METAFÍSICA DE LA CULTURA
(fragmentos de Dialéctica de lo concreto)
PRIMERA ENTREGA
El factor económico (1)
¿Qué es el factor económico y como se ha originado la fe en él? En la investigación analítico-metafísica varios aspectos del todo social se transforman en categorías particulares e independientes, y los distintos elementos de la actividad social del hombre -el derecho, la moral, la política, la economía- se convierten, en la cabeza de los hombres, en fuerzas independientes, que determinan la actividad humana. Los diversos aspectos del todo social llegan de ese modo a aislarse y transformarse en abstracciones; se investiga su conexión recíproca: por ejemplo, el condicionamiento del derecho por el “factor económico”. En este método del pensamiento, los productos de la actividad social del hombre se convierten en fuerzas independientes que adquieren un dominio sobre el hombre. La síntesis operada con tales abstracciones metafísicas es, por tanto, exterior y la conexión mutua de los factores abstractos es sólo formal, o mecánicamente causal. La teoría de los factores fue relativamente legítima en la época en que se establecieron por primera vez los postulados de la ciencia de la sociedad. Sin embargo, fueron precisamente los éxitos de las investigaciones sociales particulares los que condujeron a la inserción de la teoría de los factores en un grado superior de investigación científica: el examen sintético.
Hemos seguido casi textualmente los argumentos de Labriola y Plejánov, a quienes corresponde el mérito de haber estudiado el surgimiento, y el papel histórico de la teoría de los factores. Por muy profundas que sean sus conclusiones acerca de la diferencia entre el “factor económico” y la estructura económica (volveremos en seguida sobre esta distinción), su análisis es inconsecuente en un punto. Según ambos pensadores, el “factor económico” y la fe en el factor social son fruto de la opinión, y es una característica que acompaña al desarrollo, todavía poco avanzado, del pensamiento científico. (1) Tales conclusiones afectan sólo al reflejo, o las consecuencias, pero no a la propia problemática del origen de los factores. El hecho originario y decisivo no consiste en la insuficiencia del pensamiento científico, o en su aspecto limitado y unilateralmente analítico, sino en la decadencia de la existencia social, en la atomización de la sociedad capitalista. Los factores no son originariamente un producto del pensamiento o de la investigación científica, sino que son determinadas formas históricas de desarrollo en las que las creaciones de la actividad social del hombre adquieren una autonomía, y bajo este aspecto se convierten en factores y se transfieren a la conciencia acrítica como fuerzas autónomas respecto del hombre y su actividad. No estamos de acuerdo con la explicación de Plejánov y Labriola sobre el origen de los factores y del agente económico, porque consideramos que se inclinan hacia una explicación unilateral en un sentido ilustrado, pero en cambio aceptamos sin reservas su distinción entre el factor económico y la estructura económica. “¿Significa esto -se pregunta Plejánov- que la estructura económica y el factor económico son una y la misma cosa?”. Claro que no. Y resulta muy extraño que no lo hayan comprendido así el señor Karejev y sus partidarios. (2)
La distinción entre estructura económica (que es uno de los conceptos fundamentales del materialismo marxista) y el factor económico (que es un concepto frecuente en las teorías sociológicas vulgares), proporciona la clave para comprender el significado central de la economía política en el sistema de las ciencias sociales y el primado de la economía en la vida social. (3) La cuestión principal, de gran importancia para la comprensión del marxismo en sus conjuntos y sus diversos problemas es esta: ¿una economía política premarxista podía convertirse en la base de una concepción científica, es decir, de la concepción materialista de la historia? Comprender el significado de la economía como estructura económica de la sociedad y, al mismo tiempo, como ciencia de estas relaciones significa esclarecer el carácter de la economía: la economía no es el factor del desarrollo social y la ciencia económica no es, por tanto, la ciencia de ese factor. La crítica objeta que la teoría materialista de la historia sólo es válida para la época capitalista, porque en esta predomina el interés material y la economía conquista autonomía, mientras que, por el contrario, en la Edad Media predominaba el catolicismo y en la Antigüedad la política, pero