jueves

OSHO / MÁS ALLÁ DE LA PSICOLOGÍA - CHARLAS DADAS EN URUGUAY (PUNTA DEL ESTE)



Capítulo 38
Un Mundo Más Allá del Tiempo

Amado Osho,
Tu visión es muy hermosa y además es particularmente simple. Pero cuando pienso en todo aquello de lo que tiene que limpiarse el ser humano, parece que la cosa se complica. Creo que lo que más le cues­ta soltar al ser humano, para que se pueda realizar tu visión, es lo que llamamos el poder, tanto el mundano como el espiritual. Para mí, esta gente preferiría que el mundo estallara que renunciar a su precioso poder. ¿Es así?

Así es. La gente es tan inconsciente que puede hacer cualquier cosa para mantener su poder, su respetabilidad, aunque eso suponga hacer estallar el mundo entero. Pueden arriesgar cualquier cosa para sal­var su ego. Y son las personas que de manera natural acceden a los pues­tos de poder, porque son los únicos que lo buscan.

Ninguna persona inteligente y creativa busca el poder. Ninguna persona inteligente está interesada en dominar a los demás. Su principal interés consiste en conocerse a sí misma. Por eso las personas con mayor calidad de inteligencia se dirigen al misticismo y los mediocres van en busca del poder. Ese poder puede ser mundano, político; puede estar basado en el dinero o puede ser el dominio espiritual de millones de per­sonas, pero el impulso básico es dominar cada vez a más gente.

Este impulso surge porque no te conoces a ti mismo, y no quieres saber lo que no sabes de ti mismo. Tienes mucho miedo a tomar consciencia de la ignorancia que prevalece en el centro mismo de tu ser. Te escapas de esa oscuridad por medio de estos métodos: ambición de dinero, ambición de poder, ambición de respetabilidad, de honor. Y un hombre que tiene oscuridad dentro de sí mismo puede hacer cualquier cosa destructiva.

La creatividad es imposible para una persona así, porque la creatividad viene de ser consciente, de estar un poco alerta..., luz, amor. La creatividad no está interesada en dominar a nadie, ¿para qué? El otro es el otro; ni dominas a otro ni te dejas dominar por nadie. La libertad es el sabor mismo de mantener esa pequeña alerta.

Pero esta gente está completamente dormida. En medio de su sueño están fabricando bombas atómicas, armas nucleares, sin saber lo que hacen. Lo único que los mantiene en movimiento es una cosa: más y más poder. Y cualquiera que se interponga en su camino debe ser des­truido. No saben nada más. Son bárbaros que no han evolucionado hasta el estado humano. Sí, pueden destruir todo el mundo; ya están preparados para hacerlo. Todos están contra mí porque yo les estoy delatando.

Y estoy sorprendido: en todo el ancho mundo no hay nadie que quiera unir sus manos con las mías porque la gente tiene miedo de los poderosos: pueden destruirles. Uno sólo deja de tener miedo cuando se sabe indestructible; puedes matarle pero no puedes destruir su ser. Pero estas personas han ido desapareciendo lentamente de la tierra. No los hemos cuidado. Los matamos y después los adoramos.

Esto también tiene que ser comprendido, por qué toda la gente que hemos matado -por ejemplo, Jesús, Sócrates, Al-Hillaj Mansoor, Sarmad- son inmensamente respetables después de que han sido asesinadas. Cuando estaban vivos todo el mundo los condenaba, no sólo los que tenían el poder, también los que no lo tenían. Los que no tenían el poder los condenaban para mostrar a los poderosos: «Estamos con vosotros.» Y los poderosos los condenaban porque esta gente tenía una visión. Si su visión tenía éxito, no habría dominación en el mundo; entonces habría seres humanos, cada uno de ellos único, floreciendo a su manera.

Pero a toda esta gente se le adora una vez muerta. Es producto de la culpa. Primero les matan... Los poderosos los matan con el apoyo de los desvalidos, de los dominados; es un apoyo involuntario pero muy fanáti­co, porque quieren mostrar a todo el mundo: «Estamos más contra ellos que vosotros, y estamos más a favor de los poderosos que vosotros.»

