miércoles

C. G. JUNG / EL HOMBRE Y SUS SÍMBOLOS



TRIGESIMOPRIMERA ENTREGA

5 / SÍMBOLOS EN UN ANÁLISIS INDIVIDUAL (VII)

Jolande Jacobi

El sueño inicial

Al día siguiente de visitarme por primera vez, Henry tuvo el siguiente sueño:

Iba de excursión con un grupo de personas a las que no conocía. Nos dirigíamos al Zinalrothorn. Habíamos partido de Samaden. Sólo anduvimos aproximadamente una hora porque íbamos a acampar y a representar algunas obras de teatro. Yo no tomaba parte en ellas. Recuerdo especialmente a una de las actrices, una joven con un papel patético que llevaba un ropaje largo y flotante.

Era mediodía y yo quería continuar el camino. Como todos los demás prefirieron quedarse, me fui solo dejando mi impedimenta. Sin embargo, me encontré de vuelta en el valle y totalmente desorientado. Tuve que volver con mis acompañantes, pero no sabía qué ladera de la montaña había que escalar. Dudé en preguntarlo. Finalmente, una mujer vieja me indicó qué camino debía seguir.

Entonces ascendí partiendo de un punto distinto al que había utilizado nuestro grupo por la mañana. Se trataba de dar la vuelta a cierta altitud y luego seguir la ladera de la montaña para volver al grupo. Ascendí por la vía de un ferrocarril de cremallera por el lado derecho. A mi izquierda, constantemente cruzaban cochecitos en cuyo interior llevaban todos un hombrecillo escondido e hinchado con traje azul. Se decía que estaban muertos. Yo temía a otros coches que venían de atrás y estuve mirando alrededor para que no me atropellaran. Mi ansiedad era innecesaria.

En el lugar donde tenía que torcer a la derecha, había gente que me esperaba. Me llevaron a una posada. Comenzó a caer un chaparrón. Lamenté no tener allí mi impedimenta -la mochila y la bicicleta del motor- pero me habían dicho que no la cogiera hasta la mañana siguiente. Acepté el consejo.

El Dr. Jung concedía gran importancia al primer sueño en un análisis, porque, según él, con frecuencia tiene un valor anticipatorio. La decisión de comenzar un análisis generalmente suele ir acompañada de una conmoción emotiva que perturba los profundos estratos psíquicos. Por tanto, los primeros sueños con frecuencia presentan “imágenes colectivas” que proporcionan una perspectiva para el análisis como conjunto y pueden dar al terapeuta una visión profunda de los conflictos psíquicos del soñante.

¿Qué nos dice el sueño contado antes sobre el futuro desarrollo de Henry? Primeramente hemos de examinar algunas de las asociaciones que el propio Henry nos proporcionó. El pueblo de Samaden había sido la patria chica de Jürg Jenatasch, famoso luchador por la libertad, suizo, del siglo XVII. Las “obras de teatro” aludían al pensamiento del Wilhelm Meisters Lehrjhare, de Goethe, del cual Henry gustaba mucho. En la mujer veía un parecido con la figura de un cuadro titulado Isla de los Muertos, del pintor suizo, del siglo XIX, Arnold Böcklin. La “vieja sabia”, como él la llamaba, parecía estar asociada, por otra parte, con la asistenta a la comedia de J. B. Priestley They came to a city. La vía del ferrocarril de cremallera le recordaba la cabaña (con almenas) que había construido de niño.

El sueño describe una “excursión” (una especie de “viaje a pie”) que es un paralelo asombroso de la decisión de Henry de emprender un análisis. El proceso de individuación se simboliza frecuentemente con un viaje de descubrimiento a tierras desconocidas. Tal viaje ocurre en Pilgrim’s Progress, de John Bunyan, o en la Divina Comedia, de Dante. El “viajero”, en el poema de Dante, buscando un camino, llega a una montaña y decide ascenderla. Pero a causa de tres extraños animales (un motivo que también aparecerá en uno de los últimos sueños de Henry) se ve forzado a descender al valle e, incluso, al infierno. (Después vuelve a ascender al purgatorio y, finalmente, alcanza el paraíso.) De este paralelismo se puede deducir que podía haber para Henry un período análogo de desorientación y búsqueda solitaria almacenado en él. La primera parte de este viaje vital, representada como la ascensión a una montaña, ofrece el ascenso desde el inconsciente a un punto de vista elevado del ego, es decir, a una consciencia incrementada.

Samaden se nombra como un punto de partida de la excursión. Allí es donde Jenatasch (a quien podemos tomar como corporización del sentido de “búsqueda de la libertad” dentro del inconsciente de Henry) inició su campaña para liberar la región de la Valtelina, de la Suiza sometida a Francia. Jenatasch tenía otras características comunes con Henry: era un protestante que se había enamorado de una muchacha católica; y, al igual que Henry, cuyo análisis le iba a liberar de sus vínculos maternos y del miedo a la vida, Jenatasch también luchó por la liberación. Podría interpretarse esto como un augurio favorable del éxito de Henry en su lucha por liberarse.

La meta de la excursión era la Zinalrothorn, una montaña de la Suiza occidental que él no conocía.

La palabra rot (rojo) en Zinalrothorn toca el problema emotivo de Henry. El rojo suele ser el símbolo del sentimiento o la pasión; aquí señala hacia el valor de la función de sentimiento, que estaba poco desarrollada en Henry. Y la palabra horn (“cuerno”) recuerda uno de los panecillos de media luna en la panadería de la niñez de Henry.

Después de un corto paseo, hay un alto, y Henry puede volver a su estado de pasividad. Esto también pertenece a su naturaleza. El punto está subrayado por las “obras de teatro”. Asistir al teatro (que es una imitación de la vida) es una forma popular de evadirse de una parte activa del drama de la vida. El espectador puede identificarse con la obra y, sin embargo, seguir siendo intermediario de sus propias fantasías. Esta clase de identificación permitió a los griegos experimentar la catarsis, al igual, en gran parte, que el psicodrama iniciado por el psiquiatra J. L. Moreno se utiliza hoy día como ayuda terapéutica. Algunos de tales procesos pueden haber permitido a Henry soportar el desarrollo interior cuando sus asociaciones provocaron el recuerdo de Wilhelm Meister, la novela de Goethe sobre la maduración de un joven.

Tampoco es sorprendente que Henry se sintiera impresionado por el aspecto romántico de una mujer. Esa figura se parece a la madre de Hnery y es, al mismo tiempo, una personificación del propio lado femenino de su inconsciente. La relación que Henry establece entre ella y la Isla de los Muertos, de Böcklin, señala hacia su humor depresivo, tan fielmente expresado por la pintura al mostrar una figura vestida de blanco y con aspecto sacerdotal dirigiendo una barca, en la que lleva un ataúd hacia la isla. Aquí tenemos una significativa paradoja doble: la quilla de la barca parece sugerir un curso contrario, alejado de la isla; y el “sacerdote” es una figura de sexo inseguro. En las asociaciones de Henry esta figura es, con certeza, hermafrodita. La doble paradoja coincide con la ambivalencia de Henry; las oposiciones de su alma están aun demasiado indiferenciadas para que puedan separarse claramente.

Después de ese interludio en el sueño, Henry, de repente, se da cuenta de que es mediodía y de que debe continuar. De ese modo, vuelve a ponerse en camino. Un camino montañero es un conocido símbolo de una “situación intermedia”, que conduce desde una vieja actitud mental a una nueva. Henry tiene que ir solo: es esencial para su ego coronar la prueba sin ayuda. Por eso deja la mochila, una acción que significa que su equipo mental se ha convertido en una carga o que debe cambiar su fondo normal de tomar las cosas.

Pero no alcanza el camino. Deja su impedimenta y se encuentra de vuelta en el valle. Este fracaso muestra que mientras el ego de Henry se decide por la actividad, sus otras entidades psíquicas (representadas por los otros miembros de la excursión) permanecen en el viejo estado de pasividad y rehúsan acompañar al ego. (Cuando el propio soñante aparece en su sueño, por lo general representa sólo su ego consciente; las otras figuras representan a sus cualidades inconscientes más o menos conocidas.)

Henry está en una situación en la que se encuentra sin ayuda, aunque le avergüenza admitirlo. En ese momento se encuentra con una mujer vieja, que le indica el camino conveniente. Él no puede hacer otra cosa sino aceptar el consejo. La útil “mujer vieja” es conocida en los mitos y cuentos de hadas como símbolo de la sabiduría de la eterna naturaleza femenina. El racionalista Henry duda en aceptar su ayuda, porque tal aceptación requiere un sacrificium intellectus, un sacrificio o desechamiento, de una forma racional de pensamiento. (Esta exigencia volverá a presentarse con frecuencia en los últimos sueños de Henry.) Tal sacrificio es inevitable; se aplica a su relación con el análisis, así como a la vida diaria.

Henry asociaba la figura de la “mujer vieja” con la asistenta de la comedia de Priestley acerca de una nueva ciudad de “sueño” (quizá una analogía con la Nueva Jerusalén del Apocalipsis) en la que los personajes sólo pueden entrar después de una especie de iniciación. Esta asociación parece mostrar que Henry había reconocido intuitivamente esa confrontación como decisiva para él. La asistenta de la comedia de Priestley dice que en la ciudad “me han prometido una habitación para mí”. Allí ella confiará en sí misma y será independiente, tal como Henry trata de ser.

Si un joven técnicamente predispuesto, como Henry, elige conscientemente el camino del desarrollo psíquico, tiene que estar preparado para el cambio completo de sus viejas concepciones mentales. Por tanto, por consejo de la mujer, tiene que iniciar su ascensión desde un lugar distinto. Sólo entonces le será posible juzgar a qué altura deberá desviarse para alcanzar al grupo -las otras cualidades de su psique- que ha dejado atrás.

Asciende por la vía de un ferrocarril de cremallera (un motivo que, quizá, refleja su cultura técnica) y se mantiene al lado derecho de la vía, que es el lado consciente. (En la historia del simbolismo el lado derecho generalmente representa el reino de la consciencia; el izquierdo, el inconsciente.) Por la izquierda, van bajando cochecitos en cuyo interior se esconde un hombrecillo. Henry teme que le atropellen los coches que venían por detrás. Su inquietud no tiene fundamento, pero revela que Henry teme lo que, por así decir, yace tras su ego.

Los hombres hinchados y con traje azul podrían simbolizar los estériles pensamientos intelectualistas que se van desencadenando mecánicamente. El azul con frecuencia denota la función de pensar. Así es que los hombres podrían ser símbolos de ideas o actitudes que han muerto en las alturas intelectuales o también podrían representar las partes interiores y sin vida de la psique de Henry.

En el sueño se hace un comentario acerca de esos hombres. “Se decía que estaban muertos”. Pero Henry está solo. ¿Quién dice eso? Es una voz, y cuando en un sueño se oye una voz es un hecho muy significativo. El doctor Jung identificaba la aparición de una voz en sueños con la intervención del “sí-mismo”. Representa un conocimiento que tiene sus raíces en los fundamentos colectivos de la psique. Lo que dice la voz no puede discutirse.

El conocimiento profundo de Henry ha progresado acerca de las “fórmulas” muertas, a las que estuvo tan apegado, y marca un punto de giro en el sueño. Al fin, ha alcanzado el lugar adecuado para tomar una nueva dirección, a la derecha (la dirección consciente), hacia la consciencia y el mundo exterior. Allí encuentra esperándole las personas que se dejó atrás; y así puede llegar a tener consciencia de aspectos de su personalidad anteriormente desconocidos. Puesto que su ego ha sobrepasado los peligros con que se enfrentó estando solo (hazaña que podía hacerle más maduro y estable), puede volver a unirse al grupo o “colectividad” y encontrar refugio y comida.

Luego, viene la lluvia, un chaparrón que afloja la tensión y hace fértil a la tierra. En mitología, se consideraba con frecuencia que la lluvia era una “unión amorosa” entre el cielo y la tierra. En los misterios eléusicos, por ejemplo, después que todo había sido purificado con agua, venía la invocación al cielo: “Llueve!” y luego a la tierra: “Fructifica!”. Eso se consideraba un matrimonio sagrado de los dioses. De este modo, puede decirse que la lluvia representa una “solución” en el sentido literal de la palabra.

Al descender, Henry vuelve a encontrar los valores colectivos simbolizados por la mochila y le bicicleta de motor. Ha pasado por una fase en la que ha fortalecido su consciencia del ego demostrando que puede valerse por sí solo y se renueva su necesidad de contacto social. Sin embargo, acepta la sugerencia de sus amigos de que debe esperar y recoger sus cosas a la mañana siguiente. De este modo se somete por segunda vez a un consejo que viene de cualquier parte: la primera vez, al consejo de una mujer vieja, a un poder subjetivo, a una figura arquetípica; la segunda vez, a un modelo colectivo. Con este paso, Henry ha rebasado una piedra miliar en el camino de la madurez.

Como una anticipación del desarrollo interior que Henry esperaría alcanzar mediante el análisis, este sueño era extraordinariamente prometedor. Las oposiciones en conflicto que mantenían en tensión el alma de Henry estaban simbolizadas en forma impresionante. Por una parte, estaba su incitación consciente a ascender y por otra, la tendencia a la contemplación pasiva. También la imagen de la joven patética con su vestidura blanca (representante de la sensibilidad y el romanticismo de Henry) contrasta con los cadáveres hinchados vestidos de azul (que representan su estéril mundo intelectual). Sin embargo, a Henry, vencer esos obstáculos y alcanzar el equilibrio sólo le sería posible después de las más duras pruebas.

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