jueves

OSHO / MÁS ALLÁ DE LA PSICOLOGÍA - CHARLAS DADAS EN URUGUAY (PUNTA DEL ESTE)



Capítulo 37
Cada Momento es Inseguro

Amado Osho,
Siento que la forma en que Tus terapeutas están trabajando en este momento es muy peligrosa: afirman estar en el mismo nivel que Tú, haciendo el mismo trabajo. Lo que dicen que tienen para ofrecer -escuelas itinerantes y “libertad”- suena muy atractivo para el ego, pero no parece tener ninguna conexión con Tu trabajo.
Me preocupa que la gente inocente, que quiere estar cerca de Ti y quiere guía espiritual, deposite su confianza en ellos, que se presentan con la autoridad de ser los terapeutas elegidos por Ti.
Con Sheela pudimos ver lo que ocurre cuando se emplea mal el poder mundano. La mala utilización del poder espiritual parece una amenaza mucho mayor, porque se trabaja con el ser mismo de las per­sonas.        
Siempre has dicho que eso es lo que ocurre cuando un maestro deja su cuerpo. ¿Hay algún consejo que nos puedas dar ahora para que la historia no vuelva a repetirse esta vez?

La causa de todos los problemas es la mente inconsciente.
Ha habido gente a mi  alrededor que  hacía todo  tipo  de  cosas -eran médicos, dentistas, fontaneros, carpinteros- pero ninguno de ellos tiene tanto ego como la gente que trabaja de terapeuta.
Básicamente, la terapia no tiene nada que ver con la espiritualidad. La estaba utilizando para limpiar la basura que la mente ha ido acumu­lando a lo largo del tiempo. Conmigo, el trabajo del terapeuta era exac­tamente el de un basurero, nada superior a ellos en ningún sentido. Pero en Occidente la terapia tiene connotaciones de espiritualidad porque la palabra espiritualidad no tiene ningún contenido. Existe un vacío que parecen llenar los terapeutas.       
Pero sólo es una apariencia. Ellos no tapan la brecha, no pueden hacerlo; ellos mismos no tienen experiencia espiritual. Todo lo que saben son ciertas técnicas que te permiten limpiar la mente. Pero la lim­pieza mental únicamente hace que te sientas limpio durante unos días, porque no cambia la base, el fundamento de tu ser; simplemente limpia la superficie. Seguirás siendo la misma persona. Volverás a recoger la misma basura, por eso seguirás necesitando la terapia una y otra vez.
Lo mismo ocurre con los demás tipos de psicoterapia, psicoanálisis, psicología analítica; sólo son distintos nombres. No hay una sola perso­na en el mundo de la que los psicólogos puedan afirmar que está purificada, que ya no necesita pasar por otro análisis, terapia, o cualquier otro tipo de proceso.    
Además, los psicoterapeutas, los psicoanalistas, también tienen que pasar por algún tipo de terapia, de análisis, tienen que hacer psicotera­pia de vez en cuando porque ellos también recogen basura. De hecho, ellos recogen más basura porque la gente se descarga en sus sesiones terapéuticas y eso tiene que acabar por afectarles. La gente se quedará un poco más ligera, pero el terapeuta se quedará un poco más cargado; él mismo necesitará terapia. Es un círculo vicioso.                                                                                                      
Mi esfuerzo ha sido llevar a Occidente más cerca de Oriente. Oriente ha desarrollado técnicas espirituales, pero cuando se desarrolla­ron esas técnicas, las personas no estaban tan cargadas de conocimien­tos, de títulos y de todo tipo de basura sin sentido. Esas técnicas se desa­rrollaron para gente inocente.      
Ahora la situación es diferente: si das esas técnicas a la gente direc­tamente, la gente está tan cargada que tus técnicas se perderán en medio de su basura.
Mi comprensión era, y sigue siendo, que la terapia puede ser un buen comienzo; pero no es el final, no es la respuesta. Sólo puede lim­piar la mente durante un breve período, pero durante ese período se ha de introducir una técnica espiritual antes de que la mente se vuelva a cargar.
Si se te introduce a una técnica espiritual, entonces la basura ya no molestará; no podrá crearte más confusión y no necesitaras más terapia. Estás en el camino, ahora la basura habitual no puede impedirte nada.
Pero si ya estás cargado, entonces introducirte a la técnica espiritual es inútil; es echar semillas entre las piedras. Esas semillas no van a vivir, no se convertirán en plantas ni en árboles, no florecerán.
Por eso estaba utilizando las terapias únicamente para el momento, para limpiar el terreno y poder plantar la semilla. A continuación no nos preocupa la basura que puedas recoger. La semilla ya tendrá fuerza sufi­ciente; una vez que ha encontrado su suelo, ya no hay problema. Producirá sus ramas y su follaje, sus frutos y flores, a pesar de la basura que la rodea; ya no importa.
