lunes

6/ El Caldero de la Bruja [Anna Rhogio]


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16 / En el aislamiento del dormitorio, hablan sobre lo que aprendieron.
Se asoman a la ventana a mirar millones de estrellas, tratando de olvidar el miedo.
El firmamento inconmensurable y perfecto en su armonía, les devuelve la calma.
No dudan de que es la realización de un dios supremo. Hay un trazo de la mano creadora que rubrica la firma de su obra con la cauda de un cometa.
Este astro errante transita por el cielo aclarando las noches como si fuera plenilunio. Su nebulosa plateada abarca una zona ancha del espacio. Parece que sus partículas quisieran bajar y rozar la piel de la tierra para besarla como alianza entre la divinidad y los hombres.
-¿Mi padre podrá saber lo que vimos en el humo?
-Entre Larne y yo no hay secretos, hija mía.
-¿Y Laal?
-Tendrás que decidirlo tú; verás si puede soportarlo.
-Puede. Es fuerte.
-Durmamos ahora; mañana partiremos temprano.
Al acercarse a la aldea la observan desde lejos en el claroscuro del atardecer y jamás les pareció tan bella ni la sintieron tan amada.
El movimiento de la gente es el usual y los niños juegan en el tocón del teatro.
El viento canta en el pinar y su voz bronca tiene olor a sal.
Nahala exclama ante la placidez del paisaje:
-¿Cómo pueden pedirnos que permanezcamos desarmados? Al mirar a esos pequeñitos y acordarme del peligro, se me parte el alma en mil pedazos.
-Las entidades superiores nos protegerán. Y en todo caso, será cuestión de aprender a correr ligero...
-¿Cómo puedes bromear, madre?
-¡Cambia la cara, muchacha! -rezonga Salma. -No deben sospechar lo que nos sucede. Que sean felices durante el tiempo que nos quede, sin conocer el futuro.
Larne y Laal salen a esperarlas al camino y sus caras demuestran la alegría que sienten por su vuelta.
Ellos les han preparado una comida de bienvenida.
-Nahala, si fuiste capaz de crear el tejido, espera a enterarte de lo que Laal fue capaz de hacer -le comenta Larne.
-En cuanto termine de cenar iré, padre; es que estoy hambrienta: la caminata nos agotó -responde con la boca llena.
-¡No hay apuro ninguno, amiga! Cuanto más demores en saberlo, más demorarán tus ironías.
-¿A Okila le gusta?
-¡Mi madre está encantada! -dice Laal riendo.
-Entonces es bueno seguramente. Dame una pista para que trate de adivinarlo...
-A ver... Mmmmmmmm!... Sí, ya: suenan bonitos.
-¿Es un instrumento de música? ¿PUDISTE HACER UNO? -se agita en su asiento. -¿LOS DUENDES TE ENSEÑARON CÓMO?
-¡Noooo! ¡No hablan conmigo y yo no los veo! ¡Y NO ES UN INSTRUMENTO! ¡Deja de fantasear y serénate!
-¿Y por qué dicen que suenan bonitos?
-Ya lo sabrás.
Ella se atraganta con los últimos bocados.
Tironea de la manga de Laal para que se apure.
Está impaciente por olvidar por un rato las siluetas del humo y cualquier motivo es bueno.
Los jóvenes salen.
Nahala va empujando a Laal y ríe demasiado eufórica como para ser auténtica.
Larne mira a Salma:
-¿Qué le pasa? ¡Nuestra hija no es así!
-Tengo que hablar contigo sobre algo muy serio, Larne...

17 / Lall le dice a Okila cuando entran:
-Prepara la sorpresa, madre; Nahala está aquí.
-¡Ah, mi pequeña flor! ¿Cómo les fue con los magos?
-¡Bien, pero muéstrame lo que sea, ahora mismo!
-¡Enseguida!
Se esconde y la hechicera escucha un toc-toc de madera.
-¿No te dije que sonaban bonitos?
-¿PERO QUÉ ES?
Okila aparece trayendo en las manos dos troncos descortezados y pulidos que tienen una forma peculiar.
-¡Ya! ¡Díganmelo! ¿Para qué sirven?
Okila se quita el calzado e introduce los pies en los zuecos.
Camina.
Sobre el piso de piedra laja, se acentúa el repiqueteo de los singulares zapatos.
-¡Son magnìficos! ¡Duraderos y abrigados! ¡Habrás hecho para toda la aldea!
-No, no todavía.
-¿Y por qué?
-Quería que me dieras tu parecer, aunque madre me dijo que son fantásticos, que nunca se mojan y no se rompen con facilidad como los de cuero.
-¡Son estupendos! Te doy mi palabra.
Nahala lo abraza con cariño.
Se turba.
Se sonroja.
-Perdona... yo... mi intención... era felicitarte...
-¡Oh! ¡Está bien! Te entiendo.
Comprensivo, Laal le pasa un brazo por los hombros y le guiña un ojo.
-Mañana haré un par para ti y después tendrás que acompañarme al bosque y ayudarme a aserrar más troncos.
-¿Quién te dio la idea?
-Fue mirando jugar a los hijos de Kem sobre el teatro; se paraban sobre los leños puestos verticalmente para elevar su estatura, simulando ser actores. Pensé que ahuecándolos en forma horizontal serían mucho más útiles...
-Tengo que marcharme; me caigo de sueño.
El muchacho la acompaña.
Afuera, las teas con las que alumbran la villa están casi extinguidas.
La luz del cometa los sorprende.
Es tan intensa, que por un momento piensan que es la Madre Luna.
La hacedora de milagros.
La fabricante de sueños.
La que concede deseos a las madres y a las jóvenes.
Okila los mira alejarse.
Entorna los párpados.
Reflexiona:
-Hummmmmmmm!


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