jueves

OSHO / MÁS ALLÁ DE LA PSICOLOGÍA - CHARLAS DADAS EN URUGUAY (PUNTA DEL ESTE)


Capítulo 42
Cada cual es suficiente

Amado Osho,
El regalo de estar aquí contigo queda ensombrecido por una sensación de desmerecimiento. Y me preocupa porque no me siento tan disponible a Ti como podría estarlo.
¿Puedes ayudarme a disolver esto?

Es esencial entender que la gente realmente valiosa siempre siente que desmerece, y la gente que realmente desmerece nunca lo sien­te. No sentirlo es parte del desmerecimiento; sentirlo es parte de la valía. La pregunta es de Kirtan.

Es bueno que uno lo sienta, porque el sentirse indigno no conoce límites, puedes ascender por él todo lo que quieras; es como el cielo. Y sentirlo significa que el ego se está disolviendo... El ego nunca se siente indigno; quiere probar que todos los demás son indignos y sólo él es digno. La humildad es lo que te hace sentir una indignidad y un dolor que pueden dar a luz una nueva vida.

Por eso no lo consideres un problema. Acéptalo como una bendi­ción. Deja que el ego se disuelva completamente. No puede soportar la sensación de indignidad. Hay algunas cosas en la vida que funcionan de una manera muy extraña. Un verdadero amante nunca siente que está amando todo lo que debería. Siempre siente que puede hacer algo más, que puede hacerlo mejor. Estos sentimientos son parte del amor real. Y un amante hipócrita siempre siente que es el mayor amante del mundo. Es falso, no tiene amor; por eso no surge en él el sentimiento de que puede hacer más. Por el contrario tratará de probar que el otro no es lo suficientemente amoroso.

La vida es muy sencilla en un sentido y muy complicada en otro. No la juzgues por las apariencias. Está perfectamente bien sentirse indigno en algún momento. Eso creará en ti humildad, ausencia de ego, gratitud, desinterés.

Cuando entiendas que este sentimiento de indignidad es uno de los mejores regalos de la vida, una vez que empieces a disfrutar de él, enton­ces irá abriendo las puertas a nuevos misterios. Llegará un momento en el que desapareces, y con tu desaparición también desaparece la indig­nidad, porque no puede seguir contigo.

Por eso sigue pensando en ello como en un fenómeno religioso, como parte de tu meditación, y te llevará al lugar adecuado, donde desa­parecerá el último rastro de tu yo. Con él desaparecerá también la sen­sación de indignidad. Eso no significa que te vayas a sentir muy valioso; sólo significa que la dignidad y la indignidad se vuelven irrelevantes. Estás más allá de ambas.

Por eso lo que está ocurriendo es perfectamente adecuado, Entra en ello profundamente y disfrútalo, pero sin la tristeza del: «Soy indig­no.» Esa tristeza te impedirá...; no lo tomes como un problema a resol­ver, no. No tiene que resolverse, tiene que disolverse, pero la disolución no está en tu mano. Cuando llega a la madurez, se disuelve por sí solo. Y cuando uno no piensa en términos de valía y merecimientos, se hace parte de esta vasta cualidad de ser que te rodea.

Hay millones de flores. Ninguna flor se siente indigna -puede que sólo sea una flor de hierba-, pero tampoco el loto se siente muy valio­so. Esas cualidades no existen en la naturaleza porque el ego no está pre­sente. Todos nuestros problemas están, de una manera o de otra, rela­cionados con el ego.

Si te sintieras valioso, eso sería peligroso porque alimentaría el ego, nutriría el ego. Pero te sientes indigno. Es perfectamente correcto entrar en ello muy a fondo.

Amado Osho,
En el discurso de la otra mañana tuve una comprensión tan obvia
que no me lo podía creer: he sido deshipnotizado.                          
El proceso comenzó en el momento en que oí tu voz, hace diez años. Hoy me siento muy cerca de algo. Podrías haber dicho: «Cuenta hasta tres y estarás despierto.»
Me parece increíble lo profundamente programados que estamos en contra de la hipnosis y sin embargo nos has estado señalando muy delicadamente; tanto es así que incluso creemos que es un insulto cuan­do la gente dice: «0sho te ha hipnotizado», cuando, de hecho, es el mayor regalo que hay en la Tierra.
Tu paciencia, tu brillantez, tu compasión, tu maestría y sabiduría me maravillan constantemente.

Realmente iba a decir: «¡Kaveesha, uno... dos... tres!» Pero des­pués he pensado: “¡Deshipnotizar a Kaveesha antes que a los demás es no tener muy buenos modales!”, por eso me he quedado calla­do. Pero ella lo ha oído de todas formas.

Lo que dice es exactamente cierto. Mi discurso no tiene el propósito habitual que suele tener el discurso: adoctrinar; ese no es el propósito de mis charlas. No tengo doctrina; mi charla es realmente un proceso de des­hipnotización. Con sólo oírme, poco a poco te verás libre de todos los pro­gramas que la sociedad te ha obligado a creer. Simplemente si oyes con un corazón abierto, con agradecimiento, es algo que está destinado a ocurrir.

Ha habido hipnotizadores pero nadie antes había probado el dis­curso mismo como método de deshipnotizar. Puede convertirse en una música para ti; puede relajarte, puede dejarte en silencio, puede dar un nuevo ritmo a tu corazón..., un nuevo sentimiento de presencia, una nue­va percepción de la realidad.

Puedo estar hablando de cualquier cosa. No es que tenga que estar hablando de estas cosas; el tema es algo secundario. Puedo estar hablan­do de A, o B, o C, cosas que no tienen ninguna relación con la deshipnotización. La clave reside en tu forma de escuchar. Si es la correcta, entonces cualquier cosa que diga relajará totalmente tu ser y poco a poco tus condicionamientos empezarán a deshacerse.

Y quiero hacerlo así. No quiero hipnotizarte porque eso significaría hacerte inconsciente. De esta forma no hay necesidad de hacerte incons­ciente. Estás cada vez más consciente, más alerta. Estás consciente y alerta para escucharme. Pero mi propósito no es el de enseñarte algo, sino usar la enseñanza como una excusa para hacerte consciente, alerta, para que puedas comenzar a tocar el superconsciente dentro de ti.

Y desde el superconsciente surge otra cualidad de hipnosis. Los métodos de hipnosis ordinarios pueden ser peligrosos: podrías ponerte en manos de una persona que te usase contra ti mismo, porque eres incons­ciente. No estás en un estado mejor que el de tu consciencia habitual.

Nadie antes ha usado el discurso para ayudarte a volverte supercons­ciente, por eso no tengo que decirte: «¡Deja esto o deja lo otro!», no tengo que darte instrucciones post-hipnóticas. Todo está ocurriendo aquí-ahora, y está ocurriendo en un estado de plena alerta, para que no puedas ser uti­lizado, para que no puedas ser mal utilizado; para que no puedas ser explotado.

El hipnotismo fue condenado porque la gente empezó a explotarlo. Cualquier persona tan inconsciente como tú puede usar la técnica del hip­notismo. Por eso se condenó; por lo demás, un fenómeno tan hermoso que puede ayudarte a entrar en meditación no habría sido condenado.

Mi manera de trabajar no puede ser mal empleada. Y cuando la gente te dice que estás siendo hipnotizada, no te sientas molesta. Diles: «Sí, hemos sido hipnotizados para despertar. Hemos sido hipnotizados para entrar en la superconsciencia. No hemos sido hipnotizados para entrar en los reinos inferiores de la mente, sino en el superconsciente superior y en el superconsciente colectivo.» Y, finalmente, si me sigues escuchando, sin hacer nada, tendrás la experiencia de la consciencia cósmica.

Nunca lo había dicho antes y la gente siempre se lo ha preguntado: si no tengo religión, si no tengo doctrina, si no tengo enseñanza, ¿por qué sigo hablando al público? No se lo podía decir porque no lo habrían entendido. Sólo los que experimenten la relajación de la superconscien­cia podrán verle el sentido. Y entonces, ciertamente, como dice Kaveesha, entenderán cuanto tiempo he estado esperando, cuánta paciencia he tenido, y que he sido condenado por cosas que no tenían nada que ver conmigo. Pero me he quedado en silencio porque no me molesta; lo único que me interesa antes de abandonar mi cuerpo es que la gente pueda alcanzar un estado del que no pueda caer.

No os puedo dar nada más precioso.

Amado Osho,
¿Cómo podemos los sannyasins relacionarnos de manera óptima entre nosotros?
Somos un surtido tan sorprendente de individuos únicos, todos determinados a ser nosotros mismos y a evitar las imposiciones socia­les. Sin embargo estamos unidos  por  un hilo  común: el amor
-nuestro amor por Ti- y todos anhelamos el momento de poder fundirnos en Ti, y poder al fin volver a casa.

No es difícil.

Sólo los individuos pueden relacionarse; las personalidades no pue­den hacerlo. Las personalidades son como sombras. No pueden encon­trarse, no pueden mezclarse, porque no existen. Las personalidades son falsas. Por eso en todo el mundo la gente habla del amor, pero no hay amor. Hablan de amistad, pero no hay amistad; incluso hablan de con­fianza. Pero para eso se necesita una individualidad tremendamente poderosa. Las personalidades no pueden confiar; siempre tienen miedo, miedo de que su realidad quede expuesta, de que sea conocida.

En lo que incumbe a mi gente, no hay problema; no se trata de luchar por la individualidad. Yo os declaro individuos, vuestra indivi­dualidad no es ningún problema; no tenéis que protegerla. Podéis mez­claros y juntaros, podéis ser amigos, podéis ser amantes. Podéis trabajar juntos; podéis trabajar unos a las órdenes de otros sin ningún miedo por­que habéis renunciado a la personalidad, que siempre tiene miedo. Ahora tenéis una individualidad, una roca sólida que no tiene miedo.

Os he contado la historia de Diógenes; fue atrapado por cuatro ladrones. Querían venderle en un mercado de esclavos. Estaban muy contentos de haber encontrado a un individuo tan sano, tan hermoso. Al principio tenían miedo y se ocultaron detrás del árbol donde Diógenes estaba sentado, pensando: «¡Él solo puede con nosotros cuatro!» Es un hombre fuerte.                                                       

Diógenes estaba escuchando sus susurros: «¿Qué hacer? Somos cuatro, pero él solo puede...» Diógenes dijo al fin: «No os preocupéis, venid y llevadme donde queráis.»

Tenían mucho miedo: ¿Qué tipo de hombre era aquel? Le dijeron: «Somos ladrones y queremos llevarte al mercado de esclavos, porque podemos conseguir por ti el precio más alto que nadie ha obtenido nunca. Normalmente no podemos encontrar esclavos con tu individua­lidad, belleza, proporciones, fuerza.»

Diógenes dijo: «No os preocupéis.» Comenzaron a intentar atarle y él dijo: «Alto, no hace falta atarme. Seguidme, conozco el camino.»

No se lo podían creer, ¿aquel hombre estaba loco o qué? Y se pusieron a caminar hacia el mercado de esclavos. Todos los que les veían pasar pensaban que él era el amo y ellos los esclavos. Los cuatro pobres ladrones tenían mucho miedo: «Este hombre puede hacer cualquier cosa. iNo tendríamos que habernos metido con él!

Y esto es lo que hizo: se puso de pie sobre la plataforma donde se exponía a los esclavos para que los compradores puedan verlos y dar una vuelta a su alrededor para inspeccionarlos, y empezó a gritar: «¡Todos los esclavos presentes, escuchadme! Por primera vez hay un amo en venta. Si alguno de vosotros tiene agallas, puede comprarme. Estos cuatro pobres tipos que veis aquí necesitan el dinero. A mí no me importa dónde me toque ir. Mi individualidad no puede ser destruida.»

Hubo un gran silencio. Todo el mercado de esclavos se quedó en silencio porque Diógenes había dicho: «Hay un amo en venta.» Un rey que había venido a buscar algunos esclavos se interesó y estaba dispues­to a pagar el precio que fuera. Diógenes preguntó a los ladrones: «¿Cuánto queréis? No seáis tímidos, pedidlo. ¡Conseguid el dinero y largaros!»

Los ladrones recibieron su dinero. Diógenes se sentó en el carruaje junto al rey y éste le dijo: «Qué extraño. No deberías haber hecho eso.»

Diógenes dijo: «Esos pobres tipos estaban necesitados, y en cuanto a mí, donde quiera que esté seguiré siendo yo mismo.» El rey mismo empe­zó a tener miedo porque estaban solos en el carro y aquel hombre era muy fuerte: podía acabar fácilmente con él con sólo agarrarle del cuello.

Diógenes le dijo: «No te preocupes. Podría acabar contigo ahora mismo, pero no lo haré. Has ayudado a esos cuatro pobres tipos. Iré
contigo y te serviré como esclavo. Lo estoy eligiendo; nadie me lo impone.»