Pero una vez que el hombre ya está muerto, crucificado, envenena­do, hay gente que empieza a sentirse culpable, porque en un principio no querían matar a ese hombre. No tenían ningún problema con él; no estaba destruyendo ninguno de sus intereses creados. Simplemente apo­yaban a los poderosos porque tenían miedo de que si no los apoyaban, si se quedaban en silencio, serían sospechosos de apoyar a la persona asesinada.

Un discípulo de Jesús estaba entre la multitud cuando le crucifica­ron -no se parecía a los demás, no era de allí, era un extranjero que nadie reconocía- y le preguntaron: «¿Quién eres tú? ¿Conoces al hom­bre que ha sido crucificado?» Y el dijo: «No, nunca he oído hablar de él. Al ver que venía tanta gente hacia aquí, he venido a ver qué pasaba.» Él tampoco pudo admitir que era un discípulo de Jesús porque sabía que habría acabado en otra cruz.       

Así, finalmente, cuando esta gente está crucificada, los que han dado su apoyo sin ganas empiezan a sentirse culpables: «¿Qué habéis hecho contra este inocente que no había hecho daño a nadie? Y tenía razón en todo lo que decía.» Pueden entender que los poderosos están explotando a todo el mundo.

Este es un mundo extraño. Hay gente que conocemos actualmente como reyes y reinas, pero si sigues su linaje hasta el principio, son des­cendientes de ladrones. ¿Cómo consiguieron los títulos de realeza? Son grandes ladrones que han matado a mucha gente, han acumulado dine­ro, tierra, se han declarado señores de la tierra, y ahora tienen sangre real. Son descendientes de criminales, y no de criminales ordinarios sino de grandes criminales. Pero tienen dinero y tienen poder; naturalmente su sangre es especial.

La gente llana ha sabido desde el principio que se ha visto aplasta­da, asesinada lentamente. Trabajan duro y no pueden permitirse ni una comida al día. Producen, pero los poderosos se apropian de todo su tra­bajo. Por eso, cuando apoyan a los poderosos, lo hacen sin ganas. Esa falta de ganas, cuando el hombre está muerto, se convierte en culpa; comienzan a sentir que han participado en un acto criminal. No han hecho nada pero de alguna forma han participado; estaban mostrando su apoyo a los poderosos.

La adoración surge para quitarse de encima la culpabilidad. La ado­ración sólo es para quitarse la culpa, para lavar la culpa. Así es como las grandes religiones como la Cristiandad...; por lo demás, Jesús no tenía la genialidad suficiente para producir una religión tan grande. Había cien­tos de rabinos muchos más inteligentes, mucho más cruditos que él: era un joven sin estudios, pero su crucifixión cambió totalmente la situa­ción. Después de crucificarle hicieron de él un dios, un dios para los millones de personas que apoyaron su crucifixión. Empezaron a sentir­se culpables.

Si lo examinas en profundidad, podrás verlo. Jesús murió por orden del emperador romano, de su virrey en Judea, Poncio Pilatos, con el acuerdo de los altos sacerdotes del templo judío. Actualmente Roma ha sido la capital de la cristiandad durante veinte siglos, pero la orden de matar a Jesús vino de Roma. Posteriormente llegó el día en el que todo el Imperio Romano se convirtió en la civilización cristiana. Actualmente, el papa sólo tiene un pedazo de tierra -veinte kilómetros cuadrados-, pero constituyen un país independiente. Ha ido encogiéndose lenta­mente; anteriormente llegó a poseer toda Italia. Estaba por encima del estado.

En Roma se mataba a los cristianos. Cristo fue el primero, a conti­nuación cualquiera que se hiciera cristiano moría de la misma forma: cientos de personas fueron crucificadas. Y estas crucifixiones crearon tanta culpabilidad en la gente que de todo ello surgió una gran religión. Pero una religión así sólo puede ser una cobertura psicológica; no puede ser una religión verdadera. Simplemente encubre tu culpabilidad. Cuanto más fanática es una persona religiosa... a través de su fanatismo puedes medir lo culpable que se siente, lo que se esconde detrás.

La cristiandad se convirtió en la mayor religión del mundo por la simple razón de que no sólo Cristo, sino muchos otros que se habían hecho cristianos, fueron crucificados sin juicio previo. Las masas apoya­ban a los poderosos pero en el fondo se sentían heridas: lo que estaba ocurriendo sencillamente era inhumano, no debería haber ocurrido. Pero eran pobres, no tenían poder; no podían hacer otra cosa que ren­dir culto de adoración.

Una religión real siempre es meditación.

Una religión falsa siempre es adoración.

La adoración es un método psicológico para lavarte las manos de la sangre que ves en ellas. Hasta Poncio Pilatos... lo primero que hizo des­pués de ordenar la crucifixión de Jesús fue lavarse las manos, porque no estaba dispuesto a matar a un hombre inocente. Había hablado con él, se había disfrazado para escucharle mientras hablaba con sus discípulos y empezó a amar algo en aquel hombre. Era inocente. Decía cosas locas pero su forma de decirlas era muy hermosa. No tenía estudios pero lo que decía era pura poesía. No sabía mucho, pero lo que sabía lo expre­saba con una gran autoridad. Y no estaba haciendo daño a nadie: si no quieres escucharle, no le escuches; si no quieres seguirle, no le sigas. No está predicando ninguna idea peligrosa.

Poncio Pilatos quería liberarlo. Intentó persuadir a los sacerdotes de que le liberaran porque parecía inocente. Pero los judíos no estaban dispuestos a liberarlo; y cometieron un gran error. Son los responsables de la creación de la cristiandad. En el fondo, los judíos son responsa­bles de todo el derramamiento de sangre que la cristiandad ha produ­cido, y la cristiandad se ha vengado: ha torturado a los judíos, los ha matado, los ha dejado sin hogar. Esto ha venido ocurriendo durante siglos.

¿Quiénes son los que se hicieron cristianos? Unos cuantos judíos que sintieron la inocencia de la persona pero temían a los sacerdotes, a la jerarquía religiosa que estaba en el poder. A continuación hubo mucha más gente crucificada en Roma, y muchos más romanos se hicie­ron cristianos.

Existía el acuerdo de que cada año los judíos pedían a Poncio Pilatos que perdonara la vida a una persona justo el día antes de su gran fiesta religiosa; se hacía por misericordia religiosa, se hacía por compasión.

Poncio  Pilatos  esperaba  que  le  pidieran  que  liberase  a   Jesús -porque había tres personas que iban a ser crucificadas- ya que los otros dos eran grandes criminales. Pero los sacerdotes y la jerarquía de rabi­nos gritó: «¡Queremos a Barrabás!, un criminal que había cometido siete asesinatos. Ni el mismo Barrabás se podía creer que le fueran a liberar, y aquel pobre tipo, Jesús, a quien conocía...; no estaban pidien­do su libertad. ¡Y eso que no había hecho nada!» 

Barrabás fue salvado. Los cristianos no hablan mucho de Barrabás, pero es un personaje tremendamente poderoso y muy importante, por­que el milagro le ocurrió a él, no a Jesús. Se esperaba que Dios salvase a Jesús, pero Dios falló la diana. Barrabás no podía creérselo. Cuando le liberaron miraba atrás una y otra vez, debía haber algún error. Era un gran criminal, no había crimen que no hubiera cometido: violación, ase­sinato... Y siempre estaba bebido, era un borracho.

Pero el rostro de Jesús se grabó en su mente y le torturaba. El tam­bién empezó a sentirse culpable: «No debería haber sido liberado. Era perfectamente justo que me crucificaran. Ese pobre hombre...; yo he tomado su lugar y él ha tomado el mío.» El corazón se le ablandaba un poco al pensar en Jesús. En seis meses volvió a viajar y a asesinar, y fue atrapado otra vez.

Pero la regla era que una vez que el emperador romano había libra­do a alguien de la crucifixión, esa persona no podía volver a ser crucifi­cada. Por eso tuvieron que encontrar una alternativa para esta gente, porque como eran unos criminales tan empecinados era seguro que vol­verían a cometer algún delito. En Roma había una mina de carbón muy peligrosa; esta gente solía ser enviada  picar a la mina de carbón. Y la mina ya era tan profunda que de vez en cuando había un colapso que mataba a miles de trabajadores. Esa era su forma de evitar la crucifixión.

Barrabás fue enviado a la mina de carbón en Roma. A los tres meses la mina colapsó. Murieron al menos tres mil personas; sólo sobrevivió Barrabás, todos los demás murieron. iEse fue el segundo milagro! ¡No podía creer lo que le había ocurrido! Le habían colgado en la cruz y luego le bajaron. No podía creérselo; estaba totalmente preparado para la crucifixión y sabía que había cometido tantos crímenes que aquello estaba perfectamente justificado; ni se planteaba la posibilidad de ser liberado.

¿Y ahora qué había ocurrido? Habían muerto tres mil personas y sólo se había salvado él. Hasta el emperador y la emperatriz romanos se dieron cuenta de que debía ser un hombre de Dios: había vuelto dos veces de la muerte. Fue llamado a Roma. Se había hecho tan famoso que la gente quería tocarle, casi se había vuelto divino: sólo el hecho de tocarle ya era una gran experiencia. Hasta la emperatriz quería tocar a Barrabás.

Pero el emperador dijo: «Una prueba más; las dos ocasiones ante­riores pueden haber sido fruto de la casualidad.» Y la última prueba fue... Cada año se celebraban unos juegos en los que se enviaba a los cri­minales desarmados a luchar contra los leones hambrientos. Barrabás fue arrojado a un león hambriento y pudo salir del aprieto por tercera vez: mató al león hambriento. Entonces hasta el emperador pensó: «Ya no puede ser un accidente.» Nunca se había visto antes... ¡Todos los cri­minales eran comidos por los leones! Esta era la primera vez que un criminal mataba a un león; salió victorioso, sin un rasguño.

Le liberaron y le concedieron la ciudadanía romana. Ya no era un esclavo, porque en aquellos días las personas se dividían en dos catego­rías: los esclavos y los ciudadanos. Le dieron la ciudadanía. Era un gran honor, especialmente para un criminal..., pero había probado tres veces que podía volver de la muerte.

Los cristianos tienen muchos problemas para probar que Jesús hacía milagros. Barrabás era el que hacía milagros. Se esfuerzan en pro­bar que Jesús es el unigénito de Dios, pero parece haber un error: ¡Parece que Barrabás es el unigénito de Dios!

Durante todos esos años Barrabás estuvo llevando el recuerdo del rostro de Jesús, y se había estado sintiendo culpable por haberse salva­do: «Ha habido algún error. ¡Y yo he sido salvado tres veces!» Empezó a reunirse con los cristianos en las catacumbas donde se juntaban para que nadie lo supiera. Escuchó por primera vez el mensaje de Jesús y se hizo cristiano. El día que se hizo cristiano fue atrapado y crucificado, ¡y entonces no le ocurrió ningún milagro! Es una historia muy extraña.

Pero los romanos, que ahora son italianos, comenzaron a sentir que miles de personas estaban siendo crucificadas sólo por tener algo que ver con Jesús y sus enseñanzas. El Imperio Romano desapareció y todas las tierras de los romanos se hicieron cristianas. Y desde allí el cristianismo comenzó a expandirse hacia el resto del mundo.

Para ser cristiano, para ser una persona religiosa, el sentimiento de culpabilidad es básico. La religiosidad real no surge de la culpabilidad sino del silencio, del amor, de la actitud meditativa.

La gente que detenta el poder está a punto de destruir el mundo para no perder su poder. Puedo entender su lógica, aunque quizá ellos mismos no sean conscientes de ella. Su lógica es: Como vamos a morir de todos modos, ¿qué más da que todo el resto del mundo muera? Nuestra muerte es cierta, ¿qué nos importa que el mundo siga viviendo después de nosotros? Debemos tener el poder mientras estemos aquí, y no tenemos que preocuparnos por lo que pueda pasar si estalla una ter­cera guerra mundial.

La lógica interna es: el día que uno muere, todo el mundo está muerto para él. Un día no estabas aquí; que el mundo estuviera aquí o no, no habría supuesto una gran diferencia para ti. Un día no estarás aquí; que el mundo siga estando o que las armas nucleares lo hayan hecho estallar no supondrá ninguna diferencia para ti. Lo que supone una gran diferencia para ellos es que, si están en el poder, quieren pro­bar al resto del mundo que son los más poderosos.

Ahora esta competición ha llegado a un punto suicida, y América tiene prisa para que estalle la tercera guerra mundial. Rusia quiere retra­sarlo un poco porque América ha desplegado una trama de microondas por todo el país; se han invertido en ello miles de millones de dólares. No puedes verla, no obstruye nada; lo único que hace es impedir el paso de armas nucleares. Si se dispara una bomba nuclear sobre América, si un misil viene hacia América, será devuelto; no puede entrar en el país. América se siente segura. Por eso ha ocurrido la refriega con Libia.

La Unión Soviética aún no ha podido... están trabajando muy duro para crear una armadura protectora alrededor del país. Su país es gran­de, vasto; sus recursos financieros no son tan grandes como los ameri­canos, pero siguen preparándose; no tienen otra salida. Estos dos pode­res nucleares están preparando su protección. Entonces América envia­rá misiles a la Unión Soviética que ésta también devolverá. Nadie sabe dónde caerán, caerán en alguna parte. Pero esos países están protegidos y todo el resto del mundo carece de protección. Por eso todo el mundo está en peligro. Ahora mismo, la Unión Soviética todavía no tiene pre­parada la protección; lo de Libia sólo ha sido una forma de comprobar si Rusia está preparada o no. Si hubiera estado preparada, la tercera gue­rra mundial ya podría estar en marcha.         

La Unión Soviética está dispuesta a apoyar a Libia, pero tiene miedo de hacerlo por la simple razón de que aún no dispone de protec­ción para su propio país; necesita tiempo. Por eso los líderes soviéticos hablan de reducir poco a poco la producción de armas nucleares de tal manera que para el final de este siglo toda la producción se detenga; y todo el mundo se queda impresionado ante esa iniciativa.        

América no puede aceptarla porque se ha gastado miles de millones de dólares en una armadura protectora que ahora sería inútil...; miles de millones de dólares en armas nucleares y ninguna oportunidad de utili­zarlas. América tiene prisa; quiere una excusa. Y la distancia no es muy grande, quizá en un año la Unión Soviética ya esté preparada. Por eso, si la guerra tiene que ocurrir, América la quiere cuanto antes.

La hija de Gadafi murió porque América  bombardeó  sus hogares -no dejó ni su tienda en el desierto-y Gadafi se quedó en silencio, no emprendió ninguna acción. Por el contrario, dijo que si América bom­bardeaba cualquier otro lugar, su estrategia consistiría en bombardear ese lugar y culpar de ello a Libia. Libia es un país pequeño, pero es la excusa perfecta para provocar a la Unión Soviética. Y Gadafi dijo: «La próxima vez que Libia sea bombardeada puedes estar seguro de que será el principio de la tercera guerra mundial.» ¿Pero por qué la próxi­ma vez? Porque la Unión Soviética necesita un poco de tiempo.

Si en el mundo hay gente inteligente, deben presentar una protesta unificada ante las Naciones Unidas: «Esto es intolerable. La paciencia tiene un límite, tenemos que prohibir todas las armas nucleares, debemos tirarlas al mar o encontrar la forma de inutilizarlas o darles una uti­lización creativa.»         

Quizá no estemos muy lejos, menos de diez o quince años... América tiene prisa, y la prisa tiene una razón...; ha de ser antes de que la Unión Soviética complete su proyecto de protección, porque después los dos países estarán protegidos. Entonces morirán todos los que no estén participando en la guerra, todos los que no tengan nada que ver con la lucha, los que están fuera de la guerra pero carecen de protección. Los misiles nucleares devueltos caerán por todo el mundo.

La élite intelectual del mundo tiene que crear una atmósfera a nivel mundial que deje muy claro que las consecuencias no se limitan a los Estados Unidos y la Unión Soviética; está implicado el mundo entero. Como todo el mundo va a sufrir, todo el mundo debería unirse contra estas dos naciones y obligarlas a detener esta loca carrera de las armas nucleares y el poder.

Pero no parece haber protesta, no parece haber preocupación. El mundo sigue su viejo surco rutinario. Parece que la gente no tiene nin­guna alerta, ninguna claridad respecto a este problema.

Puedo ver claramente que hay más posibilidades de que el mundo estalle que de que se salve, porque no se está haciendo nada por salvar­lo y se está haciendo todo lo posible para que estalle. Y como yo hablo en contra de esta situación, América está contra mí y la Unión Soviética también está contra mí. Éste es un fenómeno extraño: si América está contra mí, la Unión Soviética debería estar a mi favor. Y también podría ser verdad en el otro sentido. Pero ambas están contra mí, porque en realidad yo no estoy en contra de América o de la Unión Soviética; estoy en contra de este juego de poder que es sencillamente idiota.

Amado Osho,
Hemos experimentado tanto en Oriente como en Occidente con comunas que no han durado mucho tiempo. Buda y otros seres iluminados crearon comunas que sí han durado.          
¿Cuál es la diferencia?

Gautama Buda y otros maestros nunca crearon comunas como las que nosotros hemos creado. Buda tenía seguidores, pero no residían en el mismo lugar... se movían constantemente. Mahavira tenía seguidores, pero no se quedaban en un lugar...; se movían constante­mente. Por eso nadie ha creado comunas como las nuestras. La expe­riencia de cinco mil personas viviendo juntas es totalmente diferente de la experiencia de cinco mil monjes budistas moviéndose de un lado para otro. Y quedándose sólo tres días en cada lugar. E incluso en eso, la astu­cia humana entra en escena.

Los monjes jainas tienen que moverse constantemente excepto durante la estación de las lluvias. En India las estaciones solían ser muy fijas antes de que comenzaran los experimentos nucleares. Hasta los días eran fijos -los días en que empezaban y terminaban las lluvias-, y había tres estaciones claras de cuatro meses cada una. Los monjes tenían que detenerse durante los cuatro meses de la estación lluviosa. Pero eso no implicaba que miles de sannyasins se detuvieran en un lugar concre­to, sino allí donde estuvieran.      

Pero la astucia de la mente humana es tal que yo he visto monjes jai­nas que han vivido toda su vida en Bombay, algunos durante cincuenta años... y les pregunté: «¿Cómo lo hacéis? Porque es algo que va en con­tra de las reglas básicas de vuestra disciplina. A los tres días hay que tras­ladarse.» 

Me dijeron que en los tiempos de Mahavira no había ciudades tan grandes como Bombay. Ahora los monjes jainas se mueven de una parte de Bombay a otra, y de esa forma se siguen moviendo por Bombay, dentro de Bombay, de un lugar a otro. Pero se quedan en Bombay; nunca salen de allí. ¡Qué idea tan inteligente! Se trasladan de un barrio a otro y así están en otro lugar. En los tiempos de Mahavira no había unas ciu­dades tan grandes; estos barrios habrían sido ciudades diferentes. Por eso dicen: «¡Nos vamos moviendo!» y siguen dando vueltas en círculos.

Bombay tiene una población de...; la población residente es de cerca de diez millones de personas. Otros cuarenta millones de personas vienen cada día a trabajar desde las ciudades cercanas y regresan por la noche. En la ciudad hay cincuenta millones de personas. Lógicamente tienen razón al decir que en los tiempos de Mahavira no había una ciudad así, con tanta población. Pero se pierde el punto clave: se trata de no apegarse a los lugares, de no empezar a tener amistades, gustos, disgustos. En tres días no puedes hacer mucho. El primer día llegas, sólo te quedas otro día y al tercero ya te tienes que ir. No es tiempo suficiente para entrar en la política ni en los problemas locales. Este dispositivo de moverse cada tres días se creó para evitar la política del poder, para evitar los problemas locales, los apegos.                                                                                   

Pero se van moviendo cada tres días dentro de la misma ciudad, durante cincuenta, sesenta años. Tienen mucho contacto con la gente. ¡Casi son residentes de Bombay! La gente que disfruta escuchándoles puede desplazarse a donde quiera que estén.

