miércoles

MUJERES QUE CORREN CON LOS LOBOS - CLARISSA PINKOLA


CAPÍTULO 6

El hallazgo de la manada:
La dicha de la pertenencia

El sentimiento paralizado, la creatividad paralizada

Las mujeres afrontan el exilio de otras maneras. Como el patito que se queda atrapado en el hielo del estanque, ellas también se congelan. Lo peor que puede hacer una persona es congelarse. La frialdad es el beso de la muerte de la creatividad, de la relación y de la vida. Algunas mujeres se comportan como si el hecho de mostrarse frías fuera una hazaña. Pero no lo es. Es un acto de cólera defensiva.

En la psicología arquetípica mostrarse frío equivale a carecer de sentimientos. Hay cuentos acerca del niño congelado, del niño que no podía sentir, de los cadáveres congelados en el hielo a lo largo de un período en el que nada se podía mover, nada se podía convertir en nada y nada podía nacer. Estar congelado significa en un ser humano carecer deliberadamente de sentimientos, especialmente hacia la propia persona, pero también, y a veces más todavía, hacia los demás.

Aunque se trate de un mecanismo de autoprotección, es algo muy duro para la psique espiritual, pues el alma no responde a la frialdad sino al calor. Una actitud helada apaga el fuego creador de una mujer. Inhibe la función creadora.

Se trata de un problema muy serio, pero el cuento nos da una idea. El hielo se tiene que romper y el alma se tiene que sacar del frío glacial. Por ejemplo, cuando los escritores se sienten muy secos, saben que la mejor manera de mojarse es escribir. En cambio, si se quedan paralizados en el hielo, no podrán escribir. Hay pintores que se mueren de deseo de pintar, pero se dicen: "Largo de aquí. Tu obra es estrambótica y fea." Hay muchos artistas que aún no han conseguido afianzarse o que son muy expertos en el desarrollo de sus existencias creativas y que, sin embargo, cada vez que toman la pluma, el pincel, las cintas, el guión, oyen una voz que les dice "No eres más que un incordio, tu obra es marginal o totalmente inaceptable... porque tú mismo eres marginal e inaceptable".

¿Dónde está pues la solución? Haz lo que hace el patito. Sigue adelante por mucho que te cueste. Toma la pluma, acércala a la página y deja de gimotear. Escribe. Toma el pincel y, para variar, sé dura con tu propia persona y pinta. Bailarinas, poneos la túnica holgada, ataos cintas en el pelo, en la cintura y en los tobillos y decidle al cuerpo que empiece a partir de ahí. Bailad. Actriz, comediógrafo, poeta, músico o quienquiera que seáis, dejad de hablar. No digáis una sola palabra más a no ser que seáis cantantes. Encerraos en una habitación con un techo o en un claro del bosque bajo el cielo. Dedicaos a vuestro arte. Por regla general, una cosa no puede congelarse si se mueve. Moveos pues, No dejéis de moveros.

El forastero de paso

Aunque en el cuento el granjero que se lleva el patito a casa parece un artífice literario para adornar el relato y no un leitmotiv arquetípico acerca del exilio, el episodio contiene una idea que me parece interesante. La persona que quizá nos saque del hielo y que tal vez nos pueda liberar psíquicamente de nuestra falta de sentimientos no va a ser necesariamente la que nos corresponda. Podría ser, como en el cuento, uno más de esos magníficos pero fugaces acontecimientos que aparecieron cuando menos lo esperábamos, un acto de bondad de un forastero de paso.

He aquí otro ejemplo de alimento de la psique que se produce cuando una persona se encuentra al límite de sus fuerzas y ya no puede resistir. En tal caso algo que nos reconforta aparece como llovido del cielo para ayudarnos y después se pierde en la noche dejando a su paso una estela de duda. ¿Era un ser humano o un espíritu? Podría ser una repentina ráfaga de suerte que cruza la puerta llevando consigo algo muy necesario. Podría ser algo tan sencillo como una tregua, una disminución de la presión, un pequeño espacio de descanso y reposo.

Ahora no estamos hablando de un cuento de hadas sino de la vida real. Cualquier cosa que sea, se trata de un momento en que el espíritu, de una u otra forma, nos obliga a salir fuera, nos muestra el pasadizo secreto, el escondrijo, la ruta de la huida. Y esta aparición cuando nos sentimos abatidas y tormentosamente oscuras u oscuramente serenas es lo que nos empuja a través del pasadizo hacia el siguiente paso, la siguiente fase del aprendizaje de la fuerza del exilio.

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