectos oscuros de nuestro psiquismo. Así pues, si bien el intento de escapar al sufrimiento que provoca esta situación puede conducirnos al desastre psicológico, el hecho de sostener la tensión de los opuestos conlleva, en cambio, la posibilidad de contribuir al logro de una mayor integración psicológica.

Sostener la tensión de los opuestos, estar a mitad de camino entre ellos, es un acto difícil de soportar que puede compararse a la crucifixión, un estado en el que es posible que la gracia de Dios descienda sobre nosotros. El problema de los opuestos no admite una solución racional y jamás podrá resolverse en el nivel del ego pero cuando tomamos conciencia de ello, el Yo -la Imago Dei que habita en nuestro interior- puede favorecer el logro de una síntesis irracional de la personalidad.

Por decirlo de otro modo, cuando soportamos conscientemente la carga de nuestros opuestos, todos los procesos secretos, irracionales y curativos inconscientes coadyuvan en la labor de integración de nuestra personalidad. Este proceso de curación irracional, que supera obstáculos aparentemente infranqueables tiene una cualidad inconfundiblemente femenina. La mente racional, lógica y masculina es la que declara que opuestos como el ego y la sombra, la luz y la oscuridad jamás podrán integrarse. Sin embargo, es espíritu femenino es capaz de alcanzar una síntesis más allá de la lógica. No es de extrañar, pues, que en el relato de Stevenson las figuras femeninas sean vagas y escasas y que, en las pocas ocasiones en que aparezcan, lo hagan bajo una perspectiva completamente negativa. Todos los personajes significativos del relato son masculinos -Jekyll, Enfield, Utterson, Poole, el experto calígrafo Mr. Guest, el Dr. Lanyon- y la figura femenina parece relegada al papel de mera comparsa. Las únicas figuras femeninas que se mencionan en el relato son el ama de llaves de la casa de Hyde -una mujer de “expresión maligna temperada por la hipocresía”-, la doncella asustada que “prorrumpió en un gimoteo histérico” la noche en que Utterson se dirigía a la casa de Jekyll, la niña atropellada y las mujeres -“salvajes como arpías”- que se congregaban en torno a Hyde. El mismo Hyde es descrito, la última noche, “llorando como una mujer o un alma en pena”. La única alusión positiva a la mujer -o al principio femenino- es la joven que presencia el asesinato del Dr. Carew, pero aun así tampoco pudo evitar desmayarse.

Lo femenino, en suma, apenas si tiene cabida en el relato de Stevenson y cuando aparece presenta un aspecto frío, débil, inepto, desamparado, etcétera, es decir, incapaz de prestar el menor tipo de ayuda. Sin embargo, el poder de lo femenino es el único que puede ayudarnos a resolver este problema racionalmente insoluble. Psicológicamente hablando podríamos decir que cuando se rechaza la conciencia psicológica -como hizo Jekyll- nuestra parte femenina, nuestra alma, se debilita, languidece y cae en un estado de postración profunda, lo cual es una verdadera tragedia.

Convendría también dedicar unas palabras a la figura de Mr. Utterson ya que su retrato testimonia de manera manifiesta la notable habilidad narrativa de Stevenson. Tengamos en cuenta que, si bien la mayor parte del relato nos llega a través de los ojos y las vivencias de Mr. Utterson, Stevenson desdibuja deliberadamente su personaje hasta el punto de pasar completamente desapercibido. Utterson nos agrada, podemos imaginarlo con facilidad, podemos anticipar sus pensamientos, sus sentimientos y sus reacciones pero el foco de atención del relato siempre se dirige hacia el enigma del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, y Utterson jamás llega a ocupar el centro de la escena. Es por ello que fácilmente podríamos subestimar al personaje de Utterson como un mero recurso estilístico, como un personaje necesario para el discurso aunque irrelevante con respecto al tema del bien y del mal.

Pero, en realidad, Utterson es mucho más importante de lo que parece a simple vista porque es el único personaje cuya personalidad se ve conmovida por el mal y que toma conciencia tanto del ego como de la sombra, tanto del bien como del mal. Utterson representa así al único ser humano que tiene la suficiente fortaleza emocional como para verse conmovido por el mal y resistir, sin embargo, su embestida. Es precisamente esta función de la sensación -tan débil en el caso de Jekyll y totalmente ausente en el de Hyde- lo que hace posible que el hombre reaccione horrorizado ante la profundidad del mal.

En cualquier caso, la maldad siempre termina siendo conocida porque aunque las actividades de Jekyll y de Hyde fueran secretas todo secreto pugna por salir a la superficie de la conciencia impulsado por fuerzas internas ocultas. Recordemos, por ejemplo, que al comienzo de la historia la mente de Utterson estaba torturada por algo que le impedía conciliar el sueño, un signo inequívoco de que su inconsciente estaba buscando la forma de llevar a su conciencia la terrible y oscura vida secreta de Jekyll y Hyde. El prsonaje de Utterson dista mucho de ser irrelevante porque representa lo más elevado del ser humano y constituye una especie de figura redentora cuya comprensión puede hacerle tomar conciencia del mal y cuya horrorizada sensibilidad constituye una verdadera salvaguarda contra las acometidas de los poderes de la oscuridad.

¿Y qué podríamos decir con respecto al personaje del Dr. Lanyon? Lanyon también investigó, como lo hiciera Utterson, el misterio de Jekyll y Hyde pero, a diferencia de él, cuando advirtió la magnitud del mal se vio desbordado por la situación. Lanyon percibió el mal demasiado pronto, demasiado profundamente y sin la adecuada preparación y, por consiguiente, se vio superado por él. Ciertamente debemos tomar conciencia del mal pero si esta toma de conciencia es demasiado prematura o ingenua puede provocarnos una conmoción irreversible.

En una época como la nuestra en la que por todas partes nos rodean substancias modificadoras del estado de conciencia deberíamos también dedicar unas palabras a la pócima diabólica que elaboró Jekyll para transformarse en Hyde. Ciertas substancias como el alcohol, por ejemplo, parecen sacar a la luz los aspectos negativos de nuestra personalidad. No deberíamos pues desestimar la posibilidad de que la necesidad de beber -como ocurre en el relato de Stevenson- tenga su origen en los esfuerzos realizados por la sombra para salir a la superficie de la conciencia.

Destaquemos también que la faceta negativa de la personalidad de Jekyll termina destruyéndose a sí misma ya que el hecho de que Jekyll sea poseído por Hyde supone necesariamente el suicidio de Hyde. La maldad, a la postre, acaba por superarse a sí misma y conlleva, por tanto, el germen de su propia destrucción. Evidentemente, el mal no puede subsistir aisladamente sino que requiere un entorno adecuado del que alimentarse.

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