miércoles

LEO BROUWER

LA MÚSICA, LO CUBANO Y LA INNOVACIÓN

(Primera edición uruguaya de una colección de ensayos publicados en 1982 por Editorial Letras Cubanas)


PRIMERA ENTREGA

QUASI PRÓLOGO


por Radamés Giro

Estos ensayos de LEO BROUWER (1939), no son el testimonio del compositor que estilísticamente ha recorrido los caminos del serialismo, el poserialismo y el aleatorismo. Tampoco el del guitarrista excepcional, sino la obra de un artista que “escribe porque ha pensado”.




Sería difícil medir su importancia, sin tener en cuenta que fueron publicados en momentos en que el ensayo musicológico no era frecuente que apareciera en nuestras publicaciones periódicas (fueron escritos entre 1968 y 1971). Tienen el mérito de apartarse del lugar común de analizar la música cubana encerrada sólo en el marco de lo nacional, y de lo que ésta ha aportado a otras culturas musicales, sin tener en cuenta que, en una interrelación dialéctica, la música cubana ha recibido -y aun asimilado- lo mejor del quehacer musical mundial.




El autor rehúye los malabarismos teóricos, los encasillamientos en escuelas y tendencias, y discrepa de los que quieren hacer ver que nuestra música es sólo el resultado de dos raíces etno-culturales: la africana y la española, olvidando que ambos factores se mezclaron con otras culturas que a lo largo de la historia modificaron su presencia sonora sin hacerle perder su esencia propia; no niega, por tanto, a estas dos raíces fundamentales, sino que aporta otros elementos al análisis de su desarrollo, a las que incorpora las sonoridades más contemporáneas, sin olvidar que “todo el aparataje sonoro actual es una ampliación o transformación de la percusión y la guitarra”. Ya no es, en consecuencia, la música de dos continentes sólo la que hay que tener en cuenta, sino la de todo el mundo. ¡Tanta ha sido la interacción!




Por otra parte cuestiona, por inoperante, la dicotomía música popular-música culta, para plantear la interdependencia que existe entre ambas, además de considerar la diferencia no a partir de los géneros y estilos, sino por sus funciones sociales, pues “el análisis contemporáneo no puede fragmentarse más en compartimientos estancos”.




Brouwer, en estos ensayos, aborda el lugar que ocupa la música en el conjunto de los fenómenos culturales -y sociales-, por lo que se infiere un análisis a partir del contexto social. Insiste más de una vez en las circunstancias que rodean al creador y en las vivencias de éste, para luego adentrarse en el proceso de la creación, con el que cae en el campo de la estética -de su estética más concretamente-, tema recurrente en estos trabajos, y de su conversación cotidiana.




Que estos ensayos aportan nuevos elementos valorativos sobre nuestra música, así puede decirse.

PRIMER ENSAYO: LA MÚSICA, LO CUBANO Y LA INNOVACIÓN (I)

Lo primero que surge en la mente cuando hablamos de música, es la clasificación o división de éste en tipos. Esta clasificación -no de mi agrado- engendrada por la especialización de los campos consumidores más que por el producto mismo, ha quedado subdividida, con gran trabajo y descontento, en música popular y música culta (obviando toda subclasificación en géneros, estructura formal, etcétera). El análisis semántico de esta clasificación se sale un poco del tema y pide tratamiento particular por su importancia y extensión.

Las grandes contradicciones que resultan de esta nomenclatura nos hacen tratar de explicar, una vez más sin éxito, las “verdades” etimológicas de lo popular y lo culto. Por culta se sobreentiende aquella música elaborada con un sentido de complejidad estructural y de tradiciones sonoras de múltiples raíces históricas, enlazadas con las tradiciones de conciertos… La música popular, aquella que no se plantea compromisos con la eternidad, que se fundamenta en pocos elementos de fácil reconocimiento, como para no turbar la capacidad intelectiva -o para no preocuparla “inútilmente”. Esto anteriormente expuesto sería un análisis “a partir de los medios”, pero, lo medular de una clasificación está en la función que se le atribuye al objeto de ésta, lo que sería un análisis “a partir de los fines”. De ser así, diríamos que la música culta reúne complejidades con el fin de oír-pensar (clasificación también discutible que contiene el espíritu de los “clásico”, pero que excluye buena parte de lo contemporáneo -siglo XX), en tanto que la popular ha tenido siempre una función de entretenimiento, de disfrute inmediato. Entonces saldría de un golpe la contradicción excluyente: “Quien piensa no disfruta” y viceversa. Semejante sarta axiomática nos llevaría a la escolástica medieval para sólo probar que el análisis contemporáneo no puede fragmentarse más en compartimientos estancos.

La música y el que la hace

La música se analiza, las más de las veces, a partir de sus componentes técnicos (análisis parcial), olvidando casi siempre la circunstancia que rodea al creador. Circunstancia de orden filosófico-social, ambiental, circunstancia política. Esto, en apretado resumen, es lo que calificamos de vivencia y a la larga influye infinitamente más que la información técnica (por otro lado imprescindible).

El mundo interior del compositor, por una parte, es la complejísima armazón de mundos teóricos, de academia, de disciplina formativa, de información. Todo esto rechazado en lo consciente para dar paso a la magia, al inconsciente, a la necesidad interior, a la fantasía del niño (todos los niños son creadores que el adulto reprime o molesta). Debemos apuntar que en este siglo donde se dan, en un instante casi, los más grandes adelantos científicos de la historia de la humanidad, donde se llega a los cambios sociales más radicales, la llamada inspiración o se da por vencida o acude a nuevas fuentes. Ésta se ha canalizado en dos fases radicalmente extremas: el rigor científico por un lado y la fantasía más abiertas y desbordada por otro. Desde aquí, el hombre controlado por la civilización, se vuelve a sus fuentes primigenias o a sus impulsos elementales.

El antecedente histórico

Cuando decíamos que la vivencia influye radicalmente sobre la obra, nos referimos al mundo vivo, cotidiano, en el que se sumerge el creador. Este mundo debe abarcar la mayor cantidad de experiencias vividas. Pero el pasado, a veces lejano, que ha “fundado” los valores y las categorías históricas de lo cubano no se “experiencia”, por lo tanto, se estudia. Se busca en nuestra historia para tener nuestras verdades. Es absolutamente necesario conocer el pasado histórico para crear en el “hoy”.

Ahora bien, ¿cuáles son los factores del pasado que pueden permanecer hoy?, ¿es válida la congelación de elementos definidores de un momento histórico? Por supuesto que estamos tratando de demostrar el sin sentido que tendría una visión regresiva de repetir el pasado literalmente. Sobre todo en un universo que se basa en la dialéctica de la transformación continua.

Pero sabemos que la música se elabora sobre la base de ideas fundamentales, elementales, células matrices. Para no tomarlas de una fuente equivocada o extraña vale estudiar esas ideas y llevarlas por síntesis hasta sus raíces (1).

Notas

(1) “…el estilo es la cosa, y por cosa entendía lo que más tarde se llamó el argumento o el contenido. Si el estilo es la expresión, ésta extrae su sustancia y su carácter de la cosa que se quiere expresar: en este reside su razón de ser (…) Pero la cosa no debía considerarse de manera aislada. La cosa vive en el espacio y en el tiempo que forma su atmósfera, tomando modo y color de este o aquel siglo, de esta o aquella sociedad (…) expresar la cosa en su verdad, este era el estilo”. Francesco de Sanctis.

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