jueves

OSHO / MÁS ALLÁ DE LA PSICOLOGÍA - CHARLAS DADAS EN URUGUAY (PUNTA DEL ESTE)



Capítulo 29
Acércate un poco más



Amado Osho,
En un discurso preparado para sus seguidores tras su accidente de coche, Gurdjieff dijo: «Vuelvo a repetir que este instituto está cerrado. Yo estoy muerto. La razón es que estoy desencantado con la gente después de todo lo que he hecho por ellos; he visto lo bien que me han pagado. Ahora dentro de mí todo está vacío.»

Recientemente, cuando Krishnamurti murió, sentí que de alguna manera él también había muerto desencantado.

Osho, a lo largo de los años contigo hemos construido grandes castillos de arena y los hemos visto destruirse; sin embargo, cuando te veo estas preciosas mañanas y tardes, pareces sinceramente contento de vernos. ¿Te sientes alguna vez desencantado con nosotros?


No sólo les ha ocurrido a George Gurdjieff o a J. Krishnamurti, les ha ocurrido a cientos de maestros a lo largo de los siglos, y existen razones para ello. Todos se sienten desencantados, decepcionados, desilusionados.

Entremos más a fondo, primero en la última frase de George Gurdjieff. La última afirmación de alguien es la afirmación más significativa de toda su vida; en cierto sentido toda su vida está concentrada en esa última frase.

Estaba desencantado porque los discípulos le fallaron, le traicionaron, fueron contra él y trataron de dañarle; y eran las personas a las que había dedicado toda su vida, cada momento de su vida. Sin embargo, en su lugar, yo no me sentiría desencantado. Él pensó que estaba haciendo un trabajo muy serio. Ahí residía la raíz de su desencanto.

Yo no hago ningún trabajo serio. Yo no trabajo en absoluto; para mí es una alegría compartir con vosotros. Lo que hagáis con ello es vuestro problema, no el mío.

No puedes decepcionarme.

Puedes traicionarme; hay gente que lo ha hecho. Puedes hacerme todo el daño imaginable; y la gente me lo ha hecho. Puedes ir contra mí, puedes contar mentiras sobre mí; seguiré sin estar desencantado, porque para empezar no espero nada de ti.

La decepción viene cuando hay una expectativa.

El desencanto ocurre cuando hay una profunda esperanza de que:«Esta gente va a realizar mi trabajo.» No tengo ninguna expectativa, ninguna esperanza; simplemente soy tan dichoso que no puedo contenerlo; quiero compartirlo incondicionalmente. Son las condiciones las que crean la decepción.

Gurdjieff trabajó duro y tenía grandes expectativas. E incluso gente como P.D. Ouspensky, que lo aprendió todo del maestro, le negó. Ouspensky mismo se convirtió en maestro; incluso dejó de usar el nombre completo de Gurdjieff. Cuando tenía que mencionarle en ciertos momentos sólo decía «G». No permitía que sus discípulos fueran a ver a Gurdjieff, y eso que Gurdjieff había trabajado con este hombre durante años, durante décadas.

Todo lo que dijo Ouspensky tras separarse de Gurdjieff -cada palabra, cada comprensión- era prestado, no era suyo. Ciertamente tenía un gran talento; es uno de los mejores escritores con los que me he encontrado. Gurdjieff no era un escritor. Ouspensky era un gran lógico, un matemático famoso en todo el mundo, un gran escritor. Gurdjieff no era ninguna de estas cosas, únicamente era un místico.

Tras reunido todo del sistema de Gurdjieff, Ouspensky estaba en la posición de escribir preciosos tratados, como si procedieran de su propia experiencia. Gurdjieff no podía competir con él escribiendo ni tampoco hablando. Ouspensky era un genio que tenía mucho talento y una buena educación. Gurdjieff no tenía educación, procedía de una tribu subdesarrollada del Cáucaso, en la Rusia soviética. Pero tenía toda una mina de diamantes; simplemente estaban sin tallar, sin pulir. Sólo un hombre que tuviera un ojo de joyero podía reconocerlos, por lo demás parecían piedras.

Ouspensky tenía un ojo de joyero; reconoció que este hombre tenía un gran tesoro, pero no tenía talento para divulgarlo..., una gran oportunidad para la explotación. Lo aprendió todo de Gurdjieff, y el día que sintió que tenía bastante -podía crear un sistema completo con todo ello-, le traicionó. Y tenía que impedir a sus discípulos que fueran donde Gurdjieff, porque en cuanto a personalidad Ouspensky sólo era un profesor de escuela; tenía la apariencia de un profesor de escuela. Incluso cuando enseñaba misticismo lo hacía junto a una pizarra; era un matemático. Mientras enseñaba misticismo escribía en la pizarra; era como una clase, una clase universitaria. Sus estudiantes tomaban notas...

Gurdjieff tenía una personalidad tremendamente carismática. Cualquiera que le hubiera visto una vez no podía olvidarlo; destacaría en medio de una multitud de millones de personas. Si le habías mirado una vez a los ojos, sus ojos te seguirían toda la vida. No era un hombre de palabras, sino de un ser tremendamente poderoso.

Y ese era el miedo de Ouspensky: si sus discípulos iban a ver a Gurdjieff, entonces lo que él había dicho contra Gurdjieff quedaría en evidencia. Y si escuchaban a aquel hombre..., aunque no se expresara académicamente, en cierto sentido era el maestro que mejor se haya expresado nunca. Necesitaba cientos de páginas para decir una sola cosa. Tienes que averiguar lo que realmente quiere decir. Creaba sus propias palabras, palabras muy largas que se extienden toda la línea, palabras que nunca antes habías oído: se las inventaba. No sabía escribir; un párrafo podía alargarse páginas enteras. Ningún editor quería publicar sus libros; tuvo que publicarlos él mismo.

Cuando publicó su primer libro, tenía mil páginas. Es uno de los libros más extraños del mundo, Todo y de todas las cosas. Sólo estaban cortadas las cien primeras páginas, el prólogo, y las novecientas restantes permanecían sin cortar, y se incluía una nota para el lector que decía: «Lee el prólogo y si sientes que merece la pena seguir leyendo, entonces puedes cortar las novecientas páginas siguientes. Pero si sientes que no merece la pena, puedes recuperar tu dinero -devolviendo el libro-, pero entonces no cortes las páginas que están sin cortar. Las cien primeras páginas sirven como ejemplo suficiente.»

Incluso entender esas cien primeras páginas es una experiencia extraña, particularmente para los que no saben nada de la mística y de sus extraños caminos. Ahora bien, de ninguna forma podía competir con su propio discípulo Ouspensky. Sus libros son tan lúcidos, están tan bien escritos, son tan poéticos, que no conozco a ningún otro hombre que ni siquiera se le haya acercado. Khalil Gibran escribe bien, Mikhail Naimy escribe bien, pero ni siquiera se acercan a Ouspensky.

Gurdjieff tenía depositadas muchas esperanzas en que Ouspensky continuara con su trabajo. Y en lugar de seguir adelante, simplemente abrió su propia escuela que iba en contra de Gurdjieff: enseñaba de todo, porque a su sistema es imposible añadirle nada, es completo y perfecto. No puedes quitarle ni ponerle nada. Ouspensky fue un gran profesor, pero no un maestro. Influyó en muchas gente de todo el mundo; mucha gente llegó a saber de Gurdjieff a través de Ouspensky. ¡Qué destino tan extraño! Y él intentaba oponérsele constantemente.

Era muy difícil, porque había tomado prestadas todas sus enseñanzas de aquel hombre, pero era una necesidad lógica. Tenía que oponerse a Gurdjieff para que nadie pensara que había tomado sus enseñanzas prestadas de él. Para cualquier discípulo que traicione a su maestro y que quiera usar sus enseñanzas para convertirse él mismo en maestro, es una necesidad existencial oponerse al maestro y difundir mentiras sobre él. Naturalmente esto hacía daño a Gurdjieff; y no era solamente Ouspensky, había muchos otros que estaban haciendo lo mismo. Gurdjieff trabajaba con ellos durante años y un día se convertían en sus enemigos. Y para justificar por qué habían dejado a Gurdjieff se inventaban mentiras, tenían que crear una falsa imagen de Gurdjieff.

Ouspensky tenía una estrategia, dijo: «Mientras estuve con Gurdjieff, él estaba en lo correcto, y cuando empecé a ver que se desviaba, le dejé»; Gurdjieff se había desviado, por eso su discípulo le deja¬ba. Hasta ese momento Gurdjieff estaba en lo correcto y se podían emplear sus enseñanzas sin ninguna dificultad. Pero a partir de ese punto, para él Gurdjieff no existió en absoluto.

