
(SIDA + VIDA)
HUGO GIOVANETTI VIOLA
(primera edición web de una nouvelle publicada en 1977)
CUARTA ENTREGA
MARZO
1 / COCA hizo pasar a Baloma y preguntó:
-Están prontos.
-Sí. Pero Paco quiere hablar un momento con Mario.
El chiquilín salió del apartamento encasquetándose la gorra y la muchacha aceptó sentarse a tomar un café. Tiene algo de Gene Tierney cuando hizo de tahitiana.
-Mirá que podemos ir en taxi sin el menor problema -insistió la muchacha, descolgándose la mochila para apoyarla en el sofá.
-De ninguna manera. Los Benchoam somos los Benchoam hasta último momento. Y mi marido y mi hijo podrá parecer que no existen pero cuando hay que estar no le esconden el pan dulce a ninguna jeringa.
Y vos sos muchísimo más dulce que Gene Tierney, mijita.
-Te advierto que en el sanatorio no te van a dejar quedarte por nada del mundo -agregó Coca.
-Me quedo en los pasillos, igual. Yo duermo en cualquier lado.
-Esperate que te traigo el café.
Y me meto en la cocina y cierro la puerta y les digo a las bestias:
-Si la van a mirar como si estuviese desnuda pónganse los lentes negros. ¿Oyeron?
El marido de Coca mordió medio croissant sin levantar los ojos y preguntó:
-¿Qué era lo que quería decir el nombre Baloma?
-Alma que vive más allá de este mundo -le explico por millonésima vez. -Pero vos la mirás peor que a esas yeguas de los almanaques. Y vos también, así que no te rías.
-Terminala, mamá -dijo el hijo de la Coca, poniéndose los lentes espejados.
2 / MARIO se había puesto la gorra de los Bulls con la visera para adelante. Oigo esa tos horrible y me da miedo verlo, pero entro chiflando el rap que a él le gusta. Paco Rey tenía la barba bien recortada y su cuello de pollo flotaba en una camisa rabiosamente roja.
-La pegaste -dice papá. -Te llamé para eso.
-Para qué.
-Quería escuchar el rap. Baloma sabe hacer de todo menos rapear.
El hombre estaba invadido por el oro de marzo.
-Y los cuadros -pregunto.
-Cuando me den el alta te los muestro tranquilo. Pero igual queda una llave en lo de Coca: vichalos, si querés.
Mario sonrió entornando los ojos achinados y se dio vuelta la visera y empezó a contorsionar su gracia liliputiense mientras cantaba. El Otro se murió.
-Gracias -murmuró Paco, con el mediodía instalado en las grandes paletas. -¿No llamás a Baloma y me ayudan a bajar?
-Vamos nosotros solos. Y que Baloma venga a buscar la valija.
-Okey.
Ahora ya debe estar pesando lo mismo que yo. Paco Rey llegó a la puerta después de mucha lucha y observó centelleantemente el comedor y canturreó:
-Stabat mater.
Pero yo no le entiendo.
3 / SHIRLEY y Coca llegaron del sanatorio a media tarde, y Mario les pidió para subir a ver los cuadros. Es imposible decirle que no.
-Los últimos son los que dicen Amor al ángel en la parte de atrás -explicó el chiquilín, señalando unas telas apiladas contra el sillón-cama. -Los otros ya los conozco.
Y él mismo va apoyando las cuatro telas contra la pared: miden alrededor de un metro por sesenta, y lo primero que trato de visualizar es la fragmentación del desnudo.
-¿Y esas frases? -preguntó Coca.
-Debe ser un mensaje de Baloma -se ríe Mario. -Está impecable. Papá lo colocó a lo largo de los cuatro cuadros. ¿La cazás?
-LA MONTAÑA ESTÁ QUIETA / CONTRA LA LEJANÍA -fue deletreando Shirley, con su ardillesco cuerpo agazapado. -LOS RÍOS PASAN LLORANDO / Y LA UNIDAD EXISTE.
-Qué belleza -dice Coca, mirándome por arriba de los lentes.
-Ahora vámonos Mario, que tu madre y tus hermanos te esperan desde el mediodía.
Bajaron sin hablar. Y cuando el chiquilín entra a despedirse de Moisés y de Isaac, Coca me agarra un brazo y me lleva hasta el auto y recién allí dice:
-Viste lo que yo vi.
-Creo que sí.
-La llama de la vela que había abajo era la vulva.
-Sí. Era como una vulva llena de ríos o algo así.
-Ríos azules y rojos. Y allá atrás las montañas. ¿Te das cuenta en qué posición le posó el angelito?
