martes

C. G. JUNG / RICHARD WILHELM - EL SECRETO DE LA FLOR DE ORO


VIGESIMOASEGUNDA ENTREGA


EPÍLOGO (3)


2 . Las premisas psicológicas y cosmológicas de la obra (1)

Para la intelección de nuestra traducción del texto, será conveniente decir todavía algunas palabras acerca de los fundamentos de la cosmovisión en que reposa el método. Esa cosmovisión es, hasta cierto grado, propiedad común de todas las direcciones filosóficas chinas. Se erige sobre la premisa de que cosmos y hombre obedecen en el fondo a leyes comunes; que el hombre es un cosmos en pequeño, y no separado del gran cosmos por barreras sólidas. Las mismas leyes rigen en el uno y el otro, y partiendo de un estado se revela el acceso al otro. Psique y cosmos se comportan como mundo interior y mundo exterior.

Por tal motivo el hombre participa por naturaleza de todo el acontecer cósmico, y está entretejido con él tanto interna como externamente. Tao, el Sentido del mundo, el Camino, domina pues al hombre al par que a la naturaleza visible e invisible (Cielo y Tierra). El signo Tao, en su forma original, consiste en una cabeza, que debe ser interpretada como "comienzo", luego en el signo para "ir", y éste en su forma doble, en la que también significa "vía", y aún luego, abajo, del signo "quedarse parado", que fue omitido en la ortografía posterior. En consecuencia, el significado original es: "una vía que -estando fija ella misma conduce desde un comienzo directamente a la meta". El pensamiento fundamental, entonces, es que, inmóvil él mismo, Tao permite todo movimiento y le da la ley. Las órbitas del cielo son las órbitas en que se mueven los astros; la vía del hombre es el camino por el que él ha de marchar. Laotsé ha usado esa palabra en sentido metafísico, como principio último del mundo, como el "Sentido" antes de toda realización, todavía no separado por el divergir polar de los opuestos, con el que toda realización está ligada. En el presente libro esa terminología es presupuesta.

En el confucianismo hay cierta diferencia. La palabra Tao tiene aquí un sentido de mundo interior=el Camino correcto; de un lado el Camino del Cielo, del otro, el Camino del hombre. El principio último de la unidad única es, para el confucianismo, el Tai Gi (la gran viga maestra; el gran polo). La expresión "polo" aparece también, ocasionalmente, en nuestro texto, siendo entonces idéntica a Tao.

De Tao, o sea, del Tai Gi, nacen ahora los principios de la realidad, lo luminoso polar (yang) y lo oscuro o sombrío polar (yin). En un comienzo se trató de explicar dichos principios, en el círculo de los investigadores europeos, con referencia a lo sexual. Sin embargo, los signos se relacionan con fenómenos naturales. Yin es sombra, y por lo tanto el lado norte de una montaña y el lado sud de un río (porque el sol está de manera tal durante el día, que ese aparece oscuro desde el sud).

Yang muestra, en su forma original, gallardetes ondeantes, y es -correspondiendo al signo yin- el lado sud de una montaña y el lado norte del río. Sólo a partir de tales significados de "luminoso" y "oscuro" es extendido luego el principio a todos los opuestos polares, incluso los sexuales. Sin embargo, puesto que ambos son activos sólo dentro del campo fenoménico, y tienen su común origen en el Uno único, donde yang aparece como principio activo condicionante y yin como principio pasivo derivado y condicionado, es totalmente claro que no hay, en el fondo de este pensamiento, un dualismo metafísico.

Menos abstractos que yin yang son los conceptos de lo creativo y lo receptivo (Kiën Kun), que nacen del Libro de las Mutaciones, y se simbolizan con el Cielo y la Tierra. Por la unión del Cielo y de la Tierra, y mediante la eficacia de las duales fuerzas primordiales dentro de esa escena (según la una ley primordial Tao), nacen las "diez mil cosas", es decir, el mundo exterior.

Entre esas cosas se halla -externamente considerado también el hombre en su manifestación corporal, que en todas sus partes es un pequeño universo (Siau Tiën Di). Así -como dicen los confucianistas- lo interior del hombre proviene del Cielo o es una forma fenoménica de Tao, como lo expresan los taoístas. En su fenomenalidad el hombre se despliega en una multiplicidad de individuos, en cada uno de los cuales está incluido el Uno central como principio de vida, sólo que inmediatamente -aun antes del nacimiento, en el momento de la concepción- diverge polarmente en esencia y vida (Sing Ming). El signo para esencia (Sing) se compone de corazón (Sin) y surgir, nacer (Scheng). El corazón (Sin) es, según la concepción china, el asiento de la conciencia emocional, que es despertada por reacciones sentimentales a impresiones del mundo externo a través de los cinco sentidos; lo que queda como sustrato cuando ningún sentimiento se exterioriza, lo que por consiguiente permanece, por decirlo así, todavía en estado trascendente -superconsciente- es la esencia (Sing). Según la definición más precisa que se da a este concepto, es originalmente mala o, si se la considera desde el punto de vista del desarrollo empírico-histórico (Sün Kuang), al menos neutral, de manera que debe ser hecha buena mediante un largo desarrollo de la costumbre.

La esencia (Sing), que de cualquier manera está próxima al logos, se presenta ahora, cuando entra en el dominio de lo fenoménico, estrechamente ligada con la vida (Ming). El signo Ming (vida) significa en realidad, un mandato del rey y, en consecuencia, regulación, fatalidad, el destino deparado a un hombre; también por lo tanto la duración de la vida, la medida de la fuerza vital a disposición de uno. De ahí, entonces, que Ming (vida) esté muy cerca de eros. Ambos principios son, por así decir, supraindividuales. La esencia (Sing) es lo que hace hombre al hombre como ser espiritual. El hombre individual la posee, pero ella se extiende mucho más allá del individuo. La vida (Ming) también es supraindividual, dado que el hombre debe simplemente aceptar su hado, que no depende de su volutad consciente. El confucianismo ve en ella una ley determinada por el Cielo, a la que uno debe resignarse; el taoísmo ve en ella el juego multicolor de la naturaleza, que por cierto no puede eludir las leyes de Tao, pero que como tal es llanamente azar; y para el budismo chino es la operación del Karma dentro del mundo de ilusión.

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