
DECIMONOVENA ENTREGA (CAPÍTULOS 25 AL 29 DE TRES)
25 / LIMPIO
Recién en el 45 acepté trasladarme a Asunción, y el Presidente López me afincó en una de las casas de su quinta vacacional.
Era un vergel, aquello.
Y quiso la vida que nuestro bosque cundiera mesmo sobre el Valle de Limpio de Tapuá, ande Clara viajaba una vez por año con Juan Simeón a visitar familia por el camino largo, como se le llamaba.
Eran noventa y cinco leguas que cruzaban poblados seguros y la tía-abuela se quedaba siempre en Curuguaty, donde nos saludábamos apenas en el templo.
Ella era la única que sabía que yo dejé encinta a Clara.
Cuando se destapó el escándalo Toubé ya estaba expulso y la inmácula ultrajada solicitome como padre adoptivo sin el menor rubor.
Y ni hubo mormoraciones porque yo era muy viejo.
Juan Simeón heredó el ansia de comer tierra y nos dábamos baños lunares despatarrados en la trinchera y jamás he visto gracia de floralidá como la que les mensajeaba aquel niño a sus palomas.
Es que él siente que el mundo es un gran criadero de aves en disciplina para esparcir lo tierno.
La vida, esta vida / me placía, su instrumento, esas palomas…/ Me placía escucharlas gobernarse en lontananza, / advenir naturales, determinado el número, / y ejecutar, según sus aflicciones, sus dianas de animales.
Encogido / oí desde mis hombros / su sosegada producción, / cave los albañales sesgar sus trece huesos, / dentro viejo tornillo lincharse el plomo. / Sus paujiles picos, / pareadas palomitas / las póbridas, hojeándose los hígados, / sobrinas de la nube… Vida! Vida! Esta es la vida!
Zurear su tradición rojo les era / rojo moral, palomas vigilantes / talvez rojo de herrumbre, / si caían entonces azulmente.
Su elemental cadena, / sus viajes de individuales pájaros viajeros, / echaron humo denso, / pena física, pórtico influyente.
Palomas saltando, indelebles / palomas olorosas, / manferidas venían, advenían / por azarosas vías digestivas, / a contarme sus cosas fosforosas, / pájaros de contar, / pájaros transitivos y orejones…
No escucharé ya más desde mis hombros / huesudo, enfermo, en cama / ejecutar sus dianas de animales… Me doy cuenta.
Hoy Juan Simeón cumple sus veinticuatro y ha espantado al Charrúa pa arrodillarse con la cabeza dentro del mosquitero a contarme que instó a su madre a que le confesara quién fue su padre en veras.
Y ella le contestó que había sido violada por el Espíritu Santo en la cueva de la Atlántida y que el resto no importaba.
No le faltó razón.
Pasó la verdá en limpio.
26 / PONIENTE
Mientras tuve caballo bajo la tripa me guió la obligación de no fazer disprecio a la fonte de este mundo.
Los hermanos del Presidente López, Venancio y Benigno, se allegaban casi todas las mañanas con pingos reservados para escoltarnos a tomar baño al río por prescripción del galeno familiar.
Y trotándole el infinito verdor al Ybiray las mañanas volvían a envitralarse con el envite de la tierra sin mal.
Hubo un bosque donde nos atrapamos. Qué lentísimos niños espesaban el rosedal del sueño. Y respiramos sin rasgar el aire.
Hasta que se me enroscó esta gripa y supe que me tocaba asilarme en lo altísimo.
Me cambió la mirada.
Los primeros que espejaron la hinchazón azogada de mi incredulidá y dipois mi juria y al cabo la resinación y el abismo y la paz fueron tío Lenzinas y el perro.
La esperanza del poniente sabe que atravesar la hora del urutaú y el aguará ululantes es patriada con cruz.
Como brindis barrosos que acaban empedrando / los riñones del alma / irreversiblemente / te habitarán los vértices del desencuentro.
Se dividen las vidas.
Y la desgracia filtra su amanecer oscuro entre la primavera / mientras un hombre muere alargando sus húmeros / y el sudario morado irradia una metáfora / que no alcanzan las sondas de la carne o del cosmos.
Me contó Josef María que Frutos mandó copiarse a sí mismo en esa dibujación que ahora llaman daguerrotipo.
¿Y pa qué querés espejo si tu único retrato cifra en la santidá que supiste repartirle de valde a la bandada?
Te hace falta tragar / el lucero del alma / te hace falta la calma del viejo tragaluz. / Te hace el trasluz de las rosas perdidas. / Te hacen falta las vidas que besaron el mar.
Te hace falta encontrar el alma del espejo / te hace falta el reflejo del sol que no se fue. / Te hace la fe para volar a oscuras / te hacen falta las puras soledades del sur.
Te hace falta rugir la mansa llamarada / te hace falta una espada para partir el mar. / Te hace falta llamar al ángel por su nombre / te hace falta ser hombre sin matar ni mentir.
Te hace falta vivir en el humo del llanto / te hace falta ser canto que no sabe rodar. / Te hace falta ser mar para sangrar tu alteza / te hace falta belleza para desesperar.
Y si ya te clavaste al perfume profundo / no te quejes del mundo / porque no hay más que hablar.
Y ahora me agarro el hombro hermanamente y confieso que no existe mejor celda para desear lo Amado que este trance, muchachos.
Carajo.
Toy contento.
27 / CIRCO
La convivencia con los Gómez de Limpio le restó en un reverbero dos décadas a Clara, y ahora su rubiedá flameaba como cuando nos devoramos devotamente allá en Curuguaty.
Lástima que Asunción resultó plaza sucia.
Don Carlos Antonio López gastaba trato fino y avispado, y dipois que rechacé el ofrecimiento de instruirle tropa me colmó con gacetas ilustrativas del grande despelote que rugía en el afuera.
Y cuando ratificaron la formación del Ejército Aliado Pacificador no protesté ni mu, aunque sabía que el Frutos que daban por redotado era pior trozo que Rosas.
Al menos el evocativo de una confederación antigringa jamás podría tabardillarme la víscera, carajo.
Yo sabía que el Presidente se retiraba dos o tres días por semana a la quinta pa escarbarme conseja y eso me orgullecía, pero al cabo empezó a aportar mirones insufribles al jaulón del caudillo destemido.
El primero fue el naturalista belga Baguet, que apuntaba mis cuitas fazañosas como si le importaran.
Un león en retirada debe lucir sus güevos y bostezar, nomás.
Eso lo aprendí durante una visita a Asunción que hicimos con el sabio gringo pa contemplar la mojiganga de la Virgen Azul, ande Clara papeloneó bailando en zancos junto a las hermanas y una tribu de trigueñas que zangoloteaban sus pezones bajo las saypoy sin mangas como unas puras perras.
Primero fuimos a la iglesia y López me enalteció ofreciéndome dirigir un rosario que rumié fervientemente rogando pa que dispareciera el poder de la sapa de otro pozo en mis ellas perdidas.
¡Mentiras! / ¡Que son mentiras tu virtud / tu amor y tu bondad / y al fin tu juventud! / ¡Te maquillaste el corazón! / ¡Mentiras sin piedad! / ¡Qué lástima de amor!
Y sin embargo siempre di por falaz una copla famosa que admiraba Bartolo:
Porque ese cielo azul que todos vemos / ni es cielo ni es azul. ¡Lástima grande / que no sea verdad tanta belleza!
Dulcinea es Dulcinea.
Al final nos metimos a pispar un cirquete de jaulas que recorría la América y conocimos al león y a la yena del África y me sentí hermanadísimo con el puma melenudo que apenas gastaba juerza coleteando jejenes.
Al carnaval del mundo le bostezaba en paz.
