TRIGESIMOSEGUNDA ENTREGA
5 / SÍMBOLOS EN UN ANÁLISIS INDIVIDUAL (VIII)
Jolande Jacobi
Miedo al inconsciente
Los problemas que encontramos en el sueño inicial de Henry se presentaron en otros muchos: problemas como la vacilación entre la actividad masculina y la pasividad femenina, o una tendencia a esconderse tras el ascetismo intelectual. Le tenía miedo al mundo, sin embargo, le atraía. Fundamentalmente, temía las obligaciones del matrimonio, las cuales exigían que formalizara unas relaciones serias con una mujer. Tal ambivalencia no es rara para quien está en el umbral de la virilidad. Aunque por su edad Henry había rebasado esa fase, su madurez interior no corría pareja con sus años. Este problema se encuentra con frecuencia en los introvertidos con su miedo a la realidad y al mundo exterior.
El cuarto sueño que Henry contó proporcionó una chocante ilustración de su estado psicológico:
Me parece que he tenido este sueño infinidad de veces. Servicio militar, carrera de larga distancia. Voy yo solo. Jamás llego a la meta. ¿Seré el último? El camino lo conozco muy bien, todo el déja vu. La salida es en un bosquecillo, y el suelo está cubierto de hojas secas. El terreno corre en suave pendiente hacia un riachuelo idílico que invita a detenerse. Después, hay un camino polvoriento. Conduce hacia Hombrechtikon, un pueblecillo junto al lago alto de Zurich. Un arroyo bordeado de sauces semejantes a un cuadro de Böklin en el que una vagorosa figura femenina sigue el curso del agua. Se hace de noche. En un pueblo, pregunto en qué dirección está el camino. Me dicen que el camino sigue durante unas siete horas hasta un sendero. Me recupero y continúo.
Sin embargo, esta vez el final del sueño es distinto. Después del arroyo bordeado de sauces, llego a un bosque. Descubro allí una cervatilla que se aleja corriendo. Me ufano al contemplarla. La cervatilla ha aparecido por la izquierda y yo tuerzo a la derecha. Veo allí tres extrañas criaturas, mitad cerdos, mitad perros con patas de canguro. Las caras no se distinguen y tienen largas orejas caídas de perro. Puede que sean personas disfrazadas. Cuando yo era muchacho, una vez me disfracé con un disfraz circense de burro.
El comienzo de este sueño de Henry es de evidente parecido con el primero. Vuelve a aparecer una figura femenina vagorosa y la ambientación del sueño se asocia con otra pintura de Böcklin. Ese cuadro, titulado Pensamientos de otoño, y las hojas secas mencionadas a comienzos del sueño, subrayan el carácter otoñal. También aparece en este sueño un ambiente romántico. Aparentemente este paisaje interior, que representa la melancolía de Henry, le es muy conocido. Vuelve a estar con un grupo de personas, pero esta vez con camaradas militares en una carrera de larga distancia.
Toda esta situación (como también lo sugiere el servicio militar) podría considerarse como representación del destino medio de una hombre. El propio Henry dice: “Es un símbolo de la vida”. Pero el soñante no desea someterse a él. Continúa solo, lo cual, probablemente, siempre fue el caso de Henry. Por eso tiene la impresión de que todo es déja vu. Su pensamiento (“Jamás llego a la meta”) indica una fuerte sensación de inferioridad y la creencia de que no puede ganar la “la carrera de larga distancia”.
El camino lo lleva a Hombrechtikon, nombre que le recuerda sus planes secretos de abandonar o romper con su casa (Hom=hogar, casa; brechen=romper). Pero como esa rotura no se produce, vuelve a perder (como en el primer sueño) el sentido de orientación, y tiene que preguntar la dirección.