Yo era consciente del peligro: estos terapeutas no tienen experien­cia espiritual y podían comenzar a sentirse como guías, como guías espi­rituales; como si estuvieran ayudando a toda esa gente en su camino. Es muy fácil inflar el ego y hacerlo cada vez más grande.
Estos terapeutas llegaron a mí desde Occidente, porque en Occidente la terapia está cada vez más pasada de moda. La gente se cansa porque... ¿de qué les sirve? Te sientes estupendamente durante unos días y después vienen los baches. Entonces te sientes peor que antes y volver al terapeuta se convierte en una especie de adicción.
Este proceso no tiene fin. La gente va cambiando de una terapia a otra a lo largo de su vida y siempre sienten: «Esta vez va a funcionar.» Y parece funcionar durante un tiempo, pero no cambia nada básico, sólo son toques superficiales, y así vuelves otra vez a cero.
Todos estos terapeutas habían fracasado en Occidente, nadie acu­día a ellos. Cuando vinieron a mí, ya no necesitaron buscar clientes: venían miles de sannyasins y como yo quería hacer cierta síntesis entre los métodos occidentales de terapia y el crecimiento espiritual, les puse a trabajar.
Pero estos terapeutas olvidaron completamente que la gente no había venido aquí por sus terapias. De hecho la gente no estaba muy dis­puesta a hacer sus terapias; yo tuve que persuadirles. Pero poco a poco la gente comprendió que un poco de limpieza les ayudaría a dar el gran salto hacia la meditación. Por eso las personas que había hecho las tera­pias entraba más a fondo en la meditación que los propios terapeutas. Los terapeutas profundizaban en sus egos.
Los terapeutas no meditaban. No me planteaban preguntas, porque hacer preguntas significa que eres ignorante, que no sabes la respuesta; ni siquiera eran lo suficientemente humildes para hacer preguntas. Y se sentían felices, tremendamente felices de no tener la carga de buscarse clientes. La gente acudía por sí misma, y yo la enviaba a sus terapias.
Hice de ellos grandes terapeutas. Intenté refinar sus métodos para hacer de ellos los mejores terapeutas posibles. Solía reunirme con todos los grupos de terapia y preguntar a la gente cómo se sentían, qué había ocurrido. E indirectamente -y con el terapeuta presente- yo sugería qué otra cosa se podía hacer o qué se debería haber hecho. También preguntaba al terapeuta cuáles eran las dificultades con las que se encontraba, qué problemas surgían con la gente; de manera indirecta, porque no quiero herir a nadie, ni siquiera dándoles consejo.
Fui trabajando a lo largo de los años con esos terapeutas y con sus terapias, y ellos empezaron a sentir que se habían convertido en una especie de gurús, de maestros. Y en el fondo había una gran competen­cia entre ellos: Somendra se fue por su rivalidad con Teertha respecto a quién era el mejor terapeuta; simplemente era una lucha de egos.
En lo profundo, inconscientemente, deben haber pensado que antes o después yo tenía que morir. Teertha daba por hecho, sin que nadie le hubiera dicho nada, que sería mi sucesor. Quizá estaba exten­diendo la idea de que iba a ser mi sucesor.     
El día que anuncié en la comuna que nadie sería mi sucesor, sólo dos personas se sintieron mal y yo pude observar a ambas: una era Sheela y la otra era Teertha. Todo el mundo estaba feliz, se alegraba; pero ellos dos estaban tristes. Ese era su objetivo, quizá no de manera consciente sino inconscientemente. Desde ese momento Sheela comen­zó a tratar de destruir la comuna de diversas formas.
Y cuando el Gobierno americano... Ahora todos los gobiernos del mundo se han unido en una conspiración contra un único hombre; me han hecho tan importante, tan poderoso. Se están comportando como idiotas. Ellos tienen todos los poderes; yo no tengo poder y sin embar­go todos ellos están conspirando contra mí. Todo su esfuerzo está dedi­cado a detenerme, a detener mi trabajo, a no dejar que me asiente en ninguna parte, a no permitir que exista otra comuna.
Nuestros terapeutas se han sentido muy felices al ver que ahora no tengo una comuna y todos los gobiernos están contra mí; quizá no encuentre un lugar en ninguna parte del mundo. Ésta es una gran opor­tunidad para ellos.
Y todos los sannyasins están en un estado de vaciedad que estos terapeutas están tratando de explotar. Ahora dicen a la gente que le van a enseñar a ser libre, que le van a enseñar espiritualidad, que le van a enseñar esto y aquello; todo su esfuerzo está dirigido a no perder esta oportunidad.
La gente está necesitada porque, de repente... estaban trabajando, creciendo, y el trabajo se para. Encuentro impedimentos procedentes de todas las direcciones y no puedo trabajar. Y los terapeutas se sienten inmensamente felices: de repente se han convertido en maestros espiri­tuales. No saben nada de espiritualidad, ni el ABC.
Pero no hay de qué preocuparse. Lo único que pueden hacer es hablar de la libertad, e incluso eso sólo será una repetición de lo que me han oído deciros. No tienen nada original que decir, nada que proceda de su propia experiencia, por eso sólo pueden hablar. Que hablen, hablar no va a cambiar a la gente. Y pronto la gente empezará a sentir que estos terapeutas sólo se están aprovechando de la situación.
Entretanto en alguna parte, vamos a crear la escuela de misterios. La existencia no puede ser tan poco compasiva con un hombre que ha estado trabajando sencillamente por la verdad, simplemente por la exis­tencia.
Mi confianza es absoluta.
Esos gobiernos e iglesias no tienen ninguna importancia. Puedenintentarlo con todos sus medios, pero la escuela de misterios se estable­cerá, aunque requiera algún tiempo y suponga algún problema. Y esta vez las cosas se van a hacer de una manera totalmente diferente, para que nadie tenga la idea de ser un gurú.
La historia no se repetirá porque yo sigo aquí. Conozco a todos esos terapeutas y conozco sus problemas. Sé que están en el mismo barco que sus clientes; no están en una consciencia superior en absoluto. Pueden dar consultas, pueden ayudar a la gente a alcanzar cierta claridad, pero eso depende de sus conocimientos. En la misma situación que sus clien­tes, ellos no tienen ninguna claridad.
Pueden mostrar su claridad a todos los demás: eso es muy fácil cuando no eres tú quien tiene el problema. Simplemente puedes acon­sejar a los demás: «Es muy simple. Hazlo así.» Pero lo real es ver si tie­nes claridad, ver si puedes seguir tus propios consejos cuando estás en la misma situación; y esos terapeutas no son capaces de hacerlo. Por tanto no hay problema. Hay que dejarles disfrutar unos días de gloria.
Ni siquiera mencionan mi nombre. Eso es prueba suficiente de que saben que todo lo que hacen está relacionado conmigo, y si mencionan mi nombre ellos quedarán inmediatamente en segundo lugar. Y por pri­mera vez tienen la oportunidad de estar en lo más alto, conmigo era imposible.
Por eso no creo que haya ningún problema. Es bueno, que disfruten unos días. Su disfrute no durará mucho. Pronto empezarán a perder gente.
Una vez que la escuela de misterios comience a funcionar, nadie les va a prestar atención. Incluso ellos mismos tendrán que venir a la escue­la de misterios, y esta vez no como terapeutas sino como simples discí­pulos. No va a haber ninguna terapia. La escuela funcionará de otra forma completamente distinta.


Amado Osho,
¿Cuáles son las cualidades de la persona madura?

Las cualidades de la persona madura son muy extrañas.
Primero, no es una persona. Ya no es un yo. Tiene una presencia,pero no es una persona.
Segundo, se parece más a un niño, simple e inocente.
Por eso he dicho que las cualidades de la persona madura son muy extrañas, porque la madurez da la sensación de que uno ha experimentado, de que tiene más edad, es mayor. Puede ser mayor físicamente, pero espiritualmente es un niño inocente. Su madurez no depende sólo de la experiencia adquirida en la vida. Entonces no sería un niño y tam­poco tendría presencia; sería una persona experimentada, con conocimientos, pero no madura.        
La madurez no tiene nada que ver con las experiencias de la vida.
Tiene que ver con tu viaje interno, con las experiencias internas. Cuánto más a fondo vaya la persona dentro de sí, mas madura será. Cuando haya alcanzado el centro mismo de su ser, será perfectamente madura. Pero en ese momento la persona desaparece, sólo queda una presencia...
El yo desaparece, sólo queda el silencio.
El conocimiento desaparece, sólo queda la inocencia.
Para mí, madurez es otro nombre para realización; has llegado a la plenitud de tu potencial, se ha realizado. La semilla ha hecho un largo viaje y ha florecido.
La madurez tiene una fragancia. Da una gran belleza al individuo. Da inteligencia, la inteligencia más afilada. Hace que la persona sea tan sólo amor. Su acción es amor, su inacción es amor; su vida es amor, su muerte es amor. La persona madura sólo es una flor de amor.
Occidente tiene unas definiciones de madurez que son muy infan­tiles. En Occidente, lo que se entiende por madurez es que ya no eres inocente, que has madurado con las experiencias de la vida, que no te pueden timar fácilmente, que no te pueden explotar, que tienes dentro de ti algo sólido como una roca: una protección, una seguridad.
Esta definición es muy ordinaria, muy mundana. Sí, en el mundo encontrarás gente madura de ese tipo. Pero mi forma de ver la madu­rez es muy diferente, diametralmente opuesta a esta definición. La madurez no te hará como una roca; te hará muy vulnerable, muy suave, muy simple.
Recuerdo... Un ladrón entró en la cabaña de un maestro. Era una noche de luna llena y entró en ella por error, porque, ¿qué va uno a encontrar en casa de un maestro? El ladrón estaba mirando y se quedó muy sorprendido porque no había nada, y de repente vio a un hombre que venía con una vela en la mano.
