SÉPTIMA ENTREGA
7
Isabelino Pena preguntó:
-Jesús.
-El profeta que resucitó hoy -me alcanza un pez geométrico construido en taracea la chiquilina. -¿Te gusta? Y en la fiesta de las luces hice una figura del Rabuní.
La viuda resopló con fastidio y dijo que iba a colgar ropa a la azotea.
-Ella no quiere creer -se peina un largo pelo invisible Ojos de Plata. -¿Sabés quién es Jesús de Nazaret?
-Se habla de él en muchos lados.
-Lo crucificaron los mismos diablos que te agarraron a pedradas. Pero quererlo matar a Él es como querer matar al Padre.
Isabelino Pena se acarició la sangre ya lila de la túnica y devoró el jazmín que flotaba en la jarra. Ahora el hombro me late demasiado y me paro sin animarme a preguntar dónde queda la letrina.
-¿Querés pasar al fondo? -sonrio Almá.
Los terraplenes se escalonan encaladamente hacia la miseria del Tiropeón y el titilar del Monte de los Olivos: hay gallinas, una cabra y un jazminero que parece hinchado por la PAX-LUX de la transfiguración. Entonces el detective abrió la puerta de una garita hecha con tablones y reculo casi cayéndose.
-Perdón -jadeo sintiéndome tajeado por el infierno lunar de un hombre que termina de atarse el saq y se mete en la casa a las zancadas.
SARA 4: El maestro ordenó que te fueras y no pecaras más y cuando te reacomodaste el manto sobre el pecho empezaste a sentirte verdaderamente desnuda y Almá ni te importó y mientras cruzabas el Pórtico Regio pensaste que hubiera sido mejor la lapidación o hasta que el Sanedrin hubiera decidido incendiarte viva por dentro y sentiste que Jesús tenía una belleza casi perruna en los iris montañosos y que aunque te había mirado como si llevases puesta una túnica de sol nunca ibas a ser capaz de seguirlo: los insultos del viejo podrido se escuchaban desde la escalinata macabea y al entrar te arrancaste hasta las sandalias y te encerraste en el sótano de los botijos que llamabas la sheol y entendiste que perdonar era mucho más difícil que no pecar y enseguida golpearon y te clavaste las uñas en los oídos y terminaron aporreando la puerta y tuviste que envolverte en una sábana para abrir ya muy borracha y la majestuosidad oceánica de Judas Iscariote te ahogó el miedo de golpe y cuando lo besaste dándole la paz sentiste que le estabas regalando algo más que la talita: tu salvador había venido con otro discípulo que se llamaba Esteban aunque todos le decían el Valiente porque se liberó el yugo fariseo desde que vio a Jesús latigueando a los profanadores y señalaste los aullidos que llegaban del dormitorio y se rieron brindando por la oreja reventada de Amós y Judas prometió volver otro día para hablar más tranquilos sobre el Cristo y Esteban el Valiente te sondeó con hambre y agregó que si Jesús no era el hijo de Dios igual merecía serlo.
Isabelino Pena demoró media hora en la letrina y tuvo que taponearse varias arcadas entre los hedores acumulados y terminó limpiándose con un retazo del saq. Paréceme, Sancho, que tienes mucho miedo. De la casa llegaban los aullidos de una discusión típicamente judía entre Sara y su hermano y el viejo sondeó los perfiles de la muralla oeste y rezó un Ave María y un Padrenuestro muy patinados. Si pudiera saber cuál es la lucecita del cenáculo donde Jesús acaba de aparecérsele a la barra capaz que no tendría este fucking cagazo, brother Marlowe: ¿cuántos huevos se precisan para meterse en una hospedería de la ciudad del diablo después que nos ganaron por goleada el imperio y la pitucada herodiana y los pelucones del Sanedrin y el pueblo dirigido por la mafia utopista?
-Te duele mucho -le revisó la venda Sara al detective que ahora tenía la cara más verde que los dientes.
-El Hombre Nuevo solo bien se lame -me haría falta otra jarra para anestesiarme el revoltijo de las tripas y el cuore pero me horroriza andar rogando como las cucarachas con una sola pata.
-Madre no nos deja acompañarte -se alisó el pelo invisible la chiquilina de facciones egipcias. -Un día me voy a ir a vivir a Betania con Rufo de Cirene y se acaba la esclavitud de esta sheol.
-Salud -me hace saltar una parpadeante pobreza de espíritu que asoma por a tapa del sótano. -¿No quisieras acompañar un rato a un pobre que no duerme?
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