tal objeción revela una evidente incomprensión de la teoría de Marx. El predominio de la política en la Antigüedad, del catolicismo en la Edad Media, y de la economía y los intereses materiales en la época moderna, resulta explicable precisamente sobre la base de la teoría materialista, mediante la explicación de la estructura económica de cada una de las formas sociales antes citadas. Por tanto, si la ideología burguesa admite que el interés material y el llamado factor económico desempeñan un papel importante en la sociedad moderna, y reconoce benévolamente al marxismo el haber desarrollado, “fundada” y “legítimamente”, para este momento histórico, su propia argumentación, sin haber agotado con su proverbial unilateralidad toda la verdad, la ideología burguesa misma es víctima, en sus supuestos, de su propia mistificación y su benevolencia hacia el marxismo resulta ridícula. La primacía, o el papel del factor económico (4), que ha sido comprobada por los más diversos pensadores burgueses ya antes que Marx (Harrington, Madison, Thierry, etc.), requiere, en sí misma, una explicación materialista, es decir, debe ser explicada sobre la base de la estructura económica del capitalismo y de sus particularidades. La pretendida autonomía de la economía en la sociedad capitalista, autonomía que al parecer no se daba en las sociedades precedentes, es la autonomía de las relaciones sociales cosificadas; por tanto, sólo se refiere a esta forma histórica específica de la economía. Una concepción distinta supondría que el marxismo no reconoce -considerada la historia en su conjunto- el primado necesario de tal o cual sector de la vida social. La primacía de la economía en el desarrollo social sólo sería factible, no necesaria, y desaparecería al alcanzar un grado de desarrollo en el que la búsqueda de bienes materiales, a consecuencia del alto nivel de desenvolvimiento de las fuerzas productivas, pasara a ser un hecho secundario. Con otras palabras, de acuerdo con esta concepción la economía sólo desempeña un papel decisivo en una sociedad relativamente poco desarrollada, donde los hombres, en virtud del bajo desarrollo de las fuerzas productivas, están obligados a dedicar la mayor parte de su propia actividad a la solución de los problemas relacionados con la producción y distribución de bienes materiales. La economía es concebida exclusivamente en sentido cuantitativo, como un tipo de actividad humana que en un cierto período histórico prevalece en el conjunto de esa actividad. La liberación de los hombres del predominio cuantitativo de la actividad económica significa, en consecuencia, la liberación de la sociedad respecto de la primacía de la economía. Pero la reducción de la jornada de trabajo, que es la expresión práctica de la liberación de los hombres respecto del predominio del factor económico, no elimina, en modo alguno, el hecho de que también en una sociedad de ese género los hombres entran en determinadas relaciones sociales en la producción, y que también esta última tendrá un carácter social. Desaparecerá el fetichismo de la economía y el carácter cosificado del trabajo; serán eliminados asimismo los trabajos físicos pesados (5), lo que permitirá a los hombres dedicarse principalmente a las actividades no productivas, es decir, no económicas, pero la estructura económica como fundamento de las relaciones sociales seguirá conservando su primacía. O, más exactamente: sólo sobre la base de una determinada estructura económica -en este caso comunista-, se llevará a cabo la liberación de los hombres del dominio del factor económico. Podríamos invocar el carácter de las clases sociales existentes hasta ahora que, ciertamente, se hallan liberadas de la tarea de procurarse directamente los bienes materiales y que, en este sentido, no se encuentran bajo el dominio del factor económico. El carácter de estas clases, el contenido y la significación de su actividad, tratándose incluso de una actividad no productiva, derivan de la estructura económica de la sociedad, de la cual esas clases forman parte.
Kurt Konrad, quien en los años 30 sometió a crítica la teoría de los factores, señaló que esta teoría es fruto y residuo de una concepción fetichista de la sociedad, que concibe las relaciones sociales como relaciones entre las cosas. La teoría de los factores invierte el movimiento social a los productos aislados de la praxis humana, objetiva o espiritual, sin tener en cuenta que el único portador verdadero del movimiento social es el hombre en el proceso de producción y reproducción de su vida social.
