jueves

LA AMÉRICA LATINA DEL SIGLO XXI

SEXTA ENTREGA

CAPÍTULO I: VIEJOS Y NUEVOS ENEMIGOS (IV)

¿Se puede decir que no en todos lados hubo luto por la desaparición del socialismo real?

Algunos sectores de la Iglesia no participaron en el funeral: se sintieron frustrados en sus esperanzas. Pero no se trataba de sectores mayoritarios en la comunión de la Iglesia.

El nacionalismo popular -dice usted- es un mejor interlocutor para la Iglesia. Establece un terreno favorable, más familiar.

De hecho, al anticlericalismo oligárquico del siglo XIX, de corte liberal, le sucedieron los movimientos nacional-populares del siglo XX, y se fue generando una nueva relación con la Iglesia. Los movimientos nacional-populares, a diferencia de los partidos liberales posteriores a la independencia de las naciones de América Latina, han incorporado grandes masas de pueblo católico, y como consecuencia, esto ha mejorado la relación con la Iglesia.
El círculo cultural latinoamericano tiene su raíz en la Iglesia Católica: por esto los movimientos nacional-populares no caen en el anticlericalismo oligárquico del siglo XIX.

Si el marxismo ya no es el adversario número uno, ¿cuál es el enemigo de la iglesia latinoamericana hoy?

Antes del 89 era todo muy simple: un ateísmo mesiánico, el marxismo, que se había encarnado en un estado-continente que ejercitaba un poder de amplitud mundial, reivindicaba el derecho universal de guiar la historia a su cumplimiento. Después de su repentino redimensionamiento no parecía que el nuevo enemigo se identificara específicamente con ningún Estado ni con algún otro poder fácilmente designable, como había ocurrido con el marxismo y su base continental, la URSS.
En cierto sentido, el marxismo era un enemigo fácil. Esbozar el identikit del nuevo enemigo era mucho más difícil.
Recuerdo que cuando la Unión Soviética comenzó a fragmentarse, junto a la maravilla por los hechos que sucedían, verdaderamente vertiginosos, mi pregunta era justamente esta: ¿y ahora? “Esto” no va más, no tiene futuro, su final está nuestros ojos; ¿y ahora? ¿Cuál es el nuevo y principal enemigo, el más grande?
Época nueva, enemigo nuevo. El marxismo era un sistema auto-redentor; quería realizar, por manos humanas, el Cielo en la Tierra. Pretendía ser un ateísmo constructivo, liberador, histórico. Un movimiento de liberación en y de la historia. Y caía bajo el peso de la propia impotencia. ¿Su fin representaba también su vaciamiento? No, me dije. Hay otras formas que lo sobreviven y lo heredarán.

¿Cómo se respondió?

Zbigniew Brzezinski es quien mejor traza el perfil de lo que está surgiendo. Caracteriza a la sociedad de consumo del mundo capitalista como la “cornucopia” del consumo de los deseos infinitos (24). Cita largamente al premio polaco Czeslaw Milosz, y luego utiliza la imagen en la que Júpiter se alimentaba de un cuerno repleto de todos los deseos posibles (25). Brzezinski dice en una parte de su libro que el movimiento de masas que genera el marxismo se proponía explícitamente la eliminación de Dios, la consumación de la muerte de Dios con la victoria del hombre (27). La paradoja es que la muerte de Dios está terminando con el ateísmo mesiánico. De hecho, el ateísmo ha cambiado radicalmente de figura. No es mesiánico sino libertino, no es revolucionario en sentido social sino cómplice del statu quo, no se interesa por la justicia sino por lo que permite cultivar un hedonismo radical.
Ya lo sostenía el filósofo italiano Augusto del Noce antes del 89. La victoria del ateísmo, a diferencia del marxismo, se prefigura en la sociedad de consumo. El contemporáneo es un ateísmo distinto del precedente, que perseguía la desaparición del fenómeno religioso y se organizaba en función de este objetivo. Aparentemente, no se organiza institucionalmente para ese fin, sino que como una difusa presencia impregna la sociedad con un mínimo de formas sociales establecidas.
En un mundo sin valores, el único valor que permanece es el del más fuerte; donde todo tiene un idéntico valor prevalece un solo valor: el poder. El agnosticismo libertino se transforma en el principal cómplice del poder establecido; de hecho, la forma más característica de difundirse es la propaganda, que su vez está en función de un mayor lucro por parte de quien detenta más poder.

