VIGESIMOCUARTA ENTREGA
CAPÍTULO OCTAVO (2)
EL PROFESOR SE EXPLICA (4)
Este movimiento hizo que el Profesor, inconscientemente, se levantara. Con una incertidumbre benévola, preguntó:
-¿Sabe usted siquiera a dónde se dirige ahora?
-Sí -dijo Syme lacónico-. A París, a impedir que arrojen la bomba.
-¿Ha pensado usted en el medio de impedirlo?
-No -confesó Syme sin perder su aplomo.
-Sin duda recordará usted -arguyó el otro acariciándose las barbas y mirando por la vidriera- que, al separarnos apresuradamente, se convino en que todo quedaba en manos
del Marqués y del Dr. Bull. A estas horas, seguramente, el Marqués está cruzando el Canal; pero lo que va a hacer y cómo, es probable que ni el Presidente lo sepa; nosotros desde luego lo ignoramos: el único que lo sabe es el Dr. Bull.
-¡Dios lo confunda! ¡Y no saber dónde está!
-Sí -dijo de Worms con su abstracción habitual-. Yo sé, yo sé dónde está.
-¿Quiere usted decírmelo? -preguntó Syme con mirada ardiente.
-Lo llevaré a usted -dijo el Profesor descolgando su sombrero de una percha.
Syme se le quedó mirando con nerviosa rigidez e interrogó bruscamente.
-¿Qué quiere usted decir? ¿Me acompaña usted? ¿Se arriesga usted?
-Joven -dijo el Profesor con una sonrisa-. Advierto con curiosidad que usted me toma por cobarde. A esto le diré a usted una cosa, completamente conforme con su filosofía retórica: usted se figura que es posible derrotar al Presidente. Yo, en cambio, estoy seguro de que es imposible, y sin embargo me atrevo a intentarlo.
Y abriendo la puerta de la taberna, por donde se coló una ráfaga cruda, se perdieron juntos en la oscuridad de los muelles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario