28 / A mediados del otoño, Salma y Nahala van a la casa de los magos y retornan con nuevos conocimientos, medicinas e incienso.
Los aldeanos aprendieron a meditar; intuyen que la fortaleza que adquirieron será necesaria en el futuro.
La joven recuerda a Vlassa y a Druss con nostalgia y esa es otra pena que tiene que soportar.
Laal la observa; está tan triste que le brinda palabras de consuelo.
Ella contesta distraída:
-Tendremos que organizar la fuga, pensando en no llevar nada y sacar a los animales. Soy capaz de prenderle fuego a la aldea para que encuentren nada más que cenizas.
Laal recuerda relatos del juglar:
-Es probable que sean ellos quienes la incendien.
-¿Son una raza de salvajes?
-Sí. ¿Cuánto tiempo tendremos después que recibas el aviso?
-Medio día. El ataque será de noche, así nos hallarían desprevenidos.
-Tienes que avisar a la gente... ahora...
-No, dejemos que sean felices en tanto puedan; Mortry nos aseguró que no es inminente. Es penoso guardar este secreto, ¿verdad?
-Sí.
-¡Hay días en que me parece que voy a estallar! -se tapa la cara con las manos.
Cambia totalmente el sentido de la charla:
-Tengo que ir a visitar a unos amigos a los que hace mucho que no veo y te pido que me acompañes.
-Muy bien; dime cuándo.
-Mañana mismo; el clima se mantiene sereno: caminaremos hasta las montañas cercanas y lo demás será una sorpresa.
Dejan el pueblo con la primera luz.
Andan por su amado valle.
Tienen la pesarosa sensación de recorrerlo por última vez. En esta época, el crepúsculo es un apresurado mozo que aparece temprano y los encuentra lejos del lugar adonde van.
La noche es fría y húmeda.
Se guarecen debajo de un árbol frondoso y encienden un buen fuego.
Después de cenar se acuestan y se tapan con los abrigos de cuero con el Señor Blatt en el medio.
Su pelaje hirsuto y espeso mantendrá el calor.
-Nahala...
-¿Qué?
-Ya es tiempo de que unamos nuestras vidas... para mí no existe nadie sino tú.
-¿Sabes? No hay mejores zapatos que los que tú haces; conservan los pies tibios.
Laal ríe silenciosamente.
Esa es una respuesta afirmativa, aunque desviada.
Es muy propio de ella.
Tiene la costumbre de hacer las cosas demasiado a su manera.
-¡Mira! El cuarto creciente de la Madre Luna es una boca que nos sonríe... -dice un segundo antes de quedarse dormida.
La música de los duendes que Laal no ve todavía, lo acuna.
Lo sumerge en un dichoso sueño profundo.
domingo
10/ El Caldero de la Bruja [Anna Rhogio] - La novela WEB de magia y hechicería para niños
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