domingo

NELSON CAULA ENTREVISTA A ANÍBAL SAMPAYO


“LAS COPLAS QUE ME ANDAN POR ALLÁ ARRIBA ME PONEN AZUL LA CABEZA”

SEGUNDA ENTREGA

PARAGUAY

-¿Buscavidas o aventurero?

-No, ni lo uno ni lo otro, como me dijo un paisano que encontramos una vez en Corrientes. El tipo venía a todo trapo a caballo. Y medio que lo paro y le pregunto: "Dígame amigo ¿este es el camino a Curuzú Cuatiá?". "Ni lo uno ni lo otro che", me dice el hombre, "Ni yo soy tu amigo ni este camino va a Curuzú", y ahí mismo le prendió espuelas. Lo cuento siempre porque al final, bueno tenía razón el hombre ¿no? Me gustaba conocer nada más.
Otra vez, sin querer, crucé al Brasil, no tenía papeles y me metí con una gente y para el alto Uruguay me fui. Con dos tipos íbamos prendido arriba de los troncos. Salimos de mañana temprano y yo los miraba a los tipos...

-¿En un camión?

-En un camión que llevaba los troncos y de ahí para el río Uruguay y después los mandaban para abajo en jangada. Los tipos no decían nada, yo iba montado en los troncos y la guitarra atada allá adelante. Llevaba los diarios, El Telégrafo, todo eso, ya me habían hecho notas de mis actuaciones; yo acá en Paysandú ya era conocido. "Buen día", le digo, a la salida del sol. "Buen día", me dice, quieto nomás. "Yo soy uruguayo", le digo, "voy para el alto Uruguay". Eran dos hermanos, Alderete, que a uno de ellos, mucho después, lo ametrallaron. Yo me fui arrimando, buscando algo de confianza, "Ando con la guitarra", le digo, "voy rumbeando al Paraguay", y le empecé a mostrar el álbum que traía, para que viera que yo no era cualquiera, porque ahí te pegaban un tiro en cualquier lado; además la milicada estaba del otro lado, de Argentina. El río Uruguay es muy corto allí, tendrá una cuadra en unos lugares barrancosos y yo quería cruzar por ahí y ahí habían contrabandistas y la milicada tenía setenta hombres armados en la Barra. Contrabandeaban la goma, en el año 48 por ahí pasaban las cubiertas para Argentina y la milicada les metía bala, meta tiro nomás. A las seis de la tarde ya no te podías bañar ahí en el río, bulto que venía del otro lado, el ejército le prendía.

Y ahí estuve también y en un altillo que tenía un gringo, ahí dormía yo, muy macanudo el tipo, aguantando porque yo quería pasar para el otro lado, de San Javier para arriba, hasta que un día me pasaron los contrabandistas; más de dos meses estuve con ellos. Y bueno, cada serenata hacíamos con el tal Alderete ese. "Vamo chamigo, yo tengo unos amigos", me decía; con él salíamos a la noche con la guitarra y me presentaba a los tipos que estaban en unos benditos, unas casitas de ramas. Yo iba, les daba la mano y ni sabía, nunca los conocía tampoco, porque había un candilito apenas. Era una vida linda, yo tuve muchos amigos en el Paraguay. Había un grupo de uruguayos también, y me iba con ellos a cazar.

-¿Por qué lo fascina tanto el mundo paraguayo, qué lo llevó hasta ahí, el río, el idioma guaraní, qué fue?

-Sí, sí, todo eso; pero primero Artigas, fui a conocer el lugar donde había muerto Artigas; y la música. Aprendí a tocar el arpa ahí. Me quedaba con las familias de mis amigos paraguayos, yo vivía con ellos. Íbamos a los bailes. Jiménez, que yo me quedaba en su casa, me decía "Vamos al baile chamigo".

Los bailes de campaña, también. Siempre descalzo, él se ponía un saco blanco, una corbata colorada y en pata. Con el calor y todo no era fácil andar con zapatos. Y yo también. Ya tenía los talones gruesos de andar en pata por las espinas y por todo eso. Siempre los embromo a los muchachos, tenía que ponerme una media suela de cuero, con los callos blancos. Era una linda vida.

-Así que ellos le enseñan el arpa.

-Sí, sí, aprendí ahí.

-¿Le costó mucho?

-No; había arpistas; en el conjunto éramos cuatro, los hermanos Arroyo, Cristino Báez Monje. Y él me empezó a enseñar. Otro arpista bueno que después se fue a Europa y andaba con Luis Alberto del Paraná, hicieron una campaña bárbara. Los primeros discos los grabaron en Holanda. En Asunción también, con este muchacho Luis Bordón, que después hizo una campaña en Brasil y ahora tiene una churrasquería y canta ahí. Lorenzo Leguizamón, ya lo conocía de ese tiempo también.

LA GUITARRA DEL PARÍS-LONDRES

-La actuación de anoche en el Florencio Sánchez, si la comparamos con la que fue su debut en el mismo teatro, hace más de cincuenta años, ¿debió ser muy distinta no?

-Sí. Fue en el cuarenta, con un maestro que me enseñó la guitarra desde la escuela, yo se lo había pedido. Incluso yo no tenía guitarra, mis viejos eran pobres y no tenían para comprarme una guitarra. Después me compré una en el París-Londres. Seis pesos me costó, con mi padre fuimos ahí. Viste como es, había un tipo ahí, "Mire esta guitarra señor", le decía a mi padre, "vio la boca que tiene esta guitarra, toda encadenada, el Mago tocaba con esa guitarra", le insistía no? "A no", dijo mi padre, "a mi no me gusta Gardel, me gusta Magaldi". Él era hincha de Magaldi en serio; y bueno, me compró esa guitarra más barata; y empecé a darle con esa guitarrita.

-¿Qué se hizo esa guitarra?

-Ah, la vendí, y me compré una de doce pesos. Me la compró un peluquero, puse unos pesos más, y empecé a andar mucho por Entre Ríos, ahí en el Frigorífico Liebigs, se juntaba toda la correntinada, y ahí íbamos y cantábamos en las carreras de caballos, de modo que fui haciendo unos pesitos más. Yo andaba con unos payadores, Carró entre ellos. Él me llevaba allá, mis padres me daban permiso, yo era menor y él me llevaba. Me iba con esos indios grandes de payadores, yo tocaba bien la guitarra y los acompañaba, y cantábamos y andábamos en las carreras. Ahí había buena plata y que macana; un día íbamos para ahí, y justo se murió Berreta, el Presidente y bue, hicieron duelo y no pudimos actuar. Y terminamos actuando igual en unos ranchos que conocían esos payadores y sacamos algo de plata en una pulpería. Claro, nosotros en el campo, no sabíamos que se había muerto el Presidente.
(Tomás Berreta falleció el 2 de agosto de 1947.)

-Y en el Florencio entonces, ¿cómo estuvo la cosa en el cuarenta?

-Y ese día eran puras guitarras, veinte guitarras y entre esas estaba yo. Había mucha gente porque antes hubo una obra de teatro y todo. Ese fue el inicio de la cosa ¿no? Hasta hace poco todavía vivían acá, unos de esos guitarristas, que eran mayores, yo tenía 12 años. Andaba de pantalones cortos y ya le dije al Viejo, "Mirá yo tengo que ponerme pantalones largos, ando en los teatros, cómo voy a andar de pantalones cortos". En la radio también, tengo fotos de pantalones cortos. Íbamos a la radio 35 y cómo la plaza estaba cerca nos sacábamos fotos ahí.

-Usted trabajó también en radio.

-Eso ya en el 47, trabajé sí, era locutor.

EL MONO CANTOR

Mucha, mucha cosa. Acompañamos al mono, "el orangután cantor", qué se yo... Como yo era guitarrista, me contrataban para acompañar a los cantores que venían de otros lados a Paysandú y no sólo de folklore, también tangueros ya muy conocidos, entre ellos Julio Sosa. Y bueno, de repente, leo en la propaganda: "Será mono, será hombre. Es un mono de la selva pero canta como los hombres".

Y bueno, un día me llaman a la radio, querían conseguir guitarristas. "Para quién es", digo. Y me dice: "Es para acompañar al orangután cantor". "Pa", digo, "¿qué será esto? Y mi amigo que era mecánico dental, tenía un taller, le digo: "Mirá che, nos quieren pagar ahí para acompañar al mono ese que canta". "¿Y quién es ése?", me pregunta, "Y mirá, yo tampoco lo sé. Me habló el representante, un porteño me parece que es". Y como él tenía mucho trabajo, yo le digo, "Dejá que yo voy a ver al mono ese a ver como es la cosa y nos vemos luego en el teatro". Y voy al hotel Concordia para un ensayo, con la guitarrita, de trajecito. Estaba lleno de gente el hall y un porteño ahí, medio rubión, me dice: "¿Usté es el guitarrista?". "Sí", le digo. "Tenga cuidado eh", me dice fuerte delante de la gente para que escucharan. Y digo: "No importa, yo traigo un cuchillo acá". Claro, el tipo me dice "Si me mata al mono nos vamo a pelear". "Bueno", le digo, "yo no vengo con esa intención". Y al rato pasa él mismo con el mono, y saltaba y grrrrraa, hacía el mono. "¡Tengan cuidado, tengan cuidado!", decía el tipo.
¡Me quería impresionar el porteño! Le digo: "Bueno a qué hora ensayamos" y el mono seguía saltando y gritando, una fuerza tenía, y se lo llevó para arriba. Subió la escalera desde el segundo piso y me dice "Venga" y yo iba subiendo ¿no? Y me dice: "Mire, le voy a pedir silencio para que no se ponga nervioso el mono". Y yo digo "La puta, que bravo, qué será esto", y le reitero al tipo: "No, no; yo traigo el cuchillo y yo me voy a defender". "No, no, no", dice el porteño, "es manso pero cuando ve gente así...". Me quería impresionar este desgraciado...

