DECIMOCUARTA ENTREGA
DOS: PAN AMASADO POR EL DIABLO (3)
9
La muchacha tenía puestos unos flamantes lentecitos Lennon. Pensar que nosotros los coprábamos regalados en la feria de Tristán Narvaja porque eran del tiempo del jopo.
-Sentate -dijo Abel. -¿Querés un amargo?
-No. Prefiero fumar.
Otra que usa bastón blanco a esta hora.
-Mirá: lo que más me molestó de todo lo que te dijo mi madre anoche fue lo del Che -se atoró aparatosamente Annelise. -A mí me ha paspado tanto con el Che que preferiría que me hiciera cuentos del Llanero Solitario, como cuando era chica. El Llanero Solitario era aquel cow-boy con antifaz, ¿no?
-Sí. Pero el Che era otra cosa, morocha.
Ya llevaban un año sin tocar y Flor se apasionó con Bellas Artes porque en la casa no le exigían trabajar ni estudiar algo redituable y Brian avanzaba vertiginosamente en la facultad y apenas podía aceptar a su Señora uniformada de guerrillera y coreando consignas de Mayo del 68 y una tarde cae Flor a la pieza donde estabas peleando con una novela y un examen de Derecho Civil al mismo tiempo y te pide para dejar una bolsa de armas por cuarenta y ocho horas y empieza a hablar de la Organización hasta obligarte a murmurar Sweet Flower y ella aulló Minga Sweet Flower ahora estamos en la revolución compañero y no en la joda beat y al despertarte encontraste una bolsa pesadísima y llena de escarcha recostada en la puerta.
-Todo bien -demoró en retrucar Annelise. -Todo viento, loco. Pero yo leo a Bukowski y me dan ganas de vivir, ¿entendés? Aunque el mundo sea un bolazo. Bukowski, Fito Páez y los Redonditos de Ricota están clarísimos. Pero ELLA ES UNA BOLSA DE MIERDA. Ella no leyó al VIEJO y se da el lujo de compararlo con mi PADRE, que no tiene aguante ni para mirarte a la cara. Y cuando ponés a Fito te jode con que es medio amariconado. O te dice que los Redondos saben cuatro tonos. ¿Entendés? Y ahora me chantajea con el teatro. Y TE CHANTAJEA A VOS. Eso es lo que no me puedo bancar.
-Calma, CHIQUITA. Calma.
Pero no está llorando por eso.
-Qué soretes que son -prendió un cigarrillo con otro Annelise. -Mirá tu hija: once años. Y ya la cagó un macho.
-Y a vos qué te pasó en El reenganche. Contá de una vez.
-PERO VOS TERMINÁ DE UNA VEZ DE HINCHAR CON ESOS CLAVOS!!!! Y vamos a tu casa un rato. Preciso un vinito.
Tu padre apenas tanteó la bolsa y se colgó un cigarrillo de los dientes verdosos y dijo Vamos a cenar y aquella madrugada escuchaste sus pasos atravesando lentamente el patio y al levantarte te enteraste de que se había pasado escupiendo hasta el amanecer y después te hizo una guiñada y te llevó a tu pieza ya encorbatado para salir a trabajar y dijo Explicale a los que te enfardaron que no es obligatorio jugar a Robin Hood ni ir preso pero que les dejé los fierros en la cantera en el canaletón del molino.
-¿A qué horas tenés que volver a tu casa? -guardó las herramientas Abel con el rostro muy sudado. Voy a tener que usar el pañuelo. Así que usalo vos primero, si querés.
-Gracias. Mirá: esta tarde no hay problema porque tengo que ir a Pocitos y hasta podría quedarme a dormir en la casa de Cecilia. Además Janis Joplin se va a estar haciendo la cabeza con los instrumentos y los equipos y toda la película. Hoy le toca jugar a los sixties: hoy y mañana, claro. Tomá. Consolate vos, ahora.
Ahora el pañuelo huele a altar.
