domingo

RADU MIHAILEANU



“LA FUENTE DE LAS MUJERES”


EL FANTASMA DE LA ESPIRITUALIDAD BARROCA RECORRE EL MUNDO:

UN NUEVO CINE PARA UN NUEVO MILENIO

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¿Cómo nació este proyecto?

Comenzó con una historia real que ocurrió en Turquía en 2001. Había un pequeño pueblo donde las mujeres debían recoger agua de un arroyo en una montaña cercana desde el principio de los tiempos, llevando los pesados cubos en sus doloridos hombros. Tras una serie de accidentes, las mujeres decidieron ser las dueñas de sus destinos y comenzaron una huelga de amor que continuaría hasta que los hombres accedieran a canalizar el agua hasta el pueblo. Al principio los hombres no se lo tomaron muy en serio, pero los acontecimientos tomaron un cariz violento. Las mujeres se mantuvieron firmes. Al final el caso fue resuelto por el gobierno. Más metafóricamente, también recurrí a Aristófanes y su Lisistrata, en la que una mujer, enfrentada a la apatía masculina, incita a una huelga sexual para poner fin a una guerra. Me pareció un tema de implicaciones muy actuales.

¿Tuviste alguna duda sobre cómo abordar ese tipo de temas?

Durante mucho tiempo, como judío francés que soy, no me sentí cualificado para hablar sobre una cultura de la que sabía tan poco. Sobre todo pensaba que ese tipo de asuntos debían tratarse desde dentro. Pero estaba convencido desde el principio de que la historia sería más poderosa si se contaba desde un contexto musulmán que nos permitiera tratar el Corán y el Islám, temas sujetos muchas veces a clichés y fantasías. Por eso al principio busqué una directora árabe que aportara un punto de vista más ajustado a la realidad, pero al no encontrarla, mis coproductores me convencieron de dirigirla yo. Inmediatamente impuse dos condiciones. Primero insistí en tener un periodo de investigación que me permitiera en primer lugar visitar las aldeas y conocer a las mujeres que viven allí. Quería tener tiempo para conocer la cultura para poder definir los matices y los puntos de vista. También me parecía imperativo que la película se rodara en árabe, no solo por la autenticidad y la sonoridad, si no para que los personajes no hablaran el idioma de sus colonizadores. También tuve que adaptar la perspectiva cultural y tratar de usar esa voz.

¿Qué clase de investigación hiciste?

Alain-Michel Blanc, mi coguionista, y yo empezamos por leer montones de escritos de mujeres árabes, libros de sociología y trabajos sobre el Islam. También nos reunimos con expertos en el mundo árabe como Malek Chebel, Soumaya Naame Guessous, que han estudiado las condiciones de la mujer. Después visitamos algunas aldeas similares a la de nuestra historia para hablar con mujeres de allí. Nos contaron muchísimas anécdotas, algunas de las cuales acabaron en el guión. Entablamos algunas amistades verdaderas y recogimos muchísimo material. Ese viaje nos ayudó enormemente a sumergirnos gradualmente en su forma de pensar y, de alguna forma, también a dejar nuestra visión occidental atrás. Esa podría ser la parte más bonita de mi obra. A través de nuestra investigación, aprendimos, por ejemplo, que las mujeres, incluso en aldeas muy aisladas, tienen acceso, aunque sea de manera muy rudimentaria, a nuevas tecnologías. Tienen contacto con otros estilos de vida, sin negar nunca sus tradiciones. Esa intersección de civilizaciones es inherente a la película. Al tener la forma de un cuento oriental moderno, que no se sitúa en ningún lugar concreto, recogimos material de una variedad de países musulmanes para buscar cosas en común, especialmente en el tema de las mujeres y su relación con los hombres, hijos, padres, suegras, trabajo, celebraciones, música, etc.

¿Cómo se diseñaron los personajes?