¿Ves la diferencia? Sólo la esclavitud impuesta es esclavitud; una esclavitud aceptada, elegida, es la expresión más alta de libertad. Estás tan seguro de tu ser, de tu individualidad, que no te preocupa ni con­vertirte en esclavo. El rey estaba feliz y dijo: «No, no te haré esclavo, serás mi amigo. Por lo que deduzco tú debes ser Diógenes. He oído hablar de él y creo que no puede haber muchos hombres así. Tú debes ser Diógenes.»

Diógenes respondió: «Sí, soy yo», y vivió con el rey en su palacio, desnudo, a su manera, tal como solía vivir. El rey le dijo: «Estar desnu­do dentro de palacio resulta un tanto extraño, me da vergüenza. Deberías usar ropa.»

Diógenes dijo: «Entonces es mejor que no me hagas tu amigo; hazme tu esclavo. Si la amistad no me permite ser libre, ¿qué tipo de amistad es esa? Hazme tu esclavo y entonces haré todo lo que me digas.» Pero el rey había empezado a amar a aquel hombre. Su sinceridad, su autoridad, tenían un poder magnético. Le liberó y le dijo: «No puedo hacerte esclavo y se que tampoco puedo hacerte amigo mío. Estarías viviendo desnudo en palacio y como vienen otros reyes a residir en él, eso siempre sería problemático.»

Diógenes respondió: «La decisión es tuya. Simplemente soy tu escla­vo. Si me liberas, me parece perfecto. Me siento feliz de que esos cuatro tipos hayan recibido ayuda. Y he encontrado una forma muy hermosa de ayudar a los pobres: si alguna vez estoy con alguien que viva en la pobre­za le puedo decir: "Llévame al mercado de esclavos y véndeme."»

Aquí, conmigo, vuestra individualidad es aceptada, declarada, por eso no tenéis que preocuparos de que os sea arrebatada, aplastada por otros, de que alguien os esclavice, o de que se os fuerce a hacer las cosas.

No os preocupéis, nadie puede forzaros. Siempre tenéis elección. En último término sois vosotros los que decidís, y es bueno tomar decisiones para que las personas que me rodean no sientan antagonismos entre ellas. Me aman, ese es el hilo que les une. No hay organización. Cada sannyasin está conectado conmigo individualmente, pero como es mi sannyasin... Los sannyasins que están unidos a mí tienen que ser respe­tuosos entre ellos, porque cada sannyasin me representa de alguna forma. Tú amor por mí también debe ser compartido por mi gente.

Amado Osho,
Entiendo que has dicho que con la hipnosis se pueden trabajar losproblemas a nivel inconsciente, y que este método presenta la ventaja sobre la psicoterapia de que puede cubrir mucho más terreno en mucho menos tiempo.
¿Basta con que los contenidos inconscientes salgan a la luz duran­te la sesión de hipnosis, o también es necesario que la mente conscien­te tome consciencia de esos contenidos para que la limpieza se realice?

La mente consciente debe tomar consciencia; si no es así, no habrá cambio. Los contenidos de la mente inconsciente son reprimidos por la mente consciente. Para invertir el proceso tienen que volver a la mente consciente, y la mente consciente tiene que expresarlos en lugar de reprimirlos.

Han pasado al inconsciente debido a la represión y a menos que se de el proceso inverso de expresión, seguirán allí. Pueden mostrarse al hipnotizador, pero la mente consciente no llega a conocerlos. Para la mente consciente siguen estando reprimidos y sólo a través de la mente consciente pueden encontrar la forma de salir de tu ser.

No existe una puerta directa desde el inconsciente. Se puede reali­zar un contacto, pero no hay forma de que los contenidos salgan direc­tamente de la mente inconsciente. Primero tienen que pasar por la mente consciente. Es como tu puerta principal. Has entrado por la puer­ta principal. Si quieres salir fuera, tendrás que salir por la puerta princi­pal; si no te quedarás encerrado.

Cuanto más profundamente entras en la mente inconsciente, más gruesas son las paredes. El inconsciente colectivo tiene unas paredes aún más gruesas y el inconsciente cósmico es casi inaccesible. Es muy difícil, incluso para el hipnotizador, conocer lo que está oculto allí. Los conte­nidos de la mente inconsciente son liberados por primera vez a través de la mente consciente, que toma nota de ellos: no sólo toma nota sino que los reconoce, los acepta y los expresa. Por eso digo que las sesiones de hipnosis deberían ser grabadas para que exista una prueba; de otro modo la mente consciente los negará.