¿La Iglesia tiene necesidad de un enemigo?

No, nadie tiene necesidad de un enemigo. Pero una misión -la Iglesia es esencialmente misión- puede ser dinámica cuando comprende al enemigo; más exactamente cuando adquiere la comprensión de “lo mejor” del enemigo existente.
Si la Iglesia no capta con nitidez los lineamientos del adversario histórico que tiene frente a sí, no puede evangelizar, se empantana. Pierde dinamismo. ¿Por qué? Porque el mundo le resulta amorfo.

No tiene necesidad de un enemigo, pero no puede no tener conciencia del enemigo que existe.

En este sentido sí, es necesario tener conciencia del enemigo porque enemigos habrá siempre. Satán es el príncipe de este mundo, y Satán significa “el enemigo”. La historia es la lucha del reconocimiento del hombre por parte del hombre, que implica una igual dignidad. Por eso, en la historia, hasta el último día, existirá un principal enemigo. Quien no sabe dónde se encuentra su principal enemigo, no sabe cómo actuar. La identificación del enemigo capital permite generar las estrategias fundamentales, establecer una jerarquía de prioridades.

Me parece que está hablando de “enemigo” en sentido evangélico.

El Evangelio, por todas partes, supone la presencia permanente de un enemigo: lo llama también “diabolos”; diablo es lo contrario de diálogo: quien queda incomunicado, aislado, obstruido, quien obstruye una relación, es decir, impide el amor. En este sentido el enemigo está “afuera” pero también está “adentro”. En el enemigo está el amigo que debe ser rescatado y salvado.
Tenemos necesidad de volverlo amigo, encontrar el amigo que existe en el enemigo, sabiendo que el enemigo lo tenemos en nosotros mismos. Pero, repito, la identificación del enemigo principal pone orden en una estrategia de acción. La conciencia del enemigo alimenta, impulsa una verdad y un bien que se desvían y que, entonces, deben ser retomados, reconocidos. Es necesario retomar lo mejor del enemigo para convertirlo en amigo. Para esto es necesario saber quién es, conocerlo.

Para profundizar una conciencia histórica.

Cierto. Sin conciencia histórica hay siempre algo frágil en una “misión”. Sólo si se captan bien las características del enemigo -del principal- se determina el carácter de una época, y en los caracteres de una época está la respuesta de la Iglesia a tal enemigo concreto.
Desaparecido un enemigo, surge otro; existen en la historia una multiplicidad sucesiva de enemigos primarios. La historia no se comprende sin la presencia del mal. No existe nada más inteligente que el amor. Inteligencia y amor, en última instancia, son inseparables.

Creo entender que un enemigo más que necesario es inevitable.

La originalidad de Cristo no es sólo el amor al prójimo, sino particularmente el amor al enemigo. La dialéctica amigo-enemigo en términos cristianos no se resuelve con el aniquilamiento del enemigo, sino con la recuperación del enemigo como amigo.
En otro orden de cosas no es así: al enemigo se lo liquida; o lo elimina el Estado o el enemigo a liquidar es este último. En la Iglesia las cosas son radicalmente diferentes y cuando la Iglesia no se ha comportado así, la historia se lo ha recriminado, como en ciertos momentos de la Inquisición, y más todavía de las guerras de religión. Con justicia.

¿No le parece que existe un cierto desconcierto en la Iglesia latinoamericana de hoy, un desconcierto debido a que el enemigo ya no es claro como en el pasado, identificable con precisión?

