Capítulo 32
La Vida está Llena de pequeñas Cosas
Amado Osho,
¿Por qué necesito aprobación y reconocimiento, particularmente
en mi trabajo? Me ponen en una trampa; no puedo funcionar sin ellos. Se que estoy metido en esta trampa, pero me siento atrapado en ella y no parece que sea capaz de salir.
¿Puedes ayudarme a encontrar la puerta?
La pregunta es de Kendra.
Se debe recordar que la necesidad de aprobación y de reconocimiento es una cuestión que atañe a todo el mundo. La estructura de nuestra vida es tal que se nos enseña que a menos que tengamos el reconocimiento de alguien, no valemos nada. Lo importante no es el trabajo, sino el reconocimiento. Y esto es poner las cosas al revés. El trabajo debería ser importante, una alegría en sí mismo. Deberías trabajar no para ser reconocido, sino porque te gusta ser creativo; deberías amar el trabajo por sí mismo.
Ha habido muy poca gente que haya podido escapar de la trampa en la que te pone la sociedad, como Vincent Van Gogh. Él continuó pintando -estaba hambriento, sin casa, sin ropa, sin medicinas, enfermo- pero siguió pintando. No se vendía ni uno de sus cuadros, no recibía ningún reconocimiento de nadie, pero lo extraño es que en estas condiciones seguía siendo feliz, feliz porque podía pintar lo que quería. Con reconocimiento o sin él, su trabajo tiene un valor intrínseco.
A la edad de treinta y tres años se suicidó; no por miseria o angustia, no, simplemente porque ya había pintado su último cuadro en el que había estado trabajando durante casi un año, un atardecer. Lo intentó docenas de veces, pero como los intentos no cumplían con su nivel de exigencia, los deshacía. Por fin consiguió pintar el atardecer tal como lo quería.
Se suicidó dejando una carta a su hermano que decía: «No me suicido por desesperación. Me suicido porque ahora no tiene sentido vivir; mi trabajo está acabado. Además, me ha resultado difícil ganarme la vida, pero seguía adelante porque tenía trabajo que hacer, un potencial en mí tenía que realizarse. Ha florecido, ahora ya no tiene sentido vivir como un mendigo.
«Hasta ahora no lo había pensado, ni siquiera lo ha había visto. Pero ahora es lo único que veo. He florecido hasta el máximo, estoy pleno. Ahora seguir adelante, buscando formas de ganarme la vida; me parece estúpido. ¿Para qué? Por tanto, en mi opinión, no es un suicidio, sino que he llegado a la plenitud, a un punto y aparte, y dejo el mundo alegremente. He vivido alegremente y alegremente dejo el mundo.»
Ahora, casi un siglo después de su muerte, cada uno de sus cuadros vale millones de dólares. Sólo hay doscientos cuadros disponibles. Debe haber pintado miles, pero se han perdido; nadie se preocupó por ellos.
Si tienes un cuadro de Van Gogh significa que tienes sentido de la estética. Sus cuadros te dan reconocimiento. El mundo nunca reconoció su trabajo, pero no le importaba. Esta debería ser la forma de mirar las cosas.
Trabajas si te gusta. No pidas reconocimiento. Si viene, tómalo con soltura; si no viene, no pienses en ello. Tu realización debería estar en el trabajo mismo. Y si todo el mundo aprendiera este simple arte de amar su trabajo, sea el que sea, disfrutándolo sin pedir reconocimiento, tendríamos un mundo más hermoso y festivo.
Lo que ocurre es que el mundo te ha atrapado en un patrón miserable.
Lo que haces no es bueno porque te gusta ni porque lo haces perfectamente, sino porque el mundo lo reconoce, lo premia, te da medallas de otro, premios Nobel.
Se han llevado todo el valor intrínseco de la creatividad y han destruido a millones de personas porque no se pueden dar millones de premios Nobel. Y el deseo de reconocimiento ha surgido en cada persona, por lo que nadie puede trabajar pacíficamente, en silencio, disfrutando de lo que hace.
Y la vida está hecha de pequeñas cosas. Cosas pequeñas por las que no hay recompensa, por las que los gobiernos no dan títulos ni las universidades dan premios honoríficos.
Uno de los grandes poetas de este siglo, Rabindranath Tagore, vivió en Bengala, India. Publicó su poesía y sus novelas en bengalí, pero no obtuvo ningún reconocimiento. Después tradujo un pequeño libro, Gitanjali, Ofrecimiento de Canciones, al inglés. Era consciente de que el original tenía una belleza que la traducción no tenía ni podía tener, porque estas dos lenguas, el bengalí y el inglés, tienen estructuras diferentes, diferentes formas de expresión.
El bengalí es muy dulce. Aunque estés luchando, parecerá que estás sosteniendo una agradable conversación. Es muy musical; cada palabra es musical. Esta cualidad no se encuentra en el inglés y no puede ser añadida; el inglés tiene otras cualidades. Pero de alguna forma se las arregló para traducirlo, y la traducción -que es pobre en comparación con el original- recibió el premio Nobel. Entonces, de repente, toda India se dio cuenta... El libro había estado a la venta en bengalí, en otras lenguas indias, durante años, y nadie le había prestado atención. Todas las universidades querían darle un doctorado en literatura.
Calcuta, la ciudad donde vivía, obviamente fue la primera en ofrecerle un título honorífico. Él lo rechazó diciendo: «No me estáis dando un título a mí, no estáis reconociendo mi trabajo, estáis reconociendo el premio Nobel, porque el libro ha estado aquí en una modalidad mucho más hermosa y nadie se ha molestado ni en emitir una valoración.»
Se negó a recibir ningún título honorífico diciendo: «Para mí es un insulto.»
Jean-Paul Sartre, uno de los grandes novelistas y un hombre que comprendía profundamente la psicología humana, rechazó el premio Nobel. Dijo: «He recibido recompensa suficiente mientras creaba mi trabajo. El premio Nobel no añade nada más, de hecho, es algo que me tira para abajo. Es bueno para los aficionados que buscan reconocimiento; yo soy bastante viejo y he disfrutado suficiente. He disfrutado de todo lo que he hecho. Ha sido su propio premio, y no quiero ninguna otra recompensa, porque nada puede ser mejor que lo que ya he recibido.» Y estaba en lo correcto. Pero, en el mundo, la gente que está en lo correcto es muy poca: el mundo está lleno de gente equivocada y metida en trampas.
