CUADRAGESIMOTERCERA ENTREGA
3. Alberdi, Perón y la Unidad Sudamericana (4)
La separación – segundo ciclo
Se empieza a configurar en el último tercio del siglo XIX, con Roca y compañía, y ahí se asientan Mitre y Sarmiento. El país logra un esplendor fantástico que todos añoramos, todos vivimos más de la añoranza de lo que fuimos que del futuro que tenemos que construir; entonces, eso nos mata.
Es demasiado para siquiera imaginar la unión. Esa lucha parece que evapora la integración. Pero la integración vuelve en la segunda mitad del siglo veinte y se convierte en el Leitmotiv de toda la segunda mitad del siglo, que resulta… una sucesión de fracasos. Pero los primeros pasos son siempre fracasos. Ningún bebé va a salir campeón olímpico en ninguna carrera; ¡va a gatear! Se va a caer; y nosotros, con el mercado común latinoamericano. Ese fue el sueño de una noche de verano; cosas así, pero el proceso se fue abriendo, el asunto fue instalarse un proceso que era el revés de la separación.
Era todo lo contrario; una nueva marcha hacia adentro. En vez de ir hacia el océano, decíamos, al océano agro-exportador ¿tenemos que entrar… en qué? ¿Qué es lo que genera el proceso de integración? ¿Es decir, cuál es la necesidad de la integración?
Los intentos de industrialización de América Latina, desde la crisis mundial del capitalismo del año '29 … ahí comienza y aparece el primer gran partido nacional y popular de los años veinte, de fines y principios de los años treinta, que es el APRA con Haya de la Torre, hijo de la estudiantina de la Reforma Universitaria. A su vez, hija de lo que en el inicio del siglo veinte, en el apogeo de la separación, cuando cada uno era él sólo, era un conjunto de soledades incomunicadas, sin puertas ni ventanas entre sí.
Era ese momento en que todos escribían sus historias patrias como el epicentro del mundo, y borraban todo el resto. Es cuando empieza el novecento, la generación de intelectuales que se empiezan a plantear que la separación de los países de América Latina estaban condenados al atraso y al fracaso histórico, aunque tuvieran éxitos aparentes, digamos, por tener ya las dimensiones adecuadas para generar una verdadera potencialidad capaz de industrializar a los países. Entonces el argentino Manuel Ugarte, Vasconcelos, etc., son de la primera generación que se plantea volver a pensarnos como conjunto. José Enrique Rodó dice que lo fundamental es pensarnos como conjunto; él ni sabía cómo era el conjunto, pero sabía que, sin el conjunto, estábamos muertos. Íbamos a ser las márgenes permanentes de la historia.
En el instante que la Argentina estaba gordísima y rica. Era el año del Centenario, pero era un país que con lo que hoy se llama materia prima, poco elaborada, etc., comprábamos la radio, los arquitectos, los autos. Que inventen otros. Éramos un rústico, no inventábamos nada; y si alguien inventaba acá, állá había que callarlo o desmerecer sus triunfos. Claro, los que inventaban eran lo que generaban el ritmo de la historia y el poder. Eso era el costo.
Empieza un proceso dentro de la generación de intelectuales y de estudiantes. A partir de la crisis del ’29 empezará a adquirir un nuevo rostro más a fondo, pero, sin embargo, voy hacia atrás, a un hombre tremendamente significativo: Alberdi.
Juan Bautista Alberdi pertenece a la segunda generación de la Independencia. No es un protagonista de la Independencia; ya se encuentra con el proceso de separación victorioso, y es él, con el famoso ensayo “Fragmento para una Introducción al estudio del Derecho”, el primer intelectual que diferencia con la debida claridad cuál es el centro y cuál la periferia. Cuál es el centro industrializador y cuál es la periferia arrastrada por ese centro industrializador. Ese algo que recién empieza a divulgarse mundialmente desde la CEPAL, desde Prebisch en el año '49, está perfectamente enunciado por Alberdi en “Fragmento a una Introducción al estudio del Derecho”, que es una joya intelectual sin igual en nuestra historia. Y este hombre se da cuenta que -dice- están en marcha dos revoluciones.
Una, cuyo centro es Europa, que es la mundialización; el mundo va hacia la unidad mundial y el centro generador de la unidad mundial es Europa en 1837, aun estando Rosas cerca, etc., etc.
Entonces, en la biblioteca de Sastre dice él, hay, en relación a los centros, diferentes escalas de aproximación; hay que pensar a los países según una escala de aproximación. Los países que van atrás de las dinámicas del centro mundializador e industrializador, están de algún modo ligados o condenados a oscilar duramente entre su originalidad y la necesidad de imitar al centro dinamizador. Porque si no aprenden del centro dinamizador se van a empantanar; entonces están obligados a aprender bien del centro, porque también lo pueden imitar simiescamente, como simios, en mera copia de externalidades. Por ejemplo, dice él, la Constitución de Bolivia es una mera copia de una constitución europea; pone el ejemplo de lo ruinoso que puede ser una mala imitación, porque hay que saber seleccionar lo que se imita, según las posibilidades de nuestra originalidad. Y también es esencial el para qué.
Juan Bautista Alberdi se plantea esto en forma muy nítida, y no solamente dice que hay esa revolución mundial que encabezan, entonces, Inglaterra y Francia. Luego será Estados Unidos; Alberdi pondrá énfasis en Estados Unidos y va a plantear la disyuntiva de los que corren de atrás. Sin embargo, afirma, con nitidez absoluta, el proceso mundial que genera el siglo XIX con la Sociedad Industrial y su repercusión en la periferia.
Alberdi ve la periferia solamente de América Latina; no ve a China o a África. Pero sabe que los otros entran en ser la periferia. Él dice que la historia muestra otros síntomas, que va hacia un crecimiento de la democratización; que las plebes van hacia la toma del poder junto al proceso de la industrialización, que llegará la hora de las libertades y las igualdades de las plebes en crecimiento y, seguramente -lo dice en 1837- el siglo XIX va a terminar con un gran triunfo de las plebes y de lo nuevo en Europa.
Y señala, como explicación, no sólo la mundialización de las técnicas, por ejemplo del barco a vapor y todo el instrumental de la sociedad industrial. Todo eso, dice, viene de la expansión del cristianismo y de la revolución que hizo Cristo en la historia, como centro de la historia al afirmar y reconocer la igualdad y la libertad de todos los seres humanos. Es el fundamento de un aspecto que hace que, en el mundo secular, se genere el proceso irreversible de la democratización. Porque en los fundamentos del cristianismo está la dignidad de los hijos de Dios. Esto ha ido horadando en la historia, y esto crece y va generando el ascenso de las plebes.
Esto Alberdi lo detecta porque ya tenía una reflexión geopolítica muy honda. Era lector y amigo intelectual de Michel Chevalier, al que cita en el fragmento, que era un saint–simoniano y uno de los impulsores internos de la Revolución Industrial en Francia; que había publicado un libro pero que se había comentado en revistas antes que seguramente Alberdi leyó, porque este núcleo intelectual era de lectores insaciables de las revistas francesas que les daban en los barcos en aquella época.
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