TRIGESIMOTERCERA ENTREGA
16 / LA BOCA ES ESPIRITUAL Y PRELUDIANTE (1)
Lezama, Ud. afirmó hace un rato que la conversación conduce a la novela. Pero lo dijo y siguió de largo. ¿Qué quiso expresar?
En realidad, cualquier afirmación resulta separada a la luz de meditaciones posteriores. Cierto es que la conversación, sin duda, conduce a la novela, porque la novela es una capital, un lugar ensoñado de cigüeñas, una meca, y todos los caminos finalmente conducen a la cosmovisión. Pero al novelista hasta una chinche en la butaca lo conduce a la novela, porque el poeta resuelto a la novela es una tromba incontenible. Al novelista, que no es sino el mismo poeta camuflado de pulpo aporético o de arismato que duda en las confluencias y bifurcaciones, por supuesto que conversar, un ejercicio de la lengua y el esófago y la laringe y el diente, así como un fluir visceral en el que participan todos los tejidos conectivos y conjuntivos, es como ir encontrando conchas en la arena. Al meditar, al leer, al vivir, agregar el conversar sensible y abismado, vibrando en la punta de las serranías.
También es una cuestión de métodos. Algunos callan sobre lo que escriben y practican un sólido mutismo, otros, como yo, según el interlocutor, a veces sueltan prendas, en ocasiones en demasía. Pero si yo cuento sobre algo que elaboro o barrunto, ocurren dos cosas: una) pruebo a ver cuánto gusta, cuánto ruido es capaz de convocar, y dos) resulta que las ideas que hemos mascullado en solitario se enriquecen en el tránsito, porque uno agrega, enfatiza, añade hasta la sorpresa, porque a nuestro interlocutor lo necesitamos gozoso y exultante, que brinque en el asiento. Esas dos fuerzas emanan de la charla, aunque no siempre. Me ha pasado que algo que hablé se desinfló y nunca alcanzó la página en blanco. La idea parecía buena, sin embargo durante la charla soltó su cáscara banal. Esa depuración también parece tan saludable como el salitre respirado en las inmediaciones de Neptuno.
Tengo la impresión reiterada, y no sólo yo, de que usted aproximadamente escribe como habla. ¿Es sólo una impresión o usted ejercita el método?
Cuando me califico de misterio, no es porque crea que sólo yo soy un misterio. De los misterios no excluyo a ninguno de los misterios. Soy misterio si somos misterio: el misterio se da y abunda en la colmena de los misterios. Lo que parafraseando aquello de que todos somos iguales sólo que unos más iguales que otros, yo diría que quizás la única diferencia entre los misterios es que unos son más misteriosos que otros. ¿Quién duda que Martí fue un misterio mayor, un misterio engendrando misterios? Bajo la autoría de padres sometidos a la disciplina o los trajines hogareños, españoles los dos, ¿cómo se engendra ese coloso del pensamiento, ese patriota de tantas locaciones, al jinete de último minuto cabalgando sobre aguas bravas y espumeantes, al soñador que para colmo miró con ojos de poeta y anotó en sus cuadernos y diarios indecibles rafagazos porveniristas?
Agréguese que para uno, para mí, yo soy mi misterio más cercano, más íntimo, aunque no por eso más rápidamente descifrable. Mi misterio es mi misterio y me intriga, me preocupa, me regocija en ocasiones. No puse en claro todavía si hablo como escribo o escribo como hablo. Por supuesto, hay una evidente influencia en ambas direcciones, pero sin que logre precisar lo predominante. Tal vez vagamente intuyo, pero es sólo intuición, que mi verbo creció primero y fue prevalescente, aunque más tarde la escritura desbordó la oralidad y la sometió, sin excluir ciertas vocaciones y fluencias operáticas.
A la luz de mi vanidad, fósforo que jadea en el zaguán, me agrada saber, por usted y por otros, que mi conversación semeja una literatura. Lo acepto, siempre a condición de que mi literatura no sea tomada como simple cháchara escrita.
Pensando en el asunto, sin haber ido lejos en ese rumbo, este caso, el suyo, yo calificaría de literatura hablada, además de literatura instantánea y lista para ser comprendida o atendida. Ella tiene la bondad de activar sus neuronas y fecundar futuras páginas escritas, así como el agravante de buscar el éter con una velocidad alarmante. En términos de medios de comunicación, es comparable a la radio. Todo vuela de inmediato por los ventanales, con la diferencia de que no hay ningún guión previo.
No. Lo hablado busca altura, es un producto con vocación atmosférica. Nuestras charlas estarán siendo oídas dentro de algunos pocos segundos por los ángeles curiosos que pegan sus oídos incorruptibles a todos los ruidos procedentes de tierra firme. Tal vez en el paraíso que nos está destinado, o en el averno que nos está destinado, se escuchen amplificados nuestros desvaríos vocingleros. Piense y ese pensamiento mejorará y fortificará su ánimo: tal vez lo primero que espiritualmente de nosotros llega al Cielo son estas charlas. También que de acuerdo a su calidad y esplendor así se nos prepara la recepción futura. El pez, recuerde, muere por la boca. La boca es espiritual y preludiante. Las conversaciones desde ya son nuestros alegatos para cualquier juicio final.
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