UN MARXISMO CON VUELO
METAFÍSICA DE LA CULTURA
(fragmentos de Dialéctica de lo concreto)
QUINTA ENTREGA
Historicidad e historicismo (1)
El famoso fragmento de Marx sobre el arte antiguo ha compartido la suerte de muchas concepciones geniales: su significado real ha quedado oscurecido bajo una multitud de comentarios y la evidencia de las continuas citas. (1) ¿Se planteó, efectivamente, Marx el problema del significado y la supratemporalidad del arte antiguo? ¿Intentaba resolver la problemática del arte y de la belleza? ¿Es el pensamiento citado una idea esporádica y aislada, o tiene conexión con otras concepciones del autor? ¿Cuál es su auténtico significado? ¿Por qué naufragan los comentarios que entienden la cita en un sentido literal, como una invitación a buscar una explicación a la idealidad del arte griego? ¿Por qué naufragan los intérpretes que consideran satisfactoria la respuesta inmediata de Marx, sin detenerse en el hecho de que el manuscrito se interrumpe precisamente en el desarrollo del pensamiento, sin que la argumentación sea llevada a su término?
En el fragmento en el que se ocupa del método de la economía política, de la metodología de las ciencias sociales y de los problemas de la concepción materialista de la historia, las consideraciones relativas al arte tienen un significado derivado: no se examina particularmente la epopeya griega, sino que, con su ejemplo, se aborda una problemática distinta, más general. La atención no se concentra en el esclarecimiento general del arte antiguo, sino en la expresión de los problemas de su génesis y validez: la dependencia histórico-social del arte no coincide con su validez. Lo principal no es aquí la problemática del arte, sino la formulación de una de las cuestiones cardinales de la dialéctica materialista: la relación entre génesis y validez, entre la situación dada y la realidad, entre la historia y la realidad humana, entre lo temporal y lo eterno, entre la verdad relativa y la absoluta. Para que el problema pueda ser resuelto, debe ser antes formulado. La delimitación del problema es, evidentemente, algo distinto de la limitación del problema. Delimitar, y por tanto formular, el problema significa captar y determinar su relación íntima con otros problemas. El problema principal no es la idealidad del arte antiguo, sino una cuestión más general: ¿cómo y por qué la obra artística sobrevive a las condiciones que la han originado? ¿En qué y por qué las ideas de Heráclito sobreviven a la sociedad en que nacieron? ¿En qué y por qué la filosofía de Hegel sobrevive a la clase, como ideología de la cual fue formulada? En verdad sólo de esta forma general se plantea el problema. Y sólo a la luz de esta formulación general puede comprenderse y ser resuelto el problema particular. E inversamente: la problemática general de la verdad absoluta y relativa, de la génesis y de la validez, puede ser ejemplificada con la comprensión de la problemática particular del arte antiguo. (2) La problemática de la obra de arte debe conducirnos a la problemática filosófica de lo eterno y lo transitorio, de lo absoluto y lo relativo, de la historia y la realidad. La obra de arte -y en cierto sentido cualquier obra en general, y por tanto también la obra filosófica y científica, es una estructura compleja, un todo estructurado, en el que se vinculan en unidad dialéctica elementos de distinta naturaleza: ideológicos, temáticos, de composición, de lenguaje. (3) De la relación de la obra con la realidad social no basta decir: la obra es una estructura significativa, abierta a la confrontación con la realidad social, y condicionada por la propia realidad social, ya sea en su totalidad, ya sea en sus elementos constitutivos particulares. Si la relación de la obra con la realidad se entiende como relación de condicionamiento a condicionante, la realidad social, con respecto a la obra, es reducida a la situación social, es decir, a “cualquier cosa” que se encuentre en relación con la obra sólo como premisa externa y como condición exterior. (4) La obra de arte es parte integrante de la realidad social y espiritual del hombre. Para comprender el carácter de la obra de arte no basta, por tanto, que su carácter social y su relación con la sociedad sean esclarecidos exhaustivamente por la “sociología del arte”, que indaga la génesis histórico-social, la eficacia y la resonancia de la obra, o que examina -mediante una indagación histórica- su carácter biográfico o biográfico-social.