-Claro -contestó Shirley, clavándose un superlong perentorio en la sonrisa.
4 / ARIEL estaba estudiando el Capricho diabólico cuando golpeó Baloma. No me pongo ni contento ni triste.
-Murió esta madrugada -dijo la muchacha, bajándose una capucha roja que le cubría la cabeza completamente rapada.
Me dan ganas de morirme.
-Sentate -dijo Ariel. -No sabía que te pensabas rapar.
-Yo tampoco. ¿Viste los últimos cuadros que pintó Paco?
-No me interesa verlos.
Parece La victoria de Samotracia o algo así.
-Quería explicarte a vos solo que él nunca me tocó -bajó el perfil Baloma.
Entonces vuelvo a tocar el Capricho y ladro:
-Todo buenísimo. Pero poné distancia, hermana.
-Sí, me voy a Valizas enseguida del entierro. Si querés encontrarme ya sabés dónde estoy.
Baloma sacó un papel del bolsillo y agregó:
-Esto es para vos.
El poema está escrito en el reverso de un volante de peluquería y reza:
-Raya de tierra lisa / entre la verde bruma y el verde develar. / Y llorar más acá / para que allá se brille.
5 / COCA se encontró con el hermano de Tatiana en la vereda del complejo fúnebre.
-Mire, Juan -le agarro un brazo. -Nosotros apenas nos conocemos. Pero siento el deber de decirle que usted se portó como un santo. Nosotras hicimos lo que pudimos. Pero el santo que le dio a Paco la viyuya para aguantar fue usted.
El hombre cuarentón de ojos sedosamente rasgados intentó clausurar el monólogo con una seña pero Coca lo envolvió como una llamarada:
-Yo estuve de visita un día antes que muriera y le puedo asegurar que si se hubiera internado en diciembre no llegaba ni a Reyes. ¿Sabe lo que me contó? Que le hicieron problemas por internarse con la camisa roja. ¿Usted puede creer? Le tuvo que pegar un grito a la enfermera y todo. Pobre Paco. Y al final se las arregló para hacerles un retrato a cada una de las enfermeras. Un retratito a lápiz. Y ellas andaban locas de la vida. Pero Paco era así. Esa tarde le habían puesto un marinero al lado: un muñeco de carro de carnaval que partía el corazón. Y Paco estaba desesperado por hablarle, pero no había manera de que el urso entendiera ni el inglés ni el francés ni el portugués. Hasta que probé el yiddish y santo remedio. El marinero recién se había infectado y quería volver a morir a Hamburgo a toda costa, y les hice de intérprete un rato largo y ninguna enfermera se animó a echarme. Y al final Paco dijo que lo único que sentía por la vida era agradecimiento: por la esposa y por los hijos que le tocaron y la pintura que llegó a pintar y Baloma y usted y nosotras y todos. Por toda la gente dijo. ¿Usted puede creer?
-Puedo -sacude la cabeza el potro increíblemente parecido a los dos Carradine juntos, aunque con un poco más de Keith que de Kung Fu. -Ahora tengo que localizar a mi hermana, señora. Si me permite.
-Sí, corazón -se emocionó Coca. -Y ya sabe que estamos a las órdenes para cualquier patriada.
6 / MARIO puso una mano sobre la cabeza erizada de Baloma y volvió con su madre, que lo prensó entre las rodillas y secreteó:
-Te pedí que no te acercaras a esa mujer. No te le acerques más o te deshago. ¿Oíste?
La Otra de mamá es más mala que el Otro de papá. Mario miró largamente el ataúd y de golpe sonrió:
-Papá mandó poner a Jesús, al final -señalo la cruz plateada y ella me baja el brazo de un golpe.
-A papá no le importaban nada más que las guachas -trató de no crisparse demasiado Tatiana: -Esas cruces las ponen los del servicio fúnebre, enfermo.
-La enferma serás vos -demoró en retrucar el chiquilín, achicando los ojos.
-Basta, Mario. O nos vamos.
De repente me zafo y corro hasta donde Baloma está llorando sin parar pero mamá me sigue y me saca agarrándome de los pelos hasta que vienen Shirley y Coca a defenderme y ella chilla:
-VAYAN A CONSOLAR A LA OTRA, DEGENERADAS!!!!
Baloma no se movió.
7 / SHIRLEY Y Coca observaron el cierre del nicho con ojos remansados. Pero Baloma sigue llorando como jamás vi llorar a nadie: menos mal que Arielito se dignó acompañarla al entierro, por lo menos.