Aquel hombre le dijo: «¿Qué estás buscando en la oscuridad? ¿Por qué no me has despertado? Estaba durmiendo junto a la puerta delan­tera y podría haberte mostrado toda la casa.» Y el hombre parecía tan simple y tan inocente, como si no pensara que nadie pudiera ser un ladrón.
Ante su inocencia y simplicidad, el ladrón le dijo: «Quizá no sepas que soy un ladrón.»
El maestro dijo: «Eso no importa, todo el mundo tiene que dedi­carse a algo. La cuestión es que he estado en esta casa durante treinta años y nunca he encontrado nada, así que ¡busquemos juntos! Y si encontramos algo nos lo podemos repartir como compañeros. Yo nunca he encontrado nada en esta casa, está vacía.»
El ladrón tenía un poco de miedo..., aquel hombre parecía tan raro. O estaba loco, o... ¿quién sabe de qué tipo de hombre se trataba? Quería escapar, porque traía cosas de otras dos casas y las había dejado fuera.
El maestro sólo tenía una manta -era todo lo que poseía- y como era un noche fría, le dijo la ladrón: «No te vayas así, no me insultes; nunca podría perdonarme que un pobre hombre entrara en mi casa de noche y se fuera con las manos vacías. Toma esta manta. Te vendrá bien, hace mucho frío ahí fuera. Yo estoy dentro de la casa, aquí hace más calor.»           
Cubrió al ladrón con la manta. ¡El ladrón se estaba volviendo loco!
Dijo: «¿Qué estás haciendo? ¡Soy un ladrón!»
El maestro dijo: «Eso no importa. En este mundo cada uno tene­mos que ser algo, tenemos que dedicarnos a algo. Puede que tú robes, pero eso no importa, una profesión es una profesión. Simplemente hazlo bien con mis bendiciones. Hazlo perfectamente, no dejes que te pillen; si no tendrás problemas.»
El ladrón dijo: «Eres muy raro. ¡Estás desnudo y no tienes nada!»
El maestro dijo: «¿Sabes qué?; ¡me voy contigo! La manta era lo único que me retenía en esta casa; ahora ya no queda nada. Me voy con­tigo, viviremos juntos. Y parece que tú tienes muchas cosas; es una buena asociación. Yo te he dado todo lo que tenía. Tú también puedes darme un poquito. Eso estaría bien.»
El ladrón no podía creérselo. Sólo quería escapar de aquel hombre y de aquel lugar. Dijo: «No, no puedo llevarte conmigo. Tengo esposa e hijos, tengo vecinos… ¿qué van a decir?: "Has traído un hombre des­nudo."»
El maestro respondió: «Es verdad. No quiero ponerte en una situa­ción difícil. Puedes irte, yo me quedo en esta casa.» Y mientras el ladrón se iba, el maestro le gritó: «¡Eh, vuelve!»
El ladrón no había oído nunca una voz tan potente. La sintió como si fuera un cuchillo y tuvo que volver.
El maestro le dijo: «Debes aprender a ser más cortés. Te he dado una manta y ni siquiera me lo has agradecido. Por eso, para empezar, dame las gracias; es algo que te será de gran ayuda. En segundo lugar, abriste la puerta al entrar: ¡ciérrala cuando salgas! ¿No ves que hace mucho frío, que te he dado mi manta y que estoy desnudo? Está bien que seas un ladrón, pero en lo que se refiere a los modales, soy una per­sona muy exigente. No puedo tolerar este comportamiento. ¡Di gra­cias!»
El ladrón tuvo que decir: «¡Gracias, señor!», cerró la puerta y salió corriendo. ¡No podía creer lo que le había ocurrido! No pudo dormir en toda la noche. Se acordaba una y otra vez...; nunca antes había oído una voz tan fuerte, con tanto poder. ¡Y el hombre no tenía nada! Al día siguiente preguntó por allí y se enteró de que era un gran maestro. No había hecho bien; había sido absolutamente reprochable ir donde aquel pobre hombre que no tenía nada. Pero era un gran maestro.
El ladrón dijo: «Puedo entender por mí mismo que es un hombre muy extraño. En mi vida he estado en contacto con todo tipo de gente, desde los más pobres a los más ricos, pero nunca...; siento escalofríos por todo el cuerpo con sólo recordarlo.
«Cuando me llamó no pude huir. Era totalmente libre, podría haber cogido las cosas y salir corriendo, pero me fue imposible. Había algo en su voz que me empujaba a volver.»
A los pocos meses atraparon al ladrón y el magistrado del tribunal le preguntó: «¿Puedes nombrar a una persona que te conozca en este vecindario?»
Él dijo: «Sí, hay una persona que me conoce». Y nombró al maestro.
El magistrado añadió; «Es válido; que se llame al maestro. Su testi­monio vale tanto como el de diez mil personas. Lo que diga de ti será suficiente para emitir un juicio.»
