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BORGES VALE EL VIAJE

PIERRE DRIE LA ROCHELLE
(Rossina Salcedo desde Buenos Aires)
En Junio de 1932, luego de años de sentidos anhelos, amagues y frustrados intentos, el escritor francés Pierre Drieu La Rochelle (París, 3 de enero de 1893 - París, 15 de marzo de 1945) arribó a Buenos Aires en el que fue un viaje organizado por la revista Sur y Victoria Ocampo.

Su primera sensación fue de sorpresa. Drieu llegaba a la Argentina como colaborador regular en la mencionada Sur y tras ser publicado en el periódico La Nación.

Su llegada, de alguna forma homenajeaba a la figura del escritor francés tan importante para la cultura literaria sudamericana y -particularmente- la argentina.

Se conocen con Jorge Luís Borges, quien inmediatamente lo lleva a recorrer el Buenos Aires verdadero en lo que sería un extenso paseo nocturno. Ambos hombres visitan los bares bajos, algunos apagados cabarets; los barrios populares, plagados de pura identidad porteña, aquellas calles humedecidas por el exceso y marcadas de igual manera por grandeza y decadencia. Ese irrepetible encuentro dejaría una marca imborrable en Drieu quien en octubre del mismo año, y en pleno regreso a bordo del inmortaliza su sentir en un artículo para la revista Megáfono"Borges vale el viaje".

Borges es esto, Borges es aquello. ¡Me han dicho tantas cosas en Buenos Aires sobre Borges! Hay quien me ha confiado que era un intelectual. Pero se equivocan de palabra, porque lo que quieren decir es que es inteligente, muy inteligente.

La gente a la que no le gusta la inteligencia suele emplear a menudo la palabra “intelectual”. Pero nosotros no les haremos caso y seguiremos apreciando a las personas inteligentes, por su rareza, por su vitalidad y por su variedad. Ser inteligente es, después de todo, estar vivo. No se puede ser inteligente sin estar vivo y cuando se es inteligente es, sobre todo, porque se es muchas cosas más. ¿Se ha visto a algún hombre inteligente que no tenga corazón, que no tenga sentidos? En caso afirmativo, es que no era inteligente. O bien se cree que un hombre inteligente no tiene corazón ni sentidos porque las manifestaciones de su corazón y de sus sentidos son sutiles y pueden pasar inadvertidas.

Ustedes, los señores anti intelectuales, se muestran fastidiados porque leen DISCUSIÓN, pero se ven obligados a leer también los poemas de Borges. Entonces, ¿Cómo librarse? ¿Insistiendo en decir que es demasiado intelectual?

Borges es un hermoso carácter. Es alegre y es triste, inteligente y sentimental, enamorado y privador de todo, nada conferenciante, pero muy instruido, igualmente capaz de análisis que de lirismo. ¿Por qué no ha de ser así? El hecho les sorprende.

Borges, que lo comprende todo, tiene pasiones demoledoras. Es todo pasión porque es inteligente. El hombre inteligente no teme sus pasiones, y las sirve con esta delicadeza, esta nobleza en sus opciones que lo distingue del fanático idiota. Borges escribe sobre el mito del infierno con una insensibilidad aparente que sólo puede engañar a los necios. Sabe muy bien que esto que niega tiene una lejana raíz auténtica en el corazón del hombre, y su experiencia del infierno se transparenta a través de sus líneas vigorosamente incrédulas. Un hombre verdaderamente inteligente, ni escéptico ni fanático, que tiene opiniones y que detrás de estas opiniones hace un meditación que matiza secretamente la expresión más tajante. Tranquiliza pensar que en todo país hay hombres con cabeza.

Esta rara población del mundo es la única cosa que justifica los viajes.

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