MARTÍN SALABERRY

LA IMPORTANCIA DE APRENDER A ACARICIAR LA NOCHE

El 24 de agosto se presentó en la Facultad de Humanidades el primer poemario de Martín Salaberry (Uruguay, 1977), Estrellas libres, en el marco del espectáculo Circo volador, organizado por el Movimiento Eduardo Darnauchans, la revista Tertulia lunática, el Grupo Editor Conjunto y elMontevideano Laboratorio de Artes y la Escuela popular de cine.

Algunos de los textos que integran Estrellas libres ya habían sido publicados a principios de 2013 por elmontevideanolaboratoriodeartes.blogspot.com

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Según me contaste cuando nos conocimos en Cerro Colorado, tu infancia se autodefendió de la intemperie afectiva con la creación de interminables universos lúdicos que construías en soledad con apasionamiento de orfebre. ¿Cómo eran esos juegos? ¿Pensás que fueron imprescindibles para dotar al poeta que sos hoy de una paciencia estética inclaudicable?

Mi niñez fue parte de un mundo verde y un cielo limpio. Crecí en el campo de la mano de mis abuelos y abracé la soledad desde mi pequeño andar. Por lo tanto, creaba mis juegos y mis personajes de la mano de dicha soledad. Recuerdo especialmente un fútbol que inventé con botones: era un mundo de sueños donde jugaba mis campeonatos, relatando y comentando cada partido. Hacía canchas con cartón y pintura y cada botón era una esperanza de gol. Y claro, el haber creado esos mundos internos me dotó de una dedicación imprescindible para encarar la obligación que hoy siento de escribir bien y ser poeta. Siempre haciéndole trampas a la soledad.

¿Qué representó en tu formación cultural el conocimiento de la obra de Eduardo Darnauchans? ¿Cómo fuiste accediendo a sus canciones?

Al Darno lo descubrí en mi adolescencia. Lo escuchaba en la vieja radio Sodre 1050, y cada canción fue un detonante en mi cabeza. En aquel momento cada uno de sus textos tenía el valor de un libro para mí. Y a partir de Sansueña fui zurciendo mi juventud con la memoria viva de ese arte que no pudieron apagar la censura ni las botas. El Darno representa un abrazo a los desconsolados que jamás podrá ser comprado con los espejitos de colores de este mundo consumista.

Tu actual actividad nocturna de panadero me recuerda al personaje onettiano encargado de vigilar la tolva en Cuando entonces. ¿Cómo se relacionan el amasado de la harina con el de las palabras?

Para responderte puedo repetir, antes que nada, lo que expresó un gran maestro y un ser generoso sobre lo que significa para mí trabajar en una panadería acariciando la noche: me gano el pan terrestre y horneo estrellas libres. Y cuando el último puñado de harina se transforma en pan, cuando el calor despierta al nuevo alimento, regreso a mi mundo de silencios, pedaleando y buscando estrellas. Cada estrella tiene su nombre y su luz, así como la tiene el taller virtual que me ofreció elMontevideano Laboratorio de Artes para ir construyendo mis poemas, o las canciones de ese gran música de nuestro tiempo que es Diego Presa o los colores que le pintan al mundo los generosos jóvenes de Tertulia lunática y la banda Melisma, que me invitaron a presentar mi poemario en la Facultad de Humanidades.

¿Cuáles son las ventajas y cuáles las desventajas de sobrevivir en la solitaria anchura paisajística de Cerro Colorado?

Lo hermoso de Cerro Colorado son sus cielos nocturnos, que me permiten darme verdaderos “baños de estrellas”. Y lo desventajoso es tener que esperar un abrazo durante toda la semana, verme obligado a tallerear mis poemas a través de una computadora y no poder estar casi nunca presente en las reuniones y los ensayos de un grupo de artistas que me ha abierto un espacio invalorable. Vivir tan lejos de ese Montevideo de alfombra gris tiene sus duros costos. No quiero olvidar, por último, agradecer el desinterado apoyo económico y difusorio que recibí del Bandes, el Grupo Editor Conjunto, elMontevideano Laboratorio de Artes, el Movimiento Eduardo Darnauchans y la revista Tertulia lunática para poder publicar mis Estrellas libres.