Muchos otros discípulos estaban haciendo lo mismo, y si Gurdjieff tenía grandes expectativas, naturalmente se iba sintiendo dolido, herido. No podía creer que estas fueran las personas por las que había vivido y por las que había muerto; había sacrificado toda su vida y esta gente... Por eso dijo: «La institución está cerrada, está muerta.»

Temía que tras su muerte su institución fuera utilizada de la misma manera. «La institución está muerta porque yo estoy muerto.» Todas las heridas de su vida se expresaban simultáneamente de esta manera. Esta afirmación es la declaración de su vida: «El hombre es artero, cobarde, engañoso, hipócrita: no puedes confiar en nadie.»

Esta era la experiencia de toda su vida: no puedes confiar en nadie. Había confiado en muchos y había dado todo lo que tenía, y aún así, ¿qué le habían devuelto? Ni siquiera la gratitud. Y él no pedía nada más. Pero la gente no le había dado reverencia, ni gratitud, ni respeto; por el contrario, gran antagonismo, oposición, todo tipo de ficciones para condenarle... Naturalmente estaba decepcionado.

Pero mi planteamiento es completamente diferente. Yo confío en vosotros, pero no porque seáis dignos de confianza; si fuera así, mi experiencia sería igual a la suya. Yo no tengo que esperar al momento de la muerte; ya he trabajado con gente durante años y me he sentido muy bien pagado. Yo confío vosotros porque no puedo desconfiar; no pongo una carga en vosotros: podéis traicionarme, pero no podéis herirme. Yo he confiado en vosotros no por vosotros mismos, sino por mí. Y sigo aquí, sigo siendo el mismo.

Ves la diferencia. Se puede confiar en una persona de dos formas distintas: o bien porque es digno de confianza -entonces hay un riesgo, hay un peligro- o porque te gusta confiar. En este caso ser digno de confianza o no serlo es irrelevante.

En segundo lugar, Gurdjieff y toda esta gente se tomaban su trabajo muy en serio: la transformación del hombre, la transformación de la sociedad humana... se lo tomaban demasiado en serio. Y cuando la gente no estaba de acuerdo con su seriedad, sentían que había algo básicamente equivocado en esa persona, que no podían hacer nada con ella. Entonces surgía en ellos una gran desesperanza.

Esto no puede pasarme a mí porque yo no soy serio en absoluto. No pienso que la existencia me haya dado cierta responsabilidad para transformar al hombre o la sociedad. ¿Quién soy yo para preocuparme de todo esto? Un día yo no estaba aquí, y la sociedad ya estaba presente, el hombre estaba, la existencia estaba... Un día yo no estaré aquí, así es que por los pocos días que quedan entre medio... Y la existencia no me ha dado ningún trabajo a realizar. ¿Por qué debería estar serio?

Sencillamente soy juguetón.

Si todo el mundo me traiciona, yo reiré el último; y también disfrutaré de ese momento. Me diré a mí mismo: «¡Genial! Me encanta jugar; he jugado bien. Y esta gente se ha portado bien; se quedaron conmigo mientras pudieron, a pesar de las dificultades y problemas. Cuando les pareció que era demasiado, se fueron a la suya.»

Aunque me quede solo, no me sentiré decepcionado. Simplemente disfrutaré de ese momento, de que ésta ha sido una gran vida: tantas estaciones, tantos cambios, tanta gente, tanto amor, tanta confianza. Y salgo de la vida sin dejar huella. No sentiré que he malgastado mi vida. No creo que pudiera haber habido una forma mejor de vivir, y de amar, y de reír.

J. Krishnamurti era muy serio; no creo que haya sonreído nunca. Una vida larga: noventa años. Su fama comenzó muy pronto, cuando tenía trece años; así que verdaderamente tuvo una larga vida de trabajo y decepciones… Incluso los más cercanos le traicionaron. Toda su vida parece ser una larga serie de traiciones, y los que se quedaron con él nunca llegaron a comprender su mensaje. Le estuvieron escuchando durante medio siglo, pero aún así no pudo atravesar sus densas mentes y alcanzar su ser. Y cada día... si miras a su vida, al principio estaba muy esperanzado, estaba muy animado con que el cambio es posible en el ser humano, con que puede llegar el nuevo hombre. Pero poco a poco esa esperanza desapareció, ya no estaba animado. Y a medida que envejecía, se iba entristeciendo más.

