martes

EL EVANGELIO SEGÚN EL TRAIDOR (LA MALDITA COMEDIA) - HUGO GIOVANETTI VIOLA

primera edición WEB
primera edición 2007: Caracol al Galope / elMontevieano Laboratorio de Artes

QUINTA ENTREGA

5

Isabelino Pena se colgó la alforja y empujó a la muchacha que le llevaba más de una cabeza hacia el callejón cobalto donde los desarrapados ya roncaban oliendo a fosa común.
-Me quedé sin pecados, Rabí -aparece la rata con dos brutos cascotes donde se le entreveran las filacterias y le hago señas a Sara para que corra. -Y hoy me cago en tu fuente de agua viva.
-Y volvé a defenderla si eras antes de Abraham -pisaba los cuerpos-trapos que ni siquiera se quejaban el espía con ronquera rapaz. -Regalale la luz del mundo a la puta del Getsemaní y te sigo donde sea,  furcifer.
Sara baja resbalando de espaldas por la escalinata que desemboca en el puentecito y de golpe veo el gran huevo plateado emergiendo sobre el pináculo del Templo y sé que hay salvación.
-Paz, hermanos -se sacó el bonete y agitó los brazos el detective de nariz grumosa y jopo a lo Elvis Presley. -Hillel también nos enseñó que la Ley es no hacer a los demás lo que no queremos que nos hagan a nosotros.
-Entonces esto te lo manda Schammai -me zampa un misil fosforecente el gordo desde la puerta y lo esquivo como a un codazo de área pero me hace pelota el hombro izquierdo y caigo.
-Cuidado: es la patrulla -se replegó la rata señalando un retumbar de caballos que rodaba creciendo desde el Templo. -Se salvaron, bastardos.

SARA 3: Jesús llegó a Jerusalén recién el 19 de Tishri porque no quiso exponerse a viajar con las caravanas de sus parientes y prefirió atravesar Samaría y en las primeras cuatro jornadas de los Tabernáculos Almá se agregaba temprano a la procesión que sacaba agua del Siloé y de noche bailaba entre las antorchas agitadas por los mismísimos doctores que empezaron a incubar un odio ya asesino cuando el profeta de Galilea se instaló a maravillar a la chusma en el atrio del Templo: Amós iba retrocediendo a un estado de esqueleto con barriga volcánica y ahora te decía Impura en lugar de Sara y como no venía nadie a verlo lo aguantabas emborrachándote con larguísimos buches que te hacían soñar con Rufo de Cirene hasta que el último día de la fiesta saliste a caminar entre los acampantes de extramuros y recién cuando cruzaste el puente del Cedrón supiste que ibas al huerto de Elías Marcos donde dormían al descampado el nazareno y sus discípulos y encontraste al carpintero en la cabaña-taller porque había terminado el mosaico de un pez para regalárselo al Rabí: era la hora nona y un suave sol de otoño arcoirisaba la polvareda perfumada por los tacos de cedro y sicómoro y terebinto y pino del Carmelo y mientras te desnudabas viste aterciopelarse el corazón y las trenzas color miel del muchacho y dijiste No estoy sucia y enseguida escucharon los pasos de los esbirros que en la próxima Pascua prenderían a Jesús en la misma ladera y Elkder y Elkbio y los guardias te palparon a gusto mientras te envolvían a medias con el manto y después te arrastraron por el Camino de la Cautividad que le tocaría recorrer al hijo del altísimo.


Isabelino Pena vio llegar la patrulla romana y rodó contra un portal y se despatarró contra un mendigo. Al rato Sara me ayuda a resbalar jadeantemente hasta el puentecito y treparnos escondidos por la sombra del acueducto que desemboca en la fuente de Siloé, y entonces me doy cuenta que ella es la adúltera de la escritura y que toda mi  vida estuvo preparada para viajar a la Jerusalén del año 30 y demostrarle al siglo XXI Santo que el Espíritu Santo triunfará.
-Estás sangrando -se frenó la muchacha cuando llegaron a la escalinata de los Macabeos. -Mi casa queda cerca.
-Aquellos ojos verdes / serenos como un lago / en cuyas quietas aguas / un día me miré -cantó el viejo descoyuntado y siguió improvisando en castellano. -El himno que me regalaste en la taberna fue muchísimo más dulce, señora de mis etílicos homenajes. Pero también traje la alfombra de mi corazón.
Ella vuelve a darme el brazo con un miedo esmerilado y señala la casa más alta y más blanca del pasaje:
-No te puedo ofrecer lugar para dormir.
-El Señor es mi pastor.
-Pero vas a tener que curarte.
-Como quieras.
-El que quiere curarte es el Señor.
Y enseguida se oyó un gallo que cantó tres veces.

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