miércoles

PAULO FREIRE / EDUCACIÓN Y ACCIÓN CULTURAL


(Antología de 5 artículos del pedagogo brasileño)

SEGUNDA ENTREGA


NOTAS PARA LA APLICACIÓN DEL MÉTODO PSICO-SOCIAL DE EDUCACIÓN DE ADULTOS DE PAULO FREIRE (II)

Sociedad cerrada al diálogo

Es muy importante conocer qué tipo de conciencia predomina en la sociedad y especialmente en sus estructuras de mando. Esto se detecta de inmediato al verificar la calidad del diálogo con que se comunican sus integrantes.

Hasta qué grado el hombre común “participa en el diálogo auténtico”. Aquí, hay que recordar que las relaciones humanas pueden ser aun “suavemente paternales”, donde el “adulto” “condesciende” pero no dialoga, ya que dialogar supone una responsabilidad social y política conscientemente asumida. Esto se repite en cada uno de los escenarios en que el hombre toma contacto con el mundo: relaciones familiares, mundo político, mundo religioso, arte, economía y ciencia.

Pero el caso es que, tanto el reto al mundo, como una acelerada transitividad de conciencia en los conglomerados humanos (teoría de las expectaciones frustradas), provocan resquebrajamientos en una sociedad muda, integrada por un conjunto de hombres que no dialogan, que no participan, que no se responsabilizan -o no se permite que se responsabilicen- con los retos.

Entonces se dan situaciones de crisis que, en primer lugar exigen cambios en las estructuras educativas para la promoción del diálogo; diálogo entre los hombres para planificar su respuesta inteligente y realista ante el reto apremiante de la naturaleza.

Educación para el diálogo

Paulo Freire buscó una educación para el diálogo, que capacitara al pueblo a buscar su respuesta al reto del desarrollo, su inserción crítica en la historia. Una educación que gestara el giro de una conciencia transitivamente ingenua hacia la criticidad.

Desgraciadamente el capacitar el hombre para el diálogo crítico, suele espantar a las élites acostumbradas a los comunicados -y no a los diálogos-. Estas élites encuentran normal preguntarse: ¿tiene derecho? ¿no conduciría esto al desorden? Esto implica reflexionar seriamente sobre los derechos de participación del hombre común. Por lo general se acepta teóricamente, la vigencia de una democracia, pero se duda de la capacidad de una sociedad concreta para gobernarse a sí misma. Esto efectivamente es cierto, debido a una falla educativa, porque de hecho no ha habido una educación para la investigación ni para la reflexión, ni mucho menos para la responsabilidad política, religiosa, o social.

El problema radica, principalmente, en si las élites serán consecuentes con sus principios democráticos y permitirán una educación que promueva esta capacidad para el diálogo crítico. Porque una sociedad en la cual los cambios o las respuestas a los retos de la naturaleza en épocas de crisis se producen mediante deliberación colectiva, y donde las revalorizaciones suelen basarse en el consentimiento y en la comprensión intelectual de las mayorías, requiere un sistema completamente nuevo de educación, un sistema que concentre sus mayores energías en el desarrollo de nuestros poderes intelectuales y de lugar a estructuras mentales sólidamente afianzadas en verdades permanentes.

Se requiere, pues, una educación que permita: conocimiento de la realidad, discusión de sus retos mediante el diálogo, y toma de decisiones con la participación responsable de todo el pueblo concientizado. Así la educación que se busca debería facilitar la experiencia democrática. Cuando los griegos intentaron la forma de convivencia democrática, buscaron educar a los ciudadanos mediante el “círculo de cultura”. Aquí el hombre aprendía a usar la palabra como una técnica de su dominio sobre la realidad y como un arma; su arma contra los retos del mundo. La palabra dialogada aumentará su poder sobre lo desafiante. La palabra escrita les daba una superioridad mayor por la estabilidad del escrito y su mayor difusión.

Partiendo de esta idea del “círculo de cultura”, Freire cree posible auxiliar a los grupos adultos en otras técnicas que los potencializarán en todas las áreas de realización humana: economía, arte, política, ciencia, religión y relaciones humanas.

Los círculos de cultura

De esta forma, Freire creó 20 instituciones básicas de educación y cultura popular llamadas “Círculos de Cultura” o “Centro de Cultura”. En estas instituciones el coordinador de debates sustituye al maestro o catedrático, el diálogo a la clase discursiva, y la proclamación discursiva y codificada a la asignatura.

La base de estos círculos de cultura es el debate, tanto para aclarar situaciones (conocimiento de una realidad o un reto), como para decidir una acción (respuesta común al reto). El diálogo es el medio para la concientización.

La programación de estos debates resulta de una entrevista previa con los interesados; así los temas de debate pueden ser “nacionalismo”, “desarrollo”, “analfabetismo” o “democracia”, según lo desee el grupo. Estos temas son presentados a los grupos con ayudas visuales (fotografías, pinturas), y en forma dialógica.

El hombre se relaciona así con su mundo, reducido a fotografía o pintura; una relación de sujeto a objeto, de lo que resulta el conocimiento, y que se expresa por medio del lenguaje.

Es de notar que esto lo realiza el grupo independientemente de que esté o no alfabetizado. Todo hombre sabe siempre algo: no se da la ignorancia absoluta. Si al sujeto se le presenta un objeto de su problemática personal probablemente aun no capte la situación problemática en estado puro, pero en la medida en que con el diálogo, aprende los nexos causales, la comprensión se hace más y más crítica, tanto más, cuanto más se realice la aprehensión de la casualidad auténtica. Esto puede implicar, por ejemplo, la destrucción de un mundo mágico sacralizado y el descubrimiento de una concepción objetiva del mundo.

Una conciencia ingenua tenderá a dominar la verdad desde fuera y estará fuertemente inclinada a rituales propiciatorios y eminentemente sacralizantes. Es fatalista en cuanto que su respuesta tiende a someterse fácilmente, dócilmente. Pero en la medida en que la realidad se comprende en sus causas remotas y próximas resultará una acción. Conocido el desafío, comprendidas las hipótesis o las reglas del juego, habrá siempre alguna respuesta. A la comprensión crítica, preponderamente crítica, corresponderá una acción crítica también. Pero una comprensión mágica corresponderá una acción mágica.

Ahora bien, esa educación deberá ser una colaboradora del hombre en la organización reflexiva de su pensamiento. De esta manera podrá superar él mismo su captación ingenua y hacerla crítica. Esta “crisis” sólo se consigue mediante el debate de situaciones desafiantes puestas existencialmente frente al grupo y mediante una acertada educación para el diálogo.

La dialoguicidad de la educación

Si la palabra se impone como medio para la educación, resulta necesario ver de cerca sus elementos. La palabra verdadera no puede estar disociada de estos elementos: reflexión y acción. Y si estos elementos se dan solidariamente, entonces brotará la praxis:

Acción
Palabra…………….Praxis
Reflexión

En este esquema, lo importante es caer en la cuenta de que, al eliminar una dimensión, se perjudicará necesariamente la otra. Al sacrificar la acción pasamos a tener palabrería (pecado mayor de cierta educación basada en el sólo conocer). Sacrificar la reflexión conduce al activismo y a posiciones autoritarias.

El diálogo que buscamos deberá componerse de palabras auténticas con la afluencia de la reflexión y la acción, cuyo resultado será la praxis. Decir praxis es transformar la realidad y eso es característica esencial de todo hombre, pues un el mundo busca comunicarse. El fin del diálogo es la búsqueda permanente para transformar la realidad. Se busca el reto de la verdad del mundo, no para someterse, sino para vencerlo.

El antidiálogo

El antidiálogo es característico de la enajenación a la verdad. La palabra que se pronuncia no es auténtica. En lugar de debates se sucede una polémica airada, en la que se lanzan mutuamente comunicados, se pronuncian “clichés”.

Por supuesto, carece del auténtico amor viril. Busca sometimiento, ha cerrado las puertas a la esperanza y se cierra en su autosuficiencia, y en estas se impide toda objetividad haciendo a un lado la criticidad, tanto al imponer como al aceptar.

Toda acción antidialógica está saturada de una actitud de conquista de alguien que se cree superior o que va a presentar “su” verdad para que conquiste. Y esto es un obstáculo para la auténtica vida en comunión.

Frecuentemente, el antidiálogo se presenta como una invasión cultural. Esto nos conduce a una reelaboración del concepto de cultura, centrado en la antropología. La cultura siempre resulta de una incorporación del trabajo del hombre a la naturaleza; aun la mínima modificación representa un valor cultural. Según esto se comprende que todo hombre que trabaja es un hombre que hace cultura, que cultiva, y al adiestrarse se cultiva a sí mismo. Luego el diálogo debe reconocer esta base en los participantes, por ignorantes que sean.

Pero el hombre vive en el tiempo y por sus relaciones con los hombres más experimentados, la cultura tiene esa otra dimensión: la adquisición sistemática de la experiencia humana. Y la educación no es otra cosa que la adecuada transmisión de esta experiencia.

Nótese, entre paréntesis, que el papel educativo lo juegan diferentes instituciones en las diferentes culturas. En las primitivas, lo son los padres: en las más adelantadas, los sacerdotes; en otras los maestros estatales.

Es importante también reconocer que nuestros propios contenidos vivenciales son intransmisibles en su plenitud. Así se entiende que nadie puede educar a nadie, sino sólo ponerlo en contacto y capacitarlo para que descubra “su” verdad. Nadie se educa a sí mismo: el conocimiento de la verdad es el que educa.

Cuando se cree que a través de la educación es posible transmitir los contenidos, se procura llenar al educando de conceptos, y cuando no los recibe se le tacha de subversivo y, lo más destructivo, se frena su poder crítico, se hace de él un instrumento de educación, un objeto de domesticación.

Pero, en base a una educación auténtica, se debe reconocer la importancia de una correcta concientización del hombre en el mundo. Una visión fundamentada en conceptos ajenos deformará, inclusive, la propia valoración del hombre que los acepta. Esta concientización del hombre implica intencionalidad, es decir, búsqueda de sentido, y, mediante la reflexión, defección de una discordancia de algún desorden, de alguna problemática. El solo hecho de conocer es actuar. Conocemos el mundo para modificarlo, para hacer cultura.

Cuando el hombre tiene conciencia plena de la situación en que vive, siempre encuentra un reto, siempre encuentra un hambre que satisfacer; una cosa que construir, un jardín que embellecer. Porque la forma propia de existir del hombre en el mundo, es reflexionar sobre él y sobre sí mismo para modificarlo, recrearlo y elevarlo.

Reconocerse problematizando, es reconocer el desafío de la naturaleza. Es preciso reconocer que existe un problema para actuar.

La búsqueda del ser

Paulo Freire inicia la aplicación de su método psicosocial partiendo de un principio básico; la búsqueda del ser en su aquí y ahora; en su circunstancia, en su experiencia histórica. A partir de este dato, el hombre problematizado de sí mismo, descubre su humanización como vocación.

-“Tener es condición necesaria para ser,
- tener es condición indispensable,
- tener es exigencia de todos los hombres y no de algunos,
- Pero, tener mucho, obstaculiza el ser.”

Cuando se reflexiona esto, en el contexto de la naturaleza se abre el camino a la acción del hombre sobre la naturaleza misma. El hombre puede ser más. Descubre reflexionando sobre sí mismo, no sólo desafía al mundo, sino que tiene un compromiso consigo mismo.

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