La sombra: El canto hondo (3)
Reconozcámoslo. Nosotras las mujeres estamos construyendo una madre patria; cada una con su propia parcela de terreno arrancada de los sueños nocturnos o de un día de trabajo. Y extendemos poco a poco esta parcela en círculos cada vez más amplios. Algún día será una tierra ininterrumpida, una tierra resucitada procedente del país de los muertos. El Mundo de la Madre, el mundo materno psíquico, coexistirá con todos los demás mundos en condiciones de igualdad.
Y lo estamos creando con nuestras vidas, nuestros gritos, nuestras risas y nuestros huesos. Es un mundo que merece la pena crear y en el que merece la pena vivir, un mundo en el que predomina una honrada y salvaje sensatez.
La palabra "recuperación" puede inducir a pensar en bulldozers y carpinteros o bien en la reforma de una vieja estructura, pues este es el moderno significado del término. Pero también puede significar recobrar algo que se ha perdido, como cuando antiguamente se "llamaba al halcón que alguien había dejado volar libremente". Es decir, hacer que algo salvaje regrese cuando lo llamamos. En este sentido, es una palabra excelente para nosotras. Utilizamos la voz de nuestra vida, nuestra mente y nuestra alma para recuperar la intuición y la imaginación; para recuperar a la Mujer Salvaje. Y ella acude a nuestra llamada.
Las mujeres no pueden sustraerse a esta obligación. Si tiene que haber un cambio, debemos protagonizarlo nosotras. Llevamos dentro a La Que Sabe. Si tiene que haber un cambio interior, debe llevarlo a cabo cada mujer individualmente.
Si ha de haber un cambio mundial, nosotras las mujeres tenemos nuestra propia manera de contribuir a hacerlo realidad. La Mujer Salvaje nos apunta en voz baja las palabras y los métodos y nosotras la seguimos. Se ha pasado mucho tiempo corriendo, deteniéndose y esperando para ver si le dábamos alcance. Tiene algo, muchas cosas que enseñarnos.
Por consiguiente, si estás a punto de soltarte y de correr un riesgo y te atreves a comportarte en contra de las normas establecidas, excava los huesos que se encuentren a la mayor profundidad posible y haz que fructifiquen los aspectos salvajes y naturales de las mujeres, la vida, los hombres, los niños, la tierra.
Utiliza el amor y los mejores instintos para saber cuándo tienes que gruñir, golpear, atacar y matar, cuándo tienes que retirarte y cuándo tienes que aullar hasta el amanecer. Para vivir lo más cerca posible de lo salvaje numinoso, una mujer tiene que agitar un poco más la cabeza, desbordarse un poco más, tener más olfato, más vida creativa, más capacidad de "ensuciarse", tener más compañía femenina, vivir una existencia más natural, tener más fuego y espíritu, saber cocinar mejor las palabras y las ideas. Tiene que reconocer mejor a sus hermanas, sembrar más, hacer acopio de raíces, ser más amable con los hombres, hacer más revolución de vecindario, crear más poesía, pintar más fábulas y hechos, ahondar más en lo femenino salvaje. Tiene que crear más círculos de costura terroristas y aullar más. Y, sobre todo, tiene que practicar en mayor medida el canto hondo.
Tiene que quitarse el pellejo, transitar por los antiguos senderos y afirmar su sabiduría instintiva. Todas podemos afirmar nuestra pertenencia al antiguo clan de la cicatriz, exhibir con orgullo las heridas de guerra de nuestra época, escribir nuestros secretos en las paredes, negarnos a sentir vergüenza, encabezar la marcha de la liberación. No malgastemos nuestra energía en la cólera. Dejemos, por el contrario, que esta aumente nuestro poder. Y, por encima de todo, seamos astutas y utilicemos nuestro ingenio femenino.
No olvidemos que lo mejor no se puede ni se debe ocultar. La meditación, la educación, todos los análisis de los sueños, todos los conocimientos de este mundo de Dios no sirven de nada si la persona se los guarda sólo para sí misma o para unos pocos elegidos. Por consiguiente, salgamos de dondequiera que estemos escondidas. Dejemos profundas huellas, pues podemos hacerlo. Procuremos ser la vieja de la mecedora que acuna la idea hasta rejuvenecerla. Seamos como la valerosa y paciente mujer de "El oso de la luna creciente" que aprende a ver a través de la ilusión. No perdamos el tiempo encendiendo cerillas y fantasías como la pequeña vendedora de fósforos.
Esperemos hasta que logremos encontrar a los nuestros, tal como hizo el Patito Feo. Purifiquemos el río creativo para que La Llorona pueda encontrar lo que es suyo. Como la doncella manca, dejemos que nuestro resistente corazón nos guíe a través del bosque. Como La Loba, recojamos los huesos de los objetos de valor perdidos y cantemos para devolverles la vida. Perdonemos todo lo que podamos, olvidemos un poco y creemos mucho. Lo que hoy hagamos influirá en las estirpes matrilineales del futuro. Es probable que las hijas de nuestras hijas de nuestras hijas nos recuerden y, sobre todo, sigan nuestras huellas.
Muchos son los medios y las maneras de vivir con la naturaleza instintiva, y está claro que las respuestas a nuestras preguntas más profundas cambiarán a medida que nosotras cambiemos y cambie el mundo. Por consiguiente, no se puede decir: "Hagamos esto y aquello en este orden concreto y todo irá bien." Sin embargo, a lo largo de toda mi vida, he tenido ocasión de conocer a los lobos y he tratado de comprender cómo es posible que, por regla general, vivan con tanta armonía entre sí. Por consiguiente, para más tranquilidad, te sugeriría que empezaras por cualquier punto de la siguiente lista. A las mujeres que todavía siguen luchando, les podría ser muy útil empezar por el número diez.
REGLAMENTO GENERAL LOBUNO PARA LA VIDA
1. Comer.
2. Descansar.
3. Vagabundear en los períodos intermedios.
4. Ser fiel.
5. Amar a los hijos.
6. Meditar a la luz de la luna.
7. Aguzar el oído.
8. Cuidar de los huesos.
9. Hacer el amor.
10. Aullar a menudo.
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