El magistrado preguntó al maestro; «¿Conoces a este hombre?» Y el maestro respondió: «¿Conocerle? Somos socios. Es mi amigo. Incluso un día vino a visitarme en plena noche. Hacía tanto frío que le di mi manta. Como puedes ver la está usando. Esa manta es famosa en todo el país; todo el mundo sabe que es mía.»
El magistrado preguntó; «¿Es tu amigo? ¿Y no roba?»
El maestro dijo; «¡Nunca! Nunca puede robar. Es tan caballero que cuando le di la manta me dijo, "gracias, señor." Al salir de casa cerró las puertas silenciosamente. Es un tipo muy amable y educado.»
El magistrado respondió: «Si tu dices esto, entonces todos los testi­monios de los testigos que han dicho que es un ladrón están anulados. Queda libre.» El maestro se fue y ladrón lo siguió.
El maestro preguntó: «¿Qué haces? ¿Por qué vienes conmigo?» Y el respondió; «Ahora ya no podré dejarte nunca. Me has llamado amigo tuyo, me has llamado socio. Nadie me había dado nunca ningún respeto. Eres la primera persona que dice que soy un caballero, una per­sona agradable. Voy a sentarme a tus pies y voy a aprender a ser como tú. ¿De dónde proceden tu madurez, tu poder, tu fuerza, esa forma tan diferente de ver las cosas?
El maestro dijo: «¿Sabes lo mal que me sentí aquella noche? Te habías ido; hacía mucho frío. Sin manta no podía dormir. Me quedé sen­tado en la ventana mirando a la luna llena y escribí un poema: "Si fuera lo suficientemente rico hubiera dado esta luna perfecta a ese pobre hom­bre, que vino a oscuras a buscar algo en la casa de un mendigo. Le hubiera dado la luna si hubiera sido lo suficientemente rico, pero yo mismo soy pobre. Te enseñaré el poema, ven conmigo.
»Aquella noche estuve llorando, pensando que los ladrones debe­rían aprender algunas cosas. Cuando vienen a casa de un hombre como yo deberían informar con dos o tres días de antelación para que pudié­ramos preparar algo y así no tengan que irse con las manos vacías.
»Y es bueno que te acordaras de mí ante el tribunal; esos elemen­tos son peligrosos, te podrían haber maltratado. Aquella misma noche me ofrecí para ir contigo y ser tu socio, pero te negaste. Y ahora quie­res... No hay problema, puedes venir. Compartiré todo lo que tengo contigo. No es material: es algo invisible.»
El ladrón dijo: «Eso puedo sentirlo, es algo invisible. Pero me has salvado la vida, y ahora es tuya. Haz con ella lo que quieras. Yo simple­mente la he estado malgastando. Al verte, al mirarte a los ojos, siento que hay una cosa cierta: tú puedes transformarme. Me quedé enamora­do aquella misma noche.»
La madurez para mí es un fenómeno espiritual
.
Amado Osho,
A menudo te oigo decir que podemos despertar en cualquier momento. Tus palabras y tu forma de decirlas me conmueven tanto que a menudo me pongo a temblar. ¿Qué es lo que impide despertar? ¿Es el inconsciente realmente tan poderoso? ¿Necesito mucha más limpie­za en seco?

El inconsciente ciertamente es muy poderoso e inmenso. Es todo tu pasado, desde el principio mismo. Todo lo que ha pasado en la existencia es parte de tu inconsciente. Es tan largo y tan infinito como tu pasado, pero lo mismo pasa con tu superconsciente. Es tan largo e infinito como tu futuro. Tú estás justo en el medio, siempre estás en el medio.
El pasado es muy poderoso porque ya ha ocurrido, y ha dejado su huella en ti. El futuro no es tan poderoso porque aún no ha ocurrido; sólo es una posibilidad. El pasado es una realidad; es historia. Tu incons­ciente es tu historia, y es tremendamente vasta; tu superconsciente, es decir tu despertar, sólo es una probabilidad. Puedes seguir posponién­dolo.
Y eso es lo que tu pasado consigue hacer. Sigue diciéndote que es una buena idea -uno tiene que despertar, tienes que intentarlo- pero todo esto son formas de posponerlo. El pasado sigue preguntándose    cómo despertar. La idea es atractiva, pero ¿cómo despertar? Ese «cómo» también es una forma de posponer el despertar. Por eso, cuando digo: «¡Despierta!», algo en tu inconsciente se mueve y sientes un escalofrío.
El inconsciente es un muro muy grueso, pero no puede impedirte despertar; sólo puede posponerlo, y eso también depende de lo profun­damente que me escuches, de si me estás oyendo o escuchando. Recuerda la distinción entre ambas palabras.
Oír es simple, cualquiera que tenga orejas puede oír, pero escuchar es algo más que oír. Escuchar significa oír sin que tu mente se inmiscu­ya, interprete, medie, coloree lo que estás escuchando, aporte connota­ciones, asociaciones procedentes de tu pasado; es decir de tu incons­ciente.