¿Por qué deberías preocuparte por el reconocimiento? Preocuparte por el reconocimiento sólo tiene sentido si no te gusta tu trabajo; entonces tienes sentido, entonces parece un buen sustituto. Detestas el trabajo no te gusta, pero lo haces porque recibirás reconocimiento; serás apreciado, aceptado. En lugar de pensar en el reconocimiento, reconsidera tu trabajo. ¿Te encanta? Si es así, esa es la finalidad del trabajo. Y si no te gusta, ¡entonces cámbialo!
Los padres, los profesores, siempre insisten en que deberías recibir reconocimiento, deberías ser aceptado. Esta es una estrategia muy artera para mantener a la gente bajo control.
En la universidad me decían una y otra vez: «Deberías dejar de hacer esas cosas... sigues planteando preguntas que sabes perfectamente que no pueden ser respondidas y que hacen que el profesor se sienta avergonzado. Tendrás que dejar de hacerlo, si no esta gente se tomará la revancha. Tienen el poder, ¡pueden suspenderte!
Yo dije: «No me importa. Ahora mismo disfruto de las preguntas que planteo y de hacerles sentirse ignorantes. No tienen el coraje de decir simplemente: No lo sé.» Si lo hicieran no se sentirían avergonzados. Pero aparentan saberlo todo. Disfruto haciéndolo; mi inteligencia se agudiza. ¿A quién le importan los exámenes? Sólo pueden suspenderme si me presento a los exámenes, pero ¿quién se va a presentar? Si tienen la idea de que pueden suspenderme, no me presentaré a los exámenes y me quedaré en la misma clase. ¡Tendrán que aprobarme por miedo a tener que enfrentarse conmigo un año más!»
Todos me aprobaron y me ayudaron a aprobar para librarse de mí. En su opinión estaba echando a perder a los demás estudiantes porque ellos también empezaron a plantear preguntas sobre cosas que se habían aceptado durante siglos sin el menor cuestionamiento,
Mientras enseñaba en la universidad, me ocurrió lo mismo pero desde un ángulo diferente. Ahora yo planteaba preguntas a los estudiantes para llamar su atención sobre el hecho de que todos los conocimientos que habían reunido eran prestados y que no sabían nada. Les dije que no me importaban sus títulos, sino que me importaba su auténtica experiencia, y que no tenían ninguna. Simplemente repetían libros anticuados, que hacía mucho tiempo se había demostrado que estaban equivocados. Entonces las autoridades universitarias empezaron a amenazarme: «Si sigues así, acosando a los estudiantes, te echaremos de la universidad.»
Yo dije: «¡Qué extraño! ¡Cuando era estudiante no podía hacer preguntas a los profesores; ahora que soy profesor no puedo hacer preguntas a los alumnos! ¿Qué función cumple esta universidad? Debería ser un lugar en el que se planteen preguntas, en el que se comiencen investigaciones. Las respuestas no tienen que hallarse en los libros, sino en la vida y en la existencia.»
Les dije: .«Podéis expulsarme de la universidad, pero recordad, estos mismos estudiantes por los que me estáis expulsando, quemarán la universidad.» Dije al vicecanciller: «Deberías venir a ver mi clase.»
No podía creérselo: en mi clase había por lo menos doscientos estudiantes... y como no quedaba espacio, se sentaban en cualquier lugar que encontraban: en las ventanas, en el suelo. Él dijo: «¿Qué ha pasado?, sólo tenías diez alumnos.»
Le respondí: «Esta gente viene de oyente. Han dejado sus clases porque les encanta estar aquí. Esta clase es un diálogo. Yo no soy superior a ellos, y no puedo negar a nadie la asistencia a mi clase. No importa que sean alumnos míos o no; si alguien viene a escucharme, es alumno mío. De hecho deberías permitirme usar el auditórium. Las clases son demasiado pequeñas para mí.»
Él dijo: «¿Auditórium? ¿Te refieres a que roda la universidad se reúna en el auditórium? Entonces, ¿qué harán los demás profesores?»
Yo dije:, «Eso que lo piensen ellos. iPor mí pueden colgarse! Deberían haberlo hecho hace tiempo. Ver que sus alumnos no van a escucharles debería haber sido indicación suficiente.»
Los profesores estaban indignados, las autoridades universitarias también, finalmente tuvieron que darme el auditórium porque los alumnos les obligaron, pero con muchos recelos. Y dijeron: «¿Qué extraño, por qué asisten a su clase todos los estudiantes que no tienen relación con los estudios de filosofía, religión o psicología?»
Muchos estudiantes dijeron al vicecanciller: «Nos encanta. No sabíamos que la filosofía, la religión y la psicología pudieran ser tan interesantes, tan intrigantes; si lo hubiéramos sabido habríamos elegido esas asignaturas, pensábamos que eran asignaturas áridas; que sólo interesaban a los empollones. Nunca habíamos visto a la gente jugosa apuntarse a ellas. Pero este hombre ha hecho que estos temas sean tan significativos que no nos importa suspender nuestras propias asignaturas. Lo que estamos haciendo es tan correcto en sí mismo, y estamos tan claros con ello, que ni nos planteamos cambiarlo.»
En contra del reconocimiento, en contra de la aceptación, en contra de los títulos... pero finalmente tuve que irme de la universidad, no por los estudiantes, sino porque reconocí que si podía ayudar a miles de estudiantes, era un pérdida de tiempo quedarme. Puedo ayudar a millones de personas afuera, en el mundo. ¿Por qué debería seguir vinculado con una pequeña universidad? Mi universidad puede ser el mundo.
Y puedes verlo: he sido condenado.
Ese es el único reconocimiento que he recibido.
Se me ha tergiversado de todas las formas posibles. Se ha dicho contra mí todo lo que se puede decir en contra de un hombre y todo lo que se puede hacer en contra de un hombre se ha hecho contra mi. ¿Crees que eso es reconocimiento? Pero amo mi trabajo. Lo amo tanto que ni siquiera lo llamo trabajo; simplemente es mi alegría.
Y todos los que eran mayores que yo y reconocidos, me decían: «Lo que estás haciendo no te va a dar ninguna respetabilidad, en el mundo.»
Pero yo dije: «Nunca la he pedido y no se lo que haría con mi respetabilidad. No puedo comérmela, no puedo beberla.»
Aprende una cosa básica: haz lo que quieras hacer, lo que te encante hacer y nunca pidas reconocimiento. Eso es mendigar. ¿Por qué debería uno pedir reconocimiento? ¿Por qué debería uno desear la aceptación?
