traducción de José Ferrater Mora
CUADRAGÉSIMOCTAVA ENTREGA
XVI
DIOS ES EL AMOR (3)
He aquí, ciertamnente, una declaración infinitamente preciosa (por lo demás, encontramos declaraciones parecidas tanto en los diarios como en las obras de Kierkegaard). Nos trae una nueva luz y nos ayuda a comprender de dónde vienen las “expresiones indirectas” y por qué la “filosofía existencial” tiene necesidad de ellas y no puede evitarlas. El mismo Kierkegaard no consigue soportar su “dureza” y su “cristianismo”, y creo que, sin forzar el texto, tenemos derecho a decir que ninguna alma viviente es capaz de soportar la dureza del cristianismo kierkegaardiano. Sólo nos queda preguntar si el propio Dios podría soportar un tal cristianismo. Es indudable que esta pregunta late bajo todos los discursos edificantes de Kierkegaard, y que estos no tiene otra finalidad que la de plantearla. Kierkegaard nos ha dicho más de una vez que la cobardía humana no puede soportar lo que dicen la locura y la muerte. Pero la locura y la muerte no se preocupan de la resistencia humana y prosiuguen interminablemnente sus relatos. Las obras de Kierkegaard no son sino esos relatos más o menos sistematizados, más o menos ordenados. Pero si la cobardía humana no puede soportarlos, ¿podrá hacerlo el coraje divino? Acaso no sea inútil observar aquí que la palabra “sufrimiento” no designa en el caso de Kierkegaard las dificultades habituales, por importantes que sean, que los hombres deben vencer y que llegan más o menos, cada uno de por sí o en común, a vencer siguiendo las indicaciones de su razón y apoyándose en sus fuerzas morales. Cuando Kierkegaard habla del “sufrimiento” sobreentiende por él esa desesperación sin salida que la razón y la virtud rehuyen como si fuera la peste. Ante Job que aúlla sobre su estiércol, antre Abraham que levanta el cuchillo sobre su hijo, los discursos tan sabios y efectivamente elevados de los amigos de Job se parecen a la sal que ha perdido su sabor. Y ahora se plantrea la citada pregunta: ¿Puede Dios soportar tales horrores? Luego surge otro problema: ¿qué es lo que abruma a los mortales y a los inmortales con todos estos horrores? Y si existe en el mundo “algo” que lo inflige, ¿estamos realmente obligados a soportarlos? ¿Son realmenente la aceptación y la paciencia las únicas respuestas que puede dar el hombre a los horrores de la vida?
Kierkegaard acaba de decirnos que no puede soportar el verdadero cristianismo, o lo que él llama el verdadero cristianismo, y que es incapaz de realizar en su vida lo que el cristianismo exige del hombre: sólo puede exponer, sin falsificarlo, lo que enseña la Escritura. Pero esto es justamente lo que la filosofía existencial rechaza del modo más categórico, lo que nos prohíbe que hagamos. La filosofía existencial no exige una exposición, por exacta que sea, de cualquier doctrina: exige la aplicación de esta doctrina en la vida, su realización. El mismo Epicteto sabía esto. Y el hecho de que el hombre reconozca franca y humildemente su debilidad y su incapacidad para alcanzar la altura moral necesaria, no puede en modo alguno servirle de justificación. En la filosofía de la existencia (y por eso es existencial y no especulativa) todas las formas del “no puedo” no solamente desacreditan al hombre, sino a la misma filosofía.

























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