Nadie ha tenido una comuna como la que nosotros intentamos y ambos experimentos han proporcionado profundas comprensiones res­pecto a la naturaleza humana, por eso no han sido un fracaso. Hemos aprendido mucho. Ahora ya no voy a crear una comuna. Voy a crear otra cosa diferente, una escuela de misterios...; habrá cuarenta o cincuenta personas cuidándola y doscientas, trescientas, quinientas personas podrán venir para hacer cursos de un mes, de dos meses, o de tres, y des­pués irse. Y poco a poco podemos formar a gente para que abran escue­las de misterios en todo el mundo. Una escuela es otra cosa diferente. Vienes durante tres meses para aprender algo, para vivir ciertas expe­riencias, y después vuelves al mundo, a tu trabajo, a tu tarea.

El experimento comunitario ha dejado claro que si cinco mil per­sonas viven juntas en una comuna, tendrán que hacer muchas cosas: construir carreteras, construir casas y construir otros servicios para ellas mismas y para los visitantes que vendrán a los festivales. A este gente no le quedará tiempo para la búsqueda real por la que vino en un principio. No tendrán tiempo de meditar. No tendrán tiempo de entrar dentro de sí mismos, de encontrar técnicas y trabajar en ellas, porque hay tanto tra­bajo que no puedes trabajar sólo cinco horas al día y cinco días a la semana; nunca se acabarían las cosas. Tienes que trabajar diez, doce horas al día, los siete días de la semana. Estarás cansado y, además, lo que haces sólo es la infraestructura mínima para instalarte. Pronto ten­drás que empezar a producir, porque si no produces, ¿qué comerás?, ¿con qué te vestirás? Es un círculo vicioso.

Y con cinco mil personas, pronto empezará la política del poder. Hay que encontrar líderes de grupo, coordinadores. No se puede dar libertad a cinco mil personas: «Haced lo que queráis», porque todos se irán a nadar, de excursión, o a tocar la guitarra, y entonces, ¿quién hará las carreteras, las casas, quién cultivará la tierra? ¿Y cómo dispondrás de comida y de ropa? ¿Cuánto tiempo se puede depender de las donacio­nes? Antes o después tendrás que construir fábricas y empezar a produ­cir. Entonces la comuna se vuelve igual al mundo ordinario, ¿para qué tantos problemas innecesarios? Nuestra razón básica era que pudieras lograr cierta compresión de ti mismo. Y eso quedó totalmente olvidado en medio de trivialidades innecesarias.

Por eso la nueva fase de mi trabajo es una escuela de misterios. Tú trabajas en el mundo, donde ya hay carreteras, ya hay casas, no tienes que construirlas. Las fábricas ya están allí... el mundo ha estado creando todo eso durante miles de años. Así es que te lo podrás ingeniar, cinco horas de trabajo durante cinco días a la semana será suficiente. Durante el fin de semana puedes meditar, puedes entrar en el silencio, puedes ir a algún lugar aislado y relajarte. Y en un año podrás ganar tanto dinero, ahorrar tanto dinero, que vendrás aquí un mes, dos meses, tres meses... todo lo que puedas permitirte.

Entonces estar conmigo no tendrá una connotación laboral. Entonces estar conmigo será simplemente alegría, celebración, canto, baile. Esos tres meses serán unas vacaciones. En esos meses te podrás olvidar del mundo. Los dedicarás a la pura búsqueda de la verdad. Y después de tres meses, podrás seguir en tu casa con lo que has aprendido; allí tendrás tiempo. Si trabajas cinco horas tendrás tiempo suficien­te; podrás tomarte al menos dos horas para ti.