Echa una mirada a lo más profundo de ti. Quizá no te guste lo que estás haciendo, quizá tengas miedo de estar yendo por una pista equivocada; la aceptación te ayudará a sentir que estás en lo correcto. El reconocimiento te hará sentir que vas hacia el objetivo correcto.
La cuestión reside en tus propios sentimientos íntimos; no tiene nada que ver con el mundo externo. ¿Por qué depender de los demás? Todas estas cosas dependen de los demás; tú mismo te estás haciendo dependiente.
No aceptaré ningún premio Nobel. Para mí son más valiosas las condenas de todas las naciones del mundo, de todas las religiones. Aceptar el premio Nobel significaría hacerme dependiente; no estaría orgulloso de mí, sino del premio Nobel. Ahora mismo sólo puedo estar orgulloso de mí; no hay nada más de lo que pueda estar orgulloso.
De esta forma te conviertes en un individuo. Y ser un individuo viviendo en completa libertad, asentado en tus propios pies, bebiendo de tus propias fuentes, es lo que hace que un hombre esté realmente centrado, enraizado. Éste es el principio del florecimiento último...
Las personas supuestamente reconocidas, las personas que reciben honores, están llenas de basura y nada más. Pero están llenas de la basura que la sociedad desea, y la sociedad les recompensa dándoles premios.
Cualquier hombre que tenga un sentido de su propia individualidad vive por su propio amor, de su propio trabajo, sin que le importe en absoluto lo que piensen los demás. Cuanto más valioso sea tu trabajo, menos probable será que obtengas de él alguna respetabilidad. Y si tu trabajo es el trabajo de un genio, entonces no vas a recibir respetabilidad en toda tu vida. Serás condenado mientras vivas... y después, dentro de dos o tres siglos, te dedicarán estatuas, tus libros serán respetados, porque a la humanidad le cuesta dos o tres siglos llegar al nivel de inteligencia que el genio tiene actualmente. La distancia es muy grande.
Para ser respetado por los idiotas tienes que comportarte de acuerdo a sus modales, a sus expectativas. Para ser respetado por la humanidad enferma tienes que estar más enfermo que ellos. Entonces te respetarán. ¿Pero qué obtendrás? Perderás tu alma y no habrás ganado nada.
Amado Osho,
¿Nos hablarías de la diferencia entre el amor y la confianza? Me parece que la confianza es más significativa en nuestra relación contigo que el amor. Cuando digo: «Osho, te quiero.., hablo de un sentimiento que está coloreado y definido por otras relaciones amorosas, un sentimiento que está limitado por mi estado no iluminado. Hablo como si tuviera alguna comprensión de lo que implica mi amor hacia Ti.
Cuando digo: «Osho, confío en Ti, estoy diciendo: «Haz conmigo lo que tenga que hacerse. Llévame a lugares inimaginables e inimaginados: soy tuya.»
La Vida está Llena de pequeñas Cosas
Amado Osho,
¿Por qué necesito aprobación y reconocimiento, particularmente
en mi trabajo? Me ponen en una trampa; no puedo funcionar sin ellos. Se que estoy metido en esta trampa, pero me siento atrapado en ella y no parece que sea capaz de salir.
¿Puedes ayudarme a encontrar la puerta?
La pregunta es de Kendra.
Se debe recordar que la necesidad de aprobación y de reconocimiento es una cuestión que atañe a todo el mundo. La estructura de nuestra vida es tal que se nos enseña que a menos que tengamos el reconocimiento de alguien, no valemos nada. Lo importante no es el trabajo, sino el reconocimiento. Y esto es poner las cosas al revés. El trabajo debería ser importante, una alegría en sí mismo. Deberías trabajar no para ser reconocido, sino porque te gusta ser creativo; deberías amar el trabajo por sí mismo.
Ha habido muy poca gente que haya podido escapar de la trampa en la que te pone la sociedad, como Vincent Van Gogh. Él continuó pintando -estaba hambriento, sin casa, sin ropa, sin medicinas, enfermo- pero siguió pintando. No se vendía ni uno de sus cuadros, no recibía ningún reconocimiento de nadie, pero lo extraño es que en estas condiciones seguía siendo feliz, feliz porque podía pintar lo que quería. Con reconocimiento o sin él, su trabajo tiene un valor intrínseco.
A la edad de treinta y tres años se suicidó; no por miseria o angustia, no, simplemente porque ya había pintado su último cuadro en el que había estado trabajando durante casi un año, un atardecer. Lo intentó docenas de veces, pero como los intentos no cumplían con su nivel de exigencia, los deshacía. Por fin consiguió pintar el atardecer tal como lo quería.
Se suicidó dejando una carta a su hermano que decía: «No me suicido por desesperación. Me suicido porque ahora no tiene sentido vivir; mi trabajo está acabado. Además, me ha resultado difícil ganarme la vida, pero seguía adelante porque tenía trabajo que hacer, un potencial en mí tenía que realizarse. Ha florecido, ahora ya no tiene sentido vivir como un mendigo.
«Hasta ahora no lo había pensado, ni siquiera lo ha había visto. Pero ahora es lo único que veo. He florecido hasta el máximo, estoy pleno. Ahora seguir adelante, buscando formas de ganarme la vida; me parece estúpido. ¿Para qué? Por tanto, en mi opinión, no es un suicidio, sino que he llegado a la plenitud, a un punto y aparte, y dejo el mundo alegremente. He vivido alegremente y alegremente dejo el mundo.»
Ahora, casi un siglo después de su muerte, cada uno de sus cuadros vale millones de dólares. Sólo hay doscientos cuadros disponibles. Debe haber pintado miles, pero se han perdido; nadie se preocupó por ellos.
Si tienes un cuadro de Van Gogh significa que tienes sentido de la estética. Sus cuadros te dan reconocimiento. El mundo nunca reconoció su trabajo, pero no le importaba. Esta debería ser la forma de mirar las cosas.
Trabajas si te gusta. No pidas reconocimiento. Si viene, tómalo con soltura; si no viene, no pienses en ello. Tu realización debería estar en el trabajo mismo. Y si todo el mundo aprendiera este simple arte de amar su trabajo, sea el que sea, disfrutándolo sin pedir reconocimiento, tendríamos un mundo más hermoso y festivo.
Lo que ocurre es que el mundo te ha atrapado en un patrón miserable.
Lo que haces no es bueno porque te gusta ni porque lo haces perfectamente, sino porque el mundo lo reconoce, lo premia, te da medallas de otro, premios Nobel.
Se han llevado todo el valor intrínseco de la creatividad y han destruido a millones de personas porque no se pueden dar millones de premios Nobel. Y el deseo de reconocimiento ha surgido en cada persona, por lo que nadie puede trabajar pacíficamente, en silencio, disfrutando de lo que hace.
Y la vida está hecha de pequeñas cosas. Cosas pequeñas por las que no hay recompensa, por las que los gobiernos no dan títulos ni las universidades dan premios honoríficos.
Uno de los grandes poetas de este siglo, Rabindranath Tagore, vivió en Bengala, India. Publicó su poesía y sus novelas en bengalí, pero no obtuvo ningún reconocimiento. Después tradujo un pequeño libro, Gitanjali, Ofrecimiento de Canciones, al inglés. Era consciente de que el original tenía una belleza que la traducción no tenía ni podía tener, porque estas dos lenguas, el bengalí y el inglés, tienen estructuras diferentes, diferentes formas de expresión.
El bengalí es muy dulce. Aunque estés luchando, parecerá que estás sosteniendo una agradable conversación. Es muy musical; cada palabra es musical. Esta cualidad no se encuentra en el inglés y no puede ser añadida; el inglés tiene otras cualidades. Pero de alguna forma se las arregló para traducirlo, y la traducción -que es pobre en comparación con el original- recibió el premio Nobel. Entonces, de repente, toda India se dio cuenta... El libro había estado a la venta en bengalí, en otras lenguas indias, durante años, y nadie le había prestado atención. Todas las universidades querían darle un doctorado en literatura.
Calcuta, la ciudad donde vivía, obviamente fue la primera en ofrecerle un título honorífico. Él lo rechazó diciendo: «No me estáis dando un título a mí, no estáis reconociendo mi trabajo, estáis reconociendo el premio Nobel, porque el libro ha estado aquí en una modalidad mucho más hermosa y nadie se ha molestado ni en emitir una valoración.»
Se negó a recibir ningún título honorífico diciendo: «Para mí es un insulto.»
Jean-Paul Sartre, uno de los grandes novelistas y un hombre que comprendía profundamente la psicología humana, rechazó el premio Nobel. Dijo: «He recibido recompensa suficiente mientras creaba mi trabajo. El premio Nobel no añade nada más, de hecho, es algo que me tira para abajo. Es bueno para los aficionados que buscan reconocimiento; yo soy bastante viejo y he disfrutado suficiente. He disfrutado de todo lo que he hecho. Ha sido su propio premio, y no quiero ninguna otra recompensa, porque nada puede ser mejor que lo que ya he recibido.» Y estaba en lo correcto. Pero, en el mundo, la gente que está en lo correcto es muy poca: el mundo está lleno de gente equivocada y metida en trampas.
¿Por qué deberías preocuparte por el reconocimiento? Preocuparte por el reconocimiento sólo tiene sentido si no te gusta tu trabajo; entonces tienes sentido, entonces parece un buen sustituto. Detestas el trabajo no te gusta, pero lo haces porque recibirás reconocimiento; serás apreciado, aceptado. En lugar de pensar en el reconocimiento, reconsidera tu trabajo. ¿Te encanta? Si es así, esa es la finalidad del trabajo. Y si no te gusta, ¡entonces cámbialo!
Los padres, los profesores, siempre insisten en que deberías recibir reconocimiento, deberías ser aceptado. Esta es una estrategia muy artera para mantener a la gente bajo control.
En la universidad me decían una y otra vez: «Deberías dejar de hacer esas cosas... sigues planteando preguntas que sabes perfectamente que no pueden ser respondidas y que hacen que el profesor se sienta avergonzado. Tendrás que dejar de hacerlo, si no esta gente se tomará la revancha. Tienen el poder, ¡pueden suspenderte!
Yo dije: «No me importa. Ahora mismo disfruto de las preguntas que planteo y de hacerles sentirse ignorantes. No tienen el coraje de decir simplemente: No lo sé.» Si lo hicieran no se sentirían avergonzados. Pero aparentan saberlo todo. Disfruto haciéndolo; mi inteligencia se agudiza. ¿A quién le importan los exámenes? Sólo pueden suspenderme si me presento a los exámenes, pero ¿quién se va a presentar? Si tienen la idea de que pueden suspenderme, no me presentaré a los exámenes y me quedaré en la misma clase. ¡Tendrán que aprobarme por miedo a tener que enfrentarse conmigo un año más!»
Todos me aprobaron y me ayudaron a aprobar para librarse de mí. En su opinión estaba echando a perder a los demás estudiantes porque ellos también empezaron a plantear preguntas sobre cosas que se habían aceptado durante siglos sin el menor cuestionamiento,
Mientras enseñaba en la universidad, me ocurrió lo mismo pero desde un ángulo diferente. Ahora yo planteaba preguntas a los estudiantes para llamar su atención sobre el hecho de que todos los conocimientos que habían reunido eran prestados y que no sabían nada. Les dije que no me importaban sus títulos, sino que me importaba su auténtica experiencia, y que no tenían ninguna. Simplemente repetían libros anticuados, que hacía mucho tiempo se había demostrado que estaban equivocados. Entonces las autoridades universitarias empezaron a amenazarme: «Si sigues así, acosando a los estudiantes, te echaremos de la universidad.»
Yo dije: «¡Qué extraño! ¡Cuando era estudiante no podía hacer preguntas a los profesores; ahora que soy profesor no puedo hacer preguntas a los alumnos! ¿Qué función cumple esta universidad? Debería ser un lugar en el que se planteen preguntas, en el que se comiencen investigaciones. Las respuestas no tienen que hallarse en los libros, sino en la vida y en la existencia.»
Les dije: .«Podéis expulsarme de la universidad, pero recordad, estos mismos estudiantes por los que me estáis expulsando, quemarán la universidad.» Dije al vicecanciller: «Deberías venir a ver mi clase.»
No podía creérselo: en mi clase había por lo menos doscientos estudiantes... y como no quedaba espacio, se sentaban en cualquier lugar que encontraban: en las ventanas, en el suelo. Él dijo: «¿Qué ha pasado?, sólo tenías diez alumnos.»
Le respondí: «Esta gente viene de oyente. Han dejado sus clases porque les encanta estar aquí. Esta clase es un diálogo. Yo no soy superior a ellos, y no puedo negar a nadie la asistencia a mi clase. No importa que sean alumnos míos o no; si alguien viene a escucharme, es alumno mío. De hecho deberías permitirme usar el auditórium. Las clases son demasiado pequeñas para mí.»