-Bueno -suspiró Coca. -Ahora me tocarán unos días de descanso, supongo. Hasta que Tatiana se decida a volver al barrio.
-Si es que vuelve.
-No tendría que haber traído a Mario al cementerio.
-A lo mejor fue Mario el que quiso venir.
-Sí. Y ella ya está tranquila.
-Hoy está muy tranquila.
Entonces mi marido me abraza y empezamos a caminar atrás de Baloma y Ariel, hasta que la muchacha se frena para mirar una escultura terrible.
-Es La piedad de Yepes -dijo Joaquín, con los lentes incendiados por el oro de marzo.
Y de repente oigo un taconeo que me paraliza y Tatiana se nos adelanta con el chiquilín a rastras y le pone una mano en el hombro a la muchacha.
-Chau -roncó la mujer, y se alejó del grupo como si no existiera más nadie.
-Chau -contesta Baloma, sin dejar de llorar.
8 / ARIEL siguió estudiando el Capricho durante todo el fin de semana. Es lo único que puedo tocar y no hay caso: ahora sería capaz de robarle una botella de JB al veterano y darle de punta hasta caerme.
-Permiso -dijo Joaquín, entreabriendo la puerta. -Eso suena que mata. Traje dos vasos, por las dudas.
-Hiciste bien.
-¿De veras?
Y apenas tomo un trago miro llover las hojas del tilo y pienso que ya no hay nada que me pueda curar: ni siquiera ella, pienso.
-Vi los últimos cuadros de Paco -dijo Joaquín.
-No me interesa hablar de ese tema -vuelvo a cazar la guitarra.
El azul de los ojos de Ariel emigró hacia una plata peligrosa. Y entonces papá se saca los lentes y dice mirándome las tripas:
-Hay algo de lo que se daría cuenta hasta un chiquilín. Paco se enamoró del reino, hermano. Y no hubo más que eso.
-Pero ella se enganchó con Paco. Hasta las patas.
-Pero yo acabo de ver los cuadros. Y ahí está lo que importa.
Ariel cerró los ojos. Y siento que lo único que corresponde es ponerse a tocar Nothing else matters y perdonarnos todos.
-Eso suena mejor -sonrió el hombre, levantando su vaso hasta incrustarlo en el atardecer.
HUGO GIOVANETTI VIOLA
(primera edición web de una nouvelle publicada en 1977)
CUARTA ENTREGA
MARZO
1 / COCA hizo pasar a Baloma y preguntó:
-Están prontos.
-Sí. Pero Paco quiere hablar un momento con Mario.
El chiquilín salió del apartamento encasquetándose la gorra y la muchacha aceptó sentarse a tomar un café. Tiene algo de Gene Tierney cuando hizo de tahitiana.
-Mirá que podemos ir en taxi sin el menor problema -insistió la muchacha, descolgándose la mochila para apoyarla en el sofá.
-De ninguna manera. Los Benchoam somos los Benchoam hasta último momento. Y mi marido y mi hijo podrá parecer que no existen pero cuando hay que estar no le esconden el pan dulce a ninguna jeringa.
Y vos sos muchísimo más dulce que Gene Tierney, mijita.
-Te advierto que en el sanatorio no te van a dejar quedarte por nada del mundo -agregó Coca.
-Me quedo en los pasillos, igual. Yo duermo en cualquier lado.
-Esperate que te traigo el café.
Y me meto en la cocina y cierro la puerta y les digo a las bestias:
-Si la van a mirar como si estuviese desnuda pónganse los lentes negros. ¿Oyeron?
El marido de Coca mordió medio croissant sin levantar los ojos y preguntó:
-¿Qué era lo que quería decir el nombre Baloma?
-Alma que vive más allá de este mundo -le explico por millonésima vez. -Pero vos la mirás peor que a esas yeguas de los almanaques. Y vos también, así que no te rías.
-Terminala, mamá -dijo el hijo de la Coca, poniéndose los lentes espejados.
2 / MARIO se había puesto la gorra de los Bulls con la visera para adelante. Oigo esa tos horrible y me da miedo verlo, pero entro chiflando el rap que a él le gusta. Paco Rey tenía la barba bien recortada y su cuello de pollo flotaba en una camisa rabiosamente roja.
-La pegaste -dice papá. -Te llamé para eso.
-Para qué.
-Quería escuchar el rap. Baloma sabe hacer de todo menos rapear.
El hombre estaba invadido por el oro de marzo.
-Y los cuadros -pregunto.
-Cuando me den el alta te los muestro tranquilo. Pero igual queda una llave en lo de Coca: vichalos, si querés.
Mario sonrió entornando los ojos achinados y se dio vuelta la visera y empezó a contorsionar su gracia liliputiense mientras cantaba. El Otro se murió.
-Gracias -murmuró Paco, con el mediodía instalado en las grandes paletas. -¿No llamás a Baloma y me ayudan a bajar?
-Vamos nosotros solos. Y que Baloma venga a buscar la valija.
-Okey.
Ahora ya debe estar pesando lo mismo que yo. Paco Rey llegó a la puerta después de mucha lucha y observó centelleantemente el comedor y canturreó:
-Stabat mater.
Pero yo no le entiendo.
3 / SHIRLEY y Coca llegaron del sanatorio a media tarde, y Mario les pidió para subir a ver los cuadros. Es imposible decirle que no.
-Los últimos son los que dicen Amor al ángel en la parte de atrás -explicó el chiquilín, señalando unas telas apiladas contra el sillón-cama. -Los otros ya los conozco.
Y él mismo va apoyando las cuatro telas contra la pared: miden alrededor de un metro por sesenta, y lo primero que trato de visualizar es la fragmentación del desnudo.
-¿Y esas frases? -preguntó Coca.
-Debe ser un mensaje de Baloma -se ríe Mario. -Está impecable. Papá lo colocó a lo largo de los cuatro cuadros. ¿La cazás?
-LA MONTAÑA ESTÁ QUIETA / CONTRA LA LEJANÍA -fue deletreando Shirley, con su ardillesco cuerpo agazapado. -LOS RÍOS PASAN LLORANDO / Y LA UNIDAD EXISTE.
-Qué belleza -dice Coca, mirándome por arriba de los lentes.
-Ahora vámonos Mario, que tu madre y tus hermanos te esperan desde el mediodía.
Bajaron sin hablar. Y cuando el chiquilín entra a despedirse de Moisés y de Isaac, Coca me agarra un brazo y me lleva hasta el auto y recién allí dice:
-Viste lo que yo vi.
-Creo que sí.
-La llama de la vela que había abajo era la vulva.
-Sí. Era como una vulva llena de ríos o algo así.
-Ríos azules y rojos. Y allá atrás las montañas. ¿Te das cuenta en qué posición le posó el angelito?
-Claro -contestó Shirley, clavándose un superlong perentorio en la sonrisa.
4 / ARIEL estaba estudiando el Capricho diabólico cuando golpeó Baloma. No me pongo ni contento ni triste.
-Murió esta madrugada -dijo la muchacha, bajándose una capucha roja que le cubría la cabeza completamente rapada.
Me dan ganas de morirme.
-Sentate -dijo Ariel. -No sabía que te pensabas rapar.
-Yo tampoco. ¿Viste los últimos cuadros que pintó Paco?
-No me interesa verlos.
Parece La victoria de Samotracia o algo así.
-Quería explicarte a vos solo que él nunca me tocó -bajó el perfil Baloma.
Entonces vuelvo a tocar el Capricho y ladro:
-Todo buenísimo. Pero poné distancia, hermana.
-Sí, me voy a Valizas enseguida del entierro. Si querés encontrarme ya sabés dónde estoy.
Baloma sacó un papel del bolsillo y agregó:
-Esto es para vos.
El poema está escrito en el reverso de un volante de peluquería y reza:
-Raya de tierra lisa / entre la verde bruma y el verde develar. / Y llorar más acá / para que allá se brille.
5 / COCA se encontró con el hermano de Tatiana en la vereda del complejo fúnebre.
-Mire, Juan -le agarro un brazo. -Nosotros apenas nos conocemos. Pero siento el deber de decirle que usted se portó como un santo. Nosotras hicimos lo que pudimos. Pero el santo que le dio a Paco la viyuya para aguantar fue usted.
El hombre cuarentón de ojos sedosamente rasgados intentó clausurar el monólogo con una seña pero Coca lo envolvió como una llamarada:
-Yo estuve de visita un día antes que muriera y le puedo asegurar que si se hubiera internado en diciembre no llegaba ni a Reyes. ¿Sabe lo que me contó? Que le hicieron problemas por internarse con la camisa roja. ¿Usted puede creer? Le tuvo que pegar un grito a la enfermera y todo. Pobre Paco. Y al final se las arregló para hacerles un retrato a cada una de las enfermeras. Un retratito a lápiz. Y ellas andaban locas de la vida. Pero Paco era así. Esa tarde le habían puesto un marinero al lado: un muñeco de carro de carnaval que partía el corazón. Y Paco estaba desesperado por hablarle, pero no había manera de que el urso entendiera ni el inglés ni el francés ni el portugués. Hasta que probé el yiddish y santo remedio. El marinero recién se había infectado y quería volver a morir a Hamburgo a toda costa, y les hice de intérprete un rato largo y ninguna enfermera se animó a echarme. Y al final Paco dijo que lo único que sentía por la vida era agradecimiento: por la esposa y por los hijos que le tocaron y la pintura que llegó a pintar y Baloma y usted y nosotras y todos. Por toda la gente dijo. ¿Usted puede creer?