Cuando digo: «¡Despierta!» yo sólo le doy un significado. Si oyes puede que tú le des otro significado, pero si escuchas, entonces tu signi­ficado será el mismo que el mío. Escuchar significa dejar la mente de lado, para que lo que se te transfiere vaya directamente a tu corazón, a tu ser mismo.
Entonces quizá puedas despertar en cualquier momento. Cualquier pequeña cosa puede precipitarlo. Es impredecible; uno no puede decir cuando, uno no puede decir qué le va a ayudar. Yo sólo puedo seguir dando explicaciones para que se reúna a tu alrededor el significado del despertar. Entonces cualquier cosa...
La gente se ha iluminado, ha despertado en situaciones muy extra­ñas; no existe relación causal. Lao Tse se iluminó mientras estaba senta­do debajo de un árbol y una hoja seca empezó a caer de él. Como no hacía viento, la hoja empezó a caer despacio, como una pluma, y él sim­plemente la contempló caer. Y cuando llegó al suelo, le ocurrió algo que no tenía nada que ver con la hoja.
Él simplemente observó cómo caía la hoja, su abandono, ningún esfuerzo para quedarse un poco más en el árbol. Había estado en el árbol toda su vida, pero ni siquiera miró atrás, ninguna prisa por llegar a ninguna parte, sólo un tremendo abandono, dondequiera que el vien­to la lleve... Una gran confianza. Todas estas cosas le pasaron a Lao Tse con la caída de la hoja. Desde aquel día fue un hombre diferente.
El maestro sólo puede hacer una cosa: puede ir hilando a tu alre­dedor significados de mil clases. Quizá uno de ellos active tu proceso, pero no se puede decir nada al respecto; depende de tantas cosas que es impredecible. Y por muy grande que sea el inconsciente, no vale nada.
Despertar, incluso durante un momento, tiene un valor tremendo, y cuando permaneces despierto te conviertes en el emperador de la exis­tencia.
Vivir inconscientemente es ser sólo un mendigo.

Amado Osho,
Hay un viejo dicho que afirma: «Eres lo que comes.» Pero en Ca­lifornia es «Eres lo que conduces»; en Italia, «Eres lo que vistes», y en Francia, «Eres lo que bebes.»
El otro día alguien dijo: «Eres lo que eres», y entonces pensé: «No eres quien piensas que eres.» Osho, estoy confuso, ¿quién soy yo?

Tú simplemente no eres!
No te confundas porque no hay nadie. Todas estas definiciones son un ejercicio inútil porque tratan de definir algo que no existe. No eres, por eso ninguna definición puede definirte. Tu nada es tu indefinibilidad. Te hace infinito, te hace eterno, te hace parte del misterio incog­noscible de la existencia.
Cualquier cosa que se pueda definir carece de valor.

Amado Osho,               
Los que hemos tenido la suerte de estar contigo en tus visitas a dis­tintos países a lo largo de los últimos meses hemos recordado constan­temente lo precioso que es el tiempo que pasamos contigo. Ha sido imposible caer en la complacencia e imaginar que estarás con nosotros para siempre. 
Vivir en tal inseguridad podría darnos pánico; una reacción derro­tista porque no nos permitiría estar disponibles a los momentos que tenemos contigo. La alternativa es cabalgar la incertidumbre que vivi­mos para afilar nuestra consciencia y suavizar nuestros corazones, y así estar más abiertos a Ti que lo que hemos estado nunca.
Yo veo que Tú -que representas todo lo que tiene valor y contri­buye al mundo, que eres la expresión más magnífica de la plenitud de la existencia- aceptas con gracia, dignidad y humor lo que la existen­cia ordena.          
¿Cómo puedo no ser amable y estar agradecido a lo que ha sido, a lo que es ahora mismo y a lo que pueda ser en el futuro, aunque no sea de nuestra elección?

Es una gran oportunidad para todos vosotros.
He estado diciendo durante toda mi vida que todos vivimos en la inseguridad. Lo habéis escuchado y pensabais que lo habíais entendido, pero no era así.
Ahora es la realidad. No tengo ni que deciros que cada momento es inseguro.
De hecho es así siempre. Todos estos estúpidos gobiernos os han dejado aún más claro que cada momento es incierto, inseguro; no pue­des darme por supuesto.
Pero eso no tiene que darte miedo, no tiene que darte pánico, que ponerte triste, que preocuparte, porque todas estas cosas no cambiarán la inseguridad. Todas estas cosas simplemente te harán olvidar la inse­guridad, y te ayudarán a perderte el momento presente, que ya tienes y que es seguro. El momento siguiente puede ser inseguro.
