jueves

OSHO / MÁS ALLÁ DE LA PSICOLOGÍA - CHARLAS DADAS EN URUGUAY (PUNTA DEL ESTE)



Capítulo 24


Cuando el Ego Gana,
Tú Eres el Perdedor


Amado Osho,
Durante cierto tiempo has estado diciendo que Tú eres nuestro amigo y que somos amigos. Me está resultando difícil entenderlo de verdad.
Osho, para mí Tú eres el maestro más querido. Por favor, muéstrame dónde me pierdo.

La pregunta es de Vivek.

Puedo entender su dificultad.

Todos los que están cerca de mí, los que me quieren, los que me han recibido en sus corazones como maestro tendrán la misma dificultad.

He estado diciendo que soy vuestro amigo y sois mis amigos por una razón muy extraña que puede no ser obvia para ti. Había otra pregunta de Milarepa, ¿por qué hay algunos sannyasins que se resienten contra ti, que están enfadados contigo?

Esto es algo histórico, entre mis discípulos siempre ha habido unos pocos que son accidentales. El viento soplaba hacia aquí y vinieron. Vieron una tremenda energía en los discípulos y sintieron codicia. Pero lo que les atraía no era una búsqueda de la verdad, no era una búsqueda del amor; era simple avaricia. Además querían ser espiritualmente poderosas.

Se hicieron sannyasins, se hicieron discípulos, pero la distancia entre ellos y yo seguía siendo la misma. Nunca podrían ser íntimos míos. Nunca podrían convertirse en mi gente. Aunque estaban conmigo, en lo profundo se sentían resentidos, enfadados. Yo quería que ellos dejaran su resentimiento, que dejaran su enfado. No era mi problema sino el suyo, y quería ayudarles de todas las formas posibles.

Fue por esta simple razón por la que dije: «Soy vuestro amigo, sois mis amigos.» Aquellos que no estaban realmente conmigo se sintieron muy contentos de que ahora su estatus y el mío fuera el mismo. Y entre ellos había gente que nunca te habrías imaginado...

El otro día recibí un mensaje de un sannyasin de que Teertha está diciendo a la gente que su estado y mi estado son el mismo: somos amigos. Para esto se ha quedado por aquí durante quince años. Rajen está diciendo a la gente: «Ahora ya no soy un discípulo sino un amigo, y tengo el mismo estatus.»

Estas son las personas de las que me quería librar tan pacíficamente, tan amorosamente como fuera posible. Pero los que me han querido se sienten heridos, porque me han querido como discípulos, y ser discípulo es algo tan valioso que ¿a quién le importa ser amigo?

Hay una historia de la vida de Gautama Buda... Se descubrió que uno de sus discípulos más cercanos, Sariputta, no meditaba lo suficiente. La gente que había llegado después que él entraba más profunda-mente en la meditación, gente con menos genio y menos inteligencia. Buda llamó a Sariputta una mañana y le dijo: «¿Qué está pasando?».

Él respondió: «Ya lo sabes. No quiero iluminarme mientras tú estés vivo. Simplemente quiero sentarme a tus pies como siempre lo he hecho. Ser tu discípulo, recibir la ducha de tu amor... ¿a quién le importa la iluminación? iEsa es mi iluminación!».

Por eso puedo entender la dificultad de Vivek. Ha estado conmigo durante dieciséis años. Cuando llegó sólo tenía veinte años; ahora tiene treinta y seis, casi el doble. Durante estos dieciséis años ha estado cuidando de mí, día tras día, con todo el amor posible, con una profunda devoción. Le cuesta pensar en sí misma como en una amiga. Para ella no sería una ganancia, sino una pérdida. Los que han conocido la alegría y la celebración de ser un discípulo, de estar enamorados del maestro, sentirán lo mismo: que ser un amigo no es nada en comparación; se pierde todo. Ser un amigo se convierte en algo formal.