-Puedo -sacude la cabeza el potro increíblemente parecido a los dos Carradine juntos, aunque con un poco más de Keith que de Kung Fu. -Ahora tengo que localizar a mi hermana, señora. Si me permite.
-Sí, corazón -se emocionó Coca. -Y ya sabe que estamos a las órdenes para cualquier patriada.
6 / MARIO puso una mano sobre la cabeza erizada de Baloma y volvió con su madre, que lo prensó entre las rodillas y secreteó:
-Te pedí que no te acercaras a esa mujer. No te le acerques más o te deshago. ¿Oíste?
La Otra de mamá es más mala que el Otro de papá. Mario miró largamente el ataúd y de golpe sonrió:
-Papá mandó poner a Jesús, al final -señalo la cruz plateada y ella me baja el brazo de un golpe.
-A papá no le importaban nada más que las guachas -trató de no crisparse demasiado Tatiana: -Esas cruces las ponen los del servicio fúnebre, enfermo.
-La enferma serás vos -demoró en retrucar el chiquilín, achicando los ojos.
-Basta, Mario. O nos vamos.
De repente me zafo y corro hasta donde Baloma está llorando sin parar pero mamá me sigue y me saca agarrándome de los pelos hasta que vienen Shirley y Coca a defenderme y ella chilla:
-VAYAN A CONSOLAR A LA OTRA, DEGENERADAS!!!!
Baloma no se movió.
7 / SHIRLEY Y Coca observaron el cierre del nicho con ojos remansados. Pero Baloma sigue llorando como jamás vi llorar a nadie: menos mal que Arielito se dignó acompañarla al entierro, por lo menos.
-Bueno -suspiró Coca. -Ahora me tocarán unos días de descanso, supongo. Hasta que Tatiana se decida a volver al barrio.
-Si es que vuelve.
-No tendría que haber traído a Mario al cementerio.
-A lo mejor fue Mario el que quiso venir.
-Sí. Y ella ya está tranquila.
-Hoy está muy tranquila.
Entonces mi marido me abraza y empezamos a caminar atrás de Baloma y Ariel, hasta que la muchacha se frena para mirar una escultura terrible.
-Es La piedad de Yepes -dijo Joaquín, con los lentes incendiados por el oro de marzo.
Y de repente oigo un taconeo que me paraliza y Tatiana se nos adelanta con el chiquilín a rastras y le pone una mano en el hombro a la muchacha.
-Chau -roncó la mujer, y se alejó del grupo como si no existiera más nadie.
-Chau -contesta Baloma, sin dejar de llorar.
8 / ARIEL siguió estudiando el Capricho durante todo el fin de semana. Es lo único que puedo tocar y no hay caso: ahora sería capaz de robarle una botella de JB al veterano y darle de punta hasta caerme.
-Permiso -dijo Joaquín, entreabriendo la puerta. -Eso suena que mata. Traje dos vasos, por las dudas.
-Hiciste bien.
-¿De veras?
Y apenas tomo un trago miro llover las hojas del tilo y pienso que ya no hay nada que me pueda curar: ni siquiera ella, pienso.
-Vi los últimos cuadros de Paco -dijo Joaquín.
-No me interesa hablar de ese tema -vuelvo a cazar la guitarra.
El azul de los ojos de Ariel emigró hacia una plata peligrosa. Y entonces papá se saca los lentes y dice mirándome las tripas:
-Hay algo de lo que se daría cuenta hasta un chiquilín. Paco se enamoró del reino, hermano. Y no hubo más que eso.
-Pero ella se enganchó con Paco. Hasta las patas.
-Pero yo acabo de ver los cuadros. Y ahí está lo que importa.
Ariel cerró los ojos. Y siento que lo único que corresponde es ponerse a tocar Nothing else matters y perdonarnos todos.
-Eso suena mejor -sonrió el hombre, levantando su vaso hasta incrustarlo en el atardecer.
























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