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14 / Escampa.
Los prados son verdes extensiones de pastura.
Es el momento de salir a apacentar cabras y ovejas.
Los pastores ponen cencerros a los animales y el amable repicar de los campaniles se oye por la campiña.
Nahala sabe que se acerca la fecha de visitar a los magos mayores: esa visita que hace con Salma con el cambio de estación.
Cuatro veces al año van a estudiar a la casa de piedra y la estadía dura siete jornadas.
Es un ritual que cumplen con alegría en sus corazones.
Así, un amanecer, antes de que salgan los pastores, se encaminan allá.
El sol no caldea todavía y el aire es frío.
El bosque está sombrío.
El Señor Blatt las acompaña y Mussi vuela cerca de las peregrinas.
La humedad hizo brotar entre los matorrales deliciosas setas que cortan y guardan para ofrecerlas como obsequio a sus superiores.
-Al regresar, tomaremos más para nosotras y nuestras vecinas.
Un alerce enorme, señala el punto donde tienen que salir de la espesura para llegar a un río caudaloso y helado que vadearán por rocas que están allí desde tiempos inmemoriales.
Imaginan que un gigante las puso para hacer el puente.
El torrente se aquieta en un remanso que refleja el sereno paisaje de las orillas en el que crecen almendros y castaños.
Salen del bosque y el sol las encandila, marcándoles la frontera entre la sombra y la claridad.
Nahala tiene un ataque de risa.
Le muestra a Salma el hocico de Blatt.
Mussi se posó en él con las alas desplegadas como una mariposa tornasolada.
-¡Ah, mi feroz guardián! ¡Encontraste un hermoso abalorio para adornar tu áspera nariz!
Blatt no había sentido a la intangible Mussi y al mirarla se pone más bizco.
Ofendido por las risas de ambas, sacude la cabeza hasta que el hada se eleva.
Es transparente y poco visible en el aire rosa lila de la aurora.
-Ven amiga; párate en mi hombro, cántanos con tu preciosa voz y nuestros andares serán menos pesados -dice Salma.
Mussi se ufana cuando la halagan.
Le saca la lengua al lobo.
La respuesta de Blatt es un amenazador gruñido con los belfos levantados que dejan ver los poderosos colmillos.
Nadie diría que son excelentes compañeros.
Después de escalar las colinas entre pedregales y zarzas, la noche las sorprende golpeando en la puerta de la casa. Los magos las invitan con una cena sustanciosa y les ofrecen un dormitorio confortable que tiene la chimenea encendida.
Aunque sea primavera, la temperatura es gélida en las cumbres.
15 / Si no fuera por el influjo bienaventurado de los magos, la mansión parecería la más tétrica de las prisiones.
Pero cada rincón está protegido por la magia verdadera y elevada de sus moradores.
El silencio es un poco agobiante para quien viene de afuera, pero al cabo de unas horas se convierte en un buen consejero.
Los pasillos que conducen a la celda de retiro están decorados con gárgolas grotescas y signos misteriosos.
Hay puertas falsas que no conducen a ninguna parte.
Los magos son los únicos que saben que son accesos a otras dimensiones y ellos poseen las claves para traspasarlas.
Se ven estatuas de guerreros armados y bellas mujeres de rostros delicados, vestidas con géneros desconocidos; forman pliegues vaporosos que parecen flotar en el viento, aun siendo de sólido mármol.
Permanecen largo rato contemplándolas con admiración, convencidas de que no existen telas que puedan hacer ese efecto de etérea transparencia.
En cada dintel hay escudos con símbolos esotéricos cruzados por espadas y lanzas; al preguntar qué son, les responden que ojalá nunca lo supieran.
Un mago de barba larga y blanca les da una clase en la que les explica las costumbres de los pueblos lejanos y bárbaros y de otras culturas refinadas más distantes todavía.
Las instruye con respecto a otros misterios y su consigna es:
-Los conocimientos secretos no deben salir de aquí, porque están reservados a las personas de nuestra casta y asustarían a la gente común; iremos al laboratorio.
Es un universo subyugante donde se respiran fragancias exóticas y se aprende sobre los elementos y sus propiedades.
Quisieran quedarse más de lo que se les permite y Mortry les dice:
-Con la ciencia, hay que caminar despacio para comprenderla. Luego haremos una práctica de meditación; cuando se marchen llevarán incienso y lo repartirán en la aldea: todos deben aprender y ustedes serán sus guías para que fortalezcan sus espíritus. Se avecinan tribulaciones dolorosas.
Ellas se miran con tristeza y miedo.
-No será pronto; podrán venir acá hasta cuatro veces -hace una pausa. -Tú recibirás el aviso, Nahala: el hombre de la bruma será el heraldo.
Mortry las conduce a un salón que carece de muebles y observan los detalles con atención.