Los que realmente estaban conmigo se sienten tambaleados, dolidos, y los que no estaban realmente conmigo están tremendamente felices. Simplemente porque diga que sois mis amigos no alcanzáis el estado en el que yo estoy. Si fuera tan fácil habría llamado amigo mío a todo el mundo, y habrían entrado en el mismo estado.

La pregunta de Milarepa tiene que ver con esto. Después de que el Gobierno americano destruyera la comuna, ilegal pero sistemáticamente -fue un acto criminal contra a consciencia humana y su evolución- la gente se tuvo que ir de ella. Ahora, algunas de estas personas están resentidas; eso simplemente significa que estaban a mi lado por cierta razón. Había cierta avaricia; aunque he estado destruyendo insistentemente toda avaricia, todo ego, todos los celos, toda competición, toda ambición. Pero están tan profundamente enraizados que aunque intelectualmente sientas que se han ido de ti, siguen ahí.

Esta gente se siente resentida porque en lo profundo sentían la avaricia de que si morían en el campo de budas se iluminarían, y ahora el campo de budas ha desaparecido. Están enfadados, y están enfadados conmigo, porque a pesar de que les decía que no creo en los milagros, ellos seguían creyendo, y por eso fue una conmoción para ellos que yo fuera arrestado. Les hubiera encantado que hubiera podido traspasar las paredes de la celda, habría hecho un milagro... Esos eran sus deseos... la comuna había sido destruida y yo debería haber hecho algo para impedir su destrucción.

Naturalmente, están enfadados.

Pero ahí reside su incomprensión. No pueden ver los verdaderos milagros; no pueden ver cómo viví esos doce días en la cárcel, cómo la gente de la cárcel -las autoridades y los reclusos- casi se hicieron sannyasins. Toda esta gente de la cárcel decía que lo que estaba pasando era absolutamente injusto, desleal, que iba en contra de la constitución, y cuando salí de la cárcel tenían lágrimas en los ojos.

Uno de los carceleros dijo: «Es la primera vez que lloro al liberar a un presidiario; suelo sentirme feliz de liberar a las personas. Pero, si me lo preguntas, ¡en realidad quiero que te quedes aquí para siempre! Has cambiado totalmente el ambiente. No se cómo lo has hecho; quizá sólo con tu presencia.»

Estaba en la sección hospitalaria y la jefa de enfermeras me dijo: «Ésta es la primera vez que los carceleros, los ayudantes y los demás empleados vienen constantemente a este departamento; nadie suele venir por aquí. Se sienten heridos porque has sido acosado, y están avergonzados porque ellos han sido instrumentos del acoso sobre ti.»

Dispusieron todo tipo de cuidados para mí, lo que no habían hecho por nadie anteriormente. A esto le llamo yo un milagro, no a salir por las paredes o a romper las cadenas; eso no son milagros. Pero este impacto en la consciencia humana… Las seis enfermeras y el médico que también era una mujer se quedaron llorando cuando me fui. Dijeron: «Sabemos que tienes que irte... sabemos que sólo has estado tres días con nosotros, y nos sentimos tan vinculadas a ti; ¿qué debe estar pasán¬dole a tu gente, que ha vivido contigo durante años? Tienes que irte, pero nuestros sentimientos personales no responden a la lógica; te queremos aquí. Has cambiado el ambiente completamente.»

Los reclusos incluso dejaron de fumar para que no me afectara. Intentaban por todos los medios que el Gobierno pensara que me estaban acosando, pero yo no estaba siendo acosado. No me duchaba porque la cabina de la ducha de los prisioneros estaba tan sucia que sentí que era mejor no ducharme; las enfermeras se enteraron y pusieron a mi disposición su propia ducha.

Pusieron a mi disposición su propios lugares -el consultorio de enfermeras, el del doctor- para que cuando quisiera sentarme, pudiera hacerlo; para que cuando quisiera tumbarme, pudiera tumbarme; no me obligaban a ir a la celda. Y cuando lo deseaba, simplemente tenía que llamar y abrían la celda para sacarme. Yo dije: «No os preocupéis, estoy perfectamente bien en mi celda.»