La impresión que se recoge observando hoy a la Iglesia de América Latina es que en los círculos más responsables existe efectivamente un desconcierto debido a que no se capta la índole del enemigo principal. Me parece que una cierta inmovilidad revela que la Iglesia no tiene plena conciencia de las claves fundamentales del adversario histórico concreto que tiene delante, y que cambia de forma con el cambio de las épocas históricas. Y esto genera una cierta parálisis eclesial.
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Notas

(1) Las reuniones de la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano tuvieron lugar en la República Dominicana, del 12 al 28 de octubre de 1992. El material elaborado consiste en: el discurso inaugural de Juan Pablo II, el documento final -de 303 puntos- dividido en tres partes, y el mensaje conclusivo a los pueblos de América Latina y de las Islas del Caribe.
(2) Se hizo coincidir de manera intencional la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano con el quinto aniversario del descubrimiento y el comienzo de la evangelización del continente. La alocución de Juan Pablo II del 5 de enero de 1992 estableció la celebración de “la llegada de la fe, la proclamación y difusión del mensaje evangélico en el continente americano”.
(3) La Revolución religiosa en el umbral del tercer milenio, exposición que se realizó en el seminario del CELAM, entre el 14 y el 18 de octubre de 1989 en Belo Horizonte, Brasil. Se publicó más tarde como separata, con el mismo título, en Medellín, vol. XVI nro. 62, Centro de publicaciones del CELAM, Bogotá, junio de 1990, pp. 238-254.
(4) “Cristo es una única revolución permanente de la historia; el evangelio, la revolución insuperable, la medida de todas las revoluciones posibles”, en ibídem.
(5) Zbigniew Brzezinski, La era tecnotrónica, Buenos Aires, Paidós, 1970.
(6) Zbigniew Brzezinski, El juego estratégico. La conducción de la contienda entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, Buenos Aires, Planeta, 1988.
(7) Zbigniew Brzezinski, El gran fracaso: nacimiento y muerte del comunismo en el siglo XX, México D. F., Lasser Press, 1989.
(8) G. Fessard, De l’actualité historique, Paris, Desclée de Brouwer, 1960.
(9) La Revolución religiosa en el umbral del tercer milenio, op. cit. pp. 199-200.
(10) Pitirin Sorokin, Society, Culture and Personality, Cooper Square, 1969; Filosofías Sociales en Épocas de Crisis, Aguilar, 1954; Tendencias básicas de nuestro tiempo, La Pleyade, 1969.
(11) Arnold Toynbee, A Study of History (vols. I-III, 1934; IV-VI, 1939; VII-X, 1954); Greek Civilization on Trial (1948), The World and the West (1953); An Historian’s Approach to Religion (1956).
(12) Karl Jaspers, Filosofía de la existencia, Ambiente espiritual de nuestro tiempo, Razón y existencia.
(13) René Grousset, Bilan de l’historie, Plan, 1945.
(14) Francis Fukuyama, El fin de la historia y el último hombre, Barcelona, Planeta, 1992.
(15) Zbgniew Brezezinski, Out of Control: Global Turmoil on the Eve of 20th Century, ed. en español: Fuera de control. Confusión mundial en vísperas del siglo XXI, México, Lasser Press, 1993.
(16) Samuel Huntington, El choque de las civilizaciones, Foreing Affairs, vol. 72, nro. 3, 1996.
(17) Samuel Huntington, The Clash of Civilization and the Remaking of the World Order, ed. italiana: Lo scontro delle civiltà, Garzanti, 2001.
(18) Jorge G. Castañeda, La utopía desarmada. Intrigas, dilemas y promesas de la izquierda en América Latina, Buenos Aires, Ariel, 1993. Tiene publicados ocho ensayos, entre otros La vida en rojo: Una biografía del Che Guevara, y La Herencia: arqueología de la sucesión presidencial en México. Recientemente publicó Somos muchos: Ideas para el Mañana.
(19) Marta Harnecker, La izquierda en el umbral del siglo XXI, Madrid, Siglo XXI, 1999.