-¿Sabés lo que me dijo Janis Joplin ayer, entre otros dos millones de bolazos? Que yo no tengo ovarios. ¿Cómo la ves? La sacrificada ama de casa que siempre fue una reconcheta millonaria y ahora tiene las pilchas dos sirvientas y coche último modelo propio para hacer los mandados. Se levanta a las once y canta una hora en el baño: siempre el mismo repertorio. Y lo otro que sabe hacer es hablar del Che Guevara o de Luz Adrogué o mirar telenovelas putearnos a nosotras y frotarse arruguita por arruguita. Porque prohibió que le cierren el cajón cuando se muera, ¿sabías?
-Cómo voy a saber eso.
-Sí, más bien. LA VÁLVULA FALLA EN CUALQUIER MOMENTO Y VOY A DAR LA CARA. Te dice así. En eso es una diosa, también: en AMENAZAR. Yo te aseguro, hermano: una persona que AVIVE AMENAZÁNDOTE es porque NUNCA TUVO OVARIOS PARA AGUANTAR DE VERAS.
-Quién sabe.
Hasta que un General que vivía en el barrio fue ametrallado desde la vereda de enfrente y Flor no se vio más y al poco tiempo Brian viajó a Buenos Aires y volvió con la noticia de que habían roto definitivamente además de cumplir con el envío de un mensaje verbal dirigido a los Rosso que rezaba El Llanero Solitario agradece con sus dos corazones los servicios prestados.
-Yo me cago en su vida -se volvió a enmascarar Annelise con los lentecitos Lennon.
10
-Ojo que para mí está todo bien con los sixties -aclaró la muchacha en la vereda, después que se despidieron de Ma-Sa. -Al contrario. Estoy segura que fue una época de oro.
-¿De oro?
Ella no contestó. El sábado a mediodía El reenganche se transforma en un atracadero de veteranos que pagan vueltas de scotch, y Annelise saca pecho y su pelo cobrizo parece relinchar. Abel arrastraba los pies decuajeringadamente. Y de golpe veo una melena canosa que cuelga sobre el mostrador y se me paraliza el estómago: apenas puedo distinguir las facciones del hombrecito que se lleva un vaso a la boca sin mirarnos, pero estoy seguro de haber reencontrado la Cabeza de la Medusa.
-Hoy voy a demostrar que tengo ovarios -se encorvó la muchacha al llegar a la esquina.
Flor volvió de Buenos Aires para militar en el Frente Amplio y cuando arreció la campaña electoral salían de pegatina y de pintada en grupos de treinta o cuarenta muchachos y muchachas acompañados por un coche encargado de la vigilancia y al despuntar el Día de los Muertos Flor dijo me voy a recostar un ratito en el auto porque se me encabritó el bobo y al llegar a la esquina de El reenganche se oye un frenazo y bajan tres fascistas armados y uno pregunta Quién fue el que nos gritó que no teníamos huevos.
-A quién vas a demostrárselo -sonrió Abel, que había quedado pálido.
-A unos cuantos. No te preocupes.
-¿Pero qué fue lo que pasó en El reenganche, al final? ¿Te jodió el Gargolita?
La muchacha acababa de entrepararse para prender un cigarrillo y largó una carcajada que derivó fulminantemente en un atorón y un vómito. Es bilis: ni siquiera desayunó.
-El Gargolita -se secó la cara Annelise. -Me hiciste atorar, maldito. Mañana te devuelvo el pañuelo.
Está triste de veras.
-Hace mucho que andan juntos -preguntó Abel, media cuadra más arriba.
-Uh: desde antes que empezáramos a trabajar para el espectáculo. Te juro que me convenció de que quería formar.
-¿Formar?
La muchacha enfocó a Abel con desdén y cariño.
-Che: pero vos parecés más viejo que el gordo McCartney -me provoca. -Formar, loco. Encarar. Aguantar juntos. ¿Cómo se decía en las épocas de ustedes?
-Ennoviarse. Arreglarse. No te rías de nuevo porque nos van a llevar presos por usar la vereda de watercló.
Los tres que estaban pintando la columna de la esquina se quedaron congelados mientras el resto se escondía en los jardines como un remolino de gallinas y sólo atinaste a observar alternativamente los rostros casi infantiles de los jupos y el rebrillo oscilante de sus revólveres Aquí nadie les gritó nada vo se animó a retrucar el gordo Níber y del coche estacionado frente al boliche emergió la voz aguardentosa de Flor gritando Así que tienen huevos los muchachos.