Ellos me contestaron: «No se trata de que estés perfectamente bien en tu celda; nos encanta que estés en el consultorio. Siempre recordaremos que éste es el lugar en el que te solías sentar.»

En Creta ocurrió lo mismo: la silla en la que estuve sentado durante casi siete horas... Poco a poco el superintendente se fue relajando, empezó a hablar conmigo y finalmente me dijo; «Me siento orgulloso de que estés sentado en mi despacho. Como viene tanta de tu gente, yo había visto tu fotografía en sus medallones. Ahora podré decirles: "Esta es la silla en la que vuestro maestro ha estado sentado durante siete horas conmigo."»

Telefoneó a su esposa para decirle: «No iré hasta que Osho sea enviado a Atenas de manera segura.» Estaba tan preocupado que permitió que Devaraj me condujera al aeropuerto. Los oficiales de policía estaban sentados en la parte de atrás, yo iba sentado delante ¡y Devaraj conducía! Esto nunca habría ocurrido...

La gente también puede tener resentimiento por otras causas.

El otro día Anando me mostró un libro publicado contra mí en Australia por una pareja que han sido sannyasins durante tres años y han estado en la comuna. Pero al leer lo que piensan de mí parece que nunca me hayan conocido.

Dicen que estaban trabajando, trabajando duro, y que yo me compraba Rolls Royces con su trabajo. Puedes ver el absurdo: su trabajo no producía ningún dinero. Su trabajo estaba produciendo casas para que ellos mismos pudieran vivir en ellas, estaba produciendo carreteras... que requerían dinero, no lo producían. Pero en su mente -durante esos tres años- deben haber estado resentidos.

Los Rolls Royces no eran producidos por la comuna. Eran regalos de fuera, de todo el mundo. Y yo no era su dueño, yo los había dado a la comuna. Eran propiedad de la comuna, y no he traído ninguno de ellos conmigo; los he dejado en la comuna. Todo lo que tenía se ha quedado en la comuna. Nunca fui propietario de nada. Pero parece que estaba presente la idea de que ellos ganaban dinero y yo lo derrochaba. De ahí su resentimiento.

¿Qué dinero estabais ganando? De hecho necesitabais dinero para construir casas, para hacer carreteras, para hacer un pantano: un pantano cuya construcción costaba dos millones y medio de dólares. Contribuíais con vuestro trabajo, pero no sacábamos dinero de ello para que pudiera comprarme Rolls Royces o cualquier otra cosa. No me he comprado nada con el dinero producido por la comuna porque la comuna nunca produjo dinero. La comuna absorbía dinero. De hecho todos mis derechos de autor, todos mis libros, todos los beneficios que producían iban a la comuna. La situación es justamente la contraria: yo di todo a la comuna. Ahora bien, cuatrocientos libros en todas las lenguas estaban aportando millones de dólares en derechos, y esos derechos iban a la comuna.

Si hubiera querido comprarme Rolls Royces, podría haberme comprado mis propios Rolls Royces, todos los que hubiera querido, sólo con los derechos.

Pero el resentimiento, la ira, son ciegos. Invertimos doscientos millones de dólares en la comuna. ¡Esos sannyasins quizá piensen que fueron ellos los que pusieron los doscientos millones de dólares! Sin mí y sin la gente que me ama en todo el mundo no se habrían podido reunir esos doscientos millones de dólares. Y ahora lo puedes ver: Sheela a pesar de sus esfuerzos no consigue reunir suficiente dinero para pagar los abogados. Ningún sannyasin va a verle.

A Shanti B y a Puja el magistrado les ha impuesto una fianza de diez millones de dólares a cada uno. Pero si no pueden reunir ni diez dólares, ¡cómo van a reunir diez millones! ¿Quién va a poner los diez millo¬nes de Puja, los diez millones de Shanti B? Esta gente ha jugado con dos¬cientos millones de dólares, ¡y seguían con la ilusión de que ese dinero les llegaba a ellos! El dinero me lo daban a mí, pero como yo no recibo nada, daba todo el dinero a la comuna. Y siguen estando resentidos conimigo. Están enfadados conmigo.

Hice de todo para pacificar a esta gente antes de irme: disolví la religión, porque eso da esperanzas a la gente; y ellos empezaron a creer que la responsabilidad de que ellos crecieran en la consciencia y finalmente se iluminaran era mía.

Yo les liberé -les dije que ya no hace falta vestir de rojo, no hace falta llevar el mala, ya no es obligatorio- simplemente para soltar toda la carga de responsabilidad que estaban imponiéndome sin saberlo. Esperaban que con sólo ponerse ropa roja y colgarse un mala su trabajo había terminado, que era mi responsabilidad hacer de ellos seres iluminados. Yo dejé todo eso atrás. Piensan que les estaba dando libertad; de hecho, simplemente estaba aligerando mi vida todo lo posible. Simplemente estaba dejando atrás responsabilidades innecesarias. Y finalmente, para no hacerles sentir que eran inferiores a mí en ningún sentido, les dije: «Yo soy vuestro amigo y vosotros sois mis amigos.»

Y la gente que lo quería así, la gente que lo había estado esperando, se alegró.

Pero la gente que comprendía, lloró y sollozó.

Ahora en el grupo de Rajen ni siquiera se menciona mi nombre.. ¿Para qué mencionar el nombre de un amigo? Uno suele tener muchos amigos y no suele mencionar sus nombres.

Teertha ha abierto una academia. Devageet estuvo allí; trabajó duro para encontrar el lugar y para ponerlo a punto, porque esperaba que iba a ser la academia de meditación de Osho. Pero cuando pusieron el cartel, sólo decía: «Academia de Meditación.»

Entonces preguntó: «¿No va a haber ninguna mención a Osho?» y Teertha, Vedana y los demás implicados simplemente dijeron: «Todos somos amigos, ¿por qué poner el nombre de Osho en el cartel?».

Imprimieron un programa, y Devageet me dijo: «Lloré y casi tuve que luchar a nivel físico porque no mencionaban tu nombre en aquel programa. Ni siquiera se mencionaba que las meditaciones que se iban a enseñar tenían algo que ver contigo. Todos ellos tenían sus fotografías en el programa pero la tuya no estaba.» Como él lucho e insistió tanto, finalmente acordaron poner una fotografía mía, una fotografía extraña; que nadie reconocería -debe haber sido tomada hacia el año 74- y además en un formato muy pequeño, y sin mencionar mi nombre ni hacer referencia alguna a mi persona.

Devageet, disgustado, se fue de allí. Y ahora esta misma gente está intentando hacer un festival mundial, en el que no se menciona mi nombre. Naturalmente no hay necesidad de mencionar el nombre de alguien que es tu amigo; itienes muchos amigos! Pero ellos explotarán a los sannyasins.

La estrategia está muy clara, porque he estado viendo que cuando anuncian sus grupos en nuestros periódicos, circulares, revistas, entonces se ponen ropa naranja y mala. Ninguno de ellos utiliza la ropa naranja y el mala, y en sus grupos no se menciona mi nombre. Pero en los anuncios, para atraer a participantes sannyasins, todos ellos publican sus fotografías con malas, con ropa naranja, como si fueran viejos sannyasins. Me retiré de sus vidas para hacer que esta gente se sintiera tranquila.

Pero, Vivek, no tienes que preocuparte por ello. Los que me quieren, los que me conocen, saben perfectamente bien que soy su maestro, y han viajado un largo camino conmigo, en devoción y amor. Y por supuesto, es imposible que ellos en ningún momento me llamen amigo, aunque se iluminen. Eso simplemente sería ingratitud.

Una vez más me acuerdo de Sariputta. Un día por fin se iluminó y Buda le dijo: «Tienes que ir a predicar. Ahora estás iluminado, ya no hace falta que te sientes a mis pies.»

Él dijo: «¡Éste era el problema! Estaba dispuesto a renunciar a la idea de iluminarme. Me obligaste a entrar más profundamente en meditación y ahora estoy en un aprieto. Sabía que esto iba a ocurrir, una vez que me iluminara tú me dirías que me fuera a extender la palabra. No quiero ir a ninguna parte. Mientras vivas, quiero ser tu sombra.»

Pero Buda, le persuadió. Finalmente, como Buda insistía tanto, Sariputta accedió, pero dijo: «Quiero una libertad...» Observa el uso de la palabra «libertad», y podrás ver la libertad que tienen los supuestos sannyasins resentidos e iracundos: «Quiero una libertad, que estés donde estés, se me permita hacerte la reverencia y tocarte los pies, a distancia, mirando en tu dirección.»

Y Buda dijo: «Ya estás iluminado: ¡no necesitas tocar mis pies!» Él insistió: «Tienes que darme esa libertad.»

El amor demanda una libertad que la lógica no puede comprender.

A Sariputta se le preguntaba una y otra vez durante sus viajes...

Cada mañana se levantaba, tomaba su baño, y lo primero que hacía era hacer una reverencia inclinándose hasta el suelo con las manos dobladas, mirando en la dirección donde sabía que estaba Buda.

Le decían: «¿A quién rezas de esta forma?», porque en el budismo no hay Dios.

Y él respondía: «No estoy rezando a ningún Dios, pero Buda es Dios para mí; es mi maestro.»

Y ellos le decían: «¡Pero estás iluminado!»

A lo que respondía: «Eso no importa. Estoy iluminado gracias a él.

Sin su ayuda no creo que me hubiera ocurrido en muchas vidas, no puedo concebir que haya ocurrido. Quizá él diga que no es responsable del suceso, pero yo no puedo aceptar esa idea. Le he pedido esta libertad, es un privilegio especial.»

Yo me siento muy aliviado, aliviado por todos los que no eran mi gente sin embargo estaban merodeando a mi alrededor; ahora sólo quiero a los que verdaderamente están conmigo.

Ayer, mientras Vivek me leía las preguntas, cuando leyó su propia pregunta se puso a llorar. Yo le dije: «¿Qué pasa?: ¿Qué pregunta es ésa?»

Ella dijo: «Es mi pregunta.»

Y sé que la situación es la misma para muchos corazones, pero sólo para esos corazones que han aprendido a amar al maestro.

Todos esos egoístas que aparentan ser discípulos. No quería herirles, por eso la mejor forma de hacerlo, la más grácil, fue declarar: sois mis amigos y os doy la libertad total. Y la aceptaron inmediatamente, alegremente, sin saber lo que estaban aceptando. Eran libres... se encontraron conmigo; ahora vuelven a ser libres, están en la misma posición. Han perdido algo, pero piensan que sus egos han ganado algo. Cuando el ego gana, tú eres el perdedor.

Es una de las razones por las que no quiero otra comuna. Sólo quiero una escuela de misterios, para que los que están realmente interesados puedan venir, aprender y volver. Ha sido una experiencia tremendamente significativa, pero no era nada nuevo. En cada giro de la vida he tenido que dejar atrás a alguna gente. Y yo no quiero decirle a nadie: «Te estoy dejando atrás.» No puedo ser así de rudo, así de torpe. He arreglado las cosas para que ellos abandonen por sí mismos.

Ha ocurrido muchas veces, no es la primera. Y es natural que a medida que uno avanza vaya reuniendo algunos trastos viejos, equipaje innecesario, y llega el momento en que tiene que dejarlo. Pero ellos son personas vivas. Aunque sean trastos viejos, aunque sólo sean equipaje, sin utilidad, sigo sintiendo respeto por ellos. Por eso tengo que encontrar la forma de que puedan irse felices, sin sentir que les he dejado atrás, sino al contrario, que han conseguido lo que deseaban.

Cuando leí la carta de Teertha simplemente me pareció cómica. Al final escribe: «Estoy haciendo el mismo trabajo que tú; la única diferencia es que tú lo haces a gran escala y yo lo hago a escala personal, individuo a individuo. Pero el trabajo es el mismo.» Y a continuación me llegó esa segunda noticia que había dicho por teléfono a otra persona que después me informó a mí: «Estoy en el mismo estado.»

Es bueno que se sientan bien.

En lo tocante a la realidad, los que eran discípulos siguen siéndolo; no perderán el discipulado aunque se iluminen. De hecho, han conseguido el discipulado último. Su gratitud y su amor por el maestro no será menor, sino mayor que nunca.

Amado Osho,
Escuchándote hablar recientemente, he tenido muchos momentos en los que tus palabras entran y rasgan una cuerda sensible. Cuando esto ocurre parece que sucedieran dos cosas simultáneamente: por un lado es como oír algo por primera vez, y por otro lado es como recor¬dar algo recientemente olvidado.
¿Puedes comentar algo al respecto?

No son fenómenos opuestos. Mi trabajo no consiste en hacer algo en ti, sino en ayudarte a recordar algo. Tu realidad más interna, tu verdad, no tiene que ser llevada a ti; ya está allí. Sólo hace falta recordarla.

La palabra «remember» (en inglés, recodar/remembrar) es muy hermosa. Ordinariamente no se piensa en las palabras. «Remember» significa: «Volver a hacer miembro.» Su significado raíz es que has olvidado algún miembro de tu ser. «Remember» (recordar / remembrar) significa que de repente vuelves a tomar consciencia de que está allí.

Y mi discurso con vosotros no es el discurso de un profesor, porque no enseño ninguna teología, no enseño ningún culto, ninguna doctrina, ningún credo. Os hablo en un contexto completamente diferente. Os hablo de forma que se cree en vosotros una sincronicidad, que se rasgue en vosotros una cuerda sensible. Y en ese momento, simultáneamente, se recuerda algo... Sientes que lo oyes por primera vez y también sientes que es una verdad que siempre ha estado contigo, sólo que la habías olvidado. Ambas cosas son verdad. Desde fuera lo oyes por primera vez. Desde dentro es parte de tu ser; lo habías olvidado.

Conozco a tanta gente, y tan íntimamente, sin embargo a veces olvido sus nombres; pero nunca sus caras, nunca olvido sus ojos. Los podría identificar incluso en una muchedumbre de millones de personas. Pero en lo que a nombres se refiere... porque en lo profundo se que los nombres son simplemente algo que te dan, no son parte de tu realidad. Por eso me olvido. Y después suelo usar una técnica muy simple para recordar... Es extraño que olvide algunos nombres una y otra vez. Los recuerdo y los vuelvo a olvidar...; debe haber algo en esos nombres.

Entonces lo que hago es simplemente cerrar los ojos y repetir el alfabeto -de la A a la Z, lentamente- y eso me ayuda. Me digo a mí mismo «A» y espero un momento para ver si recuerdo algo, si «A» me recuerda algo..., después paso a «B», después a «C». Y nunca falla.

Por ejemplo, Gita está aquí sentada. Ahora bien, Gita es uno de los nombres que no debería olvidar; es la Biblia de los hindúes: en India el Gita es el libro más respetado, el más sagrado. ¡Pero quizá sea por esa razón que sigo olvidándolo! Y esta pobre Gita sufre.

Ayer respondí a su pregunta, pero no podía recordar su nombre, y mientras respondía no tenía tiempo de repasar todo el alfabeto. Más tarde, subiendo los escalones, repasé el alfabeto y me vino inmediatamente en la «G»; lo recordé de inmediato: es Gita. Y después me quedé sorprendido porque es un nombre tan común; no es inusual. Pero quizá sea por los hindúes y su libro sagrado: esa parece ser la razón. He hablado de él... pero no es inglés, por eso no lo conocéis, pero he hablado de él: doce grandes volúmenes, doce mil páginas, a pesar de que es un libro breve.

Pero siempre tenía que ir... no ocurrió sólo una vez. Una vez que puedo entender... uno se puede olvidar. Al día siguiente la vi venir a lim¬piar mi baño y pensé: «¡Dios mío! ¡Tengo que volver a repasar el alfabeto! Y lo pillé inmediatamente en la «G», la «G» me sonaba de algo y recordé: «Gita». Hay muchos nombres de este tipo que sigo olvidando. Pero están allí, esperando que se les pronuncie correctamente, entonces recobran la vida.

Distinta gente utiliza técnicas diferentes para recordar los nombres olvidados; la gente hace asociaciones. Por ejemplo, si no quiero olvidar el nombre de Gita puedo asociado con Krishna. Nunca me olvido del nombre de Krishna y el Gita es su mensaje. Así, puedo vincularlos y cuando veo a Gita no tengo que preocuparme de su nombre; tengo que pensar en Krishna y entonces recuerdo inmediatamente el Gita. Lo he probado esta misma mañana.

Al entrar, he dicho: «¡Oye, Krishna!» Y entonces recordé que ella es Gita y nadie más.

Por eso si cuando hablo hay algo que rasga una cuerda sensible en ti, sientes que lo que oyes es algo nuevo. Pero de repente, una parte aún más profunda y remota de tu ser recuerda otra cosa. Y de repente te parece un rompecabezas: ¿lo has oído de nuevo o simplemente lo habías olvidado, y oírlo de nuevo te ha hecho recordar?

Ambas cosas son verdad; no hacer falta ningún rompecabezas. Es nuevo en lo que a ti te concierne; es antiguo en lo que le concierne a tu ser. Para tu ego es nuevo, pero para tu ser sólo es un mensaje olvidado.

A veces sientes que sabes algo, recuerdas algo. Estás absolutamente seguro. Esta frase existe en todos los idiomas: «Lo tengo en la punta de la lengua.» Está ahí, pero no puedes decirlo. Y te parece muy, muy extraño, te sientes raro, por dentro pasan las dos cosas a la vez: lo sabes, estás perfectamente seguro de tenerlo en la punta de la lengua, pero no puedes verbalizarlo, sencillamente no puedes decirlo. Cuanto más lo intentas, más tenso te pones..., tenso porque está muy cerca. Y está cerca, pero algo te dificulta el camino, algo se interpone: una delgada capa de algo, alguna otra palabra. Como te vas poniendo tenso, no puedes recordarlo.

Además distinta gente utiliza distintos métodos. Por ejemplo puedes empezar a fumar un cigarro y olvidarte de todo. Mientras estás fumando el cigarrillo, de repente aparece. O sales al jardín y empiezas a regar las plantas: te olvidas de todo. Y cuando ya no estás tenso, cuando ya no te preocupa recordarlo, en ese mismo momento lo recuerdas. Parece que la relajación tiene mucho que ver con dejarlo salir a la superficie.

Quizá cuando yo digo algo te relaja en lo más profundo y eso ayuda. El hecho de sentarse a mi lado, de escucharme, no es un asunto que implique tensión. No es una conferencia de un catedrático en la que tengas que tomar notas.

En India tenía que decir constantemente a la gente: «Por favor, dejad de tomar notas porque estáis alterando el ambiente. No soy un profesor, no estamos en clase; si tomáis notas mientras hablo, no podéis escucharme. Os concentráis en tomar las notas y os perdéis muchas cosas significativas.»

Escuchándome, tranquilamente sentado, de repente dentro se produce una profunda relajación, y algo que habías olvidado...

Ahora me gustaría recordaros una vez más el significado de la palabra «pecado.» Las religiones han destruido la belleza de la palabra; tanto es así que se ha vuelto casi imposible usarla por todas las conno¬taciones que se le han dado y que están presentes en la mente de todos.

Pero en realidad palabra «pecado» significa “olvidado”. En este sentido la acepto.

Nuestro único pecado es que nos hemos olvidado de nosotros mismos, y nuestra única iluminación será volver a recordar.

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