Si le dices a alguien: «Te quieres casar con tu madre», la mente consciente simplemente lo negará: «Eso es una tontería, ¿qué estás diciendo? Nunca se me ha ocurrido pensarlo.» Pero su madre fue la pri­mera mujer de su vida, él la amaba y tenía su amor, y ha estado celoso de su padre desde entonces. Por eso todas las sociedades han hecho del respeto al padre una disciplina. Es para impedir la tendencia natural de sentirse celoso y faltarle al respeto.

Todas las sociedades han establecido el tabú de que no puedes ni permitirte pensar que te gustaría amar a tu madre; con sólo pensar en ello, sentirás que estás loco; Pero hubo un día en tu infancia en que lo anhelaste. Poco a poco lo fuiste reprimiendo; no era permisible.

Si el hipnotizador te dice que esto está en tu inconsciente, no vas a aceptarlo. Por eso hay que grabado; y no sólo una vez, sino muchas veces para que puedas hacerte muy consciente de que ese contenido está allí. Entonces puedes relajarte y permitir que el contenido pase directa­mente a tu mente consciente, sin que medie la información del hipnoti­zador.

¿Me sigues? Él te lo dice, pero eso no te va a ser de ayuda. El hecho de que te lo diga sólo puede servir para una cosa: si te convence de que ese contenido está en tu inconsciente y en el silencio permites que salga a la mente consciente, puedes liberarlo desde allí. Ya sabes que es absur­do; no tiene sentido.

Quizá en la infancia tuviste ese deseo, pero ahora entiendes que no tiene sentido y puedes soltarlo; en lugar de reprimirlo dentro, puedes expulsarlo. Y sólo a medida que se vacía el inconsciente, el inconscien­te colectivo puede empezar a hablar. Y a medida que el inconsciente colectivo se vacía existe la posibilidad de que se exprese el inconsciente cósmico. Cuando toda la parte inferior de tu mente, lo profundo de tu mente, queda limpio, es una experiencia muy refrescante, es como si estuvieras bajo la ducha las veinticuatro horas del día. Una vez que esta parte inferior se ha descargado, ya estás listo para ir hacia arriba con gran facilidad.

La mente consciente es la única puerta hacia la mente superior y hacia la inferior. Por eso cualquier cosa que ocurra tiene que ocurrir a través de la mente consciente.

Sigmund Freud y su escuela no han tenido mucho éxito por una razón muy sencilla... Te sorprenderá saber que Freud, al principio, fue aprendiz de un hipnotizador, de un famoso hipnotizador francés. A par­tir de esa experiencia concibió la idea del psicoanálisis, lo que surge en la hipnosis profunda también puede ser expresado a través de los sue­ños. Pero se olvidó de una cosa, que es la cosa que falla en la psicote­rapia.

En primer lugar, no puedes recordar todos los sueños. Estás so­ñando durante seis horas; quizá puedas recordar un sueño, el último, cuando estabas a punto de despertar. Segundo, no se te puede conven­cer de que un sueño es una realidad. Tercero, el sueño no va a repetir­se; en cualquier trabajo científico, la repetición es absolutamente nece­saria para que pueda llegarse a una conclusión objetiva. Puede ocurrir que un sueño venga una vez y no vuelva: hay tantos sueños... Por eso la mente consciente de la persona nunca está convencida de que el conte­nido de ese sueño es real.

Cuarto, el sueño emplea otro lenguaje. No es el lenguaje de la mente consciente, es un lenguaje pictórico, no alfabético. Éste es uno de los mayores problemas y, debido a él, el psicoanálisis tiene que desapa­recer; no puede continuar. Todo depende de la interpretación del psi­coanalista. Puedes contarle tu sueño, pero el sueño no significa nada a menos que él lo interprete.

Ahora bien, esa interpretación puede basarse exclusivamente en su prejuicio personal. Por eso, si acudes a Freud, todo tiene que ver con el sexo. Sueñes lo que sueñes, no habrá nada que no acabe siendo repre­sión sexual. Si llevas ese mismo sueño a Jung, procederá del inconscien­te colectivo: será un mito, mitología procedente de tus vidas pasadas. Lleva el mismo sueño a Adler y no será otra cosa que ambición, volun­tad de poder. Por tanto, si hay mil intérpretes, ese sueño tendrá mil sig­nificados.

