SEGUNDA ENTREGA
Por lo demás, el verdadero Mundo se encuentra siempre en el medio, en el Centro, pues allí se da una ruptura de nivel, una comunicación entre las dos zonas cósmicas.
Cualesquiera que sean las dimensiones de su espacio familiar, el hombre de las sociedades tradicionales experimenta la necesidad de existir constantemente en un mundo total y organizado, es decir, en un Cosmos.
El Centro es el lugar en el que se efectúa una ruptura de nivel, donde el espacio se hace sagrado, real, por excelencia.
Una creación implica superanbundacia de realidad; dicho de otro modo: la irrupción de lo sagrado en el mundo.
La creación del mundo se convierte en el arquetipo de todo gesto humano creador cualquiera que sea su plano de referencia.
El simbolismo cósmico del pueblo lo recoge la estructura del santuario o de la casa cultural. Por otra parte, en todas las culturas tradicionales, la habitación comporta un aspecto sagrado y que por eso mismo refleja el mundo.
Se percibe en la estructura misma de la habitación el simbolismo cósmico. La habitación no es un objeto, una máquina de residir: es el universo que el hombre construye imitando la Creación ejemplar de los dioses, la cosmogonía.
Toda construcción y toda inauguración de una nueva morada equivale en cierto modo a un nuevo comienzo, a una nueva vida. Y todo comienzo repite ese comienzo primordial en que el Universo vio la luz por primera vez.
La multiplicidad, o infinidad de Centros del Mundo, no causa ninguna dificultad al pensamiento religioso. Pues no se trata del espacio geométrico, sino de un espacio existencial y sagrado que presenta una estructura radicalmente distintas, que es susceptible de una infinidad de rupturas y, por tanto, de comunicaciones con lo trascendente.
Todos los símbolos y los rituales concernientes a los templos, las ciudades y las cosas derivan, en última instancia, de la experiencia primaria del espacio sagrado.
En lo que concierne al Templo debemos decir que es el lugar santo por excelencia, casa de los dioses, el templo resantifica continuamente el Mundo porque lo representa y al propio tiempo lo contiene. En definitiva, gracias al Templo el Mundo se resantifica en su totalidad.
Cualquiera que sea su grado de impureza, el Mundo está siendo continuamente purificado por la santidad de los santuarios.
La santidad del templo está al socaire de toda corrupción terrestre, y esto por el hecho de que el plano arquitectónico del templo es obra de los dioses y, por consiguiente, se encuentra muy próximo a los dioses, al Cielo.
Los modelos trascendentales de los Templos gozan de una existencia espiritual, incorruptible, celeste.
Por la gracia de los dioses, el hombre accede a la visión fulgurante de esos modelos y se esfuerza, acto seguido, por reproducirlos en la tierra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario