domingo

LOLA FERNÁNDEZ


“PARA SER UN ROMÁNTICO PRIMERO HAY QUE SER UN CLÁSICO”
 Lola Fernández (Uruguay, 1942) inició su formación plástica en el Taller Torres García en 1959, estudiando dibujo del natural con José Gurvich. A partir del 62 prosiguió trabajando con su hermano, Guillermo Fernández, e incursionó también en estudios de estructuras y composición. También se formó como ceramista con Mariana Soler.
Entre el 75 y el 85 se radica en España (Barcelona y Madrid), donde concurre a clases con Clarina Vicens. De regreso al Uruguay retoma las clases con su hermano hasta su fallecimiento, en 2007, cuando también se dedica a ejercer la actividad docente.
En 2002 realizó una exposición individual en la Sala Cátedra Alicia Goyena, e intervino en diversas muestras colectivas, entre las que se destaca el Homenaje de alumnos al Maestro Guillermo Fernández, realizada en 2007 en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC) 
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Según lo expresás en tu blog, ya en tu infancia sentiste que la pintura de tu hermano Guillermo “transgredía” las rutinas domésticas construyendo, con imágenes mágicas, una realidad constelada en “otra dimensión”. ¿Sentías que esa “nueva espesura del ser” irradiaba un sosiego enclavado en lo eterno, como quería Torres-García? ¿No chocaba demasiado con el seudoplacentero mundito uruguayo de aquel entonces?
Exactamente, la elección transgresora de mi hermano Guillermo en aquellos años fue como si se hubiera invitado a vivir con la familia algo mezcla de ajeno y un poco extravagante. La preocupación y desconcierto de mis padres era enorme, ya que como buenos uruguayos nacidos en primera generación de inmigrantes, creían que lo mejor para su hijo era el título como resultado de alguna de las profesiones liberales que se estilaban en la época. Como te podrás imaginar yo, que era 14 años más chica que Guillermo, no podía analizar con profundidad estos aspectos, pero en esa novedad y en su poder de convicción se jugaba todo para mí. Los primeros Velázquez que vi en mi vida eran dos copias de unos enanos hechas por Augusto Torres y por Elsa Andrada. Eran raros pero eran de Velázquez... Sin duda mis opiniones y análisis actuales son una construcción de adulta, pero yo me miro y veo una niña muy encantada con ese hermano mayor que además de llevarme a pasear, me llevaba a posar al taller de Alceu Ribeiro, y yo me sentía muy halagada porque todo eran cumplidos y golosinas (ese era el soborno, en compensación por mi trabajo de modelo).


La carga espiritual de Torres no podía estar a mi alcance y creo que tampoco en aquella época fuera el interés fundamental de Guillermo, él lo que quería era aprender a pintar, se había dado cuenta que el oficio era fundamental y trabajaba intensamente. Todo este asunto era absolutamente ajeno para mis padres, el mundo pequeño burgués de esa época pedía pocas cosas pero sí aspiraba a la casa propia, el autito, poder ir a Buenos Aires una vez por año e ir a Europa cuando todavía se pagaba el Premio Retiro al jubilarse. Es evidente que todo esto chocaba con la propuesta de Guillermo de querer ser Pintor, ¿qué era eso de ser Pintor? Una extravagancia y un riesgo enorme, porque los "morlacos" tenían que ser lo que te permitiera vivir decorosamente... Guillermo era una preocupación muy importante para mis padres... y tuvo consecuencias en la interna familiar. Pero para mi jamás fue generador de reproches hacia mi hermano, siempre estuve en sintonía con su elección.