Sobre el piso lustroso y frío hay tejidos violetas.
Por las ventanas angostas y altas entra la claridad exterior, tamizada por láminas de colores increíbles que no conocen y forman guardas de frutos, hojas y pájaros.
Se sientan en los trozos de género y ellas las examinan rozándolas con las puntas de los dedos y su tersura les recuerda el musgo.
Él les dice:
-Iniciaremos el aprendizaje; repetirán estas prácticas en su hogar, día a día, enseñandoselas a los demás.
Nahala tiene un pensamiento travieso que la hace sonreír:
“¡Los hombres querrán ajusticiarnos! Primero nos reunimos a tejer y ahora esto...”.
-Los hombres también deberán aprender -sentenció el mago con severidad.
¿Es que Mortry ha leído su mente?
El mago golpea las manos.
Comienza la música delicada interpretada con instrumentos que nunca oyeron pero que les recuerdan el trino de los pájaros, la lluvia tamborileando en las hojas y el constante rumor de las olas entre los cantos rodados en la orilla de la playa.
Otro golpear de manos y nace de la nada el humo vaporoso del incienso aromático, mezclado con otras esencias.
Les colma de bienestar.
Mortry las induce a un estado de hipnosis con su hablar pausado.
La humareda es una neblina espesa que esboza sombras confusas.
Ahora son imágenes nítidas de la región donde nacieron y parte de su historia desde la antigüedad, cuando fue poblada por los hombres altos que arribaron del norte.
Sus remotos antepasados.
Finalmente, les revela una futura invasión cruel.
Ven un espectáculo infernal de sombras empuñando espadas que intentan asesinar gentes.
Y augura el triunfo de las fuerzas del bien y una paz duradera.
Luego se disipa.
Salma y Nahala están perplejas.
Lloran.
Él las mira compasivo.
Sus ojos claros tienen en el fondo destellos que son como la esperanza.
Ellas comprenden el lenguaje de su mirada y las conforta la fe que Mortry les trasmite.
-Prepárense para enfrentarlo con entereza; éste será un refugio seguro en el momento de la aflicción.
-Ya entendí para qué son los escudos y las lanzas. ¿Podremos hacerlos nosotros? -pregunta Nahala con vehemencia.
-Yo no he dicho que deban armarse...
Enigmático, Mortry se aleja.
Los prados son verdes extensiones de pastura.
Es el momento de salir a apacentar cabras y ovejas.
Los pastores ponen cencerros a los animales y el amable repicar de los campaniles se oye por la campiña.
Nahala sabe que se acerca la fecha de visitar a los magos mayores: esa visita que hace con Salma con el cambio de estación.
Cuatro veces al año van a estudiar a la casa de piedra y la estadía dura siete jornadas.
Es un ritual que cumplen con alegría en sus corazones.
Así, un amanecer, antes de que salgan los pastores, se encaminan allá.
El sol no caldea todavía y el aire es frío.
El bosque está sombrío.
El Señor Blatt las acompaña y Mussi vuela cerca de las peregrinas.
La humedad hizo brotar entre los matorrales deliciosas setas que cortan y guardan para ofrecerlas como obsequio a sus superiores.
-Al regresar, tomaremos más para nosotras y nuestras vecinas.
Un alerce enorme, señala el punto donde tienen que salir de la espesura para llegar a un río caudaloso y helado que vadearán por rocas que están allí desde tiempos inmemoriales.
Imaginan que un gigante las puso para hacer el puente.
El torrente se aquieta en un remanso que refleja el sereno paisaje de las orillas en el que crecen almendros y castaños.
Salen del bosque y el sol las encandila, marcándoles la frontera entre la sombra y la claridad.
Nahala tiene un ataque de risa.
Le muestra a Salma el hocico de Blatt.
Mussi se posó en él con las alas desplegadas como una mariposa tornasolada.
-¡Ah, mi feroz guardián! ¡Encontraste un hermoso abalorio para adornar tu áspera nariz!
Blatt no había sentido a la intangible Mussi y al mirarla se pone más bizco.
Ofendido por las risas de ambas, sacude la cabeza hasta que el hada se eleva.
Es transparente y poco visible en el aire rosa lila de la aurora.
-Ven amiga; párate en mi hombro, cántanos con tu preciosa voz y nuestros andares serán menos pesados -dice Salma.
Mussi se ufana cuando la halagan.
Le saca la lengua al lobo.
La respuesta de Blatt es un amenazador gruñido con los belfos levantados que dejan ver los poderosos colmillos.
Nadie diría que son excelentes compañeros.
Después de escalar las colinas entre pedregales y zarzas, la noche las sorprende golpeando en la puerta de la casa. Los magos las invitan con una cena sustanciosa y les ofrecen un dormitorio confortable que tiene la chimenea encendida.
Aunque sea primavera, la temperatura es gélida en las cumbres.