Y no sólo eso... cuando empiezas a vivir conmigo también cabe la posibilidad de que me des por supuesto, porque estoy siempre allí. Los nueve meses que pases fuera te acercarán a mí, porque la distancia crea añoranza, crea amor, crea comprensión. Entonces vendrás cada año y después te irás. Lo que puedas permitirte, tal vez puedas venir dos veces. No serás una carga para nadie y no hará falta que nadie te domine; no será necesaria una disciplina estricta; esas condiciones sólo son necesa­rias en un contexto de trabajo. No harán falta coordinadores y así podre­mos evitar las disputas por el poder.                                          

Las dos comunas nos han ayudado a llegar a este punto en el que podemos empezar una escuela de misterios. Sin esas dos comunas habría sido imposible. Ésta es mi forma de ver las cosas. Incluso los fracasos nos acercarán más al éxito, porque cada fracaso te ayuda a entender qué fue mal y cómo fue mal. Por eso ambos experimentos son inmensamente significativos.

Ahora estamos en la posición de crear un lugar completamente dis­tinto que sea un lugar festivo durante todo el año. La gente vendrá y se irá. Se llevarán lo que hayan aprendido y lo practicarán en el mundo, y volverán de nuevo para renovarse, para refrescarse, para ir más allá, más a fondo. Sólo habrá un equipo permanente para cuidar de ti.

Amado Osho,                                                           
Llevo dos semanas aquí contigo y descubro que no hablo ni pien­so en la gente con la que estaba antes. Tengo la sensación de haber estado aquí durante tres meses o más, por todo lo que ha ocurrido. ¿Por qué el tiempo pierde su significado cuando estamos contigo?

El tiempo es un fenómeno relativo. No es absoluto, por eso en dis­tintos contextos tendrá significados diferentes. Si sientes dolor, el tiempo parecerá más largo. Te duele la muela, los segundos te parecerán minutos, los minutos te parecerán horas. ¡Depende de cuánto te duela la muela! Cuando sientes dolor quieres acabar, acabar con él, de alguna forma quieres librarte de él. No quieres prolongarlo, por eso el tiempo parece largo.

Los cristianos nunca han podido explicar por qué su infierno es eterno, y no pueden explicarlo porque la base sobre la que lo han hecho eterno es estúpida. Si la base es el castigo, entonces es absolutamente imposible probar que alguien puede haber cometido tantos pecados como para que el castigo dure eternamente.

Bertrand Russell, una de las mentes geniales de nuestro tiempo, escribió un libro: Why I Am Not A Christian, y éste es uno de los pun­tos que deja claros: «Estoy absolutamente en contra de la idea del infier­no eterno, porque por lo que sé, si todos los pecados de mi larga vida» -y vivió mucho tiempo, casi un siglo- «se pudieran acumular, e inclu­so los pecados que no he cometido sino sólo contemplarlos, esos pecados que he soñado pero en realidad no he cometido... Combínalos todos y el juez más duro no puede condenarme a más de cuatro o cinco años de cárcel. Ahora bien, ¿un infierno eterno? Es tan absurdo e ilógico; me desanima.» Y también menciona otros puntos. Los cristianos no han podido responderle, por la simple razón de que basan sus argumentos en cosas equivocadas.

Mi respuesta habría sido que como el infierno conlleva la idea de sufrimiento, de un sufrimiento inmenso...; puede que sólo dure un ins­tante pero parecerá eterno, sin fin. Es un concepto relativo. Bertrand Russell lo habría entendido inmediatamente, porque escribió un libro llamado The ABC of Relativity. Comprende la idea de relatividad: cuan­do estás contento y feliz con un amigo, con un amante, el tiempo se acor­ta; parece pasar más deprisa. Pasa el tiempo y de repente te das cuenta de que han pasado muchas horas, pero te han parecido minutos. Ante el dolor, el tiempo se alarga, es muy elástico. En el placer, el tiempo se hace muy corto. 

Pero estar conmigo es algo más que placer; es paz, es silencio. Es algo que está más allá de las palabras. Mi presencia puede hacer que lo sientas: el tiempo puede desaparecer completamente. Puedes sentir que el tiempo se ha detenido. Es una experiencia muy hermosa.

Si el tiempo se detiene significa que has entrado en un mundo más allá del tiempo.

Y eso es lo que intento hacer.

Estar disponible a ti, llamarte para que vengas a estar conmigo, simplemente significa que quiero que saborees lo que está por encima del placer. Y en ese momento el tiempo se detiene.

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