Annelise sonríe apenas.
-Bueno, eso ya fue -murmura. -Ahora hay que sacarse la resaca y meterle al espectáculo y chau.
-¿Y cómo se llama el Gargolita? Si se puede saber, claro.
-Marcelo de María. Es hijo de un ginecólogo que curte paddle con mi padre. Yo todavía no lo conozco al veterano pero a él es al primero que tengo que encarar. Esta tarde. A las tres.
-No entiendo.
Y Flor bajó del coche con una mirada fosforecente y atravesó el amanecer en dirección a los jupos y casi se chocó con un revólver mientras decía Dale matame o borrate de una vez porque no me dan miedo los pendejos tuercas y los tipos se miraron y se fueron haciendo chirriar las ruedas sin mucho escándalo.
-¿Y qué esperás para entender? -baja la cara Annelise, volviendo a manotear los cigarrillos. -Estoy embarazada, papá.
11
Caminamos callados hasta el apartamento. Annelise no quiso comer ni tomar nada. Entonces cuento la historia de Chiquitita y la muchacha pide un poco de vino.
-No tengo -dijo Abel. -Anoche me tomé toda la caja. ¿Vas a seguir fumando sin parar?
-Preciso que me acompañes esta tarde, hermano. Marcelo es un finoli, ¿la cazás? No se animó a formar, pero acomodó todo para que me destripe el veterano.
-Y por qué no te acompaña él.
-Porque yo no quiero.
Llevaban casi un año de casados con Gabi y estaban ahorrando para irse a vivir a París cuando Flor y Brian se reconciliaron y vinieron a cenar al apartamento que tus suegros les habían alquilado en Malvín y Gabi se emborrachó sorpresivamente y terminó llorando en la cama mientras repetía No quiero cumplir años quiero ser siempre yo y Flor le ponía paños fríos y vos agarrabas todo a patadas a pesar de los esfuerzos de contención de Brian.
Abel estuvo unos momentos tapándose la cara con los brazos acodados y después fue a buscar los cigarrillos.
-Y qué hago con tus viejos -digo.
-¿Con mis viejos? Muy fácil. Tocás. Cantás I saw her standing there poniendo cara de gordo McCartney y todo eso. Y nosotros bailamos. Porque ya oíste que mañana nos van a obligar a ir. Janis no perdona, muchacho.
-No puedo.
-¿Pero cómo no vas a poder? Si sos el único que está en actividad. ¿No te pasás enseñando la viola todo el día?
-Digo lo de acompañarte a escondidas de ellos. Tendrías que darte cuenta que para mí es-
Annelise se levantó y caminó hasta la ventana. Igualito que en las telenovelas.
-Sí. Es bravo querer a alguien -gruñó. -Y eso que el otro día dijiste que me adorabas. Cuando te calentaste porque no nombré a Dios en la escena de la rambla. Dijiste Yo te adoro como a una hija pero me pone mal que te emperres en no nombrar a Dios. Matías estaba adelante. ¿Hablabas en broma o qué onda?
La fecha se acercaba y los domingos Gabi se tiraba en la cama a decir Quiero morirme y una tarde te pidió insólitamente que suspendieras las clases para hacer el amor y te explicó que no había encontrado anticonceptivos en la farmacia pero que era imposible que estuviera ovulando en esos días.
Me siento estúpido.
-Bueno -torció la boca Annelise. -Me voy a lo de Cecilia. Perdoná la molestia. Entiendo tu posición: para vos debe ser muy difícil.
-Esperá. Esperá un poco.
Igualito que en las telenovelas.
-Para vos va a ser difícil -corrigió Abel.
-¿Querés asustarme más? Voy a ir sola, papá. No me tires más pálidas.
-Está bien. Vamos juntos. ¿Y cómo disimulás esta noche en lo de Cecilia?
-No pienso ir a dormir a lo de Cecilia.
-¿Y dónde pensás meterte, hermana?
La muchacha ladeó la cabeza y levantó las cejas, sin llegar a sonreír.
Hasta que una madrugada Gabi se despertó vomitando sin parar y cuando amaneció hacía arcadas boca arriba en la cama y decía No sé por qué te hice esto mi amor ahora me da más miedo tener un hijo que vivir en París y a vos te fue imposible alegrarte por el embarazo y después de mucho rato murmuraste No entiendo nada y ella se levantó para llamar por teléfono a Flor.