Debido a su seriedad, estuvo sufriendo migraña continuamente durante treinta años. No le podía ayudar ninguna medicina; ningún médico..., y todos los médicos le decían: «Estás forzando demasiado todo tu sistema cerebral. Eres demasiado serio, deberías relajarte; has tomado una carga demasiado pesada sobre ti mismo.»

A veces las migrañas eran tan fuertes que le hubiera gustado golpearse la cabeza contra la pared.

Mientras hablaba, casi gritaba, clamaba, se pegaba con la cabeza, porque no podía entender que no comprendieras algo tan simple. Por ejemplo, estuvo explicando lo mismo durante toda su vida: que la meditación no puede practicarse, es algo que ocurre. Hablaba durante una hora de la diferencia entre el hacer y el ocurrir, y entonces alguien que estaba sentado ante él escuchando atentamente se levantaba y preguntaba: «¿Cómo podemos practicar la meditación?».

Yo me hubiera reído en una situación así, pero él se golpeaba la cabeza..., demasiado serio. Y a medida que la muerte se le aproximaba, se volvía cada vez más serio, sabiendo que su vida había sido un fracaso. Trabajó duro, inmensamente duro. Su planteamiento era muy limpio y muy claro. Su forma de trabajar era muy lógica, muy intelectual, absolutamente contemporánea: una vida de valor impecable, era un perfeccionista.

Pero al final sus manos estaban vacías. En lo tocante a resultados, es como si no hubiera estado allí. El mundo sigue... la vieja rutina, el viejo surco. ¿Ves que haya cambiado algo porque Krishnamurti nació y vivió durante noventa años? ¿Ha dejado siquiera una pequeña marca? Naturalmente murió en el mismo estado.

Y éste ha sido el caso con miles de maestros; la humanidad sigue sin evolucionar porque son muy serios en su deseo de que la humanidad evolucione. Y naturalmente fracasan.

Pero yo no puedo fracasar, porque no me importa en absoluto que la humanidad evolucione o no, que nazca el nuevo hombre o no. Me gustan estas ideas y me gusta comunicárselas a la gente, y en esto obtengo la victoria perfecta. No tengo que esperar a que cambies para sentirme victorioso, esa será tu victoria. Mi victoria es poder comunicar lo que quería comunicar. Ahora, lo que hagas con ello, es tu libertad.

Yo no le llamaré traición, y no le llamaré oposición, y no llamaré mentiras a lo que digas. Si te gustan estas cosas, está perfectamente bien: el disfrute es bueno. Si alguien está creando mentiras sobre mí y se siente perfectamente bien con ello, ¿por qué detenerlo? Tiene todas mis bendiciones.

Ya me ocurrió en India, un hombre escribió un libro contra mí y me envió una copia antes de publicarlo. Lo repasé: eran todo mentiras, basura, historias ficticias de las que no tenía pruebas. Sin embargo, seguí enviándole mis bendiciones y le pedí que las imprimiera en la primera página del libro. No podía creérselo; estaba tan alterado: ¿Qué tipo de hombre era éste?

Él vivía en Baroda, a mil millas de donde vivía yo, pero vino a verme; nunca me había visto. Se había dedicado a coleccionar recortes de la prensa amarilla, rumores, bulos..., y se las arregló para hacer un libro. Me preguntó: «¿Lo has mirado por dentro o sólo me has enviado tus bendiciones?».

Yo respondí: «Lo he leído palabra por palabra; todo es mentira, pero has trabajado tanto recogiendo esas mentiras que necesitas mis bendiciones.»

Él añadió: «Pero contar con tus bendiciones me parece muy extraño. Conozco este libro; incluso cuando estaba coleccionando los recortes y escribiéndolo... Mi propósito es ganar dinero -este libro va a convertirse en un éxito de ventas-, pero ahora, viéndote, y viendo tu respuesta, siento que quizá no debería haber hecho esto.»

Yo le dije: «No, sigue adelante. Deja que el libro entre en el mercado. Colecciona más rumores, porque mientras yo viva seguirá habiendo más y más mentiras, más y más rumores, chismes: siempre puedes ganar dinero; ésta es una buena forma de hacerlo. No me hará ningún daño. Y la fotografía de la portada es realmente bella.»

Él dijo: «¡Dios mío! Pensaba que estarías enfadado, ensañado conmigo.»