En la hipnosis, el inconsciente no utiliza un lenguaje pictórico. Utiliza el mismo lenguaje que la mente consciente, porque habla a la mente consciente de otra persona, del hipnotizador. Por eso el mensaje es muy claro y simple.

Sigmund Freud pensó que había desarrollado un sistema mejor y descartó el hipnotismo porque estaba condenado, condenado por la sociedad. Pero el psicoanálisis no ha sido de mucha ayuda.

Lo que estoy haciendo aquí... si sólo te dedicas a escucharme y la mente consciente se queda en silencio, el inconsciente comienza a soltar vapor. No hacer falta utilizar el lenguaje, ni el lenguaje de los sueños ni el ordinario; simplemente la energía reprimida empieza a surgir hacia el consciente y se libera a través de él. Una vez que hemos limpiado la  mente inferior, podemos ascender fácilmente al reino superior. Pero, para eso, uno tiene que atravesar la mente consciente.

Y en la parte superior de la mente no hay nada; allí no hay nada reprimido. Por eso ni el psicoanálisis ni ninguna otra escuela de psico­logía descubrirán nunca nada, porque no contiene sueños ni represio­nes. Es de una pureza total.

Limpia la mente inferior y un simple método de meditación te dará alas para poder desplazarte hacia arriba. No hay barrera. Irás entrando cada vez más en la luz, más y más profundo en la dicha, y finalmente aca­barás entrando en un punto en el que ni siquiera eres... nirvana.

Amado Osho,
¿Por qué nunca estamos satisfechos con quiénes somos y con lo que nos da la existencia? Siempre estamos buscando algo mejor que hacer, buscando ser otra persona, siempre deseando más lo que tiene el otro que lo que se nos ha dado a nosotros. Como dice el proverbio: «La hierba siempre es más verde al otro lado de la valla.»
¿Por qué es así?

Es porque te han distraído. Has sido dirigido hacia un lugar para el que no estabas destinado. No estás avanzando hacia tu propio potencial. Estás tratando de ser lo que otros quieren que seas, y eso no puede ser satisfactorio. Cuando algo no es satisfactorio, la lógica dice: «Quizá no sea suficiente, hace falta un poco más.» Entonces vas a por más. Miras a tu alrededor y todo el mundo te muestra una máscara son­riente, todo el mundo parece feliz; cada uno engaña a todos los demás. Tú también vienes con tu máscara para que los demás piensen que eres más feliz de lo que eres. Tú también piensas que los demás son más fe­lices.

La hierba parece más verde al otro lado de la valla, pero eso es algo que ocurre a ambos lados. La gente que vive al otro lado de la valla mira tu hierba y le parece más verde. Verdaderamente parece más verde, más gruesa, mejor. Esa es la ilusión que crea la distancia. Cuando te acercas más, empiezas a ver que no es así. Pero la gente mantiene a los demás a cierta distancia. Incluso los amigos, incluso los amantes se mantienen mutuamente a cierta distancia; un exceso de intimidad es peligroso, puede que vean tu realidad.

Y como te han orientado mal desde el principio, hagas lo que hagas seguirás sintiéndote desgraciado. La naturaleza no tiene que ver nada con el dinero, si no los billetes crecerían en los árboles. La naturaleza no sabe nada de dinero, es una pura invención humana, útil, pero también peligrosa. Ves a alguien con mucho dinero y piensas que el dinero le da alegría: miras a esa persona, lo alegre que parece estar, y entonces vas tras el dinero. Alguien tiene salud, y tú corres tras la salud. Alguien está haciendo algo que parece ponerle muy contento; le sigues.

Pero siempre se trata de los demás, y la sociedad se lo ha montado de tal manera que nunca piensas en tu propio potencial. Toda la mise­ria proviene de que nunca eres tú mismo. Simplemente se tú mismo y no habrá miseria ni competición, no te molestará que los demás tengan más, o que tú no tengas tanto.

Y si quieres que la hierba sea más verde no hace falta que mires al otro lado de la valla; puedes hacer que sea más verde en tu lado de la valla. Es muy simple hacer que la hierba sea más verde. Pero sólo te dedicas a mirar a todas partes y todos los céspedes parecen muy verdes; menos el tuyo.