Él dijo: «¿Auditórium? ¿Te refieres a que roda la universidad se reúna en el auditórium? Entonces, ¿qué harán los demás profesores?»
Yo dije:, «Eso que lo piensen ellos. iPor mí pueden colgarse! Deberían haberlo hecho hace tiempo. Ver que sus alumnos no van a escucharles debería haber sido indicación suficiente.»
Los profesores estaban indignados, las autoridades universitarias también, finalmente tuvieron que darme el auditórium porque los alumnos les obligaron, pero con muchos recelos. Y dijeron: «¿Qué extraño, por qué asisten a su clase todos los estudiantes que no tienen relación con los estudios de filosofía, religión o psicología?»
Muchos estudiantes dijeron al vicecanciller: «Nos encanta. No sabíamos que la filosofía, la religión y la psicología pudieran ser tan interesantes, tan intrigantes; si lo hubiéramos sabido habríamos elegido esas asignaturas, pensábamos que eran asignaturas áridas; que sólo interesaban a los empollones. Nunca habíamos visto a la gente jugosa apuntarse a ellas. Pero este hombre ha hecho que estos temas sean tan significativos que no nos importa suspender nuestras propias asignaturas. Lo que estamos haciendo es tan correcto en sí mismo, y estamos tan claros con ello, que ni nos planteamos cambiarlo.»
En contra del reconocimiento, en contra de la aceptación, en contra de los títulos... pero finalmente tuve que irme de la universidad, no por los estudiantes, sino porque reconocí que si podía ayudar a miles de estudiantes, era un pérdida de tiempo quedarme. Puedo ayudar a millones de personas afuera, en el mundo. ¿Por qué debería seguir vinculado con una pequeña universidad? Mi universidad puede ser el mundo.
Y puedes verlo: he sido condenado.
Ese es el único reconocimiento que he recibido.
Se me ha tergiversado de todas las formas posibles. Se ha dicho contra mí todo lo que se puede decir en contra de un hombre y todo lo que se puede hacer en contra de un hombre se ha hecho contra mi. ¿Crees que eso es reconocimiento? Pero amo mi trabajo. Lo amo tanto que ni siquiera lo llamo trabajo; simplemente es mi alegría.
Y todos los que eran mayores que yo y reconocidos, me decían: «Lo que estás haciendo no te va a dar ninguna respetabilidad, en el mundo.»
Pero yo dije: «Nunca la he pedido y no se lo que haría con mi respetabilidad. No puedo comérmela, no puedo beberla.»
Aprende una cosa básica: haz lo que quieras hacer, lo que te encante hacer y nunca pidas reconocimiento. Eso es mendigar. ¿Por qué debería uno pedir reconocimiento? ¿Por qué debería uno desear la aceptación?
Echa una mirada a lo más profundo de ti. Quizá no te guste lo que estás haciendo, quizá tengas miedo de estar yendo por una pista equivocada; la aceptación te ayudará a sentir que estás en lo correcto. El reconocimiento te hará sentir que vas hacia el objetivo correcto.
La cuestión reside en tus propios sentimientos íntimos; no tiene nada que ver con el mundo externo. ¿Por qué depender de los demás? Todas estas cosas dependen de los demás; tú mismo te estás haciendo dependiente.
No aceptaré ningún premio Nobel. Para mí son más valiosas las condenas de todas las naciones del mundo, de todas las religiones. Aceptar el premio Nobel significaría hacerme dependiente; no estaría orgulloso de mí, sino del premio Nobel. Ahora mismo sólo puedo estar orgulloso de mí; no hay nada más de lo que pueda estar orgulloso.
De esta forma te conviertes en un individuo. Y ser un individuo viviendo en completa libertad, asentado en tus propios pies, bebiendo de tus propias fuentes, es lo que hace que un hombre esté realmente centrado, enraizado. Éste es el principio del florecimiento último...
Las personas supuestamente reconocidas, las personas que reciben honores, están llenas de basura y nada más. Pero están llenas de la basura que la sociedad desea, y la sociedad les recompensa dándoles premios.
Cualquier hombre que tenga un sentido de su propia individualidad vive por su propio amor, de su propio trabajo, sin que le importe en absoluto lo que piensen los demás. Cuanto más valioso sea tu trabajo, menos probable será que obtengas de él alguna respetabilidad. Y si tu trabajo es el trabajo de un genio, entonces no vas a recibir respetabilidad en toda tu vida. Serás condenado mientras vivas... y después, dentro de dos o tres siglos, te dedicarán estatuas, tus libros serán respetados, porque a la humanidad le cuesta dos o tres siglos llegar al nivel de inteligencia que el genio tiene actualmente. La distancia es muy grande.
Para ser respetado por los idiotas tienes que comportarte de acuerdo a sus modales, a sus expectativas. Para ser respetado por la humanidad enferma tienes que estar más enfermo que ellos. Entonces te respetarán. ¿Pero qué obtendrás? Perderás tu alma y no habrás ganado nada.
Amado Osho,
¿Nos hablarías de la diferencia entre el amor y la confianza? Me parece que la confianza es más significativa en nuestra relación contigo que el amor. Cuando digo: «Osho, te quiero.., hablo de un sentimiento que está coloreado y definido por otras relaciones amorosas, un sentimiento que está limitado por mi estado no iluminado. Hablo como si tuviera alguna comprensión de lo que implica mi amor hacia Ti.
Cuando digo: «Osho, confío en Ti, estoy diciendo: «Haz conmigo lo que tenga que hacerse. Llévame a lugares inimaginables e inimaginados: soy tuya.»
La confianza parece abarcar la comprensión de que uno está disponible incluso a cosas más allá de su comprensión. El amor, el amor no iluminado, también parece muy expansivo, de alguna manera agresivo; el “yo” es muy consciente de sí mismo como entidad. Mientras que la confianza -incluso en su forma no iluminada- parece tener en sí la cualidad de un completo dejarse ir. El «yo» sólo está apegado a la confianza por una cuestión lingüística, porque la persona que confía reconoce que ella misma puede desaparecer.
La pregunta es de Maneesha.
En realidad no se trata de una pregunta en absoluto. Ella misma la ha respondido, y de manera muy hermosa. Ha dicho exactamente lo mismo que yo habría dicho. Y eso es lo que me gustaría que hiciera, poco a poco, cada uno de vosotros: que llegarais a la comprensión de que cuando planteáis una pregunta, la podéis responder de la misma forma que la respondería yo.