La distinción entre estructura económica (marxismo) y factor económico (sociologismo) constituye la premisa necesaria para demostrar y comprobar científicamente el primado de la economía en la vida social. Mientras que la teoría de los factores según la cual un factor privilegiado -la economía- determina todos los demás (Estado, derecho, arte, política, moral), soslaya el problema de cómo surge y cobra forma el todo social, o sea, la sociedad como formación económica, y presupone la existencia de esta formación como un hecho ya dado, como forma exterior o como la esfera en la que un factor privilegiado determina todos los demás, la teoría materialista, por el contrario, parte de el concepto de que el todo social (la formación económico-social) es formado y constituido por la estructura económica. La estructura económica crea la unidad y la conexión de todas las esferas de la vida social. El monismo materialista -a diferencia de las diversas teorías pluralistas- no concibe la sociedad como una serie o un conglomerado de factores, uno de los cuales son causa y otros efecto. La alternativa: causalidad mecánica en la que un factor es causa y otro efecto, o bien interacción pluralista, mera conexión mutua, que excluye cualquier causalidad, sustituyéndola por un enfoque funcionalista y computativo, etc.; semejante alternativa es ya la consecuencia de determinada concepción de la realidad, que hace surgir de la realidad social abstracciones aisladas, elevándolas al rango de esencias ontológicas (factores) para emprender en seguida el viaje de regreso con estas construcciones metafísicas; es decir, las pone en relación mutua, en interacción, en una dependencia causal, a la vez que toda esa actividad debe ser puesta necesariamente como punto de partida metafísico (6). La posición metafísica está ya implícita en el propio planteamiento de la cuestión.
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Notas
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Notas
1) Las ideas sobre los factores “fueron y son simple expresión de un pensamiento que no ha llegado plenamente aun a su madurez”. Los llamados factores “son el producto necesario de un conocimiento que está en vías de desarrollo y formación”. “Los llamados factores se originan en la mente por la vía de la abstracción y la generalización de los aspectos inmediatos del movimiento aparente”, (Labriola, Sobre el materialismo histórico, 1896, cap. VI y comienzos del VIII. También Plejánov, Sobre la concepción materialista de la historia, en “Obras filosóficas escogidas”, tomo II, Moscú, 1956, págs.. 236-266 (en ruso).
2) Plejánov. Obras, II, 268. El señor Karejev ¿ha tenido también discípulos en Bohemia?
3) La concepción materialista de la estructura económica se halla indisolublemente ligada a la problemática del trabajo y de la práctica, como demostramos en los capítulos siguientes (en particular en los apartados: “El arte y su equivalencia social”, “Filosofía del trabajo”). Por ello, también el concepto de estructura económica” puede degenerar en el de “factor económico”, si falta la conexión citada.
4) En relación con este problema ofrece un rico material el debate sobre la Constitución americana de 1787, en el curso del cual los representantes de las diversas tendencias defendieron sus propios intereses con una sinceridad que la sociedad burguesa ya no conocería más tarde: “… esta desigualdad en la propiedad ha constituido la gran y fundamental división de la sociedad”. Ese mismo año, escribía Madison en el Federalista: “… la fuente más común y duradera de división ha sido la distribución diversa y desigual de la propiedad. Los que poseían una propiedad y los que carecían de ella han tenido siempre intereses distintos en la sociedad”. John Adams, en una carta a Sullivan, fechada el año 1776, escribía: “Harrington ha demostrado que el poder sigue siempre de cerca a la propiedad. Y yo sostengo que esta es una máxima infalible en la política, pues la acción y la reacción son iguales, como en la mecánica. Por tanto, creo que podemos dar una paso hacia adelante y afirmar que el equilibrio del poder en una sociedad va acompañada del equilibrio de la propiedad de la tierra”. Véase “Democracy, liberty and prosperty”, Readings in the American Political Tradition, ed. By F. W. Coker, Nueva York, 1947, págs. 73, 82, 120.
5) Este punto de vista permite comprender la unidad de la sociedad moderna y la interdependencia estructural de todas sus esferas, como son la economía (producción por la producción, dinero -mercancía- más dinero), la ciencia (la ciencia como proceso absoluto, ilimitado y en constante superación de metódica búsqueda y comprobación del conocimiento objetivo, como premisa de un más perfecto dominio de la naturaleza), la vida cotidiana (aceleración del ritmo de vida, absoluta insatisfacción de los deseos, etc.).
6) Las vulgares tesis pluralistas se expresan con meridiana claridad en estas palabras de John Dewey: “La cuestión estriba en determinar si alguno de los factores prepondera hasta el punto de constituir la fuerza determinante, mientras que los otros factores son una consecuencia secundaria y derivada”. ¿”Existe un factor o fase de la cultura que sea predominante, o que cree y coordine los demás factores; o bien, la economía, la moral, el arte, la ciencia, etc., sólo son aspectos de la interacción de determinado número de factores, cada uno de los cuales actúa sobre otro y es influido por los demás”? (Dewey, Liberté et culture, París, 1955, págs.. 18, 21).
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