Analicemos, en primer lugar, el sentido y el contenido de la tesis, tantas veces repetida, de que la obra de arte se halla socialmente condicionada. La reflexión acrítica transforma esa relación en una conexión única entre realidad social y arte, desfigurando así tanto la naturaleza del arte como de la realidad social. La tesis del condicionamiento social presupone ante todo que la realidad social es algo que queda fuera de la obra. La obra se halla condicionada socialmente pero precisamente por eso se convierte en algo no social, en algo que no constituye la realidad social y que, por tanto, no mantiene una relación interna con esta realidad. El condicionamiento social de la obra es algo que puede establecerse en el curso del análisis de la obra, como introducción general o como suplemento puesto entre paréntesis, pero sin que entre ni pertenezca a la verdadera y propia estructura y, por tanto, sin que corresponda tampoco al verdadero examen científico de la obra. Tanto la realidad social como la obra degeneran en esta relación de recíproca exterioridad, pues si la obra como estructura significativa sui generis no entra en la investigación ni en el análisis de la realidad social, la propia realidad social se transforma en un simple esquema abstracto o en un condicionamiento social general: la totalidad concreta se convierte en falsa totalidad. Si la obra se analiza como estructura significativa cuya concreción se basa en su existencia como elemento de la realidad social y si el condicionamiento social es considerado como única forma de “vinculación” de la obra con la realidad social, la obra se transforma entonces de estructura significativa relativamente autónoma en una estructura absolutamente autónoma: la totalidad concreta se vuelve falsa totalidad. En la tesis del condicionamiento social de la obra se ocultan dos significados diversos. En primer lugar, el condicionamiento social -con respecto a la obra- en posición del Dios de los ilustrados que imprime el movimiento, que da así el primer impulso, pero que apenas concluye su obra se transforma en un espectador que contempla el desenvolvimiento autónomo de su creación, sin influir para nada en su destino ulterior. En segundo lugar, el condicionamiento social significa que la obra es algo secundario, derivado, reflejo, cuya verdad no está en sí mismo, sino sólo fuera de ella. Desde el momento en que la verdad de la obra no se encuentra en la obra misma, sino en la situación objetiva, sólo aquellos que conocen y comprenden esta situación pueden comprender la verdad de la obra de arte. La situación debe constituir la realidad de la que es reflejo la obra. Pero, la situación por sí misma no es la realidad; sólo lo es en la medida en que se concibe como realización, fijación y desarrollo de la praxis objetiva del hombre y de su historia. La verdad de la obra (y para nosotros la obra es siempre una “auténtica” producción artística o literaria, a diferencia de los documentos) no radica en la situación del momento, en el condicionamiento social ni en la reducción historizante a la situación dada, sino en la realidad histórico-social como unidad de génesis y repetición, en el desarrollo y realización de la relación sujeto y objeto como carácter específico de la existencia humana. El reconocimiento de la historicidad de la realidad social, no equivale a la reducción historizante a la situación dada.
Notas
1) La dificultad no estriba en comprender que el “arte y la epopeya griegos estén vinculados a determinadas formas de desarrollo social. La dificultad está en que aun siguen proporcionándonos un goce estético y, en cierto sentido, valen como norma y modelo inalcanzable”. Marx, Contribución a la crítica de la economía política (cursivas del autor).
2) Sólo a esta luz se muestra la conexión del fragmento citado con las demás concepciones y obras de Marx. Un problema semejante fue resuelto por él al valorar la aportación de algunos representantes de la economía política clásica, y al abordar el problema de la verdad objetiva en la ciencia. “Toda ciencia, y por consiguiente también la economía política y la filosofía, es una entidad objetiva que tiene sus propias leyes internas, de acuerdo con las cuales se desarrolla, leyes que son independientes de los caprichos subjetivos de los individuos, y que se imponen incluso a despecho de las intenciones y antipatías de estos. Poniendo de ejemplo a Richard Jones, seguidor de Nalthus y presbítero de la Iglesia anglicana, Marx demuestra este carácter objetivo de las leyes de la ciencia, cuya observación lleva a determinados resultados, independientemente de las posiciones subjetivas del científico”. K. Kosik, La historia de la filosofía como filosofía (La filosofía en la historia del pueblo checo), Praga, 1958, pág. 15 (en checo).
3) Véase Roman Ingarden, Das literarische Kunswerk, Halle, 1931, y también Vinogradov, Problema avtorsva y teoriia stilej, (El problema del autor y la teoría del estilo) Moscú, 1961, pág. 197, L. Dolezel, O stylu moderni ceské prózy, (Sobre el estilo de la moderna prosa checa), Praga, 1960, pág. 183.
4) De nuevo se demuestra que un método falso da origen a involuntarias equivocaciones que los verdaderos investigadores tratan de evitar: el científico habla de “realidad”, pero su método erróneo ha transformado la realidad en algo distinto: es decir, la ha reducido a la “situación dada”.
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