Por eso me gustaría decirte: usa el momento seguro al máximo y no te preocupes del próximo momento que siempre es inseguro. En nues­tra situación todavía es más evidente. Y es bueno que lo sea. Eso te remi­tirá al momento presente; si no podrías seguir dormitando. Uno sabe que el mañana está allí.
Pero en nuestra situación el mañana no está seguro; mañana puede pasar cualquier cosa. Pero no sientas pánico, porque eso no va a cam­biar la situación. Eso simplemente sería perder la oportunidad.
Puedo entender que es difícil vivir en esta inseguridad. Pero la rea­lidad es así, no se trata de un caso especial. Todo el mundo está vivien­do en la misma inseguridad, sólo que ellos no están en la situación en que la inseguridad se hace tan evidente que no hace falta decir nada al respecto. La inseguridad está allí, está en todas partes. No hay ninguna distinción, no hay diferenciación, pero vosotros sois afortunados porque no podéis perderos este momento. Sabéis que mañana me pueden alejar de vosotros. No podéis permitiros perder este momento; es todo lo que tenéis, por eso tenéis que beber de mí.
Al entrar y al salir de aquí paso junto a un habitación en la que hay una preciosa estatua de La Última Cena. Jesús y sus seguidores debían estar en una profunda inseguridad; al día siguiente podía pasar cual­quier cosa. Pero vosotros estáis en una inseguridad aún mayor, porque ellos ya sabían lo que iba a ocurrir el día siguiente. Se sabía muy bien que Jesús sería crucificado; por eso era la Última Cena con el maestro. No vol­verían a comer con él. De alguna forma no era tan inseguro; era cierto, mañana sería crucificado. Había una certeza.
Aquí, ni siquiera está presente esa certeza. Mañana puede pasar cualquier cosa, a mí, a vosotros. En lo que me concierne, yo sabía que esto estaba destinado a ocurrir. Antes o después todo el mundo se pon­dría contra mí, porque yo estaba luchando contra todo el podrido mundo.
Es una sorpresa que hayan aguantado tanto. Pueden destruirme muy fácilmente, pueden dispararme, pero tienen miedo: si me matan, crearán la mayor religión que haya existido en el mundo. Jesús sólo tenía doce seguidores pero su crucifixión le hizo ganar muchos simpatizantes; el hecho de matarme iría contra ellos, por eso no pueden hacerlo.
Lo único que quieren es mutilarme, crear una situación que no me  permita entrar en ningún país, que la gente no pueda venir a verme, que esté aislado de los medios de comunicación, que la gente que trabaja para mí se canse, que se vean tan acosados que piensen: «Esto es demasiado», y así se pare todo el trabajo..., porque yo no puedo hacerlo todo. Pueden parar el trabajo y pueden aislarme, porque si me cierran las puertas de todos los países a donde voy, si empieza a cerrarme las puertas...
Ahora lo están haciendo aquí. Me quedó asombrado: nunca se me había ocurrido pensar que hasta en la administración de justicia no hay otra cosa que políticos arteros. Me detuvieron en Carolina del Norte sin presentar una orden de arresto. Ni siquiera me dijeron por qué me esta­ban arrestando, lo que es absolutamente ilegal. No permitían que infor­mara a mi abogado, cosa que no sucede en una democracia. Y final­mente no pudieron probar el caso; no pudieron probar nada contra mí. Liberaron a la gente que estaba conmigo; tres fueron liberados porque volaban en otro avión, y los tres que estaban conmigo fueron liberados bajo fianza de setenta y cinco mil dólares.
Ayer mismo recibimos una carta de la oficina del fiscal general con el sello de la administración de justicia, ¡y es una carta tan artera! Como ven que van a fracasar completamente, que no pueden probar nada, quieren abandonar el caso. Me acosaron durante doce días; tomaron las pertenencias personales de todas las personas que estaban en el avión y no las han devuelto. Y viendo que no pueden probar nada -no tienen nada-, quieren abandonar el caso. Pero archivar el caso significaría devolver la fianza de setenta y cinco mil dólares depositada por esas tres personas, porque si no va a haber juicio y se archiva el caso, se debe devolver el dinero, ¿Por qué habría de retenerse?     
Pero puedes ver la avaricia y la astucia... Querían archivar el caso sin devolver el dinero. Así que declararon, con el sello del magistrado,­ que habían llamado a los tres testigos y que los testigos no habían com­parecido ante el tribunal; entonces sus depósitos de setenta y cinco mil dólares quedan confiscados por el Gobierno, y el caso queda archivado.
Nunca nos informaron de que iba a haber una audiencia y no tienen ninguna prueba de que nos hayamos negado. Nuestra gente estaba dispuesta a ir y les estuvimos preguntando, nuestros abogados les estuvieron preguntando continuamente: «¿Cuándo, en qué fecha?» Nunca se lo dijeron a nuestros abogados, nunca nos informaron. Incluso en los tribunales -tribunales federales- mienten diciendo que nos informarán, y, que como no comparecimos ante el tribunal, hemos perdido el dinero.
