DUODÉCIMA ENTREGA
12
Isabelino Pena se frenó para clavar su miopía en los claroscuros cubistas del mercado y jadeó:
-Cómo fue el terremoto de anteayer.
-Como cualquier temblor. Y entre la sexta y la nona quedó todo más negro que el betún de Cesarea. Pero aquí no le creen nada a nadie.
No te preocupes que dentro de dos mil años los que se siente dioses van a seguir pensando que fue casualidad, gargajeo de colmillo.
-Y ahora el prefecto está preocupado por Barrabás. Después que se equivocó dos veces seguidas: soltando al degollador y matando al Mesías. Porque ahora los que siguen al mesías son los únicos hombres que van a tener un jefe inmortal de verdad.
-¿Un traguito?
-No. Me mandaron tapar las pintadas de todo este chiquero.
-¿Y qué tiene que ver Barrabás con ese Esteban el Valiente que nombraste en la taberna? Son zelotas los dos?
-Los zelotas no existen. Esteban el Valiente fue fariseo y se pasó a los cristianos y ahora está negociando con los sicarios que quedan.
-¿Y por qué no negocia con los romanos?
-¿Estás loco? Este tiburón quiere ser mucho más que el César.
-Entonces está loco.
-Pero el pueblo cree que los locos están cuerdos.
ALMÁ 6: Después que empezaste a hacer mosaicos taraceados en la cabaña-taller del huerto le pediste a Rufo que te enseñara a leer y escribir y Juan Marcos te conseguía tablitas enceradas y punzones de hueso y se mandaban mensajes con logiones de Jesús que traían los peregrinos desde Fenicia o Abilene o Iturea o la Traconitide hasta que un día el futuro evangelista les contó que la primera vez que el maestro viajó a Jerusalén cuando todavía no era su hora se arrodilló a llorar frente al pináculo del Templo donde reinaba Satanás y compuso una oración que recién le enseñaría a la gente durante el sermón más alto que se dijo en el mundo: y la segunda vez que Judas Iscariote y Esteban el Valiente visitaron a tu madre le contaron las historias del centurión de Cafarnaum y la viuda de Naim y la pecadora anónima y el energúmeno de Gerasa y la hija de Jairo y la mujer con flujo de sangre y la expulsión de Nazaret y la multiplicación de los panes y el ciego de Betsaida y la transfiguración y el endemoniado epiléptico hasta que Sara tomó demasiado vino y empezó a sudar sangre: entonces el Iscariote trató de reanimarla como en Corozain y esta vez no hubo forma y estuvieron a punto de ir a buscar al mismísimo Jesús pero les dijiste que esperaran y recitaste el Padrenuestro que habías leído al tacto en la roca del cauce del Cedrón donde la grabó el Mesías sin que Juan Marcos ni Rufo te ayudaran y tu madre quedó limpia y cuando los discípulos se enteraron de cómo lo memorizaste se miraron muy pálidos y confesaron no conocer la inscripción y escuchaste comentar al Iscariote Tiene cuatro años y ya miente mejor que Caifás.
Isabelino Pena señaló un corpachón envuelto en trapos negros que cruzaba el mercado de rodillas y sonrió:
-¿Esa es la Muerte?
-Debe ser una de las mujeres que adoraban a Jesús. Ya hace dos días que sale en la tercera vigilia y se queda en el Gólgota hasta que suena el sofar.
-¿Dónde puedo comprar vino?
Publio carcajea sopesando el botijo y me embanderilla con la opinión que cualquier borracho odia desde que el mundo es mundo:
-Pro si esto te sobra.
-¿A la hospedería de Bezeta se va por aquella puerta?
-¿No querías ver la cruz?
-Tengo donde dormir -ordeñó un supertrago Isabelino Pena y bizqueó reteniéndolo hasta exasperar al romano. -Pero preciso vino.
Y de repente entiendo que la mujerona que va arando la mierda celeste con complexión de transatlántico es mi madre y suspiro:
-Mejor al sigo a ella.
-No te olvides de Dios.
-Hay tiempo para todo. Además en España decimos que el vino es la sangre de Cristo.
Publio saludó al viejo con un brazo cansadísimo y se fue rezongando:
-En España había vida.
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