Muchas de las mujeres de la película están inspiradas en habitantes del pueblo donde viví antes de rodar. En la casa en la que viví, había una pareja muy parecida a la de Leila y Sami. Él era un guía turístico y se había casado con una mujer de fuera de la aldea por amor. La llamaban a menudo “la extranjera”, como a Leila en la película. Así que él es un hombre abierto que no se rindió a la tradición de los matrimonios concertados.

¿Es posible que su status como “outsider” sea lo que le permite a Leila impulsar la huelga tan rápido?

Ha vivido en el exilio y aprendido a reconciliar dos culturas, la suya, nativa del desierto, en el sur, y la musulmana. Leila es más libre que las otras. También es más libre porque ha sido atacada, no tiene nada que perder y su indignación la empuja a la batalla. Así que era lógico que ella liderara la revuelta femenina. También porque está protegida por el amor de su marido.

“Vieja Carabina” es un personaje extraordinario.

También es alguien a quien conocimos. Las mujeres mayores en las aldeas a menudo adquieren protagonismo, y una vez que enviudan no tienen a nadie en casa que las mande. Y la mujer que conocimos solía acompañar diferentes acontecimientos del pueblo con canciones que condenan metafóricamente los errores de los hombres. Era como una especie de juez de paz, es conocida por denunciar infidelidades o abusos físicos contra mujeres. No creíamos que Leila pudiera convencerlos sola, necesitaría apoyo.

¿Qué hay de las otras mujeres que rodean a Leila?

Forman lo que conoceríamos como el “comité central” en una huelga. En otras palabras, son las mujeres más militantes. Además son amigas. A través de su experiencia descubrí que a menudo son divertidas y hablan con desenfado de temas sexuales, pero siempre de manera figurada. Estas mujeres a menudo están faltas de afecto, así que encuentran gratificante ver azucarados culebrones y retienen algunas líneas de diálogo como el “te quiero” que Esmeralda repite como un loro constantemente.

Ninguno de los personajes masculinos es completamente culpable.

No, porque en cierto modo todos son víctimas. A Alain Michel y a mí nos desagrada escribir personajes totalmente positivos o negativos. Creemos que todos son producto de una subjetividad que explica sus razonamientos. Incluso el hermano de Sami no es solo un enorme palurdo, podemos ver que con tan poco amor en su vida, es normal que se convirtiera en eso. Igual que el hijo de Vieja Carabina, que se convierte en islamista radical como resultado de su pésima situación económica y su miedo a quedar mal porque no es capaz de mandar dinero a su familia.

En el fondo la película es una oda al amor.

No puedo hacer películas “en contra” de algo. A pesar de la tragedia y la barbarie que nos rodea prefiero conectar con la belleza de la vida incluso cuando abordo grandes problemas. Así que esta película es para la belleza de las mujeres y la belleza del amor. En esas circunstancias, cuando el amor se ve relegado es cuando vemos la generosidad de la gente. La película es una llamada al amor por parte de un grupo de mujeres que les están diciendo a sus hombres: ”Amadnos y miradnos, porque el amor empieza en una mirada”.

El agua es también una metáfora del amor.

Algunas canciones tradicionales árabes nos cuentan que el hombre debe “regar” a la mujer como si fuera una flor o suelo fértil. Y estas mujeres les dicen a los hombres que no olviden “regarlas”. En otras palabras, les están diciendo que no las desatiendan. Mientras el hombre no lleve el agua a la aldea, no puede regarlas. Así que la sequía que asola a la aldea es una metáfora de los corazones abrasados.

También tratas el deseo de la mujer de ser dueña de su cuerpo.

Es un tema central, particularmente en comunidades rurales. En nombre de la tradición, un montón de mujeres han sido educadas en la noción de que no son nada más que fabricantes de niños. Algunas de ellas se refieren a si mismas como vacas de cría. He conocido muchas mujeres que han estado embarazadas 15 o 20 veces en su vida. Hoy las más jóvenes están pidiendo métodos anticonceptivos para poder tomar el control de sus cuerpos y de la tasa de nacimientos. Se podría decir que muchas veces ni siquiera conocen la noción del placer a pesar de provenir de una cultura de lo más sensual si atendemos a su música, su danza, incluso su cocina. Por eso utilicé “Las mil y una noches” para recordar a la gente que las culturas orientales son muy ricas en sensualidad contrariamente a los clichés que confunden el Islam con el fundamentalismo islámico.