Y ni siquiera mencionan los efectos personales, que están valorados en casi tres millones de dólares. Tampoco nos los han devuelto.
Han enviado la carta aquí. Respecto a mí, dicen que no tienen nin­gún cargo, pero que no pueden decir nada respecto al futuro. Si asesino a algún funcionario de los Estados Unidos; entonces presentarán cargos contra mí. Y añaden que como uno de mis sannyasins se le ha imputa­do un intento de asesinato, entonces cabe la posibilidad... No nombran a la persona. Es Sheela.
Yo la delaté. Invité al Gobierno, yo le conté al Gobierno todos los crímenes que había cometido, y ahora la asocian conmigo; es como si cuando un cristiano asesina a alguien el responsable fuera el papa. Que uno de los cinco mil sannyasins de la comuna cometa un delito no sig­nifica que yo sea un candidato para hacer lo mismo.
Es muy extraño que simplemente digan: «Un funcionario de los Estados Unidos.» Y si mato a un ciudadano de los Estados Unidos, ¿entonces qué? ¡Según la carta soy libre de matar a los ciudadanos ame­ricanos, no me acusarían mientras no sean funcionarios!
Parece tan estúpido, o bien haces una lista de todos los crímenes que un hombre puede cometer, o no mencionas ninguno. Ahora mismo no hay ningún cargo contra mí. Simplemente podrían haber dicho: «No tenemos ninguna causa pendiente contra él.» Es suficiente. ¿Quién dice que si en el futuro asesino a vuestro  presidente no tendréis cargos con­tra mí?
Pero cuando dices que si asesino a un funcionario de los Estados Unidos entonces habrá cargos, eso significa que puedo asesinar a cual­quier otra persona que no sea un funcionario. La inclusión de esta cláu­sula me permite cometer cualquier crimen, y no se pueden presentar cargos contra mí; si no, ¿por qué no se incluyen en la carta? 
Pero sólo lo hacen para crear miedo, una paranoia... Antes de que nos llegara la carta se la enviaron al presidente, y se ha puesto a temblar, tiene miedo.
Toda esta gente pertenece a la misma raza: los políticos. Piensan de la misma forma. Sus partidos pueden ser distintos, sus países pueden ser diferentes, pero sus razonamientos básicos son los mismos. Si ven que América, siendo un poder tan grande, tiene miedo, entonces un peque­ño país como éste no debería correr el riesgo.
Alemania insiste al Gobierno, a cada Gobierno, que soy un hombre peligroso. No se equivocan, pero el significado que dan a «hombre peli­groso»...; quizá mate a su presidente o cree un movimiento terrorista o comience a lanzar bombas a la gente y a secuestrar sus aviones. ¿A qué se refieren con «hombre peligroso»?          
Un hombre, en España, un famoso novelista, se interesaba mucho por mí porque ha leído varios de mis libros traducidos al castellano. Ha estado trabajando durante un mes para que pudiera ir a España; es bien conocido en todo el mundo hispano hablante, respetado incluso por los políticos. Habló con el presidente, con el primer ministro, con la fami­lia real, y todos estaban dispuestos a que fuera allí. Entonces empezaron a recibir cartas de Alemania, de América, de Grecia, de Italia.
Ayer mismo me informó: «Ahora está más difícil. Hasta el presi­dente me ha dicho; "No te metas en esto. Ese hombre es muy peligroso. Asociarte con él te puede traer problemas; mantente al margen, ¡ni men­ciones su nombre!"»
Pero él preguntó: «¿Cuál es el peligro?»
Y le dijeron: «¡No preguntes! Es una situación muy peligrosa.»
Tantos países... El parlamento europeo ha aprobado un decreto por el que no me permiten aterrizar en ningún aeropuerto europeo. Los par­lamentos de países como las Bahamas, Panamá y algunas islas cerca de Panamá -ni siquiera había oído sus nombres- han empezado a discutir y a decidir que no deben permitirme el acceso a sus países.
La vida de cada hombre es insegura, pero no eres consciente de ello. Sigues adelante, medio dormido. Sí, la gente muere, la gente es ase­sinada, y todo lo demás también ocurre: cáncer, SIDA, y todo lo demás, pero sigues pensando que no te va a ocurrir a ti. En mi caso no es que vaya a ocurrir, ya está ocurriendo.
Así, cada momento es inseguro.
Y tienes que tener coraje, estar alerta, y ser capaz de usar la opor­tunidad que puede presentarse en cualquier momento. Has de llegar a la conclusión de que es bueno que la realidad, que para los demás está oculta, para nosotros ya no lo está; está clara y evidente. ¡Afróntala! y la única forma de afrontarla es vivir momento a momento, tan total e intensamente como puedas.
No puedes permitirte dormitar y estar inconsciente, simplemente ir tirando. Tienes que estar alerta. Tienes que ser una llama para que no te importe lo que pase al momento siguiente: has vivido mi presencia, mi amor, tan totalmente como has podido.

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