La confianza ciertamente es un valor más alto que el amor. La confianza implica amor; pero el amor no implica confianza. Cuando dices: «confío en ti, Osho» se entiende que amas. Pero cuando dices que amas, la confianza no tiene nada que ver con ello. De hecho, tú amor es muy sospechoso, muy desconfiado, tiene mucho miedo, siempre está en guardia, observando a la persona amada.
Los amantes se convierten casi en detectives. Se espían mutuamente. El amor es muy hermoso si forma parte de la confianza. Y siempre es una parte de la confianza, porque la confianza no puede prescindir del amor. No se puede amar sin confiar, y un amor sin confianza es muy feo; en el fondo tiene todo tipo de celos, sospechas, desconfianzas.
También es verdad que cuando dices: «Te quiero»; no es una rendición, no es una disposición a disolverse. No es una disposición a dejarse llevar a espacios desconocidos e incognoscibles. Cuando dices: «Te quiero», eres un igual, y hay cierta agresividad en ello. Por eso, desde el principio mismo de la humanidad, en todas partes y en cada ocasión, no ha sido la mujer la que ha tomado la iniciativa a la hora de decir «te quiero». Ha esperado que el hombre le diga «te quiero», porque el corazón de la mujer siente esa agresividad. Pero el hombre tiene un corazón más duro; no siente que eso sea agresivo, de hecho le gusta.
Pero cuando dices: «Confío en ti,» es una rendición profunda, una apertura, una receptividad, una declaración a ti mismo y al Universo de que: «Ahora si este hombre me lleva al infierno mismo, yo estoy de acuerdo: confío en él. Si el lugar al que me lleva me parece que es un infierno debe ser por mi defecto visual. Él no puede llevarme al infierno.»
En la confianza siempre descubres que los fallos te pertenecen; en el amor siempre encuentras fallos en la persona amada.
En la confianza estás siempre, sin decirlo, es un estado de disculpa: «Soy ignorante. Estoy somnoliento, inconsciente. Existe la posibilidad de que diga algo equivocado, de que haga algo equivocado, por tanto ten piedad de mí, se compasivo conmigo.» La confianza implica tantas cosas. Es un gran tesoro.
Cuando dices: «Te quiero», hay una corriente sutil de posesividad. No se expresa, está sobreentendida: «Ahora eres mi posesión, nadie más debería amarte.»
En la confianza no se plantea la posesión de la persona en quien confías. Por el contrario, estás diciendo: «Por favor, poséeme. Destrúyeme como ego. Ayúdame a desaparecer y a fundirme en ti, para que no haya resistencia al ir contigo.»
El amor es una lucha constante, una batalla; demanda algo. «Te amo» significa: «Tú también tienes que amarme. De hecho, sólo te amo porque quiero que me ames.» Es simplemente un negocio, de ahí el miedo: «No debes amar a nadie más y nadie más debe amarme, porque no quiero que nadie comparta mi amor.»
La mente inconsciente del ser humano sigue pensando como si el amor fuera una cantidad, piensa que hay cierta cantidad de amor. Si te amo, entonces tú debes poseer toda la cantidad. Si amo a algunas otras personas, entonces la cantidad será distribuida, no lo obtendrás todo; de ahí los celos, el espionaje, la lucha, la disputa. Y todo lo feo se queda oculto detrás de una hermosa palabra, amor.
En la confianza no se trata de ninguna lucha. Realmente es una rendición. Cuando dices: «Osho, confío en ti», significa: «Desde este momento se detiene mi lucha contigo. Ahora soy tuyo; puedes hacer lo que quieras puedes matarme, pero no me resistiré porque ya no estoy allí: me he entregado a ti. Ahora depende de ti: haz cualquier cosa que sientas adecuada.»
Y la confianza no es competitiva, por tanto no hay celos. Puedes confiar en mí, millones de personas confían en mí. De hecho, cuanta más gente confíe en mí, más feliz serás. Te alegrarás de que tanta gente confíe... no ocurre así con el amor.
En la confianza está implicado todo lo hermoso del amor.
En el momento que dices: «Confío en ti, Osho», también has dicho: «Te quiero.» Pero ahora, gracias a la confianza, el «yo» ya no existe, sólo existe el amor. Y el amor sin ego no crea problemas: «Mucha gente puede amarte, y cuanta más gente te ame, más feliz seré.» Esto es debido a la confianza.
Confianza es quizá la palabra más hermosa del lenguaje humano.
Y la confianza está tan cerca de la verdad que si es total, entonces en este mismo momento tu confianza se convierte en una revelación, en una revolución.
Amado Osho,
Este fin de semana hay un gran festival sannyasin en Florencia con baile, meditación y música. ¿Está tu corazón con esos miles de sannyasins?
En primer lugar, allí no va a haber miles de sannyasins, por la simple razón de que la gente que lo organiza ya no está conmigo. Están intentando timar a los sannyasins. Sólo trescientos sannyasins han reservado plaza y los organizadores declaran que es el primer festival mundial desde el último que tuvimos en la comuna de Oregón, en América.
Pero en él no se menciona mi nombre, no es mi festival. Es de esos pocos terapeutas que quieren explotar a los sannyasins. Pero tienen problemas, porque la asistencia de sólo trescientos sannyasin sólo cubrirá los gastos; esperaban que asistieran miles. Y además, los trescientos que van a ir lo hacen porque aún no saben que esas personas han empezado a trabajar contra mi.
Mi corazón estará con mi gente, estén donde estén. Yo estaré con mis sannyasins; tengo que estar, particularmente para mostrarles que no es mi festival, que les han engañado, que la gente que está sobre el escenario tiene unas ideas muy feas. Todos ellos pretenden ser maestros, pretenden estar iluminados.
Ese festival va a ser un fiasco porque mi presencia no estará en el escenario, sino que estará mi ausencia más completa. Yo estaré presente entre el público... Estos trescientos asistentes preguntarán: «¿Para qué habéis convocado a los sannyasins a un festival mundial cuando vosotros mismos ya no sois sannyasins? ¿Con qué autoridad lo hacéis?»
Pero es una buena ocasión para que los sannyasins vean quién es la gente que juega el papel de Judas, vendiendo a su propio maestro por treinta monedas de plata.
En lo que respecta a los sannyasins, siempre estoy con ellos. En este supuesto festival mundial estaré más claramente presente entre el público, para hacerles sentir que el escenario está vacío, que el escenario está a oscuras y no tiene luz. Estas personas que están aparentando van a quedar en evidencia y no volverán a intentar hacer nada parecido.