La cultura y la educación están muy presentes como factores en la emancipación.

Más y más mujeres están aprendiendo a leer y escribir en países como Marruecos, Túnez y Libia. Pero aún hay un tabú que la película toca, el derecho de la mujer a leer el Corán y expresar su opinión sobre las suras. El Corán afirma claramente que “la obligación del ser humano es la elevación a través del conocimiento”. Eso incluye a hombres y mujeres. En la película, Leila plantea esa cuestión. ¿Quién está impidiendo que la mujer se eleve mediante el aprendizaje? Esa revolución está en gran parte por hacer.

¿Sabías que un imán intervendría desde el principio?

Tienes que admitir que aún hay muchos occidentales con prejuicios que ven a todos los imanes como fundamentalistas, mientras que la mayoría de ellos no predican la violencia sino la reflexión y el amor al prójimo. Para mi era imprescindible crear un imán que personificara la sabiduría. Incluso si por la tradición se tiene que poner de lado de los hombres, sentimos que se avergüenza de ciertos puntos de vista. Al final permite a las mujeres expresar sus opiniones y las escucha. Y lo más sublime es que Leila le ofrece otra visión de las escrituras, que él considera y comprende. Así que él cambia gracias a una mujer. Tiene la humildad y la sabiduría para darse cuenta de que ella tiene razón.

Las localizaciones tienen sus propias personalidades…

En ese tipo de comunidad, las mujeres se reúnen en sitios donde pueden hablar sin que los hombres las escuchen. Allí es donde hacen confesiones de todo tipo y bromean entre ellas. Esos lugares están claramente definidos. La sauna, donde los hombres tienen prohibida la entrada mientras haya mujeres, la wadi, donde las mujeres lavan la ropa, y otros espacios donde se pueden refugiar, por ejemplo, para leer en privado o escribir cartas. Y ahí es donde Leila le dice a Esmeralda que debe aprender a leer y escribir, algo que con toda seguridad la liberará.

El lenguaje tiene una extraordinaria musicalidad.

Siempre me ha encantado la sensualidad del árabe. Rodamos la película en darija, un dialecto marroquí que tiene una cualidad muy melódica. En la tradición oriental, las cosas no se dicen directamente. No debes humillar a nadie y nadie debe ser el perdedor. Por tanto, muchos intercambios se producen a través de la música, la danza, la poesía. Quería expresar algunas cosas a través de la danza de las mujeres. Esas canciones y danzas tenías que ser luminosas, alegres, incluso si el mensaje subyacente era cáustico. Al principio tuve que escuchar el idioma con mucho cuidado como hice con el ruso para “El concierto”, o el hebreo para “Live and become”. También tuve que identificar la entonación y los acentos en las frases. Después de eso organicé sesiones de entrenamiento para los actores durante tres meses puesto que no hablaban darija, para que su fraseo tuviera la misma melodía y ritmo que el de los marroquís. Los actores hicieron un gran trabajo y casi no hubo que hacer correcciones después.

¿Cómo pudiste dirigir a los actores sin entender el idioma?

Por primera vez en mi vida rodé una película entera en una lengua que yo no hablaba y la mayoría de mis actores principales tampoco. Pero me vi incluso corrigiendo la entonación de actores marroquís. A menudo les sorprendía porque tenía razón. Aprendí la entonación del darija, lo que me fue muy útil para dirigir las canciones, que tomaron una dimensión tragicómica.

¿Cómo orquestaste las secuencias musicales?

Empecé por ir a fiestas, bodas y celebraciones de nacimientos y las filmé. También vi documentales sobre esas canciones y danzas tradicionales. Nos inspiramos mucho en la realidad. Entonces yo mismo escribí letras para las canciones, partiendo de poemas árabes y bereberes que utilicé para familiarizarme con el lenguaje de la poesía, porque como he dicho, las cosas no se expresan de manera directa, siempre se sugieren.

