viernes

SALINGER - FRANNY Y ZOOEY



(Traducción de Isabel de Juan)

DECIMOCUARTA ENTREGA

ZOOEY (8)

-De acuerdo, entonces cállate un minuto -dijo Zooey y apoyó la parte inferior de la espalda contra el borde del lavabo, mientras seguía usando la lima-. Los dos libros tratan de un campesino ruso, de finales del siglo XIX -dijo en un tono que, para su voz implacablemente prosaica, era bastante narrativo-. Es un hombrecito sencillo y bondadoso que tiene un brazo inútil. Lo cual, por supuesto, lo convierte en el personaje adecuado para caerle bien a Franny, con ese maldito corazón tan compasivo que tiene -se dio media vuelta, cogió el cigarrillo del estante, lo chupó, y luego empezó a limpiarse las uñas-. El campesino cuenta que al principio tenía una esposa y una granja. Pero también tenía un hermano lunático, que prendió fuego a la granja y después, creo que fue más adelante, se le murió la mujer. Tiene un problema. Ha leído la Biblia toda su vida, y quiere saber qué significa la frase de la Epístola de San Pablo a los Tesalonicenses: “Orad sin cesar”. Esta frase le obsesiona -Zooey volvió a coger el pitillo y le dio una chupada, luego continuó-. Hay otra frase similar en Timoteo: “Deseo por ello que los hombres oren por doquier”. Y el propio Cristo dijo: “Los hombres deben orar siempre y no desmayar” -Zooey utilizó la lima en silencio por un momento, con una expresión singularmente grave-. Así que comienza su peregrinaje para encontrar un maestro, alguien que pueda enseñarle cómo orar incesantemente y por qué. Anda y anda y anda de una iglesia a otra y de un templo a otro, hablando con este y aquel sacerdote. Hasta que por fin encuentra a un monje anciano y sencillo que, al parecer, sabe de qué va la cosa. El anciano monje le dice que la única oración que a Dios le parece en todo momento aceptable y deseable es la Oración de Jesús: “Señor Jesucristo, ten piedad de mí”. En realidad, la oración completa es “Señor Jesucristo, apiádate de mí, miserable pecador”, pero ninguno de los devotos de los libros del Peregrino pone el menor énfasis, gracias a Dios, en lo del miserable pecador. El caso es que el anciano monje le explica lo que ocurrirá si reza la oración sin cesar. Le da unas cuantas sesiones prácticas y le manda a su casa. Y, para abreviar, después de algún tiempo el peregrino se convierte en un experto de la oración. Llega a dominarla y, regocijado con su nueva vida espiritual se dedica a recorrer toda Rusia, atravesando espesos bosques, ciudades y pueblos mientras recita su oración, y va contándole a todo el que encuentra a su paso cómo hay que recitarla -Zooey miró inesperadamente a su madre-. ¿Estás escuchando toda esta historia, vieja druida gorda? -preguntó-. ¿O sólo estás contemplando mi cara bonita?

-¡Claro que estoy escuchando! -contestó la señora Glass, indignada.

-Está bien, porque no quiero mirones por aquí -Zooey lanzó una risotada y luego dio una chupada a su pitillo. Manteniéndolo entre los dedos, siguió limándose las uñas-. El primero de los dos libritos, El camino de un peregrino, narra principalmente las aventuras del peregrino durante su viaje, A quién se encuentra, qué les dice, qué le dicen ellos a él. Por cierto, conoce a algunas personas tremendamente simpáticas. La continuación, El peregrino sigue su camino, es fundamentalmente una disertación en forma de diálogo sobre las causas y efectos de la Oración de Jesús. El peregrino, un profesor, un monje y una especie de ermitaño se reúnen y hablan sobre el tema. Y eso es todo, en realidad -Zooey miró brevemente a su madre y luego se pasó la lima a la mano izquierda-. El propósito de ambos libros, por si te interesa, es descubrirle a todo el mundo la necesidad y los beneficios de rezar la Oración de Jesús incesantemente. Al principio bajo la superficie de un maestro adecuado, una especie de gurú cristiano; después, cuando la persona haya dominado la técnica hasta cierto punto, debe continuar sola. La idea principal es que esta oración no va dedicada únicamente a esos beatos que se dan golpes en el pecho. Puedes robar el cepillo de los pobres, pero tienes que rezar la oración mientras lo robas. Se supone que la iluminación llega con la oración, no antes de ella -Zooey frunció el ceño, pero de forma académica-. En realidad, la idea es que, antes o después, de modo completamente espontáneo, la oración pasa de los labios y la cabeza a un centro del corazón y se convierte en una función automática, se supone que la persona entra en la llamada realidad de las cosas. El tema no se plantea realmente en ninguno de los dos libros, pero, en términos orientales, hay ciertos centros sutiles en el cuerpo, llamados chakras, y el que está más estrechamente relacionado con el corazón se llama anahata, y se supone que es tremendamente sensible y poderoso, y, al ser activado, activa, a su vez, otro centro situado entre las cejas, llamado ajna, que en realidad es la glándula pineal, o más bien, un aura que rodea a la glándula pineal, y en ese momento, bingo, se abre lo que los místicos llaman “el tercer ojo”. No es nada nuevo, por Dios santo. No empezó con el grupo del peregrino, quiero decir. En la India, desde hace sabe Dios cuántos siglos, eso se conoce como japamJapam no es otra cosa que la repetición de cualquiera de los nombres humanos de Dios. O de los nombres de sus encarnaciones… o sus avatares, si se prefieren los tecnicismos. La cosa consiste en que si pronuncias el nombre en alto durante suficiente tiempo y con suficiente regularidad, y literalmente de corazón, tarde o temprano recibirás una contestación. Bueno, no exactamente una contestación: una respuesta -de repente Zooey se dio vuelta, abrió el armario, guardó la lima y sacó un palillo de naranjo notablemente romo-. ¿Quién se ha comido mi palillo de naranjo? -preguntó.

Se secó brevemente con la muñeca el sudor que cubría su labio superior, y empezó a bajarse las cutículas con el palillo de naranjo. La señora Glass aspiró con fuerza el humo del cigarrillo mientras le observaba, luego cruzó las piernas y le preguntó, interrogó:

-¿Es eso lo que se supone que está haciendo Franny? Quiero decir, ¿es eso lo que está haciendo?

-Deduzco que sí. Pero no me lo preguntes a mí, preguntáselo a ella.

Hubo una breve pausa, una pausa dubitativa. Luego la señora Glass, bruscamente y con cierta valentía, preguntó:

-¿Cuánto tiempo hay que hacerlo?

El rostro de Zooey se iluminó de placer. Se volvió hacia ella.

-¿Cuánto tiempo? -dijo-. Oh, no mucho. Hasta que los pintores quieran entrar en la habitación. En ese momento, aparece una procesión de santos y bodhisattvas que llevan tazas de caldo de pollo. El Coro de la Sala Johnson comienza a cantar en segundo término y las cámaras se acercan a un simpático anciano con taparrabos que está de pie ante un fondo de montañas y cielos azules y nubes blancas, y una expresión de paz se advierte en los rostros de todos los…

-Muy bien, déjalo ya -dijo la señora Glass.

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