Además, pese al desajuste del mundo elegido por mi hermano y el que mis padres hubieran deseado (en aquel momento), siempre fuimos invitados a las exposiciones colectivas del T.T.G. y mi madre -que aparte de ser linda era una seductora social- alternaba con las gentes del taller con simpatía y adecuación. Yo los conocí a todos -o a casi todos, porque Don Joaquín fallece en el 49 y Guillermo ya estaba encaminado con Alceu Ribeiro por propia sugerencia de Torres, con quien había tenido un encuentro primerizo y donde aparte de aconsejarle a Ribeiro como maestro le dijo: "Tenga en cuenta que en esto, para ser romántico, primero hay que ser clásico". O sea: hay que trabajar con disciplina y con un plan, etc. etc. Guillermo entra al T.T.G. y de cabeza es alumno de Augusto, pero allí había muchos que tenían su carretera recorrida, así que AQUEL lugar era un templo lleno de devociones y de verdades producto de algunas teorías de Torres y del resultado del trabajo constante y apasionado de sus integrantes. Bueno, y allí también prestaba mi servicio a la comunidad posando, porque el retrato era una de las prácticas de estudio y no siempre había modelo... Es por eso que cuando huelo el "perfume" del óleo siento que algo se moviliza adentro mío y siempre termino viéndome en aquel sótano del Ateneo donde funcionaba el Taller Torres García.
¿Cómo viviste el tránsito del aprendizaje del dibujo del natural (con Gurvich y el propio Guillermo) al de las estructuras y las composiciones, ya en la década del 70?
Posiblemente por la empatía que sentía con el mundo que acabo de describir, yo era una niña que en el colegio inglés adonde iba no pegaba una y me destacaba solamente por mi destreza en el dibujo. ¿Copia del poderoso referente que tenía en mi casa? ¿Condiciones naturales para la observación? En eso era una niña más, pero el estímulo de mi casa con Guillermo a la cabeza me transformaba en una excepción, yo me sentia un poquito distinta... Ya en una etapa posterior seguramente lo conversé con Guillermo, que tenia otro status de respeto en la familia y marché al Sótano del Taller, donde me daba clase de dibujo al natural Gurvich. Un encanto de tipo.... Las prácticas del dibujo del natural (naturalezas muertas, retratos), que tienen algunos cánones insoslayables sirven para practicar, entrenar y aflojar las tensiones ansiosas que todos tenemos a la hora de dibujar. O sea, que la botella que dibujamos salga tal como es. Pero en el Taller todos tenían bien aprendida la cuestión de que el traslado de la realidad a un papel ya es un acto revolucionario, porque la realidad esta ahí, en el modelo, pero el que dibuja esa realidad está inventando otra realidad que paradojalmente se parece a la primera pero que no es lo mismo... El sistema de trabajo del Taller en relación a los cuadros representativos era muy completo y analítico. Se podía valorar en el modelo diferentes aspectos del aspecto geométrico de los objetos, dibujar las sombras como si fueran formas y por añadidura aparecía el objeto, etc. etc. Esta práctica aflojaba la mano y se trataba de que no miraras el modelo y lo representaras con la mala colaboración de la memoria: todos sabemos cómo es un azucarero, pero en el cuadro el azucarero es otra cosa: allí cuentan los ritmos, las sombras, etc. etc. En ese tenor de cosas yo en el año 1958-59 ya lo había oído a Guillermo hablar de estas temáticas cientos de veces, y para mi no era una novedad el hecho de que la abstracción es una condición fundamental en la representación de la imagen. Miramos la pintura negra de Goya y allí no hay nada literal: todos son engranajes pictóricos que funcionan entre si por obra y gracia del Sordo pero que si los aislás, como mucho son manchas, puntos etc... Era muy importante aflojar la mano y la cabeza!!!!
¿Qué balance podrías hacer de la experiencia vivida durante los diez años posteriores de radicación en España?
Yo fui espectadora en España, vi pintura de la buena, de vanguardia europea y la de la tradición española. Todas confirman cosas, aunque desde el momento en que no estaba embarcada en una dinámica de investigación, digamos, me fue imposible absorberlo todo. Saqué miles de conclusiones, y al final te queda un puñadito de "locos" que te movieron algo. El Arte produce felicidad y alegría, es una compulsión emocional, y resulta poco posible definir en quiénes uno deposita todo ese cargamento. Calder, por ejemplo, me deslumbró con sus “móviles”, y creo que debió ser un tipo con una frescura personal envidiable para trabajar. (Ojo que no estoy hablando de “buenas” o “malas” personas, necesariamente.) Picasso es apabullante, te arrincona con tantos recursos y tanta inventiva interminable. Juan Gris, ¡el amor de mi vida! Y con respecto a lo antiguo, los frescos románicos del Pirineo Catalán son maravillosos, solemnes, poderosos y para un americano del sur, algo totalmente novedoso. Bueno, y no quiero quedar muy obvia, pero cuando vi la pintura negra de Goya sentí el desconcierto de su modernidad. Y no debo ni quiero dejar en el tintero a Tapies, que tiene esa contundencia y determinación de los catalanes, y también a Julio González, el escultor amigo de Torres García y profesor de Augusto Torres. Como verás, pude apreciar tanto la pintura de los museos como la de las exposiciones itinerantes, lo que constituyó un muestrario de posibilidades, de caminos posibles dentro de la creación, lo cual te permite concluir que hay un espacio a conquistar sin necesidad de hacer "La Cruzada Libertadora". Lo que importa es largarte a trabajar en lo tuyo.
A partir de 2007 repartís tu trabajo plástico entre la creación y la docencia. ¿Cómo conviven esos dos roles?
En el año 2007 se produce el accidente que se llevó a Guillermo y a Marta, su esposa. En ese momento de desbarranque de dolor, yo apenas me podía mover... mi marido y mis hijos y por supuesto mi sobrino Fermín, estábamos atónitos. No veía ningún camino de salida, todo estaba en carne viva, y la repercusión a nivel de los alumnos y amigos era igual a la nuestra. Varias veces personas grandes me dijeron "Para mí es como si se me hubiera muerto un padre" y yo pensaba: "Para mí también". Desde ese dolor y con la preocupación de que todo lo que él proponía como sistemas de trabajo se podía ir "al tacho", empecé en un acto como de comunión (la sangre y la carne rota) a revisar mis papeles, donde había (todo muy desordenado, obviamente) mucho material acerca de las propuestas que Guillermo nos hacía en clase. Me comuniqué con algunos alumnos generosos y les planteé la necesidad de recopilar y cotejar las lecciones que en su mayoría tienen diferenciaciones, porque todas suponen un estudio de elementos de expresión gráfica muy variadas. Después de este preámbulo fundamental me decidí a explicar algunas cosas que yo había comprendido, siendo consciente de lo útiles que pueden resultar esas enseñanzas a la hora de abordar el plano. En resumen, para mí fue como estar con él, y lo sentí como obligación, y de alguna manera me sirvió para sobrellevar el dolor... Yo enseño, o mejor dicho, propongo los ejercicios que él nos hacía hacer, con la salvedad fundamental de que esto es una practica necesaria para desarrollar la imaginación grafica que será la que nos respalde en la obra que nuestras sensibilidades elijan. O sea: lo que el propio Guillermo llamaba "una gramática pre-estilística", a la vez que aclaraba: "yo no enseño a pintar cuadros"... ES OTRA COSA… mucho más liberadora y comprometida con un futuro y decantado posible lenguaje. La imagen resultante será variada y no formada en función de una escuela sino todo lo contrario: es una experiencia personal e interpretativa del acto de inventar los "hechos" del plano.
Personalmente te diré que puedo convivir perfectamente con lo que enseño y con lo que hago, usando en los dos casos los “órdenes visuales”, que son llaves de nuestra manera de ver (como especie) y tienen nombres muy conocidos como paralelismos, semejanzas, proporciones y simetrías.

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