Por tanto informa a todos tus amigos: diles que acudan y pregunten a la persona que esté sobre el escenario: «¿Con qué autoridad has convocado a los sannyasins? Tú no eres sannyasin. Tú no eres un maestro, no estás iluminado, y nunca habrías tenido valor para hacer esto en la comuna. Pero ahora, como Osho no está presente, estás tratando de jugar el papel de maestro iluminado.»
De hecho, me habría gustado ir allí, salir de repente al escenario y ver qué pasaba con estos terapeutas; pero ya no puedo entrar en Italia. El Gobierno es muy testarudo, aunque sesenta y cinco personalidades de distintas profesiones, conocidas en todo el mundo, han protestado porque no hay razón para que se me impida la entrada.
Pero el Gobierno se queda en silencio el papa tiene mucho peso y los políticos son unos mendigos. No tienen miedo de los intelectuales, pintores, músicos, escultores, arquitectos, escritores; no temen a esta gente en absoluto. Temen al papa porque él maneja los votos.
Pero se van a presentar más protestas al Gobierno, y gente muy importante está mostrando mucho interés en por qué se le impide el acceso a un único individuo que no ha hecho ningún daño en el país, que nunca ha estado allí.
Por tanto no podré ir allí. Pero mi presencia estará con mis sannyasins, dondequiera que estén. Y tienes que escribir a todos tus amigos en Italia: «Dejad claro a esa gente que no pueden explotar a los sannyasins. Si ya no sois sannyasins, simplemente salid de aquí. Éste es un festival para sannyasins, ya nos arreglaremos. ¡Salid del escenario! Un escenario vacío es mucho mejor que un escenario lleno de traidores.»
Amado Osho,
La experiencia más dolorosa del mundo es estar enfadada contigo. Esto no es una pregunta; sólo una expresión de pura alegría al sentirme de nuevo libre para amarte.
¡Así es! ¡Debe ser de Chetana! Estar enfadada conmigo es una de las las cosas más difíciles.
Puedes preguntárselo a Vivek, porque ella sufre muchas veces por mí, por mi seguridad. Y entiendo que si se enfada no es contra mí. Pero sufre mucho cuando se enfada.
Me quieres tanto, no puedes concebir estar enfadada conmigo. Pero de vez en cuando viene bien probarlo. Esto te impedirá entrar en los mismos espacios en el futuro.
Por supuesto para Vivek es difícil. Ahora ha estado triste y preocupada durante mucho tiempo porque he sido maltratado continuamente por la policía, por las autoridades carcelarias, por los Gobiernos, he sido deportado de un lugar a otro. Y ella sabe que no puede hacer nada para impedirlo. Toda esa tristeza a veces se convierte en enfado. Ahora ya no puede ni estar enfadada con esos gobiernos, sólo puede estar enfadada conmigo. Pero estar enfadada conmigo es muy difícil. ¡Casi es una tarea imposible! Y los que tienen que pasar por ella saben que es un infierno.
Pero tiene una cosa buena -siempre hay algo bueno, incluso en la peor situación- y es que nada dura toda la vida. Sales de ello y a continuación sientes una gran libertad y comprensión.
La pregunta es de Maneesha.
En realidad no se trata de una pregunta en absoluto. Ella misma la ha respondido, y de manera muy hermosa. Ha dicho exactamente lo mismo que yo habría dicho. Y eso es lo que me gustaría que hiciera, poco a poco, cada uno de vosotros: que llegarais a la comprensión de que cuando planteáis una pregunta, la podéis responder de la misma forma que la respondería yo.
La confianza ciertamente es un valor más alto que el amor. La confianza implica amor; pero el amor no implica confianza. Cuando dices: «confío en ti, Osho» se entiende que amas. Pero cuando dices que amas, la confianza no tiene nada que ver con ello. De hecho, tú amor es muy sospechoso, muy desconfiado, tiene mucho miedo, siempre está en guardia, observando a la persona amada.
Los amantes se convierten casi en detectives. Se espían mutuamente. El amor es muy hermoso si forma parte de la confianza. Y siempre es una parte de la confianza, porque la confianza no puede prescindir del amor. No se puede amar sin confiar, y un amor sin confianza es muy feo; en el fondo tiene todo tipo de celos, sospechas, desconfianzas.
También es verdad que cuando dices: «Te quiero»; no es una rendición, no es una disposición a disolverse. No es una disposición a dejarse llevar a espacios desconocidos e incognoscibles. Cuando dices: «Te quiero», eres un igual, y hay cierta agresividad en ello. Por eso, desde el principio mismo de la humanidad, en todas partes y en cada ocasión, no ha sido la mujer la que ha tomado la iniciativa a la hora de decir «te quiero». Ha esperado que el hombre le diga «te quiero», porque el corazón de la mujer siente esa agresividad. Pero el hombre tiene un corazón más duro; no siente que eso sea agresivo, de hecho le gusta.
Pero cuando dices: «Confío en ti,» es una rendición profunda, una apertura, una receptividad, una declaración a ti mismo y al Universo de que: «Ahora si este hombre me lleva al infierno mismo, yo estoy de acuerdo: confío en él. Si el lugar al que me lleva me parece que es un infierno debe ser por mi defecto visual. Él no puede llevarme al infierno.»
En la confianza siempre descubres que los fallos te pertenecen; en el amor siempre encuentras fallos en la persona amada.
En la confianza estás siempre, sin decirlo, es un estado de disculpa: «Soy ignorante. Estoy somnoliento, inconsciente. Existe la posibilidad de que diga algo equivocado, de que haga algo equivocado, por tanto ten piedad de mí, se compasivo conmigo.» La confianza implica tantas cosas. Es un gran tesoro.
Cuando dices: «Te quiero», hay una corriente sutil de posesividad. No se expresa, está sobreentendida: «Ahora eres mi posesión, nadie más debería amarte.»
En la confianza no se plantea la posesión de la persona en quien confías. Por el contrario, estás diciendo: «Por favor, poséeme. Destrúyeme como ego. Ayúdame a desaparecer y a fundirme en ti, para que no haya resistencia al ir contigo.»
El amor es una lucha constante, una batalla; demanda algo. «Te amo» significa: «Tú también tienes que amarme. De hecho, sólo te amo porque quiero que me ames.» Es simplemente un negocio, de ahí el miedo: «No debes amar a nadie más y nadie más debe amarme, porque no quiero que nadie comparta mi amor.»
La mente inconsciente del ser humano sigue pensando como si el amor fuera una cantidad, piensa que hay cierta cantidad de amor. Si te amo, entonces tú debes poseer toda la cantidad. Si amo a algunas otras personas, entonces la cantidad será distribuida, no lo obtendrás todo; de ahí los celos, el espionaje, la lucha, la disputa. Y todo lo feo se queda oculto detrás de una hermosa palabra, amor.
