UN MARXISMO CON VUELO
METAFÍSICA DE LA CULTURA
(fragmentos de Dialéctica de lo concreto)
CUARTA ENTREGA
El arte y el equivalente social (3)
Si en relación con la obra de arte la realidad social es considerada exclusivamente como las condiciones y circunstancias históricas que han determinado o condicionado el origen de la obra, la obra misma y su carácter artístico se convierten en algo inhumano. En verdad, si la obra de arte sólo se fija como una obra social, principal o exclusivamente en forma de objetividad cosificada, la subjetividad será concebida como algo social, como un hecho condicionado, pero no creado ni constituido por la realidad social. Si la realidad social, en relación con la obra artística, es entendida como condicionalidad de la época, como historicidad de una situación dada o como equivalente social, se vendrá abajo el monismo de la filosofía materialista, y ocupará su lugar el dualismo de la situación dada y de los hombres: la situación plantea tareas y los hombres reaccionan ante ellas. En la sociedad capitalista moderna el elemento subjetivo de la realidad social ha sido separado del objetivo, y los dos se alzan el uno contra el otro, como dos sustancias independientes: cual subjetividad vacía, de un lado, y como objetividad cosificada de otro. Aquí tienen su origen estas mistificaciones: por una parte el automatismo de la situación dada; por otro la psicologización y la pasividad del sujeto. Pero la realidad social es infinitamente más rica y concreta que la situación dada y las circunstancias históricas, porque incluye la praxis humana objetiva, la cual crea tanto la situación como las circunstancias. Las circunstancias constituyen el aspecto fijo de la realidad social. Pero en cuanto son arrancadas, separadas de la práctica humana, de la actividad objetiva del hombre, se convierten en algo rígido e inanimado (1). La “teoría” y el “método” ponen en una relación causal esa rígida materialidad con el “espíritu”, con la filosofía y la poesía.
El resultado de ello es la vulgarización. El sociologismo reduce la realidad social a la situación, a las circunstancias, a las condiciones históricas, que así deformadas adquieren el aspecto de una objetividad natural. La relación entre las “condiciones” y las “circunstancias históricas”, así entendidas, de una parte, y la filosofía y el arte, de la otra, no puede ser esencialmente sino una relación mecánica y exterior. El sociologismo ilustrado trata de eliminar este mecanicismo mediante una complicada jerarquía de “términos intermediarios” auténticos o construidos (la economía se halla “mediatamente” en contacto con el arte), pero hace el trabajo de Sísifo. Para la filosofía materialista, que parte de la cuestión revolucionaria de ¿cómo es creada la realidad social?, la propia realidad social no existe en forma de “objeto”, de situación dada, de circunstancias, sino ante todo como actividad objetiva del hombre, que crea las situaciones como parte objetiva de la realidad social.
Para el sociologismo, cuya definición más lacónica es el cambio de la situación dada del ser social, la situación cambia y el sujeto humano reacciona ante ella. Reacciona como un conjunto inmutable de facultades emocionales y espirituales, es decir, captando, conociendo y representando artística o científicamente la situación misma. La situación cambia, evoluciona, y el sujeto humano marcha paralelamente a ella y la fotografía. Tácticamente es parte del supuesto de que en el curso de la historia se han sucedido diversas estructuras económicas, se han abatido tronos, han triunfado revoluciones, pero la facultad humana de “fotografiar” el mundo no ha cambiado desde la Antigüedad hasta hoy.
El hombre capta y se apropia de la realidad “con todos los sentidos”, como afirmó Marx; pero estos sentidos, que reproducen la realidad para el hombre, son ellos mismos un producto histórico-social. (2) El hombre debe haber desarrollado el sentido correspondiente para que los objetos, los acontecimientos y los valores tengan sentido para él. Para el hombre cuyo sentido no se ha desarrollado a tal grado, los demás hombres, las cosas y las creaciones de sentido real, son absurdos. El hombre descubre el sentido de las cosas justamente porque crea un sentido humano de las cosas. Un hombre con sentidos desarrollados tiene sentido también para todo lo humano, mientras que un hombre de sentidos no desarrollados se halla cautivo frente al mundo, y no lo “percibe” universal y totalmente, con sensibilidad e intensidad, sino de un modo unilateral y superficial, sólo desde su propio “mundo”, que es un pedazo unilateral y fetichizado de la realidad.