¿Y la música?

Armand Amar, que conoce esa cultura muy bien y que incluso organizó un show en París con artistas de Marruecos, compuso la música. Igual que en “Live and become”, fundió diferentes tonalidades musicales, desde lo sinfónico a los instrumentos tradicionales, como el oud, con una combinación de fuerza y nostalgia trágica, el duduk, que ya había utilizado antes, y el kamancheh, una violín iraní con un sonido áspero que me gusta mucho. También utilizó a dos magníficas voces femeninas árabes como un letmotif que salpica la película. La mezcla de sonidos crea la atmósfera de la historia y le da al conjunto el aspecto caprichoso que iba buscando.

Nos movemos constantemente entre la comedia y la tragedia.

Es un reflejo de mi vida, y de la vida en general, que es cualquier cosa menos monocromática. Siempre me he caracterizado por hacer un chiste en momentos de pérdida, de un amor, de una persona querida. Es una manera de decirme que estoy vivo, no estoy completamente destruido. Cuando estaba haciendo “El tren de la vida”, conocí a muchos antiguos prisioneros de campos de concentración que decían que habían sobrevivido gracias al sentido del humor, a pesar del enorme esfuerzo por reducirlos a un estado animal. Es lo mismo en “La fuente de las mujeres”. Me di cuenta de que las mujeres que había conocido en las aldeas, que habían sido golpeadas y a veces violadas, eran capaces de tener humor. Como la maltrecha esposa que dice que se ha caído por las escaleras, cuando no hay escaleras en su casa. El humor expresa una fuerza de carácter, nunca una debilidad.

¿Cómo se hizo el casting?

Contrariamente a lo que acostumbro, escribí el papel de Leila con Leila Bekhti en mente. La había visto antes en “Bad faith” de Roschdy Zem y me pareció increíble, a pesar del hecho de que era frágil y estaba empezando. Le pedí que leyera el guión muy al principio, antes de tener una copia final. Fue un intercambio fabuloso. Me recomendó algunos libros, incluyendo uno muy bueno sobre el rol de la mujer en el Corán. Admitió que nunca había dado tanto de si misma en un papel y durante todo un mes trabajamos en cada matiz de su personaje. A nivel humano, nos dio muchísimo apoyo durante el rodaje, que no fue sencillo. Y me impresionó su talento, su profundidad, su voluntad y su fuerza de personalidad. Es una de las grandes.

¿Y las otras actrices?

Seleccioné a Hafsia Herzi muy al principio. Tiene la alegría de vivir justa y la energía para estas jóvenes que quieren que las cosas evolucionen, que era lo que necesitaba para el personaje de Esmeralda. También tiene un gran talento. Con Hiam Abbass quería trabajar hacía muchos años, pero la había considerado para un papel completamente distinto. Fue ella la que sugirió interpretar un personaje más ambiguo y tenía razón. Biyouna fue una sorpresa fantástica. Al principio no sabía si sería capaz de manejar los largos monólogos, puesto que es más cantante que actriz. Pero desde la fase de audiciones me di cuenta que tenía todo lo que estaba buscando, la autoridad, el sentido del humor, la voz y la ironía. Es una gran actriz, se sale de la pantalla. Otro gran descubrimiento fue Sabrina Ouazani. La había visto en películas más oscuras, tanto que me preguntaba si sería capaz de transmitir esa luz. Y en la vida real, esa luminosidad es lo que ella es, la alegría encarnada.

Háblenos de los papeles masculinos.

Había visto a Saleh Bakri en “La banda nos visita”, en la que tenía un papel más monocromático. Pero tiene la dulzura y la parte indignante del personaje de Sami. Otro fantástico descubrimiento ha sido Mohamed Majd, que aparecía en “Le grand voyage” de Ismael Ferroukhi. Es un gran actor marroquí. Tiene un rostro fabuloso y no tiene que pronunciar palabra para expresar sus emociones. Interpreta a un sabio que quiere a Leila y Sami con un amor infinito, pero es capaz de ver lo que está desequilibrado en la comunidad e intenta restaurar la paz.