En la confianza no se trata de ninguna lucha. Realmente es una rendición. Cuando dices: «Osho, confío en ti», significa: «Desde este momento se detiene mi lucha contigo. Ahora soy tuyo; puedes hacer lo que quieras puedes matarme, pero no me resistiré porque ya no estoy allí: me he entregado a ti. Ahora depende de ti: haz cualquier cosa que sientas adecuada.»
Y la confianza no es competitiva, por tanto no hay celos. Puedes confiar en mí, millones de personas confían en mí. De hecho, cuanta más gente confíe en mí, más feliz serás. Te alegrarás de que tanta gente confíe... no ocurre así con el amor.
En la confianza está implicado todo lo hermoso del amor.
En el momento que dices: «Confío en ti, Osho», también has dicho: «Te quiero.» Pero ahora, gracias a la confianza, el «yo» ya no existe, sólo existe el amor. Y el amor sin ego no crea problemas: «Mucha gente puede amarte, y cuanta más gente te ame, más feliz seré.» Esto es debido a la confianza.
Confianza es quizá la palabra más hermosa del lenguaje humano.
Y la confianza está tan cerca de la verdad que si es total, entonces en este mismo momento tu confianza se convierte en una revelación, en una revolución.
Amado Osho,
Este fin de semana hay un gran festival sannyasin en Florencia con baile, meditación y música. ¿Está tu corazón con esos miles de sannyasins?
En primer lugar, allí no va a haber miles de sannyasins, por la simple razón de que la gente que lo organiza ya no está conmigo. Están intentando timar a los sannyasins. Sólo trescientos sannyasins han reservado plaza y los organizadores declaran que es el primer festival mundial desde el último que tuvimos en la comuna de Oregón, en América.
Pero en él no se menciona mi nombre, no es mi festival. Es de esos pocos terapeutas que quieren explotar a los sannyasins. Pero tienen problemas, porque la asistencia de sólo trescientos sannyasin sólo cubrirá los gastos; esperaban que asistieran miles. Y además, los trescientos que van a ir lo hacen porque aún no saben que esas personas han empezado a trabajar contra mi.
Mi corazón estará con mi gente, estén donde estén. Yo estaré con mis sannyasins; tengo que estar, particularmente para mostrarles que no es mi festival, que les han engañado, que la gente que está sobre el escenario tiene unas ideas muy feas. Todos ellos pretenden ser maestros, pretenden estar iluminados.
Ese festival va a ser un fiasco porque mi presencia no estará en el escenario, sino que estará mi ausencia más completa. Yo estaré presente entre el público... Estos trescientos asistentes preguntarán: «¿Para qué habéis convocado a los sannyasins a un festival mundial cuando vosotros mismos ya no sois sannyasins? ¿Con qué autoridad lo hacéis?»
Pero es una buena ocasión para que los sannyasins vean quién es la gente que juega el papel de Judas, vendiendo a su propio maestro por treinta monedas de plata.
En lo que respecta a los sannyasins, siempre estoy con ellos. En este supuesto festival mundial estaré más claramente presente entre el público, para hacerles sentir que el escenario está vacío, que el escenario está a oscuras y no tiene luz. Estas personas que están aparentando van a quedar en evidencia y no volverán a intentar hacer nada parecido.
Por tanto informa a todos tus amigos: diles que acudan y pregunten a la persona que esté sobre el escenario: «¿Con qué autoridad has convocado a los sannyasins? Tú no eres sannyasin. Tú no eres un maestro, no estás iluminado, y nunca habrías tenido valor para hacer esto en la comuna. Pero ahora, como Osho no está presente, estás tratando de jugar el papel de maestro iluminado.»
De hecho, me habría gustado ir allí, salir de repente al escenario y ver qué pasaba con estos terapeutas; pero ya no puedo entrar en Italia. El Gobierno es muy testarudo, aunque sesenta y cinco personalidades de distintas profesiones, conocidas en todo el mundo, han protestado porque no hay razón para que se me impida la entrada.
Pero el Gobierno se queda en silencio el papa tiene mucho peso y los políticos son unos mendigos. No tienen miedo de los intelectuales, pintores, músicos, escultores, arquitectos, escritores; no temen a esta gente en absoluto. Temen al papa porque él maneja los votos.
Pero se van a presentar más protestas al Gobierno, y gente muy importante está mostrando mucho interés en por qué se le impide el acceso a un único individuo que no ha hecho ningún daño en el país, que nunca ha estado allí.
Por tanto no podré ir allí. Pero mi presencia estará con mis sannyasins, dondequiera que estén. Y tienes que escribir a todos tus amigos en Italia: «Dejad claro a esa gente que no pueden explotar a los sannyasins. Si ya no sois sannyasins, simplemente salid de aquí. Éste es un festival para sannyasins, ya nos arreglaremos. ¡Salid del escenario! Un escenario vacío es mucho mejor que un escenario lleno de traidores.»
Amado Osho,
La experiencia más dolorosa del mundo es estar enfadada contigo. Esto no es una pregunta; sólo una expresión de pura alegría al sentirme de nuevo libre para amarte.
¡Así es! ¡Debe ser de Chetana! Estar enfadada conmigo es una de las las cosas más difíciles.
Puedes preguntárselo a Vivek, porque ella sufre muchas veces por mí, por mi seguridad. Y entiendo que si se enfada no es contra mí. Pero sufre mucho cuando se enfada.
Me quieres tanto, no puedes concebir estar enfadada conmigo. Pero de vez en cuando viene bien probarlo. Esto te impedirá entrar en los mismos espacios en el futuro.
Por supuesto para Vivek es difícil. Ahora ha estado triste y preocupada durante mucho tiempo porque he sido maltratado continuamente por la policía, por las autoridades carcelarias, por los Gobiernos, he sido deportado de un lugar a otro. Y ella sabe que no puede hacer nada para impedirlo. Toda esa tristeza a veces se convierte en enfado. Ahora ya no puede ni estar enfadada con esos gobiernos, sólo puede estar enfadada conmigo. Pero estar enfadada conmigo es muy difícil. ¡Casi es una tarea imposible! Y los que tienen que pasar por ella saben que es un infierno.
Pero tiene una cosa buena -siempre hay algo bueno, incluso en la peor situación- y es que nada dura toda la vida. Sales de ello y a continuación sientes una gran libertad y comprensión.
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