lunes

ENCUENTRO CON LA SOMBRA (El poder del lado oscuro de la naturaleza humana)


Carl G. Jung / Joseph Campbell / Marie-Louise von Franz / Robert Bly / Ken Wilber / Nathaiel Branden / Sam Keen / Larry Dossey / Rollo May / M. Scott Peck / James Hillman / John Bradshaw y otros

Edición a cargo de Connie Zweig y Jeremiah Abrams

DECIMOVENA ENTREGA

PRIMERA PARTE: ¿QUÉ ES LA SOMBRA?


4. EL DR. JEKYLL Y MR. HYDE (1)


John A. Sanford


Ejerce como pastor episcopalista y analista junguiano en San Diego. Entre sus libros cabe destacar Dreams: God’s Forgotten Langage; The Kingdom Within; Dreams and Healing; healing and Wholeness; Invisible Partners y Evil; The Shadow  Side of Reality.

Comencemos comparando las descripciones de Jekyll y Hyde que nos ofrece Stevenson. Jekyll “era un hombre de unos cincuenta años, alto, fornido, de rostro delicado, con una expresión algo astuta, quizás, pero que revelaba inteligencia y bondad”. No existe, por tanto, razón alguna para suponer que Jekyll careciera de cualidades positivas. Tan sólo la alusión a su “expresión algo astuta” nos hace sospechar que bajo su apariencia apacible y bondadosa podría ocultarse una personalidad mucho más problemática. En otro momento el propio Jekyll se describe a sí mismo con más detalle diciendo que era un hombre “merecedor del respeto de los mejores y más sabios de sus semejantes”, lo cual confirma que su aparente bondad y amabilidad encubría un deseo desmedido de aprobación social que lo llevó a adoptar una pose ante la galería o, o que es lo mismo, que su amabilidad tenía como único objetivo conseguir la aprobación y el respeto de los demás.

Jekyll, sin embargo, también subraya otro rasgo de su personalidad, “una disposición alegre e impaciente” que termina conduciéndole a una búsqueda de ciertos placeres difícil de compaginar con su “imperioso deseo” de gozar de la admiración de los demás, una contradicción que le hizo adoptar “una actitud de continencia desusadamente grave”. En otras palabras, su exagerada rigidez era una máscara que cumplía con la función de proteger esa faceta de su personalidad que deseaba mantener oculta y por la que sentía “una vergüenza casi morbosa”. En consecuencia, Jekyll escribió: “Oculté mis placeres y… me entregué a una doble vida”.

Jekyll demuestra tener cierto grado de comprensión psicológica. Cuando se da cuenta de la dualidad de su propia naturaleza declara que “el hombre no es verdaderamente uno, sino dos” e incluso aventura la hipótesis -confirmada por los recientes descubrimientos de la psicología profunda- de que el ser humano es un conglomerado de personalidades diversas. Jekyll advierte que su dualidad es “verdadera” y “primitiva” -es decir, arquetípica- y, por tanto, inseparable de la estructura psicológica fundamental del ser humano. Lamentablemente, sin embargo, la profundidad de su comprensión psicológica -que podría haber contribuido a un desarrollo considerable de su conciencia- se ve dificultada, como veremos más adelante, por un desafortunado error de apreciación.

Stevenson describe a Hyde como un hombre joven, de corta estatura y apariencia perversa que da la impresión de tener algún tipo de deformidad. “No parecía un ser humano sino un monstruo”, un ser cuya mera visión despertaba la repugnancia y el rechazo de los demás, un individuo carente del más mínimo asomo de conciencia moral y de sentimiento de culpa que tenía “la misma sensibilidad de una banco de madera” y que parecía incapaz de cualquier tipo de sentimiento humano. La sombra contiene toda la energía reprimida inconsciente, por tanto no debe extrañarnos que Hyde sea descrito como un individuo joven. Es por ello que cuando el individuo toma conciencia con la sombra suele establecer contacto con una fuente de energía renovadora. Por otra parte, su corta estatura y su apariencia deforme indican que la sombra de Jekyll no había salido muy a menudo a la luz del sol y que se había visto obligado -como los árboles que crecen entre rocas a la sombra de otros árboles- a vivir la mayor parte del tiempo en la oscuridad del inconsciente. La ausencia de conciencia moral de Hyde, descrita por Jekyll como “una disolución de los vínculos de todas mis obligaciones”, constituye también una característica fundamental de la sombra. Pareciera como si la sombra abandonara los sentimientos y las obligaciones morales en manos del ego y entonces, carente ya de conciencia moral, se entregase a la satisfacción de todo tipo de impulsos prohibidos.

No obstante, el aspecto más relevante de Edward Hyde proviene del comentario hecho por Jekyll cuando tomó la pócima y se transformó en Hyde por vez primera: “Supe… que era ahora más perverso, diez veces más perverso, un esclavo vendido a mi maldad original”. Al comienzo del relato Jekyll nos habla de una cierta “disposición alegre e impaciente”, un rasgo de su personalidad que le conduce a la búsqueda del placer que puede llevarle a cometer alguna que otra travesura. Pero una vez que se ha convertido en Hyde descubre que su perversión va mucho más allá de lo que nunca hubiera podido imaginar. Esta descripción nos muestra que la sombra no se asienta tan sólo en los estratos más profundos de la personalidad sino que también hunde sus raíces en un nivel arquetípico tan poderoso que Jekyll llega a decir que Hyde es el único ser humano que conoce la maldad en estado puro. De este modo, las candorosas travesuras de Jekyll pronto terminan convirtiéndose en una actividad realmente diabólica, como lo demuestra el espantoso asesinato del Dr. Carew llevado a cabo por simple placer de destruir y hacer el mal. Es esta misa cualidad diabólica arquetípica -que resulta también evidente en todas aquellas situaciones en las que una persona mata a sangre fría a otras sin el menor remordimiento aparente, como el crimen o la guerra- la que nos conmociona, nos fascina y nos arrastra a leer diariamente las horribles noticias que aparecen en las páginas de sucesos del periódico.

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