Los sueños compensan más o menos explícitamente la actitud mental consciente del soñante. La figura romántica y femenina del ideal consciente de Henry está contrapesada con la aparición de los animales extraños con aspecto de hembras. El mundo de los instintos de Henry está simbolizado por algo que es femenino. El bosque es un símbolo de una zona inconsciente, un lugar oscuro donde viven animales. Al principio, surge una cervatilla -símbolo de la feminidad tímida, huidiza, inocente- pero sólo por un momento. Luego ve Henry tres animales mixtos, de apariencia extraña y repulsiva. Parecen representar el instinto indiferenciado, una especie de masa confusa de sus instintos que contienen la materia prima de un desarrollo posterior. Su característica más notable es que, virtualmente, toso carecen de rostro y, por tanto, sin la más leve vislumbre de conciencia.
En el concepto de mucha gente, el cerdo está asociado íntimamente con la rijosidad. (Circe, por ejemplo, convertía en cerdos a los hombres que la deseaban.) El perro puede representar la lealtad, pero también la promiscuidad porque no distingue al elegir pareja. Sin embargo, el canguro es, con frecuencia, símbolo de maternalidad y capacidad de ternura.
Todos estos animales sólo presentan rasgos rudimentarios y, aun estos, están contaminados de falta de sentido. En alquimia, la “materia prima” solía representarse con tales criaturas monstruosas y fabulosas, formas animales mezcladas. En términos psicológicos probablemente simbolizarían todo el inconsciente originario, del cual puede elevarse el ego individual y comenzar a desarrollarse hacia la madurez.
El miedo de Henry a los monstruos se evidencia con su intento de hacerlos parecer inofensivos. Necesita convencerse de que sólo son gente disfrazada. Como él mismo se disfrazó siendo muchacho. Su ansiedad es natural. El hombre que descubre tales monstruos inhumanos en su propio interior, como símbolos de ciertos rasgos de su inconsciente, tiene toda la razón para sentir miedo.
Otro sueño también muestra el miedo de Henry a las profundidades de su inconsciente:
Soy grumete en un barco de vela. Paradójicamente, las velas están desplegadas, aunque hay una calma completa. Mi tarea consiste en sostener una cuerda que sirve para atar un mástil. Aunque parezca extraño, la borda es una pared cubierta con losas de piedra. Toda esa estructura está exactamente hasta el límite entre el agua y el barco de vela que flota en ella solo.
En este sueño, Henry está en una situación psicológica fronteriza. La borda es una pared que le protege pero, al mismo tiempo, le obstruye la vista. Le está prohibido mirar al agua (donde puede descubrir fuerzas desconocidas). Todas estas imágenes revelan su duda y su miedo.
El hombre que teme las comunicaciones de sus profundidades interiores (como Henry) le tiene tanto miedo al elemento femenino que hay dentro de sí, como a la mujer real. Hay momentos en que se siente fascinado por ella, en otros, trata de huirla; fascinado y aterrado, huye para no ser su “presa”. No se atreve a acercarse con su sexualidad animal a una mujer amada (y, por tanto, idealizada).
Como resultado típico de su vínculo materno, Henry tenía dificultad para dar a una misma mujer su sentimiento y su sensualidad. Una y otra vez, sus sueños demostraban sus deseos de librarse de ese dilema. En uno de los sueños, era un “monje con una misión secreta”. En otro, sus instintos le tentaron en un burdel.
Junto con un camarada del ejército, que había tenido muchas aventuras eróticas, me encuentro esperando frente a una casa en una calle oscura de una ciudad desconocida. Sólo se permite la entrada a las mujeres. Por tanto, en el vestíbulo, mi amigo se pone una pequeña careta de carnaval con cara de mujer y sube por la escalera. Posiblemente. Yo hice lo mismo que él, pero no lo recuerdo claramente.
Lo que este sueño proponer satisfaría la curiosidad de Henry, pero al precio de un fraude. Como hombre, carece del atrevimiento para entrar en la casa que, evidentemente, es un burdel. Pero si prescinde de su masculinidad, podría ver por dentro ese mundo prohibido, prohibido por su mente consciente. Sin embargo, el sueño no nos dice si se decide a entrar. Henry aun no ha vencido sus inhibiciones, fracaso comprensible si consideramos las implicaciones de entrar en un burdel.
Este sueño me parece que revela en Henry una veta erótica homosexual: parecía sentir que una “careta” femenina le haría atractivo para los hombres. Esta hipótesis la apoya el siguiente sueño:
Me encuentro que he retrocedido a mis cinco o seis años de edad. Mi compañero de juego de esos días me dice cómo participó en una acción obscena con el director de una fábrica. Mi amigo ponía la mano derecha en el pene del hombre para mantenerlo caliente, y, a la vez, para calentarse la mano. El director era un amigo íntimo de mi padre y al que yo admiraba por su interés amplio y variado. Pero nos reíamos de él porque era un “joven eterno”.
En los niños de esa edad los juegos eróticos homosexuales no son infrecuentes. Que Henry vuelva a ellos en sus sueños sugiere que se sentía abrumado por sentimientos culpables y, por tanto, fuertemente reprimidos. Tales sentimientos estaban vinculados a su profundo miedo a formalizar lazos duraderos con una mujer. Otro sueño, y sus asociaciones, aclaran este conflicto:
Participo en la boda de una pareja desconocida. A la una de la mañana, los participantes en la boda regresan de las ceremonias: los contrayentes, y el invitado y la invitada de honor. Entraron en un patio grande donde yo les esperaba. Parece que los recién casados ya han tenido una pelea, y también la otra pareja. Finalmente, encuentran la solución retirándose separadamente los dos hombres y las dos mujeres.
Henry explicó: “Aquí ve usted la guerra de sexos tal como la describe Giraudoux”. Y luego añade: “El palacio de Baviera, donde recuerdo haber visto este patio del sueño, ha estado hasta hace poco desfigurado con alojamientos de urgencia para gente pobre. Cuando yo lo visité, me pregunté si no hubiera sido preferible llevar una existencia pobre en las ruinas de una belleza clásica que llevar una vida activa estando rodeado por la fealdad de una gran ciudad. También me pregunté, cuando fui testigo en la boda de un camarada, si su matrimonio sería duradero porque la novia me produjo una impresión desfavorable”.
El ardiente deseo de retirarse hacia la pasividad y la introversión, el miedo a un fracaso matrimonial, la separación de sexos de su sueño, todos estos son síntomas inconfundibles de las dudas secretas ocultad bajo la consciencia de Henry.
5 / SÍMBOLOS EN UN ANÁLISIS INDIVIDUAL (VIII)
Jolande Jacobi
Miedo al inconsciente
Los problemas que encontramos en el sueño inicial de Henry se presentaron en otros muchos: problemas como la vacilación entre la actividad masculina y la pasividad femenina, o una tendencia a esconderse tras el ascetismo intelectual. Le tenía miedo al mundo, sin embargo, le atraía. Fundamentalmente, temía las obligaciones del matrimonio, las cuales exigían que formalizara unas relaciones serias con una mujer. Tal ambivalencia no es rara para quien está en el umbral de la virilidad. Aunque por su edad Henry había rebasado esa fase, su madurez interior no corría pareja con sus años. Este problema se encuentra con frecuencia en los introvertidos con su miedo a la realidad y al mundo exterior.
El cuarto sueño que Henry contó proporcionó una chocante ilustración de su estado psicológico:
Me parece que he tenido este sueño infinidad de veces. Servicio militar, carrera de larga distancia. Voy yo solo. Jamás llego a la meta. ¿Seré el último? El camino lo conozco muy bien, todo el déja vu. La salida es en un bosquecillo, y el suelo está cubierto de hojas secas. El terreno corre en suave pendiente hacia un riachuelo idílico que invita a detenerse. Después, hay un camino polvoriento. Conduce hacia Hombrechtikon, un pueblecillo junto al lago alto de Zurich. Un arroyo bordeado de sauces semejantes a un cuadro de Böklin en el que una vagorosa figura femenina sigue el curso del agua. Se hace de noche. En un pueblo, pregunto en qué dirección está el camino. Me dicen que el camino sigue durante unas siete horas hasta un sendero. Me recupero y continúo.
Sin embargo, esta vez el final del sueño es distinto. Después del arroyo bordeado de sauces, llego a un bosque. Descubro allí una cervatilla que se aleja corriendo. Me ufano al contemplarla. La cervatilla ha aparecido por la izquierda y yo tuerzo a la derecha. Veo allí tres extrañas criaturas, mitad cerdos, mitad perros con patas de canguro. Las caras no se distinguen y tienen largas orejas caídas de perro. Puede que sean personas disfrazadas. Cuando yo era muchacho, una vez me disfracé con un disfraz circense de burro.
El comienzo de este sueño de Henry es de evidente parecido con el primero. Vuelve a aparecer una figura femenina vagorosa y la ambientación del sueño se asocia con otra pintura de Böcklin. Ese cuadro, titulado Pensamientos de otoño, y las hojas secas mencionadas a comienzos del sueño, subrayan el carácter otoñal. También aparece en este sueño un ambiente romántico. Aparentemente este paisaje interior, que representa la melancolía de Henry, le es muy conocido. Vuelve a estar con un grupo de personas, pero esta vez con camaradas militares en una carrera de larga distancia.
Toda esta situación (como también lo sugiere el servicio militar) podría considerarse como representación del destino medio de una hombre. El propio Henry dice: “Es un símbolo de la vida”. Pero el soñante no desea someterse a él. Continúa solo, lo cual, probablemente, siempre fue el caso de Henry. Por eso tiene la impresión de que todo es déja vu. Su pensamiento (“Jamás llego a la meta”) indica una fuerte sensación de inferioridad y la creencia de que no puede ganar la “la carrera de larga distancia”.
El camino lo lleva a Hombrechtikon, nombre que le recuerda sus planes secretos de abandonar o romper con su casa (Hom=hogar, casa; brechen=romper). Pero como esa rotura no se produce, vuelve a perder (como en el primer sueño) el sentido de orientación, y tiene que preguntar la dirección.
Los sueños compensan más o menos explícitamente la actitud mental consciente del soñante. La figura romántica y femenina del ideal consciente de Henry está contrapesada con la aparición de los animales extraños con aspecto de hembras. El mundo de los instintos de Henry está simbolizado por algo que es femenino. El bosque es un símbolo de una zona inconsciente, un lugar oscuro donde viven animales. Al principio, surge una cervatilla -símbolo de la feminidad tímida, huidiza, inocente- pero sólo por un momento. Luego ve Henry tres animales mixtos, de apariencia extraña y repulsiva. Parecen representar el instinto indiferenciado, una especie de masa confusa de sus instintos que contienen la materia prima de un desarrollo posterior. Su característica más notable es que, virtualmente, toso carecen de rostro y, por tanto, sin la más leve vislumbre de conciencia.
En el concepto de mucha gente, el cerdo está asociado íntimamente con la rijosidad. (Circe, por ejemplo, convertía en cerdos a los hombres que la deseaban.) El perro puede representar la lealtad, pero también la promiscuidad porque no distingue al elegir pareja. Sin embargo, el canguro es, con frecuencia, símbolo de maternalidad y capacidad de ternura.
Todos estos animales sólo presentan rasgos rudimentarios y, aun estos, están contaminados de falta de sentido. En alquimia, la “materia prima” solía representarse con tales criaturas monstruosas y fabulosas, formas animales mezcladas. En términos psicológicos probablemente simbolizarían todo el inconsciente originario, del cual puede elevarse el ego individual y comenzar a desarrollarse hacia la madurez.
El miedo de Henry a los monstruos se evidencia con su intento de hacerlos parecer inofensivos. Necesita convencerse de que sólo son gente disfrazada. Como él mismo se disfrazó siendo muchacho. Su ansiedad es natural. El hombre que descubre tales monstruos inhumanos en su propio interior, como símbolos de ciertos rasgos de su inconsciente, tiene toda la razón para sentir miedo.
Otro sueño también muestra el miedo de Henry a las profundidades de su inconsciente:
Soy grumete en un barco de vela. Paradójicamente, las velas están desplegadas, aunque hay una calma completa. Mi tarea consiste en sostener una cuerda que sirve para atar un mástil. Aunque parezca extraño, la borda es una pared cubierta con losas de piedra. Toda esa estructura está exactamente hasta el límite entre el agua y el barco de vela que flota en ella solo.
En este sueño, Henry está en una situación psicológica fronteriza. La borda es una pared que le protege pero, al mismo tiempo, le obstruye la vista. Le está prohibido mirar al agua (donde puede descubrir fuerzas desconocidas). Todas estas imágenes revelan su duda y su miedo.
El hombre que teme las comunicaciones de sus profundidades interiores (como Henry) le tiene tanto miedo al elemento femenino que hay dentro de sí, como a la mujer real. Hay momentos en que se siente fascinado por ella, en otros, trata de huirla; fascinado y aterrado, huye para no ser su “presa”. No se atreve a acercarse con su sexualidad animal a una mujer amada (y, por tanto, idealizada).
Como resultado típico de su vínculo materno, Henry tenía dificultad para dar a una misma mujer su sentimiento y su sensualidad. Una y otra vez, sus sueños demostraban sus deseos de librarse de ese dilema. En uno de los sueños, era un “monje con una misión secreta”. En otro, sus instintos le tentaron en un burdel.
Junto con un camarada del ejército, que había tenido muchas aventuras eróticas, me encuentro esperando frente a una casa en una calle oscura de una ciudad desconocida. Sólo se permite la entrada a las mujeres. Por tanto, en el vestíbulo, mi amigo se pone una pequeña careta de carnaval con cara de mujer y sube por la escalera. Posiblemente. Yo hice lo mismo que él, pero no lo recuerdo claramente.
Lo que este sueño proponer satisfaría la curiosidad de Henry, pero al precio de un fraude. Como hombre, carece del atrevimiento para entrar en la casa que, evidentemente, es un burdel. Pero si prescinde de su masculinidad, podría ver por dentro ese mundo prohibido, prohibido por su mente consciente. Sin embargo, el sueño no nos dice si se decide a entrar. Henry aun no ha vencido sus inhibiciones, fracaso comprensible si consideramos las implicaciones de entrar en un burdel.
Este sueño me parece que revela en Henry una veta erótica homosexual: parecía sentir que una “careta” femenina le haría atractivo para los hombres. Esta hipótesis la apoya el siguiente sueño:
Me encuentro que he retrocedido a mis cinco o seis años de edad. Mi compañero de juego de esos días me dice cómo participó en una acción obscena con el director de una fábrica. Mi amigo ponía la mano derecha en el pene del hombre para mantenerlo caliente, y, a la vez, para calentarse la mano. El director era un amigo íntimo de mi padre y al que yo admiraba por su interés amplio y variado. Pero nos reíamos de él porque era un “joven eterno”.
En los niños de esa edad los juegos eróticos homosexuales no son infrecuentes. Que Henry vuelva a ellos en sus sueños sugiere que se sentía abrumado por sentimientos culpables y, por tanto, fuertemente reprimidos. Tales sentimientos estaban vinculados a su profundo miedo a formalizar lazos duraderos con una mujer. Otro sueño, y sus asociaciones, aclaran este conflicto:
Participo en la boda de una pareja desconocida. A la una de la mañana, los participantes en la boda regresan de las ceremonias: los contrayentes, y el invitado y la invitada de honor. Entraron en un patio grande donde yo les esperaba. Parece que los recién casados ya han tenido una pelea, y también la otra pareja. Finalmente, encuentran la solución retirándose separadamente los dos hombres y las dos mujeres.
Henry explicó: “Aquí ve usted la guerra de sexos tal como la describe Giraudoux”. Y luego añade: “El palacio de Baviera, donde recuerdo haber visto este patio del sueño, ha estado hasta hace poco desfigurado con alojamientos de urgencia para gente pobre. Cuando yo lo visité, me pregunté si no hubiera sido preferible llevar una existencia pobre en las ruinas de una belleza clásica que llevar una vida activa estando rodeado por la fealdad de una gran ciudad. También me pregunté, cuando fui testigo en la boda de un camarada, si su matrimonio sería duradero porque la novia me produjo una impresión desfavorable”.
El ardiente deseo de retirarse hacia la pasividad y la introversión, el miedo a un fracaso matrimonial, la separación de sexos de su sueño, todos estos son síntomas inconfundibles de las dudas secretas ocultad bajo la consciencia de Henry.
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