MILITANTE DE IZQUIERDA, ATRACTIVA Y CARISMÁTICA, ESTA JOVEN DE 23 AÑOS ES LA CARA VISIBLE DEL RECLAMO MULTITUDINARIO DE LOS UNIVERSITARIOS CHILENOS, QUE PIDEN DEMOCRATIZAR LA EDUCACIÓN PÚBLICA.
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De cepa comunista, desde su más tierna infancia, Camila Antonia Amaranta Vallejo Dowling, de 23 años, es la explosiva y carismática líder del movimiento estudiantil que tiene por las cuerdas al gobierno del presidente Sebastián Piñera con masivas -y también violentas- manifestaciones en procura de una educación pública de calidad y el fin del lucro en la enseñanza.
En Chile existen tres tipos de establecimientos de educación superior, creados durante la dictadura de Pinochet: centros de formación técnica, institutos profesionales y universidades. Estas últimas se dividen en tradicionales -con aportes estatales- y privadas. La postulación a las mismas está sujeta a créditos muy poco regulados y de condiciones muy disímiles, que terminan con los estudiantes pagando su deuda y sobrecostos a lo largo de toda su vida laboral. Todo para recibir a cambio una educación que además es de baja calidad. El estallido era entonces inevitable tarde o temprano. La ex presidenta Michelle Bachelet sufrió en 2006 el "pingüinazo" de los alumnos secundarios. A Piñera le explotó el conflicto mayor, con Camila Vallejo como una figura central.
Nieta de un ex integrante del Movimiento Izquierdista Revolucionario (MIR) e hija de los militantes comunistas Reinaldo Vallejo y Mariela Dowling, el arraigo político de esta joven tiene, sin embargo, poco que ver con su cuna: ninguno de ellos fue detenido o exiliado. Nacida en la comuna de Macul, hoy vive en La Florida, al poniente de Santiago, símbolo nacional de una nueva clase emergente aspiracional asociada al consumo masivo y cuyos hijos se convertirían en la primera generación en ingresar a la universidad. "Es el lugar donde crecí, pero representa la expansión urbana sin ningún tipo de regulación. En La Florida hay una gran cantidad de fronteras que se superponen. Hay mucha gente que imita formas de vida, que viven ahí aspirando a vivir en otro sitio", explica.
Su biografía es compleja. Asegura haber leído al anarquista Mikhail Bakunin antes de cumplir 14 años. Gusta del arte, se confiesa admiradora de Gustav Klimt y Roberto Matta, y ama bailar todo tipo de música: pop, rock, cumbia, trova e indie . Su disco favorito es Kid A, de Radiohead, y su película fetiche es "El club de la pelea", con Brad Pitt y Edward Norton. "Tiene un tema potente de fondo: generar catarsis a través de la violencia y a eso darle una conducción. Provocar un estado de descontento que al final plantea un cuestionamiento sobre la vida cotidiana de la gente que estimule una ruptura", plantea ella.
Su referente político es claro y cercano: Evo Morales. "Es humilde, honesto y ha sabido plantear el tema indígena, generar cambios estructurales. Chávez es distinto. Es más figurín", refrenda.
Pese a su formación familiar de izquierda, Camila no se definió hasta su llegada a la universidad. "Llegué superentusiasmada y empecé a indagar. Conocí a las Juventudes Comunistas y me convenció mucho su política, su organización. Creo que era la agrupación más preparada y acertada".
A los pocos meses, se convirtió en consejera, vicepresidenta y, finalmente, presidenta del centro de estudiantes de Geografía. Luego vendría su salto a la fama. A fines de 2010, se convirtió en la segunda mujer en la historia en ganar las elecciones de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECh) -decimonónico enclave de la izquierda en el estudiantado chileno- e inmediatamente llamó la atención por su atractivo físico. Congeló sus estudios y se dedicó las 24 horas del día a sus nuevas funciones. Aún debe presentar su tesis, que versa sobre "la construcción social de territorios vulnerables".
Siempre viste de la forma más hippie posible, pero se maquilla y se las arregla para salir bien en todas las fotos que le sacan. Su aro en la nariz ya es otra característica reconocida del ícono pop en que se ha transformado. Su objetiva belleza, sin embargo, no es tema para ella. "Confío en el estudiantado de la Chile, en su criterio para evaluar la capacidad política más que el aspecto físico", dijo en su primera entrevista, sentando las bases de su aguerrido discurso. "La política es parte de mi vida. Todo es política. Donde vea injusticia, yo estaré para dar mi opinión".
Antes de su encumbramiento definitivo, a comienzos de 2011, Camila volvió a sorprender con una respuesta inesperada: ¿Serías candidata presidencial? "Ningún militante del partido puede descartar esa opción. Cuando el colectivo te da la tarea de seguir una misión mucho más importante uno está a disposición. Yo no lo descarto", respondió ella.
A mediados de mayo se produjo la primera marcha de la confederación de estudiantes, que sumó más de 50 mil personas y terminó con un saldo de 138 detenidos. Se produjeron también los primeros enfrentamientos serios entre los jóvenes y carabineros.
Y llegó entonces el 21 de mayo, la fecha de la cuenta pública de Piñera ante el Congreso en Valparaíso. Sus anuncios sobre educación -ambiguamente tibios- fueron la chispa que necesitaban los estudiantes para levantar la voz: dirigieron sus dardos contra el entonces ministro de Educación, el ex candidato presidencial Joaquín Lavín, y anunciaron una gran marcha para comienzos de junio. El ministro les ofreció dialogar. Camila no aceptó.
"No nos vamos a sentar a ninguna mesa de trabajo sin una señal clara con respecto a recuperar la educación pública, regular el sistema privado y poner fin al lucro", respondió, poniendo acento en el principal conflicto de interés que tenía Lavín en ese entonces, como fundador y propietario de la Universidad del Desarrollo, una institución privada cuyas ganancias se redistribuyen gracias a un vacío en la ley que permite su explotación a través de sociedades inmobiliarias.
Mientras, Camila sumó nuevas causas a su ideología y participó de una masiva marcha en protesta por la construcción de una gigantesca hidroeléctrica en el sur de Chile, la controvertida HidroAysén, causa apoyada por ambientalistas internacionales.
A fines de mayo, Lavín y los estudiantes se sentaron a conversar. Después de dos horas de intransigencia, no hubo humo blanco. A la salida, y mientras los estudiantes reafirmaban el paro, Lavín los acusaba de poner sobre la mesa temas tan alejados de su ámbito como la nacionalización del cobre o la reforma al sistema político binominal.
Entonces fue cuando comenzaron los conflictos de verdad. A las protestas se sumaron los rectores de las universidades públicas, los estudiantes convinieron en diversas tomas de liceos, colegios y la siempre inmaculada casa central de la Universidad de Chile -en plena Alameda-, cuyo salón de honor comenzó a ser utilizado como dormitorio y cocina de ollas comunes. La cabecilla de la toma no fue otra que la propia Camila.
TV Y REDES SOCIALES
Invitada al estelar político de la televisión chilena, marcó la segunda mayor audiencia del año. Su agenda empezó a atorarse. Ya no responde su teléfono celular personalmente y en las marchas ha debido ser protegida por una suerte de guardia pretoriana.
Hábil ella, coordinó las marchas a través de Facebook y Twitter. Todos engancharon. Pero también hubo de lo otro. Un usuario anónimo la amenazó directamente: "Camila podría sufrir un accidente camino a su casa". Otro publicó la dirección y el teléfono de su casa, mientras un grupo hacía un violento llamado a apedrearla. Una funcionaria del Ministerio de Cultura retrotrajo los más oscuros años de la historia de Chile, con un comentario en Twitter que fue transversalmente rechazado: "Una vez muerta la perra, se acaba la leva", las mismas palabras utilizadas por el general Augusto Pinochet, en referencia al ex presidente Salvador Allende, mientras el palacio presidencial era bombardeado.
A mediados de junio, 80.000 estudiantes marcharon frente a La Moneda, en la protesta más masiva desde la dictadura. Saqueos, detenidos y carabineros heridos marcaron la jornada. El ministro Lavín cedió y entregó una propuesta a los estudiantes. Camila Vallejo la rechazó, convocó a una nueva marcha y subió su apuesta: exigió avanzar hacia una educación superior gratuita, renacionalizar las riquezas básicas del país, garantizar a las universidades estatales aportes de al menos un 50%, terminar con el crédito con aval del Estado y realizar una reforma tributaria para financiarlo todo.
Otra marcha de casi 100 mil personas a fines de junio obligó a Piñera a anunciar una inversión de US$ 4000 millones en educación y una nueva propuesta, llamada GANE (Gran acuerdo nacional por la educación). Camila y los suyos volvieron a rechazarla.
Pocos días después, la dirigente consiguió parte de lo que buscaba: Lavín fue trasladado a Planificación y su cargo lo asumió el entonces titular de Justicia, Felipe Bulnes, quien a sólo horas más tarde volvió a toparse con los fantasmas de la intransigencia.
Fuentes del gobierno reconocen a LA NACION que Camila no está "empoderada" y que tampoco es la interlocutora ideal, por cuanto siempre termina recurriendo a las bases. Un ministro, sin embargo, advierte que "podemos estar en presencia de una nueva Gladys", por Gladys Marín, la histórica y fallecida secretaria general del PC chileno durante la dictadura y quien, tras la caída de Pinochet, amplió la base crítica del partido con un fuerte rechazo a la Concertación.
Muchos acusan que la dirigente está manipulada directamente por el PC chileno y específicamente por los intereses del presidente del Colegio de Profesores, el también comunista Jorge Gajardo. También dicen que Camila, finalmente, no es más que un títere en el macabro teatro de la política chilena.
Ella cree lo contrario.
Por Carlos Vergara
Fuente: La Nación
Más información: www.lanacion.com.ar
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Camarada Camila
Los pingüinos chilenos crecieron y ahora tienen una líder estilo Hollywood que está dispuesta a terminar con una de las peores herencias que dejó la dictadura militar de Augusto Pinochet. Los chicos de la secundaria que hicieron temblar al gobierno de Michelle Bachelet y que obtuvieron esa denominación por los uniformes que vestían, llegaron a la universidad y son los que están protagonizando la actual revuelta social que ahora hace tambalear al gobierno de Sebastián Piñera. Y la que encabeza las marchas es una chica de 23 años , estudiante de Geografía, preciosa y articulada, que enfrenta a las cámara con una comodidad absoluta, dispuesta a cambiar el draconiano sistema de la educación rentista.
Camila Vallejo es la presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, la segunda mujer en llegar a ese cargo en los 105 años de existencia de la FECH.
Es hija de militantes comunistas de los años setenta y ella misma se afilió a la Juventud del Partido en el 2007.
Desde hace tres meses está al frente de las movilizaciones por una reforma a la enseñanza chilena.
Cuando le preguntaron en la revista Paula si su belleza no le jugaría en contra de su militancia ella respondió muy segura y clara: “objetivamente soy bonita y no tengo problemas en decirlo, pero yo no decidí cuál iba a ser mi apariencia. En cambio, lo que sí decidí es cuál es mi proyecto político”.
La educación universitaria en Chile está en la práctica totalmente privatizada. Esto obliga a las familias a pedir créditos bancarios para poder pagar los estudios de sus hijos y por eso la mayoría de los egresados comienzan sus carreras profesionales muy endeudados.
Y aunque las leyes dicen que las universidades son corporaciones sin fines de lucro, en la práctica tienen grandes beneficios impositivos, importantes subsidios y logran anualmente enormes utilidades de negocios aledaños. Todos los años, las publicidades de las convocatorias a los ingresos a las universidades privadas empapelan las paredes del país.
Y en el país de la mayor renta per cápita de América Latina –se calcula que este año será de 15.800 dólares por habitante– y un crecimiento del 8,1% en el primer semestre de este año, que el Estado no se ocupe de formar más y mejores profesionales en forma equitativa, es visto por muchos como un absurdo.
Camila Vallejo tomó esa bandera y la enarbola por La Alameda como una Marianne del Twitter y el Facebook.
Por Gustavo Sierra
Fuente: Clarín
Más Información: www.clarin.com
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