(20) Marta Harnecker, Los conceptos fundamentales del materialismo histórico, Madrid, Siglo XXI, pp. 296. Este libro tuvo, hasta el momento, cincuenta y nueve ediciones.
(21) En la introducción la autora enuncia en los siguientes términos su propósito: “Sostengo que (la izquierda) vive una crisis teórica, programática y orgánica, pero al mismo tiempo reivindico los aportes de Marx, la permanencia de una alternativa al neoliberalismo, no acepto la concepción de la política como ‘realpolitik’ y defiendo la política como el arte de construir una fuerza social antisistémica. Aun si critico las desviaciones a las que condujo la asimilación acrítica del modelo bolchevique del partido, defiendo la necesidad de contar con una organización política para transformar la sociedad y presento algunas ideas que contribuyan a su reorganización”.
(22) “Afirmar que el marxismo está en crisis no significa que lo fundamental del instrumento teórico creado por Marx haya perdido validez como análisis de la sociedad y de sus transformaciones”, en: La izquierda en el umbral del siglo XXI, op. cit., p. 290.
(23) Cfr. El capítulo 7 de: La izquierda en el umbral del siglo XXI, op. cit., p. 28.
(24) Zbigniew Brzezinski, Fuera de control, México, Lasser Press, 1993, pp. 232.
(25) La advertencia expresada por Milosz apunta al peligro histórico de que los desacreditados meta-mitos de la utopía coercitiva pudieran continuarse por el vacío espiritual de la cornucopia permisiva. La palabra ‘cornucopia’ se deriva del cuerno mitológico que amamanta al dios Zeus. Tiene la capacidad milagrosa de llenarse de sus propios deseos. El término ‘cornucopia permisiva’ puede aplicarse así a una sociedad en la cual “todo está permitido y todo se puede tener”, op. cit. p. 73.
(26) Hay ciertas bases para tener la preocupación seria y legítima de que la cornucopia permisiva de las sociedades democráticas avanzadas y ricas está dominando y definiendo, cada vez más, tanto el contenido como las metas de la existencia individual. La noción de ‘cornucopia permisiva’ implica esencialmente una sociedad en la cual el progresivo declinar en la centralización de los criterios morales está emparejado con una preocupación intensificada por la autogratificación material y sensual. A diferencia de la utopía coercitiva, la cornucopia permisiva no prevé un estado eterno de felicidad para los redimidos, sino que se enfoca principalmente en la satisfacción inmediata de los deseos individuales en un sistema en el cual el individuo y el hedonismo colectivo llegan a ser el motivo dominante para la conducta. La combinación de la erosión del criterio moral en definir la conducta personal junto con el énfasis en los bienes materiales, da como resultado la permisividad en el nivel de acción y la codicia material en el nivel de la motivación (…) ‘La codicia es buena’ -el grito de batalla de los yuppies norteamericanos de finales de los ochenta- es la consigna apropiada para la cornucopia permisiva”, op. cit., p. 73.
(27) “Una cultura cada vez más permisiva, que explota el principio de la separación de la Iglesia y el Estado, excluye el valor religioso pero sin sustituirlo por cualquier ‘imperativo categórico’ secular transformando por lo tanto el código moral interior en un vacío. Este vacío moral define el significado esencial de la noción de vacío espiritual; un vacío que parece ser cada vez más penetrante en mucho de lo que se ha llamado la civilización occidental. Es una paradoja inquietante que la mayor victoria de la propuesta de que ‘Dios está muerto’ haya tenido lugar no en los Estados dominados por el marxismo, que propagaron políticamente el ateísmo, sino en las sociedades democráticas liberales de Occidente que han alimentado culturalmente la apatía moral”, op. cit. p.73.



(continúa próximo jueves)

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