López me comentó que aquel coloso parecía el falso monstro descrito en el Quijote y confesé sin vergüenza que de tamaña historia sólo había leído y memoriado una página suspirada en loor a Nuestra Señora del Toboso.
Y fue gracias al Chatre que aprendí esa oración de reverencia incondicional a la verdad oculta.
El otro bicho africano, en cambio, la yena, daba más asco que un jedoroso porteño.
28 / DAGUERROTIPO
Llueve como una madre que cambió de cara.
Con ese patadón el trovero Faget fizo juir a un jaguar y salvó a un pobre cuzco.
Esta tarde le pedí a uno de los gurises que suelen visitarme que se quedara a dormir conmigo porque olí mucha agua.
Y mandé a Ansina a la habitación de las goteras.
Tonce puedo hacer de cuenta que aura estás respirando junto a mi catre como cuando eras niño, Josef María.
Y te rezo en lo tierno.
Cuando llegaste en el 46 nos abrazamos lindo, aunque no era ocasión pa que nos compriendiéramos.
Cómo llueve, carajo.
A mí ya no me llevan al río pa tratarme la erupción de las patas porque reventó gripa y al mosquitero, Pepe.
Es la muer / es la muerte que ya vendrá / galopan / galopando en la oscuridá / por la sel / por la selva aparecerá / ya soy vie / ya soy viejo y sé que vendrá.
Aquí la rompida de cadenas en Obligado hizo más roncha pública que el malón de la langosta. ¿Pero cómo iba a maginar que afrontarías la tamaña travesía del Fulton pa abrazarte a estos güesos?
Y hoy acabo de enterarme de que el muerto sos vos y te ruego un perdón.
En verdá hubo momentos que recelé de que hubieses viajado pa sacarme tajada.
Son mentira las formas. Sólo existe / el círculo de bocas del oxígeno. Y la luna. / Pero no la luna. / Los insectos, / los muertos diminutos por las riberas, / dolor en longitud, / yodo en un punto, / las muchedumbres en el alfiler, / el desnudo que amasa la sangre de todos, / y mi amor que no es un caballo ni una quemadura, / criatura de pecho devorado. / ¡Mi amor!
Y aura evoco aquella tormenta en Herrería cuando un tigre me robó a un cuzco de abajo del poncho y toso lacerado por mi gotera pútrida.
¿Pois cómo no iba a importarte la herencia de Arerunguá si casi ni conocías a tu padre más que de leyenderíos negros?
Pa colmo dizque los de saco largo te enterraron discurseando sobre la sangre gloriosa del Protector.
Como si me quisieran.
Y me cundió en la mente una mañana cuando mateábamos bajo el ibirapitá y pasó mi ama de llaves, la Clara, parada en equilibrio sobre un corcel y con un palomón blanco sobre las crenchas de oro.
Sé que estás escuchando mis pensares, Josef, porque al decir de Caracciolo ya sos un ciudadano del cielo.
Y me solaza saber que esa mañana al menos pudiste vislumbrar el daguerrotipo de Purificación.
La Dulcinea que vuela.
29 / YEDRA
Fue un acierto mayúsculo de Ansina trasladarme con mosquitero y todo a la sombra siestera del ibirapitá.
Ya nostalgiaba horrendo la hamaca de la yedra, que conservo dende el tiempo en que me engolfé a adorar la morada estrellada con la perla y los cuzcos.
Hoy me siento invisible.
Como si llegaran a buen puerto mis ansias / como si hubiera donde hacerse fuerte / como si hubiera por fin destino para mis pasos / como si encontrara mi verdad primera.
Como traerse al hoy cada mañana / como un suspiro profundo y quedo / como un dolor de muelas aliviado / como lo imposible por fin hecho / como si alguien de veras me quisiera / como si al fin un buen poema me saliera / una oración.
Como si la arena cantara en el desierto / los cantos de sirenas del mar Muerto / como si para crecer sobraran las escaleras / como si escribiera un ciego un libro abierto.