Voy allá, le traían la comida y el roncaba, grrrr y grrrr, hacía el mono. Y yo decía de vuelta "Pero la puta cómo será esta cosa". No tenía miedo pero ya estaba en el asunto. En ese tiempo atropellaba cualquier cosa yo. Abrieron la puerta, le estaban trayendo la comida. "Tomá, tomá", le gritaba el porteño desde afuera; "grrrr, grrrr" le hacía el otro desde adentro. Saqué la guitarra, que no me la fuera a joder el mono, si se armaba una pelea me iban a romper la guitarra, con la plata que me había costado... Se abre la puerta y me hace pasar y pa' che; había un tipo ahí, ojos celestes, quieto ¿no?, y al lado estaba la máscara. En fin, una cuestión tragicómica. ¿Sabés quién era?, yo lo conocía de escucharlo cantar. Cantaba muy bien. Alejandro Torino. Yo lo había escuchado en Radio Belgrano. Tenía una voz bárbara. Era canillita. Se iba a bajar del tranvía, viste cómo se tiraban antes del tranvía, cayó y le cortaron las dos piernas... Entonces se hizo hacer esa máscara y así se ganaba la vida. Cantaba muy bien. Y empezamos a ensayar: "Máma viejaaaaa". Cantaba en serio. Y Melano, que era el otro guitarrista, me dice "Y ¿qué pasó?". Y le digo "Vo andáte allá nomás, yo voy a estar ahí atrás". Llegué al teatro y digo "Yo vengo a acompañar al mono", y bueno ya me conocía, y fui al fondo del cine Astor, viejo. Y llego che, y el pobre hombre estaba sentado, pobrecito, siempre me acuerdo de eso yo, que trágico también, eh; porque estaba sólo, sentado contra una columna y bueno, lo saludé, a mí me conoció; pero claro, llega Melano y en cuanto entra, "grrrrr", le hace el mono, bien fuerte y saltaba y reventaba la columna. Melano se fue a la mierda, salió para afuera.

Lo fui a buscar, le digo "Vení que vamos a ensayar". "No sé, no sé" me decía Melano. Entonces lo hago entrar conmigo, y le digo al mono, "Éste es un compañero mío, guitarrista". "Grurrr., mucho gusto, grrr", le dijo el mono. Y me dice Melano "Y habla también". "Cómo no", le digo, "Si canta, como no va a hablar".

Y subimos. Y el porteño andaba haciendo bulla, hizo venir unas chiquilinas, todas lindas, las había engatusado el tipo, que iban a filmar en Norteamérica con el mono. Y yo me hacía el capo, seguro, para lucirme también. Subimos arriba, el mono nos pasa las dos manos por encima, un jedor a cuero y nos aprieta; y Melano que estaba cagado hasta el pelo, pero disimulaba, como la gurisada miraba. Y el mono le dice a Melano, "grurrr, toca bien, grurr, que te voy a reventar una oreja, grurrr, acompañá bien, grurrr, hace fa, hace fa, grrrr". Melano estaba duro. Y bueno, cuando el teatro estaba lleno, yo también aproveché, le digo bien fuerte: "Portate bien eh, ya sabés..." y le di un cachetazo al mono. Estaba arriba de una mesa que parecía que la iba a deshacer. "Quedate quieto, quedate quietito que estas muchachas van filmar con vos, quietito que no se asusten"; seguro yo estaba de capo ahí y también me hacía ver.

Y bueno, y cantamos, hicimos todo el repertorio con el mono; y Melano se fue sin saber qué era. Comimos un asado enseguida que terminamos de tocar. Tuvo un cagazo bárbaro y en un boliche que hay en Ocho de Octubre allá abajo, estábamos comiendo y me dice "Che, y quién es...". Y ahí le digo yo a Melano "Es un hombre así y así, vos no vayas a decir nada, que solamente lo acompañaste y nada más". Y bueno, el porteño nos dice "No digan nada de lo que han visto, nosotros vamos a Salto mañana, que no se vaya a desparramar". "No, no, quédese tranquilo" le digo, "yo voy a respetar todo eso". Y bueno, después la gente nos preguntaba "Y era mono o no era mono". "Y yo que sé, yo lo vi como un mono", decía. Cantaba muy bien, tenía una voz preciosa. Pobrecito ¿no? Siempre me acuerdo porque tenía que ganarse la vida así al quedar inválido de las piernas, hacía de mono; y eso lo utilizaba el tipo, seguro, estos porteños son terribles. Y nosotros no le íbamos a reventar la campaña, ellos seguían en gira, que se corriera la voz que era un tipo disfrazado, no lo iba a ver nadie.
-Don Aníbal, por este regalo y por el de anoche, muchas gracias.

-Gracias a vos, que estuviste muy bien anoche y dijiste cosas que me emocionaron, me engrandeciste vo. Y bueno, yo te acepto porque sos un amigo además y un gran escritor y bueno, andamos en la misma, siempre detrás de los pasos de Artigas. El espectáculo estuvo muy bien y gustó mucho a la gente y yo creo que habrá estado lindo para vos también porque los muchachos todos cantaron bien y bueno manoteé el arpa, como decía una vieja "Es muy difícil eso Sampayo". "No", le digo, "no ve que tiene muchas cuerdas, y yo alguna agarro siempre".

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