-¿Cómo es que dice ese versito de San Juan de la Cruz que recitaste el otro día en el; ensayo? -me pega el tiro de gracia Annelise. -El de la Virgen. Dale. Recitalo.
12
Le pidieron al taximetrista que fuera por la rambla. Al pasar frente a la estación de nafta de Gallinal Annelise vuelve a vomitar bilis en el pañuelo.
-Cómo me voy a reír de todo esto cuando estrenemos el espectáculo -jadeó.
-Pero hubieses preferido no hacer el espectáculo. Y formar con Marcelo.
La muchacha observa la frutalidad impasible del río, y algo como una niebla le aclara los ojos.
-No sé qué hubiera preferido -contestó alzando los hombros.
Atrás suena un bocinazo y el taximetrista se cierra y vocifera una puteada. Una especie de auto-ballena los pasó por la izquierda. El que va manejando -y nos clava sus lentes espejados durante un interminable segundo- es el hombrecito que vi en el mostrador de El reenganche.
Flor cantó Chiquitita en la cantina donde no se permitían mujeres y de golpe te la llevaste de un brazo y le preguntaste si no se había dado cuenta de cómo los estuvo junando desde el mostrador un petiso con la melena pelirroja y ya muy canosa y nariz de mono y ojos de cocodrilo y ella se puso seria y dijo Guarda con el delirium tremens hermano.
-El padre de Marcelo tiene un auto igualito a ese que nos acaba de pasar -dijo Annelise.
-Parece una ballena blanca -sonrío como puedo.
-Capaz que es el degollador de Carrasco -intervino jocosamente el taximetrista. -Recién dieron por la radio que apareció el cadáver de una de las muchachas enterrado en Punta del Este-
-¿No dijeron el nombre? Una de ellas era bastante amiga mía -se interesa infantilmnente Annelise, y mi estómago vuelve a hacer cortocircuito.
En la segunda cantina te pareció detectar unos cuantos hombres con melenas blanquirrojas y narices hundidas y ojos saurios y Flor volvió a cantar Chiquitita infernalmente ronca aunque esta vez terminaron echándolos a empujones y Flor se tambaleaba por la calle gritando Me cago en Cuernavaca y de golpe dijiste El secreto es el símbolo my Darling o vos te creés que el Cónsul no supo en todo momento que el Popo era la Cabeza de la Medusa vos te creés que se puede vivir en unión con Dios si uno se sienta en la misma mesa donde la Parca juega al truco con sus Gárgolas y Flor gritó Estás más loco que yo pero tenés razón Me cago en Cuernavaca y en todos los torturadores de este mundo del diablo.
-Me parece que no dieron el nombre -dijo el taximetrista. -¿A cuál conocías vos?
-A Raquel Bello. Íbamos juntas a bailar a Scotland.
De repente doblamos la curva del Panamericano y Moby Dick vuelve a aparecer detrás nuestro, aunque esta vez el hombrecito nos pasa sin prestarnos la menor atención.
-Debe haberse parado a comprar mariscos ahí al lado del Yacht -carcajea el taximetrista, que ya me está poniendo histérico.
-Puaj. Mariscos -manotea el pañuelo Annelise. -No hablen de comida, por favor.
Entonces encuentro la Gárgola del taximetrista sondeándome por el espejo retrovisor: el hombre es cuarentón pervertido y envidioso.
-Le voy a pedir que no fume, amigo -ordenó cuando Abel sacó los cigarrillos. -Además me parece que la chica no se siente muy bien.
-Está todo viento, loco -se endurece Annelise, agarrándome una mano.
Flor andaba de paso por México con toda la familia y se había tirado sola hasta Cuernavaca a tratar de ubicarte y mientras esperaban el primer ómnibus comentó La resaca será terrible pero que nos quiten lo cantado Abelito tendrías que conocer a mis hijas sobre todo la mayor Annelise me salió cojonuda vas a ver que esa no se va a dejar cagar la vida por ningún carnicero.
Al llegar al consultorio Abel pagó la cuenta del taxi escondiendo los ojos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario