miércoles

C. G. JUNG / EL HOMBRE Y SUS SÍMBOLOS



DECIMOCTAVA ENTREGA

3 / EL PROCESO DE INDIVIDUACIÓN (II)

Marie-Louise von Franz

El primer acercamiento al inconsciente

Para la mayoría de la gente, los años de juventud se caracterizan por un estado de despertamiento gradual en el que el individuo se va dando cuenta paulatinamente del mundo y de sí mismo. La niñez es un período de gran intensidad emotiva y los primeros sueños del niño con frecuencia manifiestan en forma simbólica la estructura básica de la psique, indicando cómo moldeará posteriormente el destino del individuo. Por ejemplo, Jung habló una vez a un grupo de estudiantes acerca de una joven que se sentía tan asediada por la ansiedad que se suicidó a los veintitrés años de edad. Cuando era niña, soñó que “Jack Frost” (1) había entrado en su habitación y la había pinchado en el estómago. Se despertó y descubrió que se había pinchado ella misma con la mano. El sueño no le dio miedo; simplemente recordaba que había tenido ese sueño. Pero el hecho de que no reaccionara emotivamente con su extraño encuentro con el demonio del frío -de la vida congelada- no auguraba nada bueno para el futuro y, en sí mismo, era anormal. Fue con mano fría e insensible como, posteriormente, puso fin a su vida. De ese solo sueño es posible deducir el trágico destino del soñante, presagiado por su psique en la niñez.

A veces no es un sueño sino un suceso real muy impresionante e inolvidable el que, como una profecía, pronostica el futuro en forma simbólica. Es bien sabido que los niños olvidan muchas veces sucesos que parecen impresionantes a los adultos pero, en cambio, conservan un vivo recuerdo de algún incidente o relato del que nadie más se ha dado cuenta. Cuando examinamos uno de esos recuerdos infantiles, generalmente encontramos que describe (si se interpreta como si fuera un símbolo) un problema básico de la formación de la psique del niño.

Cuando un niño alcanza la edad escolar, comienza la fase de edificación del ego y de adaptación al mundo exterior. Esa fase acarrea generalmente una cantidad de emociones penosas. Al mismo tiempo, algunos niños comienzan a sentirse muy diferentes a los demás y ese sentimiento de ser únicos acarrea cierta tristeza que es parte de la soledad de muchos jovencitos. Las imperfecciones del mundo y el mal que hay adentro de cada uno, así como exteriormente, se convierten en problemas conscientes; el niño tiene que tratar de dominar los impulsos exteriores acuciantes (aunque aun no los comprende), así como las demandas del mundo exterior.

Si el desarrollo de la consciencia es estorbado en su normal desenvolvimiento, los niños, frecuentemente, se retiran ante las dificultades interiores y exteriores hacia una “fortaleza” interior; y cuando ocurre eso, sus sueños y sus dibujos simbólicos del material inconsciente revelan muchas veces hasta un punto inusitado un tipo de motivo “nuclear” circular o cuadrangular (que explicaré después). Eso se refiere al núcleo psíquico anteriormente mencionado, el centro vital de la personalidad del cual arranca el desarrollo estructural de la consciencia. Es natural que la imagen del centro aparezca en una forma especialmente chocante cuando la vida psíquica del individuo está amenazada. Desde ese núcleo central (en lo que sabemos hoy día) se dirige toda la edificación de la consciencia del ego, y el ego comienza aparentemente un duplicado o réplica estructural del centro originario.

En esta fase primitiva hay muchos niños que buscan seriamente algún significado a la vida que les puede ayudar a desenvolverse en el caos interior y exterior. Hay otros, sin embargo, que aun son llevados inconscientemente por el dinamismo de modelos arquetípicos heredados e instintivos. A esos niños no les concierne el profundo significado de la vida, porque sus experiencias de amor, la naturaleza, el deporte y el trabajo contienen para ellos un significado inmediato y satisfactorio. No es que necesariamente sean más superficiales; generalmente son arrastrados por el curso de la vida con menos fricción y molestia que sus compañeros más introspectivos. Si viajamos en un tren o un coche sin mirar al exterior, son sólo las paradas, los arranques y las vueltas violentas las que nos hacen que notemos que estamos en movimiento.

El proceso de individuación efectivo -el acuerdo consciente con el propio centro interior (núcleo psíquico) o “sí mismo”- empieza generalmente con una herida de la personalidad y el sufrimiento que la acompaña. Esta conmoción inicial llega a una especie de “llamada”, aunque no siempre se la reconoce como tal. Por el contrario, el ego se siente estorbado a causa de su voluntad o su deseo, y generalmente proyecta la obstrucción hacia algo externo. Esto es, el ego acusa a Dios, o a la situación económica, o al patrono, o al cónyuge, de ser responsable de aquello que le estorba.

O quizá todo parece exteriormente muy bien, pero, bajo la superficie, la persona padece un mortal aburrimiento que hace que todo le parezca sin significado y vacío. Muchos mitos y cuentos de hadas describen simbólicamente esta etapa inicial en el proceso de individuación, contando acerca de un rey que cayó enfermo o envejeció. Otros modelos de cuentos conocidos son el de una pareja real que no tiene hijos; o que un monstruo roba todas las mujeres, caballos y riquezas de un reino; o que un demonio impide que los ejercicios o los barcos de un rey puedan continuar su marcha; o que las tinieblas cubren las tierras, los pozos se secan, los ríos se agotan y las heladas afligen al país. Parece como si el encuentro inicial con el “sí-mismo” proyectara una oscura sombra hacia el tiempo venidero, o como si el “amigo interior” viniera al principio como un cazador que tendiera una trampa para coger al ego que lucha desesperadamente.

Hay mitos en los que encontramos que la magia o el talismán que cura la desgracia del rey o de su país siempre resulta algo muy especial. En un cuento es un “mirlo blanco” o “un pez que lleva un anillo de oro en las agallas” lo que se necesita para restablecer la salud del rey. En otro, el rey desea “el agua de la vida” o “tres rizos dorados de la cabeza del demonio”, “la trenza de oro de una mujer” (y después, naturalmente, la dueña de la trenza). Sea lo que sea, la cosa que puede alejar el mal es siempre única o difícil de encontrar.

Es exactamente lo mismo en la crisis inicial en la vida de un individuo: busca algo que es imposible encontrar o acerca de lo cual nada se sabe. En tales momentos, todo consejo, por bien intencionado y sensible que sea, es completamente inútil: consejo que incita a que se intente ser responsable, que se tome un descanso, que no trabaje tanto (o que trabaje más), que tenga mayor (o menor) contacto humano o que cultive alguna afición. Nada de eso sirve de ayuda o, al menos, muy raramente. Sólo hay una cosa que parece servir, y es dirigirse directamente, sin prejuicio y con toda ingenuidad, hacia la oscuridad que avanza y tratar de encontrar cuál es la felicidad secreta y qué nos exige.

El propósito oculto de la inminente oscuridad generalmente es algo tan inusitado, tan único e inesperado que, por regla general, sólo se puede encontrar lo que es por medio de sueños y fantasías surgidos del inconsciente. Si dirigimos la atención al inconsciente, sin suposiciones temerarias o repulsas emotivas, con frecuencia se abre camino mediante un torrente de imágenes simbólicas que resultan útiles. Pero no siempre. A veces, ofrece primero una serie de comprobaciones de lo que está mal en nosotros y en nuestros actos conscientes. Luego hay que comenzar el proceso aceptando toda clase de verdades amargas.

Notas

(1) Literal: “Juanito Helada”, personaje fantástico de los cuentos infantiles que personifica a la helada y al frío. (N. del T.)

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Google+