viernes
HORACIO CAVALLO
CUATRO TEXTOS DEL POEMARIO DESCENDENCIA
María Isabel
La madre de mi padre balbucea
atada a la baranda de la cama.
Reclama sus zapatos, gruñe, llama
al dios que alguna vez la volvió atea.
Evoca Sangineto, la marea,
il papo, il fratello, la sua mamma.
Después todo se vuelve melodrama:
Jura que cada uno la apedrea
Una abeja se posa en un anillo.
Se casa, se descasa. Rencorosa
se mira en el reflejo de un cuchillo.
Sus perras enterradas y sus nietos,
el hijo, los apuntes, la borrosa
sombra que cae sobre sus ojos quietos
Zulma
La madre de mi madre es una mano
en medio de la noche, en mi niñez.
Un corazón enorme, o dos, o tres,
colgando de las ramas de un manzano.
Huérfana a medias pierde el provinciano
paisaje de su infancia. De una vez
llega a Montevideo y mes a mes
se va volviendo madre, padre, hermano.
Teje y desteje, cose y se descose
de arriba abajo cuando muere el hijo.
Va a llorar a su hija al batallón.
Mi madre le sostiene un crucifijo,
la invita a veranear, a que repose.
Ella contesta: adiós, desde el balcón.
Rezar
Vuelto de trabajar, anocheciendo,
miope don nadie entre la muchedumbre
apuro el paso.
Busco tu desmemoria, tu pereza,
la curva de tu espalda acucharada
donde hincarme a rezar en buen lunfardo.
Jorge
Me enseñaste a buscar entre los árboles
la herencia atigrada de los gorriones
La sucesión de la palabra basta,
su analogía de jardín frondoso.
Y los últimos versos de un poema:
alfileres hundidos en la carne
Whisky con agua, aplastados
paquetes de cigarros donde tus iniciales
se volvían del mismo amarillento que tu boca
Convocamos caballos y mujeres,
mujeres de uno u otro
que trepaban tomadas a las venas
debajo de la piel y de las cosas
Intentando sin suerte hacerme hombre
Intentando con suerte hacerte viejo
Me enseñaste las cartas ensobradas,
el arma del bramido de una noche.
Mientras volvías a recorrer Jaureguiberry
buscando tus modelos,
las niñas que posaban en las sombras.
Revivías la caminata por la costa
donde juntabas piedras negras y alaridos
para ordenar sobre el blanco de la arena.
Una infancia innombrable
unos cuadernos,
desparramados que se vuelven libros
¿Alguna vez soñaste de esta suerte?
Solo sentir que todo es cuatro letras
y nada este silencio que te habita.
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