15 / Si no fuera por el influjo bienaventurado de los magos, la mansión parecería la más tétrica de las prisiones.
Pero cada rincón está protegido por la magia verdadera y elevada de sus moradores.
El silencio es un poco agobiante para quien viene de afuera, pero al cabo de unas horas se convierte en un buen consejero.
Los pasillos que conducen a la celda de retiro están decorados con gárgolas grotescas y signos misteriosos.
Hay puertas falsas que no conducen a ninguna parte.
Los magos son los únicos que saben que son accesos a otras dimensiones y ellos poseen las claves para traspasarlas.
Se ven estatuas de guerreros armados y bellas mujeres de rostros delicados, vestidas con géneros desconocidos; forman pliegues vaporosos que parecen flotar en el viento, aun siendo de sólido mármol.
Permanecen largo rato contemplándolas con admiración, convencidas de que no existen telas que puedan hacer ese efecto de etérea transparencia.
En cada dintel hay escudos con símbolos esotéricos cruzados por espadas y lanzas; al preguntar qué son, les responden que ojalá nunca lo supieran.
Un mago de barba larga y blanca les da una clase en la que les explica las costumbres de los pueblos lejanos y bárbaros y de otras culturas refinadas más distantes todavía.
Las instruye con respecto a otros misterios y su consigna es:
-Los conocimientos secretos no deben salir de aquí, porque están reservados a las personas de nuestra casta y asustarían a la gente común; iremos al laboratorio.
Es un universo subyugante donde se respiran fragancias exóticas y se aprende sobre los elementos y sus propiedades.
Quisieran quedarse más de lo que se les permite y Mortry les dice:
-Con la ciencia, hay que caminar despacio para comprenderla. Luego haremos una práctica de meditación; cuando se marchen llevarán incienso y lo repartirán en la aldea: todos deben aprender y ustedes serán sus guías para que fortalezcan sus espíritus. Se avecinan tribulaciones dolorosas.
Ellas se miran con tristeza y miedo.
-No será pronto; podrán venir acá hasta cuatro veces -hace una pausa. -Tú recibirás el aviso, Nahala: el hombre de la bruma será el heraldo.
Mortry las conduce a un salón que carece de muebles y observan los detalles con atención.
Sobre el piso lustroso y frío hay tejidos violetas.
Por las ventanas angostas y altas entra la claridad exterior, tamizada por láminas de colores increíbles que no conocen y forman guardas de frutos, hojas y pájaros.
Se sientan en los trozos de género y ellas las examinan rozándolas con las puntas de los dedos y su tersura les recuerda el musgo.
Él les dice:
-Iniciaremos el aprendizaje; repetirán estas prácticas en su hogar, día a día, enseñandoselas a los demás.
Nahala tiene un pensamiento travieso que la hace sonreír:
“¡Los hombres querrán ajusticiarnos! Primero nos reunimos a tejer y ahora esto...”.
-Los hombres también deberán aprender -sentenció el mago con severidad.
¿Es que Mortry ha leído su mente?
El mago golpea las manos.
Comienza la música delicada interpretada con instrumentos que nunca oyeron pero que les recuerdan el trino de los pájaros, la lluvia tamborileando en las hojas y el constante rumor de las olas entre los cantos rodados en la orilla de la playa.
Otro golpear de manos y nace de la nada el humo vaporoso del incienso aromático, mezclado con otras esencias.
Les colma de bienestar.
Mortry las induce a un estado de hipnosis con su hablar pausado.
La humareda es una neblina espesa que esboza sombras confusas.
Ahora son imágenes nítidas de la región donde nacieron y parte de su historia desde la antigüedad, cuando fue poblada por los hombres altos que arribaron del norte.
Sus remotos antepasados.
Finalmente, les revela una futura invasión cruel.
Ven un espectáculo infernal de sombras empuñando espadas que intentan asesinar gentes.
Y augura el triunfo de las fuerzas del bien y una paz duradera.
Luego se disipa.
Salma y Nahala están perplejas.
Lloran.
Él las mira compasivo.
Sus ojos claros tienen en el fondo destellos que son como la esperanza.
Ellas comprenden el lenguaje de su mirada y las conforta la fe que Mortry les trasmite.
-Prepárense para enfrentarlo con entereza; éste será un refugio seguro en el momento de la aflicción.
-Ya entendí para qué son los escudos y las lanzas. ¿Podremos hacerlos nosotros? -pregunta Nahala con vehemencia.
-Yo no he dicho que deban armarse...
Enigmático, Mortry se aleja.
2 comentarios:
Recién llego aqui siguiendo tus pasos... tengo que ponerme al día con la lectura de este blog. Lo haré hasta pronto
b.
Bienvenida entonces.
Pasaré por su casa si le parece.
Gracias por su comentario.
Un abrazo
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