Ven a poblar el zócalo de ojos / siembra de migas de pan caliente / mis canas de alcanfor adolescente / ponle al sordo voz y alas al cojo / bendice nuestro arroz, nuestro minuto / como si no fuéramos cómplices del luto / del corazón.
Fue Bompland el que descubrió en Candelaria, mientras se doraban en el pincho los costillares caballunos sarnosos y alucinábamos con la República Hermana, que a mi hamaca se le han ido adhiriendo hojas de yedra de la verdá.
Y dizque se cultiva mucho en los cobijos templarios uropeos.
Pero no la ve naides.
Quisiera, hijo mío, volver a ver mi país antes de cerrar los ojos para siempre, y bendecir a los que han tenido la fortuna de dar cima a la obra que yo empecé y cuyo complemento miro aquí, en el librito de la Constitución, pero no me siento con fuerzas bastante para hacerlo en medio de la borrasca que lo agita, y además, yo no debo salir de aquí sino con dignidad, ni restituirme a la Patria sin ser llamado y conducido por el Gobierno con la decencia que corresponde a mis antecedentes y al propio honor de la Nación Oriental.
Siento como si todo el mosquitero estuviera hecho de yedra y se trocara en féretro, mientras Bilú enasta la bandera con el churrinche pa espantar a los perros del oro.
¿Quién arruga el sudario? ¡No es verdad lo que dice! / Aquí no canta nadie, ni llora en el rincón, / ni pica las espuelas, ni espanta la serpiente: / aquí no quiero más que los ojos redondos / para ver ese cuerpo sin posible descanso.
Yo quiero ver aquí los hombres de voz dura. / Los que doman caballos y dominan los ríos: / los hombres que le suena el esqueleto y cantan / con una boca llena de sol y pedernales.
Aquí quiero yo verlos. Delante de la piedra. / Delante de este cuerpo con las riendas quebradas. / Yo quiero que me enseñen dónde está la salida / para este capitán atado por la muerte.
Puta: sigue lloviendo.
Soñé fiero, carajo.
25 / LIMPIO
Recién en el 45 acepté trasladarme a Asunción, y el Presidente López me afincó en una de las casas de su quinta vacacional.
Era un vergel, aquello.
Y quiso la vida que nuestro bosque cundiera mesmo sobre el Valle de Limpio de Tapuá, ande Clara viajaba una vez por año con Juan Simeón a visitar familia por el camino largo, como se le llamaba.
Eran noventa y cinco leguas que cruzaban poblados seguros y la tía-abuela se quedaba siempre en Curuguaty, donde nos saludábamos apenas en el templo.
Ella era la única que sabía que yo dejé encinta a Clara.
Cuando se destapó el escándalo Toubé ya estaba expulso y la inmácula ultrajada solicitome como padre adoptivo sin el menor rubor.
Y ni hubo mormoraciones porque yo era muy viejo.
Juan Simeón heredó el ansia de comer tierra y nos dábamos baños lunares despatarrados en la trinchera y jamás he visto gracia de floralidá como la que les mensajeaba aquel niño a sus palomas.
Es que él siente que el mundo es un gran criadero de aves en disciplina para esparcir lo tierno.
La vida, esta vida / me placía, su instrumento, esas palomas…/ Me placía escucharlas gobernarse en lontananza, / advenir naturales, determinado el número, / y ejecutar, según sus aflicciones, sus dianas de animales.
Encogido / oí desde mis hombros / su sosegada producción, / cave los albañales sesgar sus trece huesos, / dentro viejo tornillo lincharse el plomo. / Sus paujiles picos, / pareadas palomitas / las póbridas, hojeándose los hígados, / sobrinas de la nube… Vida! Vida! Esta es la vida!
Zurear su tradición rojo les era / rojo moral, palomas vigilantes / talvez rojo de herrumbre, / si caían entonces azulmente.
Su elemental cadena, / sus viajes de individuales pájaros viajeros, / echaron humo denso, / pena física, pórtico influyente.
Palomas saltando, indelebles / palomas olorosas, / manferidas venían, advenían / por azarosas vías digestivas, / a contarme sus cosas fosforosas, / pájaros de contar, / pájaros transitivos y orejones…
No escucharé ya más desde mis hombros / huesudo, enfermo, en cama / ejecutar sus dianas de animales… Me doy cuenta.
Hoy Juan Simeón cumple sus veinticuatro y ha espantado al Charrúa pa arrodillarse con la cabeza dentro del mosquitero a contarme que instó a su madre a que le confesara quién fue su padre en veras.
Y ella le contestó que había sido violada por el Espíritu Santo en la cueva de la Atlántida y que el resto no importaba.
No le faltó razón.
Pasó la verdá en limpio.
26 / PONIENTE
Mientras tuve caballo bajo la tripa me guió la obligación de no fazer disprecio a la fonte de este mundo.
Los hermanos del Presidente López, Venancio y Benigno, se allegaban casi todas las mañanas con pingos reservados para escoltarnos a tomar baño al río por prescripción del galeno familiar.
Y trotándole el infinito verdor al Ybiray las mañanas volvían a envitralarse con el envite de la tierra sin mal.
Hubo un bosque donde nos atrapamos. Qué lentísimos niños espesaban el rosedal del sueño. Y respiramos sin rasgar el aire.
Hasta que se me enroscó esta gripa y supe que me tocaba asilarme en lo altísimo.
Me cambió la mirada.
Los primeros que espejaron la hinchazón azogada de mi incredulidá y dipois mi juria y al cabo la resinación y el abismo y la paz fueron tío Lenzinas y el perro.
La esperanza del poniente sabe que atravesar la hora del urutaú y el aguará ululantes es patriada con cruz.
Como brindis barrosos que acaban empedrando / los riñones del alma / irreversiblemente / te habitarán los vértices del desencuentro.
Se dividen las vidas.
Y la desgracia filtra su amanecer oscuro entre la primavera / mientras un hombre muere alargando sus húmeros / y el sudario morado irradia una metáfora / que no alcanzan las sondas de la carne o del cosmos.
Me contó Josef María que Frutos mandó copiarse a sí mismo en esa dibujación que ahora llaman daguerrotipo.
¿Y pa qué querés espejo si tu único retrato cifra en la santidá que supiste repartirle de valde a la bandada?
Te hace falta tragar / el lucero del alma / te hace falta la calma del viejo tragaluz. / Te hace el trasluz de las rosas perdidas. / Te hacen falta las vidas que besaron el mar.
Te hace falta encontrar el alma del espejo / te hace falta el reflejo del sol que no se fue. / Te hace la fe para volar a oscuras / te hacen falta las puras soledades del sur.
Te hace falta rugir la mansa llamarada / te hace falta una espada para partir el mar. / Te hace falta llamar al ángel por su nombre / te hace falta ser hombre sin matar ni mentir.
Te hace falta vivir en el humo del llanto / te hace falta ser canto que no sabe rodar. / Te hace falta ser mar para sangrar tu alteza / te hace falta belleza para desesperar.
Y si ya te clavaste al perfume profundo / no te quejes del mundo / porque no hay más que hablar.
Y ahora me agarro el hombro hermanamente y confieso que no existe mejor celda para desear lo Amado que este trance, muchachos.
Carajo.
Toy contento.
27 / CIRCO
La convivencia con los Gómez de Limpio le restó en un reverbero dos décadas a Clara, y ahora su rubiedá flameaba como cuando nos devoramos devotamente allá en Curuguaty.
Lástima que Asunción resultó plaza sucia.
Don Carlos Antonio López gastaba trato fino y avispado, y dipois que rechacé el ofrecimiento de instruirle tropa me colmó con gacetas ilustrativas del grande despelote que rugía en el afuera.
Y cuando ratificaron la formación del Ejército Aliado Pacificador no protesté ni mu, aunque sabía que el Frutos que daban por redotado era pior trozo que Rosas.
Al menos el evocativo de una confederación antigringa jamás podría tabardillarme la víscera, carajo.
Yo sabía que el Presidente se retiraba dos o tres días por semana a la quinta pa escarbarme conseja y eso me orgullecía, pero al cabo empezó a aportar mirones insufribles al jaulón del caudillo destemido.
El primero fue el naturalista belga Baguet, que apuntaba mis cuitas fazañosas como si le importaran.
Un león en retirada debe lucir sus güevos y bostezar, nomás.
Eso lo aprendí durante una visita a Asunción que hicimos con el sabio gringo pa contemplar la mojiganga de la Virgen Azul, ande Clara papeloneó bailando en zancos junto a las hermanas y una tribu de trigueñas que zangoloteaban sus pezones bajo las saypoy sin mangas como unas puras perras.
Primero fuimos a la iglesia y López me enalteció ofreciéndome dirigir un rosario que rumié fervientemente rogando pa que dispareciera el poder de la sapa de otro pozo en mis ellas perdidas.
¡Mentiras! / ¡Que son mentiras tu virtud / tu amor y tu bondad / y al fin tu juventud! / ¡Te maquillaste el corazón! / ¡Mentiras sin piedad! / ¡Qué lástima de amor!
Y sin embargo siempre di por falaz una copla famosa que admiraba Bartolo:
Porque ese cielo azul que todos vemos / ni es cielo ni es azul. ¡Lástima grande / que no sea verdad tanta belleza!
Dulcinea es Dulcinea.
Al final nos metimos a pispar un cirquete de jaulas que recorría la América y conocimos al león y a la yena del África y me sentí hermanadísimo con el puma melenudo que apenas gastaba juerza coleteando jejenes.
Al carnaval del mundo le bostezaba en paz.
López me comentó que aquel coloso parecía el falso monstro descrito en el Quijote y confesé sin vergüenza que de tamaña historia sólo había leído y memoriado una página suspirada en loor a Nuestra Señora del Toboso.
Y fue gracias al Chatre que aprendí esa oración de reverencia incondicional a la verdad oculta.
El otro bicho africano, en cambio, la yena, daba más asco que un jedoroso porteño.
28 / DAGUERROTIPO
Llueve como una madre que cambió de cara.
Con ese patadón el trovero Faget fizo juir a un jaguar y salvó a un pobre cuzco.
Esta tarde le pedí a uno de los gurises que suelen visitarme que se quedara a dormir conmigo porque olí mucha agua.
Y mandé a Ansina a la habitación de las goteras.
Tonce puedo hacer de cuenta que aura estás respirando junto a mi catre como cuando eras niño, Josef María.
Y te rezo en lo tierno.
Cuando llegaste en el 46 nos abrazamos lindo, aunque no era ocasión pa que nos compriendiéramos.
Cómo llueve, carajo.
A mí ya no me llevan al río pa tratarme la erupción de las patas porque reventó gripa y al mosquitero, Pepe.
Es la muer / es la muerte que ya vendrá / galopan / galopando en la oscuridá / por la sel / por la selva aparecerá / ya soy vie / ya soy viejo y sé que vendrá.
Aquí la rompida de cadenas en Obligado hizo más roncha pública que el malón de la langosta. ¿Pero cómo iba a maginar que afrontarías la tamaña travesía del Fulton pa abrazarte a estos güesos?
Y hoy acabo de enterarme de que el muerto sos vos y te ruego un perdón.
En verdá hubo momentos que recelé de que hubieses viajado pa sacarme tajada.
Son mentira las formas. Sólo existe / el círculo de bocas del oxígeno. Y la luna. / Pero no la luna. / Los insectos, / los muertos diminutos por las riberas, / dolor en longitud, / yodo en un punto, / las muchedumbres en el alfiler, / el desnudo que amasa la sangre de todos, / y mi amor que no es un caballo ni una quemadura, / criatura de pecho devorado. / ¡Mi amor!
Y aura evoco aquella tormenta en Herrería cuando un tigre me robó a un cuzco de abajo del poncho y toso lacerado por mi gotera pútrida.
¿Pois cómo no iba a importarte la herencia de Arerunguá si casi ni conocías a tu padre más que de leyenderíos negros?
Pa colmo dizque los de saco largo te enterraron discurseando sobre la sangre gloriosa del Protector.
Como si me quisieran.
Y me cundió en la mente una mañana cuando mateábamos bajo el ibirapitá y pasó mi ama de llaves, la Clara, parada en equilibrio sobre un corcel y con un palomón blanco sobre las crenchas de oro.
Sé que estás escuchando mis pensares, Josef, porque al decir de Caracciolo ya sos un ciudadano del cielo.
Y me solaza saber que esa mañana al menos pudiste vislumbrar el daguerrotipo de Purificación.
La Dulcinea que vuela.
29 / YEDRA
Fue un acierto mayúsculo de Ansina trasladarme con mosquitero y todo a la sombra siestera del ibirapitá.
Ya nostalgiaba horrendo la hamaca de la yedra, que conservo dende el tiempo en que me engolfé a adorar la morada estrellada con la perla y los cuzcos.
Hoy me siento invisible.
Como si llegaran a buen puerto mis ansias / como si hubiera donde hacerse fuerte / como si hubiera por fin destino para mis pasos / como si encontrara mi verdad primera.
Como traerse al hoy cada mañana / como un suspiro profundo y quedo / como un dolor de muelas aliviado / como lo imposible por fin hecho / como si alguien de veras me quisiera / como si al fin un buen poema me saliera / una oración.
Como si la arena cantara en el desierto / los cantos de sirenas del mar Muerto / como si para crecer sobraran las escaleras / como si escribiera un ciego un libro abierto.
Ven a poblar el zócalo de ojos / siembra de migas de pan caliente / mis canas de alcanfor adolescente / ponle al sordo voz y alas al cojo / bendice nuestro arroz, nuestro minuto / como si no fuéramos cómplices del luto / del corazón.
Fue Bompland el que descubrió en Candelaria, mientras se doraban en el pincho los costillares caballunos sarnosos y alucinábamos con la República Hermana, que a mi hamaca se le han ido adhiriendo hojas de yedra de la verdá.
Y dizque se cultiva mucho en los cobijos templarios uropeos.
Pero no la ve naides.
Quisiera, hijo mío, volver a ver mi país antes de cerrar los ojos para siempre, y bendecir a los que han tenido la fortuna de dar cima a la obra que yo empecé y cuyo complemento miro aquí, en el librito de la Constitución, pero no me siento con fuerzas bastante para hacerlo en medio de la borrasca que lo agita, y además, yo no debo salir de aquí sino con dignidad, ni restituirme a la Patria sin ser llamado y conducido por el Gobierno con la decencia que corresponde a mis antecedentes y al propio honor de la Nación Oriental.
Siento como si todo el mosquitero estuviera hecho de yedra y se trocara en féretro, mientras Bilú enasta la bandera con el churrinche pa espantar a los perros del oro.
¿Quién arruga el sudario? ¡No es verdad lo que dice! / Aquí no canta nadie, ni llora en el rincón, / ni pica las espuelas, ni espanta la serpiente: / aquí no quiero más que los ojos redondos / para ver ese cuerpo sin posible descanso.
Yo quiero ver aquí los hombres de voz dura. / Los que doman caballos y dominan los ríos: / los hombres que le suena el esqueleto y cantan / con una boca llena de sol y pedernales.
Aquí quiero yo verlos. Delante de la piedra. / Delante de este cuerpo con las riendas quebradas. / Yo quiero que me enseñen dónde está la salida / para este capitán atado por la muerte.
Puta: sigue lloviendo.
Soñé fiero, carajo.
























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