CUARTA ENTREGA
También en el maniqueísmo existían representaciones similares. Manes mismo obtuvo sus revelaciones por medio de una especie de ángel, el "al-Taum" = mellizo, su doble, quien fue el "intercesor" Paráclito. Según su enseñanza, el alma de todo muerto vislumbra la imagen de su "maestro". "Tan pronto el alma ha abandonado el cuerpo, percibe a su redentor y salvador. Asciende junto con la imagen de su maestro y la de los tres ángeles que están con él y se entrega ante el juez de la verdad y recibe la victoria." El "intercesor" es una figura luminosa, una forma de aparición del espíritu cósmico. Después el alma entra en "la cámara nupcial de la luz".
En éxtasis místico se puede experimentar a este doble que nos viene a buscar, la imagen del Sí mismo, incluso durante la vida. Por ejemplo, el místico islámico Ibn Arabí lo vio en una visión como a un bello adolescente, como "el orador taciturno que no vive ni muere, al que no está reunido, el que lo abarca todo". Lo visualizó cuando transformaba la Kaaba y en cierto modo lo entendió como el alma de la piedra sagrada. Mientras que el creyente ortodoxo sólo ve en la Kaaba un "mineral inmóvil sin vida", Ibn Arabí visualiza "con el ojo del corazón" su propia esencia. Este adolescente sólo habla en símbolos. Le dice al visionario: "Observa la articulación de mi naturaleza y la disposición de mi estructura; así encontrarás apuntado lo que tú me has preguntado, pues no soy uno que hable con palabras o a quien se dirigen con palabras. Mi saber se refiere sólo a mí mismo, y mi esencia no es otra cosa que mi nombre. Yo soy el saber, la obra de la sabiduría y el sabio." Y un poco más adelante: "Yo soy el jardín, el fruto maduro, soy el fruto de la totalidad. Levanta mi velo y lee todo lo que se muestra en las líneas que se han enterrado en mi ser."
La misma imagen arquetípica del Sí mismo también se encuentra de una forma mucho más ingenua en el material presentado por Moody, Hampe y Sabom, que describe las vivencias de personas que estuvieron durante un tiempo breve clínicamente "muertos" y que volvieron a la vida por medio de tratamientos cardíacos. Muchos de estos pacientes informan sobre una luz o un "ser luminoso" con el cual se encontraron. Una testigo de Moody lo formula así: "Vi venir sobre mí una luz increíble... Una luz semejante no se puede describir aquí, en la tierra. Miraba la luz no como a una persona, pero tiene sin duda una individualidad personal. Es una luz de máxima comprensión y de amor absoluto." (La luz le habla después con una "voz".)
Otro testigo informa: "Me daba la vuelta y quería colocarme en una posición más cómoda; en ese preciso momento apareció una luz en la esquina de la habitación, debajo del techo. Era algo así como una bola de luz, como un globo de luz, no demasiado grande; diría de unos 30 ó 40 cm de diámetro, no más. Cuando apareció esta luz me sobrevino un sentimiento, no era un sentimiento horroroso, eso no, era más una sensación de paz absoluta y de disolución maravillosa. Podía ver cómo una mano se dirigía hacia mí desde la luz, y la luz habló: "Ven conmigo, quisiera mostrarte algo". No dudé ni un segundo e inmediatamente estiré la mano y cogí la mano que veía. Al hacer esto me sentí elevado y apartado de mi cuerpo; al darme la vuelta lo vi allí abajo, sobre la cama, mientras yo me elevaba hacia el techo.
Tan pronto había abandonado mi cuerpo, tomé la misma forma que la luz... No era ningún cuerpo, sólo un hilo de humo o un velo de vapor... No obstante, la forma que cogí tenía colores. Había naranja, amarillo y un tono de color que no puedo definir exactamente; lo veía como índigo, un matiz azulado. Esta forma espiritual no tenía contornos como un cuerpo. Tenía más o menos forma de bola, pero tenía algo así como una mano..."
Lo importante en este informe es que el ser vivo se asemeja a ese "ser luminoso". Volveré sobre este asunto. Pero ahora me centraré en el ser luminoso que lo viene a buscar. Algunos testimonios de Moody lo denominan también Cristo o Ángel. En el lenguaje de la psicología junguiana se trata de una forma de aparición del Sí mismo. Por último parece ser una fuente de desencarnación, algo que por su gran intensidad extingue la conciencia corporal natural. Las experiencias de luz mencionadas anteriormente a menudo van acompañadas de una iluminación espiritual, una especie de enseñanza para el moribundo. Así lo explica un informe citado por Hampe:
"Me encontré nuevamente cuando me hallaba en la oscuridad, en el intenor de un túnel con forma de espiral. Lejos, al final del túnel, que era muy estrecho, vi una luz clara. En aquel lugar comenzaba a hablar alguien conmigo. Había alguien en la oscuridad. Él comenzó a explicarme el sentido de la vida. Me fueron contestadas todas las preguntas que un hombre puede plantear..." Después la voz le ordena volver a la vida; su momento todavía no había llegado.

























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