Le respondí: «¿Por qué debería estar enfadado, por qué debería estar ensañado? La vida es demasiado corta para estar enfadado, para ensañarse. Es suficiente con llegar a sentimos dichosos y poder bendecir a los demás. Lo que hagas es cosa tuya, pero el libro lo has hecho bien. Tu estilo es bueno; lo que has escrito son tonterías, pero tu forma de ponerlas y de presentarlas está muy bien. Y has dedicado casi un año a mi servicio. No puedo pagarte, pero puedo darte mis bendiciones.»

Y el libro fue publicado con mis bendiciones y cada crítica que apareció en los periódicos lo mencionaba: «Es extraño que Osho lo bendiga.» Esa simple bendición cancela todo el libro.

Mi planteamiento es diferente, tan completamente diferente que nunca se ha usado anteriormente. Yo disfruto de todo lo que ha pasado y de lo que pasa; quizá mañana sea arrestado, deportado, pero disfrutaré con ello. ¡A continuación Hasya tendrá que encontrar otro lugar para que puedan volver a deportarme! No vamos a dejar ni a un sólo país sin bendición.

De hecho no puedo concebir ninguna situación que me resulte decepcionante. Tienes que perdonarme: simplemente estoy tan pleno, tan centrado y tan feliz que nada puede afectarme. Cualquier situación nueva me resultará muy divertida. Y vivir sin condiciones, vivir con gente que tiene toda la libertad de ser lo que quiere ser ya es una transformación. Todos los viejos planteamientos han fracasado. Ahora veamos qué ocurre con el mío. En lo que a mí respecta, no puedo fracasar, porque le saco jugo a la vida a cada momento; no lo dejo para otro momento.

Lo que hay que ver es cuánta gente puede tener tanto éxito y tantas victorias como yo. Les estoy dando todas las claves, ahora ya es su problema. Si fracasan, deberían sentirse decepcionados, ¿por qué debería sentirme yo decepcionado? Si tienen éxito, deberían alegrarse. Yo puedo participar de su alegría, pero no hay forma de decepcionarme.

Simplemente sacadme de la categoría de Gurdjieff, de Krishnamurti y demás.


Amado Osho,
He intentado desde hace mucho tiempo escribirte una pregunta sobre el dinero. La pregunta es tan compleja que no puedo ni ponerla por escrito. Tiene que ver con las amistades, la autoimagen, la integridad, la confianza, la inteligencia, la identificación, el abandono, la persistencia, la culpabilidad, las relaciones, y lo más importante, con el discipulado.
Por favor, ayúdame con la pregunta y con la respuesta.


El dinero es una cosa extraña.

Si no lo tienes, la cosa es simple: no lo tienes. No hay complejidad. Pero si lo tienes, entonces ciertamente te va a crear situaciones complejas.

Uno de sus mayores problemas es que nunca puedes saber si te quieren a ti o a tu dinero, si eres deseable o si es tu dinero el que es deseable. Y es tan difícil de averiguar que habrías preferido no tener dinero; al menos la vida habría sido simple.

Hace unos días Hasya me hablaba de la hija de Aristóteles Onassis. Recuerdo haber visto su fotografía cuando Onassis estaba vivo, hace unos diez años. Era una niña preciosa, proporcionada, encantadora. Pero Onassis murió y le dejó mucho dinero; eso le creó una situación infernal. Desde entonces ha estado casada tres veces, y los tres matrimonios han fracasado porque pensaba que cada uno de sus maridos amaba su dinero, no a ella.

Y este dilema surge desde el principio mismo: el día de la boda es en realidad el día del divorcio. El día de la boda ella solicita una garantía del marido -un documento legal válido ante un tribunal- de que no se llevará su dinero. Si hay divorcio, él no le pedirá dinero. Ahora bien, ¿se puede concebir que un matrimonio merezca la pena cuando el primer día la mujer te pide un escrito con valor legal ante un tribunal de que estás interesado en ella y no en su dinero; y que en caso de divorcio no le pedirás dinero? El divorcio ya ha ocurrido.

En el cuarto matrimonio entró en una situación todavía más problemática. Pero antes de describirlo, tengo que comentar otra cosa que estaba sucediendo simultáneamente. Ella iba engordando y haciéndose más fea, como si en lo profundo de su psique quisiera probar: «Tú me amas sea yo como sea, bella o fea, delgada o gorda; no me amas por mi dinero.»