La persona debe enraizarse en su propio potencial, sea cual sea, y nadie debería darle consejos ni guía. Se le debería ayudar a ir donde desee ir, a ser lo que quiera ser. Entonces el mundo estaría tan conten­to que ni te lo podrías creer.

Desde mi infancia, nunca me he sentido descontento por la simple razón de que nunca permití que nadie me distrajera de lo que estaba haciendo o de lo que intentaba ser. Eso me ayudó enormemente. Fue difícil, y las dificultades fueron a más: ahora todo el mundo está contra mí. Pero eso no me molesta. Estoy perfectamente feliz, perfectamente contento. No pienso que pudiera haber sido de otra forma. En cualquier otra posición habría sido desgraciado.

No tengo casa, no tengo dónde vivir y no tengo dinero. Sin embar­go, tengo algo que me produce un contento absoluto. He vivido de acuerdo a mi potencial, y ni la muerte puede hacer que me sienta moles­to. He vivido a mi manera. Todo el mundo puede estar contra mí, pero eso no me molesta. La gente se siente molesta con que sólo otra perso­na esté contra ellos. Se sienten tan molestos; no puedo ni entenderlo.

Hasya me estaba diciendo: «Osho, pronto nos vamos a quedar sin países.»

Yo respondí: «No importa. Primero quedémonos sin países, des­pués ya encontraremos otra cosa. Podemos tener un gran barco y vivir en el barco.» En Creta yo había dicho: «Si no me permitís aterrizar en ninguna parte, conseguiré un avión y viviré en él», por eso empezaron a moverse inmediatamente para que no pudiera aterrizar en ningún lugar de Europa. iEstoy disfrutando mucho de que una sola persona sin poder pueda hacer que todos estos políticos pigmeos se vuelvan locos! Acababa de mencionar lo del avión e inmediatamente el parlamento europeo pasó una resolución, que pronto será discutida y aprobada, por la que no puedo aterrizar en ningún aeropuerto europeo.

Pero encontraremos la manera... En Europa hay países comunistas -Yugoslavia, Checoslovaquia-; podemos aterrizar en sus aeropuertos. No pueden impedirme un simple aterrizaje. Y podremos tener un gran barco con miles de sannyasins, y simplemente vivir en el barco. Y que hagan lo que quieran -bombardear el barco, lo que deseen-; pero hay una cosa cierta, no pueden molestarme.

En las prisiones americanas intentaron importunarme de tal mane­ra que cualquiera se habría sentido molesto. Me despertaron a las cua­tro de la mañana. Era imposible dormir, pero eso no era un problema para mí porque me quedaba tumbado con los ojos cerrados. Me des­pertaron a las cuatro de la mañana para decirme: «Prepárate. A las cinco vendrá un policía que te llevará al aeropuerto.» Entonces me preparé y esperé. Desde las cinco de la mañana hasta las cinco de las tarde sim­plemente estuve sentado esperando; el hombre apareció a las cinco de la tarde.

Y yo le dije: «Debes haber tenido algún problema; doce horas de retraso y sólo vives a tres manzanas de distancia...» A los tres días, cuan­do nos fuimos haciendo amigos, me dijo: «Éstas son las tácticas utiliza­das para asediar a la gente. Perdóname. Iba a venir a las cinco de la tarde pero dije que vendría a las cinco de la mañana para que estuvieses todo el día sentado esperando.»

Pero yo dije: «¿Qué hay de molesto en eso? De todas formas habría estado sentado y... no había nada más que hacer.»

El mundo está en contra de la individualidad.

Está en contra de que seas tu yo natural.

Quiere que seas un robot, y como accedes a ser un robot tienes pro­blemas. No eres un robot. La intención de la naturaleza no era hacer de ti un robot. Y como no eres lo que estabas destinado a ser, sigues buscando constantemente: «¿Qué me falta? Quizá unos muebles mejores, mejores cortinas, una casa mejor, un esposo mejor, una esposa mejor, un trabajo mejor...» Lo intentas durante toda tu vida y vas corriendo de un lugar a otro. Pero la sociedad te ha distraído desde el principio mismo.

Mi esfuerzo es devolverte a ti mismo; y de repente verás que todo el descontento ha desaparecido. No hace falta ser más, eres suficiente. Cada cual es suficiente.

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