¿Cuáles fueron las prioridades para la puesta en escena?

Desde el principio supe que esta película me iba a conmocionar tras mi experiencia con “El concierto” en la que la puesta en escena era enorme hasta el punto de aproximarse a una producción americana. Me tenía que separar de eso y escarbar en la verdad y en la materia de la película. Sabía que tenía que ser cercano a los actores, un poco como en un documental, y aún así darle a la película una dimensión de historia, en otras palabras, dar un ligero salto desde la realidad. Así que usé una pequeña cámara, ligera, y rodé casi toda la película con “cámara de mano”. Para imponerme una cierta disciplina no llevé material para dolly o raíles, nada. Solo la Steadycam, lo que me forzó a no realizar movimientos rectilíneos, solo movimientos sueltos, libres. Con ese equipo, llegué a los actores de manera más “accidental”, más inesperada, y sobre todo de una forma no lineal. Eso es lo que le da vida a la película. También trabajamos duro en los ángulos y la profundidad de campo. Quería tener obstáculos a menudo en el enmarque que “cercenaran” al personaje para subrayar esa cualidad cruda y no frontal. Por ejemplo cuando Leila está de rodillas llorando, el árbol a su lado tapa parte de su cara.

¿Hacia que colores te inclinaste?

Quería mostrar tanto la calidez de los colores del paisaje como su aridez. Rodamos con una luz muy intensa, rozando la sobreexposición para capturar el ocre de la tierra, las montañas y las casas. También intentamos rodar el color cobrizo de los rostros, lo que les da sensualidad, pero nos aseguramos de que hubiera una separación con los ocres del paisaje. Además elegimos utilizar muy poco maquillaje, para redescubrir la belleza de las arrugas, la sabiduría en la piel que occidente ha olvidado.

¿Se rodó toda la película en localizaciones reales?

Sí, pero nos dimos cuenta de que la aldea donde rodábamos, aunque era magnífica, también era un poco monocromática y no expresaba del todo el universo de la historia. Con permiso de los habitantes del pueblo le dimos un poco de color, como en los marcos de las ventanas, inspirándonos en las pinturas orientales y de otras partes del mundo árabe y musulmán. Igual con la ropa, los peinados, joyería… Unimos muchas tradiciones pero siendo conscientes y manteniendo la coherencia cultural y cromática.

La película resuena enormemente en términos de revolución con ecos de los movimientos que actualmente agitan el mundo árabe.


Tras hacer muchos viajes a países del Magreb, me he dado cuenta que la mujer tiene cada vez más acceso a la educación y pronto ocuparán puestos administrativos y trabajos de responsabilidad en las compañías. Así que gracias a sus títulos, las mujeres ganarán gradualmente acceso a posiciones de autoridad en la sociedad árabe. Además, leyendo libros sobre el diálogo entre la tecnología y la civilización árabe, parecía inevitable, en algún punto, que la mujer exigiera más derechos y menos rigidez en sus condiciones de vida. Y eso no está en conflicto con el Corán.

Vi que, cuando las revoluciones árabes se producían, algo inevitable antes o después, éstas no podían producirse sin la mujer. Porque ha llegado indudablemente para la mujer el momento de liderar algunas revoluciones reales y no violentas. Los hombres ya no son capaces de tener esa lucidez o de ejercer la no violencia. Hoy sigo esta increíble Primavera Árabe con gran interés. Pero tienes que preguntarte si estas revoluciones llegarán tan lejos como para abordar de verdad problemas reales del ámbito doméstico, la escuela, el hogar, etc. Si cuando terminen habremos conseguido una verdadera relación de igualdad democrática entre sexos. En cualquier caso lo que ha ocurrido en Túnez es muy esperanzador.

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