No criticamos el sociologismo por el hecho de que recurra a la situación dada, a las circunstancias y a las condiciones para explicar la cultura, sino porque no comprende el significado de la situación en sí, ni el significado de la situación en relación con la cultura. La situación fuera de la historia, la situación sin sujeto, no sólo constituye una configuración petrificada y mistificada, sino también una configuración privada de sentido objetivo. Bajo este aspecto, las “condiciones” carecen también de lo que es más importante desde el punto de vista metodológico, o sea, de un significado objetivo propio, y adquieren un sentido ilegítimo de acuerdo con las opiniones, reflejos y cultura del científico. (3)
La realidad social ha dejado de ser para la indagación lo que objetivamente es, una totalidad concreta, y se escinde en dos todos heterogéneos e independientes, que el “método” y la “teoría” se esfuerzan por reunir. La escisión de la totalidad concreta de la realidad social conduce a la realidad siguiente: de una parte, es petrificada la situación, mientras que, de la otra, lo es el espíritu, la vida psíquica, el sujeto. La situación puede ser pasiva, y en ese caso el espíritu, la psique como sujeto activo en forma de “impulso vital” la pone en movimiento y le da un sentido. O bien la situación es activa, convirtiéndose ella misma en sujeto, y la psique o conciencia no tiene otra función que la de conocer de un modo exacto o mistificado la ley científico-natural de la situación.
Se ha comprobado ya reiteradas veces que el método de Plejánov es insuficiente para la investigación de los problemas artísticos. (4) Esta insuficiencia se manifiesta tanto en la aceptación acrítica de formas ideológicas acabadas, para las cuales se busca un equivalente económico o social, como en la rigidez conservadora con que se cierra el acceso a la comprensión del arte moderno, y se considera el impresionismo como la última palabra de la “modernidad”. No obstante, parece ser que los supuestos teórico-filosóficos de esa insuficiencia no han sido suficientemente examinados. En sus concepciones teórico-filosóficas, Plejánov no llega nunca a superar el dualismo de situación dada y elemento psíquico, porque no comprende bien el sentido del concepto marxista de praxis, Plejánov cita las tesis de Marx sobre Feuerbach y observa que en cierta medida contienen el programa del materialismo moderno. Si el marxismo -continúa diciendo Plejánov- no quiere reconocer la superioridad del idealismo en determinada esfera, debe dar una explicación materialista de todos los aspectos de la vida humana. (5)
Después de estas palabras de introducción, Plejánov presenta su propia interpretación de los conceptos marxistas “actividad sensible humana”, práctica y subjetividad: “El aspecto subjetivo de la vida humana es precisamente el aspecto psicológico: el espíritu humano, los sentimientos y las ideas de los hombres. (6) Así, pues, Plejánov distingue , de un lado, la psicología, los estados psíquicos, o también los estados de ánimo, las costumbres, los sentimientos y las ideas; y, del otro, las condiciones económicas. Los sentimientos, las ideas, los estados de ánimo y las costumbres son “explicados de un modo materialista”, si se explican mediante la historia económica. De estas consideraciones se deduce, ante todo, que Plejánov se aleja de Marx en un punto cardinal: en aquel en que el materialismo marxista logra superar tanto los lados débiles de todo el materialismo anterior como los méritos del idealismo, o sea, la concepción del sujeto. Plejánov concibe el sujeto como “espíritu de la época”, como costumbres y vida psíquica a los que corresponden en el polo opuesto las condiciones económicas, con lo cual descarta de la concepción materialista de la historia la praxis objetiva, es decir, el descubrimiento más importante de Marx.
El análisis del arte llevado a cabo por Plejánov falla porque en la concepción de la realidad de la que parte dicho análisis, falta, como elemento constitutivo, la praxis humana objetiva, la “actividad humana sensible” que no puede ser reducida a lo “psíquico”, o al “espíritu de la época”.
Notas
1) Marx caracteriza el carácter apologético reaccionario de los historiadores burgueses y, en general, su concepción de la realidad social, con una observación lapidaria: “concebir las relaciones sociales al margen de la actividad”. C. Marx y F. Engels, Deutsche Ideologie (La ideología alemana).
2) “Los sentidos tienen su historia”, M. Lifchiz, Marx und die Ästhetik, 1960, pág. 117.
3) Si el científico no tiene sensibilidad para el arte, se comporta como Kuczynski, y cree que el mejor breviario de economía política fue escrito por el propio Goethe bajo el sugestivo título de Wahrheit und ekonomií, Praga, 1956. En descargo del autor hay que decir que sus opiniones sólo son “ecos de su tiempo”.
4) El método de Plejánov de escribir la historia de la literatura se reduce a este procedimiento: en primer lugar, se construye la historia puramente ideológica de los argumentos (tomada ya con frecuencia, en forma ya elaborada de la literatura científica burguesa). Después, bajo este ordo et connexio idearum, mediante hipótesis frecuentemente muy ingeniosas, se pone un ordo et connexio rerum. Plejánov definió este procedimiento como el “descubrimiento del equivalente social”. M. Lifchiz, Voprosy iskkustva y filofii (Problemas del arte y la filosofía), Moscú, 1935, pág. 110.
5) En esta concepción total del marxismo Lenin se halla de acuerdo con Plejánov, pero ya en este punto se aparte de él por su concepto de praxis, que Lenin la concibe de manera totalmente distinta.
6) Plejánov, Obras filosóficas escogidas, ed. rusa, tomo II, pág. 158.
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