Y ahora es tan fea que evita a los fotógrafos, a los medios de comunicación: se oculta y no quiere que le saquen fotografías. Quizá es porque no estaba segura de si la amaban a ella o su dinero. Y lo más probable es que la gente que ha estado con ella haya estado por su dinero, no por ella. No recibía amor. La prueba era que comenzó a comer demasiado. Si recibes amor, están tan lleno de amor, el amor te llena tanto que no comes en exceso.

He estado viajando por India, viviendo con distintas familias, y me he encontrado al menos con tres mujeres que me dijeron lo mismo, que mientras estaba en sus casas no podían comer.

Cuando me lo comentaron por primera vez, yo dije: «Es extraño. ¿Por qué no puedes comer?»

Ellas dijeron: «No sabemos, pero no tenemos hambre. Nos sentimos perfectamente bien, mejor de lo que nos hemos sentido nunca. Te quedas tres días en casa y no podemos comer. Y estamos todo el año esperando que vuelvas a la ciudad otros tres días; esos tres días se convierten en un recuerdo precioso.»

Cuando me lo dijo otra mujer, y después otra... Tuve que considerar este hecho: ¿Qué está pasando? Se sentían tan queridas y me querían tanto que no había necesidad de alimento, era como si el amor fuera alimento suficiente. Y después de tres días no parecían pasar hambre, no parecían desnutridas. Una de las tres era una mujer jaina y me dijo: «Ahora sé cómo debería ser un verdadero ayuno.» Ella había estado ayunando durante diez años, largos ayunos de diez días.

En la tradición jaina, los jainas muy ortodoxos ayunan durante diez días en la estación de las lluvias. Esta mujer había estado ayunando diez días a lo largo de diez años y me dijo: «Ahora se que aquello no era ayunar, era simplemente pasar hambre, porque continuamente estaba pensando en comida, comida, comida. Por la noche el hambre no me dejaba dormir; si caía dormida unos minutos o unas horas, soñaba con comida. Pensaba en la comida, soñaba con ella; en mí no había nada más que comida. Durante los tres días que has estado en casa he conocido lo que es ayunar. No he pensado en comer en ningún momento. Sucede tan naturalmente que no siento hambre; me siento tan plena.»

La inmensa fortuna de Onassis ha creado un infierno para la pobre niña, el sentimiento de no ser querida. Y no ha entrado en contacto con un hombre como yo que le podría haber dicho... La cuestión no es que deberías ser amada, la cuestión es que tú deberías amar. ¿Por qué preocuparte de las razones que el otro tiene para quererte? ¿Has pensado alguna vez en por qué tú amas al otro? ¿Para qué?

Entonces comprenderías la situación. ¿Quizá es por su pelo? Entonces no quieres a ese hombre. ¿Quizá es por sus ojos? Entonces no quieres a ese hombre. ¿Quizá es por su nariz? Entonces no quieres a ese hombre. Si tienes alguna razón para amar, entonces no amas a ese hombre. ¿Por qué montas tanto lío con el dinero?

Deberías amar y ser amada, y deberías ser amada más por tu dinero. No hay nada malo en él; tienes algo más que cualquier otra mujer. Por lo demás, cualquier cosa puede empezar a crearte problemas: ese hombre te ama porque tienes una cara preciosa; no te ama a ti: Si tuvieras cicatrices en la cara el hombre no te amaría. Este hombre te quiere porque tienes ojos, si fueras ciega no te amaría. Te estás creando problemas innecesarios. Este hombre ciertamente te ama en tu totalidad, y tu dinero no es parte de ti. ¿Por qué separarlo? Eres rica, de la misma forma que otra gente es muy bella; eres rica de la misma forma que otra persona es bailarina. Pero la bailarina no plantea la pregunta: “¿Me amas a mí o al baile?”. Si la plantea tendrá problemas.

En su cuarto matrimonio, para asegurarse, la hija de Onassis encontró a un hombre rico: “Como el mismo es tan rico, que me amará por mí misma, no por mi dinero: es un gran industrial”. Y debido a esto no repitió el ritual de ir al tribunal después de la boda y solicitar el certificado de que en caso de divorcio el hombre no le pediría dinero. Como el hombre era tan rico, le pareció absurdo pedírselo. Pero este hombre demostró ser muy artero, y como no había certificado, se divorció de ella y se llevó casi la mitad de su fortuna.

Ahora bien, algo como el dinero, que podía haber sido un gran placer, se ha convertido en una inmensa angustia. Pero no se trata del dinero, es tu mente. El dinero es útil. No es ningún pecado tener dinero, no hace falta sentirse culpable; si fuera de otro modo, todo el mundo debería sentirse culpable: «¿Por qué estoy yo iluminado cuando hay tantos millones de personas que no lo están? Debo suicidarme porque el mundo está lleno de gente que no está iluminada, y yo debo ser muy egoísta por estarlo.»

Yo no os pregunto: «¿Por qué me amáis? ¿Me amáis a mí o amáis mi iluminación? Si amáis mi iluminación, entonces ¡se acabó! Entonces no me amáis a mí.» ¿Por qué hacer estas divisiones? Así es como tu mente crea miseria. Tienes dinero, ¡disfrútalo! Y si alguien te ama, no le plantees esta pregunta porque le estás poniendo en una situación muy mala. Si te dice que te ama no le vas a creer y si dice que ama tu dinero le vas a creer. Pero si ama tu dinero, se acabó todo el asunto. En lo profundo seguirás sospechando que ama tu dinero, no a ti. No hay nada malo en él: el dinero es tuyo, de la misma forma que la nariz es tuya, y la boca es tuya, y el pelo es tuyo, y este hombre ama tu totalidad. El dinero también es parte de ti, no lo separes; entonces no habrá problema.

Intenta vivir la vida con las mínimas complejidades y con los mínimos problemas que puedas. Está en tus manos; nos creamos problemas innecesarios. Estando conmigo, al menos deberías aprender que todos los problemas son creados; no hay problemas reales.

Esta pregunta es de Avirbhava. Ella ha sufrido por este asunto durante toda su vida y de manera totalmente innecesaria. El dinero debe enriquecer tu vida, hacerla más agradable, y te la está dificultando.

Cuando alguien empieza a quererte, te pones a pensar constantemente en el dinero: «Este hombre está interesado en el dinero, no en mí.» Y aunque estuviera interesado en el dinero...; ¿a quién no le interesa el dinero? Simplemente es un ser humano. No es un monje budista, le interesa el dinero. Pero eso no significa que no le intereses tú. Le interesas más porque no sólo eres una mujer, eres una mujer rica.

Disfruta de esta idea y abandona el problema para siempre.

Amado Osho,
¿Cómo atrapar la luz de la vela?

Acércate un poco más. La gente tiene miedo de acercarse, en particular a una persona como yo.

Temen que al acercarse a mí podrían disolverse.
Acercándose a mí podrían desaparecer.

Por eso se mantienen a distancia, sólo se acercan hasta un puntoque les permita seguir siendo ellos mismos; si llega un momento en que su mente quiera alejarse, pueden hacerlo.

Pero si te acercas mucho, eso significa que has dado un salto total, un salto cuántico; ahora ya no puedes irte, ahora no tienes posibilidad de irte. Ahora te estás fundiendo y disolviendo en lo desconocido. La gente se acerca pero sólo hasta un punto, para poder escapar si quieren, pueden darme la espalda si lo desean.

¿Conoces el significado de la palabra «hippie»? Simplemente significa mostrar las caderas, dar la espalda. El hippie es el que da la espalda al mundo, a sus problemas, a sus retos; él corre, escapa.

Acercándote a mí... no te detengas hasta ser, sólo entonces tu vela estará encendida. Ésta es la belleza de las velas: en una habitación puedes encender una vela o puedes encender miles de velas. Las velas pueden ser mil pero la luz será una. Por eso cuando el discípulo se acerca demasiado al maestro, las velas siguen siendo dos, pero la luz es una. Las llamas siguen siendo dos. Por eso tengo que hacer una afirmación aparentemente contradictoria: que cuando te disuelves en el maestro, por primera vez dejas de ser y por primera vez eres. No eres tu antiguo yo, ahora tienes una nueva individualidad. Lo que has perdido nunca fue tuyo; lo que has conseguido siempre ha sido tuyo, pero estaba recubierto por lo falso.

Dos velas encendidas crearán una única luz en la habitación. Puede haber dos mil velas, puede haber dos millones; no supone ninguna diferencia, la luz será una. Así, en cierto modo, todas serán individuos y todas serán parte de una existencia oceánica.

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